Parte/38
Pasaron dos meses desde la llegada de Ozi a la ciudad ya estaba completamente establecido, había empezado a trabajar, de las primeras cosas que hizo fue entrevistarse con un detective privado.
-Hola señor Jack, mi nombre es Cleto Santoyo, investigador privado, ¿dígame en que le puedo servir?
-Ando en busca de mi madre.
- ¿Cuánto tiempo tiene de no verla?
-Alrededor de 25 años.
-Cuénteme todo lo que recuerde de ella.
Ozi le contó lo que recordaba de su madre que realmente era muy poco.
-Son muy pocos datos ¿Qué edad tenía cuando la dejo de ver?
-En el albergue donde me acogieron me calcularon Entre cuatro y cinco años.
-Era muy pequeño, ¿recuerda el nombre de su madre?
-Yo la llamaba Cuca, también recuerdo a un hombre que le decía tito.
-Muy bien, aquí en México Cuca se les dice a las mujeres que llevan en nombre de Refugio, y tito, puede que sea el diminutivo de tío.
Ozi le dio la dirección del albergue de donde había sido adoptado, quizá ahí pudieran aportar más datos. El detective se despidió quedando de hablarle por teléfono cada que tuviera novedades.
El hombre empezó inmediatamente su investigación, fue al albergue, pero no le dijeron nada que ya no supiera era lo mismo que le había dicho Ozi, fue a todos los alrededores del barrio inclusive a la iglesia donde iba Cuca, pero con tan mala suerte que a las personas que les preguntó no la conocieron o no la recordaran, al poco tiempo se tuvo que dar por vencido, su búsqueda había sido infructuosa y así se lo comunicó a Ozi.
-Lo siento señor, me temo que le tengo malas noticias, tal parece que a su madre se la tragó la tierra, nadie la conoce ni siquiera la recuerdan, creo que ha pasado mucho tiempo, quizá su madre haya fallecido.
-Yo espero que no, de todas maneras, muchas gracias por su ayuda.
Los dos hombres se despidieron, esa noticia afectó a Ozi, pero no se desanimó, él había venido a buscar a su madre y no se iba a regresar hasta encontrarla así fuera viva o muerta.
También empezó su servicio altruista de dar sus cinco consultas sin recibir honorarios, reanudo su costumbre de visitar un asilo, anciano carente de familia o bien abandonado por sus hijos, aunque se oía cruel, pero ese era el caso de varios habitantes de ese albergue.
Dividía su tiempo en consultar a algunos ancianos enfermos y con mucha paciencia los escuchaba sin desesperarse.
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