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Tiempo y personas

Yuya miró hacia el chico que se solía sentar a su lado. No estaba seguro de porque lo hacía, pero siempre en las mañanas llegaba y se sentaba allí, en ese mismo lugar a la misma hora. Los dos parecían iguales de una o de otra manera. Él por su parte que siempre estaba allí mirando al infinito mientras que el otro se sentaba con un café de una cafetería cercana y un pequeño libro. Siempre tenía uno distinto y todos sonaban de una o de otra manera interesantes. Nunca fue un buen lector, pero al parecer ese chico si lo era y de alguna manera estaba haciendo que tuviera ganas de leer también.

Una vez entró a una librería a ver que había, pero al parecer la chica que atendía era mala trabajadora, en todo el tiempo que estuvo allí presente no lo vio y el tampoco se animó a agarrar ningún libro por mero desinterés. Siempre había otras personas detrás de él que lo inspiraban a mirar nuevas cosas, pero en ese caso, solo tenía la visión de un chico que ni su nombre conocía y a una trabajadora que hacía solo mirar el computador a sabiendas de qué estaba ocurriendo en esa pantalla. Suspiró ligeramente cuando salió de la tienda y la chica se puso de inmediato a atender a otro chico que entró. Quizá era él y su apariencia que no daba una buena impresión para anda. Pero eso no lo desanimó en lo absoluto y mantuvo su humor por unos días. Él no se dejaba caer tan fácilmente.

La semana siguiente a su intento fallido a entrar en la librería se hizo una pequeña feria, el que siempre se le sentaba al lado, con sus ojos amarillos y su fría expresión, miró hacia el lugar y casi le llamó la atención de manera genuina. Era un sitio muy animado, lleno de atracciones de un supuesto futuro que se imaginaban aquellos que construían aquella feria, era muy interesante verlo. A Yuya le pareció también interesante ese lugar y quería ir a ver. Pero no quería perder de vista al que se sentaba al lado. Era de hecho un chico que le había inspirado un par de cosas, si él no iba, él tampoco lo haría. Sentía cierta familiaridad por él. Como si lo conociera de antes, como si ellos tuvieran una conexión. Así que no fue a esa feria y dejó que las estaciones pasaran.

Siempre dejaba que pasaran.

Solo que esta vez, a mitad de Invierno, cuando creía que no podía ser más rutinario al ver las cosas día a día pasar hasta que llegara el chico que se hacía a su lado y le despertara de su letargo y condena en el árbol del mismo parque y hora de siempre, ocurrió algo. Cuando llegó el otro y le vio de la nada dirigiéndole la mirada, no pudo evitar sentirse extrañado y emocionado de tenerlo viéndolo cuando se suponía que era invisible.

—Tienes cuernos—observó el de cabellos grises con verdes—, no lo había notado.

—Tú también los tienes—dijo algo que había notado desde hacía un tiempo atrás. Solo que solía ignorarlo, como si de alguna manera eso le hiciera mejor—, y son más estilizados que los míos. ¿Tienes más de 500 años verdad? No pareces tan mayor...

—No tengo tantos años, esto es solo los años que se me han acumulado—explicó—. Tú estas atrapada aquí, ¿verdad? Deberías estar en el Mort.

—Me condenaron aquí y soy un chico—el otro suspiró—. ¿Años acumulados? ¿Tan poco tienes? ¿No absorbes a muchas personas?

—¿Desde hace cuanto estás aquí?—preguntó interesados. Generalmente ellos no solían saber su edad, quizá si sabía cuanto llevaba...

—Desde que construyeron el parque—dijo algo más perdido y centrado en otra parte de la cara del chico. Lo detallaba bastante, quizá para no olvidarle—. Solo van tres, ¿verdad?

—¿Por qué lo dices? ¿Por el tiempo que llevas aquí?

—No, vi a otras tres personas como yo que emanan el mismo aura que tu—dijo aun mirando al infinito. Cada vez había menos de él y cada vez él lugar estaba más vacío. Al fin sería libre de irse de ese parque a sus anchas. Siempre guiado por aquel que estaba en frente de si—. Así que supongo que fueron ellos tres. Eso si lo sé por el tiempo que llevo aquí.

—¿Y ese mismo tiempo es el que te hace insensible a lo que te estoy haciendo?—preguntó. Yuya negó suavemente mirándolo de nuevo. Lo estaba absorbiendo porque era como los demás. Consiente o inconscientemente, estaba agregándose más años a su vida. Y más plenitud en su alma. Quizá el sería él último.

—Lo insensible no te lo da el tiempo—dijo mientras estaba más traslúcido que de costumbre. Había lágrimas en sus ojos, pero no parecía estar triste—, te lo dan las personas y los seres—el otro suspiró.

—Eres tan extraño...—Yuya se rió un poco, alegre de algo. Algo que no terminaba de entenderse.

—Así que era eso—sonrió agradeció—, es un gusto en volverte a ver, Zarc—y todo su cuerpo se convirtió en pequeños puntos de luz oscura que se fueron al de ojos amarillos fusionandose con él.

Zarc no pudo hacer más que una cara de absoluta confusión. No había conocido de nada a ese chico, jamás.

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