#15:
Pov.narrador/ra
Ambos hermanos habían vuelto a la casa del colombiano, los dos estaban completamente agotados de su pequeño "paseo", el venezolano por escapar de aquella horrorosa silla y el colombiano por perseguir al de estrellas por todo el parque.
Venezuela sonreía feliz, se sentó en el sofá y miro con algo de burla al contrario, le daba gracia verle molesto cargando aquella estupida silla de ruedas vacía.
—Venga Colo, quita esa cara de arrechera mano, quizás la próxima puedas traerme en esa cosa.
El colombiano se sonrojo ante lo dicho por el contrario, hasta que recordó que en sus tierras "arrechera" es molestia, y no... no lo que el había entendido, negó con la cabeza intentando alejar aquellos pensamientos, fue a dejar la silla de ruedas para luego irse a sentar junto al de estrellas.
—cállate, se supone que no debes hacer esfuerzo Venezuela, estás mal y tienes que mantener reposo.— le reprocho.
—ya marico, tampoco es para tanto.
—¡¿como no va a ser para tanto Vene?! ¡que te pusiste a correr ocho cuadras!.— parecía que el colombiano estaba exagerando, sin embargo, lo que decía era cierto, había estado persiguiendo al venezolano por más de ocho cuadras y este parecía no cansarse nunca, era como si tuviera aquellas pilas del conejito metidas por donde no le llega el sol —¡no se como demonios tenías la energía le levántate cuando te caíste-...! Oh, es cierto, te rapaste la rodilla.
Colombia se levantó y rápidamente fue a por el botiquín de primeros auxilios, había olvidado que el menor se había lastimado durante su escape. Bueno, se lo había ganado por haberle hecho pasar un mal rato, además de cargar aquellos pantaloncillos cortos que tenía el rubio, tal vez si hubiera llevado unos pantalones largos no se hubiera lastimado... y tampoco hubiera corrido con tanta libertad.
—nota mental, no volver a dejar que Vene salga a la caché en chores, bermudas o pantaloncillos.— susurro para si mismo mientras volvía a con el de estrellas.
Se arrodilló frente al menor y comenzó a curar las heridas del chico, Venezuela de vez en cuando soltaba algunos quejidos debido al dolor que le producía cuando le tocaban en la pierna o el ardor de el alcohol que su hermano le ponía para así desinfectar la herida.
—¡ay! ¡Colombia con cuidado!.— se quejó, el pobre tenía un pequeño sonrojo en su rostro, odiaba que el mayor le tratara como un niño, el podía curarse solo —ah, d-duele ¡Mamawebo yaaaa!.— bueno, tal vez aquel sonrojo era más por que su hermano le escuchara lloriquear como marica a que fuera el él que le curara.
—no chilles Vene, ya casi termino.
—¡p-pero duel-...! ¡Coño mi pierna, ya marica, ya ta bien, ya toy curado ¿vez? Déjame en paz!.
—aguantate que ya casi termino, solo un poco más y... ¡listo!.
El colombiano finalmente había terminado con la herida, vendo esta lo mejor que pudo y luego le dio un pequeño beso para que "se curara más rapido" tal y como la gran Colombia hacia con ellos cuando eran más pequeños. Y aunque ya había terminado con lo suyo, no se apartó de donde estaba, el chico siguió en el mismo lugar mirando las piernas del contrario con algo de tristeza, esta estaban llenas de vendajes y curitas debido a varias grietas que habían aparecido en el pasado, algunas se veían bastante nuevas y otras ya parecían tener su tiempo ahí.
—oye pervertido ¿ya terminaste de saborearte mis muslos?.
—¿eh?.
La voz de Venezuela le había sacado de sus pensamientos, el colombiano se sonrojo bastante antes la mirada del chocolatero, avergonzado rápidamente se levantó y fue a guardar el maletín de primeros auxilios mientras que a sus espaldas podía oír las carcajadas del venezolano.
Luego de aquel vergonzoso momento (para el Colombiano) ambos se pusieron a ver una película en la sala, y así se la pasaron, juntos, una tranquila noche de hermanos.
Continuará...
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