Mi padre compro el periódico al siguiente día que se anunció al número ganador de la lotería nacional, grande fue su sorpresa al ver que su número era el ganador, casi sufrió un infarto, llegó a la casa saco su billete de lotería cotejo los números y efectivamente él era el único ganador, el hombre bailaba y gritaba lleno de júbilo mi madre le pregunto.

-Qué pasa porque haces tanto alboroto.

- ¡Mira incrédula, me saque la lotería, todo este dinero es mío para mí solo y lo voy a gastar en lo que se me dé la chingada gana!

En sus desvarios nunca menciono ni a mi madre ni a sus hijos, mi mama no atinaba a decir nada, lo miraba muy sorprendida con los ojos muy abiertos, esa noche mi padre durmió intranquilo se sentaba en la cama veía el reloj, ya quería que amaneciera para ir a reclamar su dinero, en cuanto amaneció se levantó se bañó se puso ropa limpia y se dispuso a salir, mi madre le pregunto.

-No vas almorzar.

-No mujer voy a ir a que me den mi dinero y voy a ir a almorzar a un restaurante, voy a comer como rey.

Diciendo esto salió de la casa sin voltear atrás.

Paso todo el día y mi padre no regreso, paso la noche y el hombre siguió sin aparecer, mi madre se preocupó bastante nos dio de almorzar y fuimos con mi abuela la madre de mi padre.

-Consuelo que milagro que te trae por aquí tan temprano.

- ¡Ay doña Cayetana estoy muy preocupada por Othón, desde ayer en la mañana se salió y no ha vuelto!

-Pero Consuelo de que te extraña si seguido hace eso.

-Si, doña Cayetana, pero lo que no sabe usted es que se sacó la lotería y se salió a cobrar su dinero y no ha vuelto a lo mejor lo golpearon para robarlo y ha de estar malherido en el hospital vaya usted a saber.

-No, pues por ahí hubieras empezado, pero ¿dices que se sacó la lotería?

-Si doña y al parecer es mucho dinero.

-Válgame Dios, pues esas son palabras mayores.

-Le traje a los niños para ver si me los cuida mientras yo voy a buscarlo.

-Mira se los dejamos a mija Amelia y yo voy contigo a buscarlo.

-Está bien doña Cayetana.

Las dos mujeres fueron a buscarlo, recorrieron los puestos de Socorro, pero no el hombre no estaba, respiraron tranquilas al menos no estaba ni herido ni muerto.

-Y si vamos a la fábrica a lo mejor ahí nos pueden dar razón de él.

-Tienes razón mija vamos para allá.

Las pobres mujeres se dirigieron a la fábrica gastando el poco dinero que tenían en transporte, cuando llegaron le preguntaron a la persona que cuidaba la puerta.

-Perdone venimos buscando a Othón Romano.

Él hombre busco entre unas tarjetas.

-Pues no señoras él no se ha presentado a trabajar ni ayer ni ahora.

-Gracias señor.

-Una mujer que diligentemente barría el lugar les pregunto.

- ¿Disculpen andan buscando a Othón?

-Si señora, estamos muy preocupadas.

- ¿Son de su familia?

-Si yo soy su madre y ella su esposa.

- ¡Uy condenado! ¿así que es casado?

-Si señora y con dos hijos.

-Mire doña ayer si vino, pero no se quedó a trabajar solo vino por Casilda.

- ¡Casilda! ¿Y quién es esa?

-Pues quien va a ser su querida, aunque ellos dicen que son novios, pero mire ayer que llego, Casilda ya la estaba esperan y ya no la dejo entrar le dijo.

-Te estoy esperando te dije que le iba a atinar al gordo y pues le atine.

- ¡Deberás, no me estas echando mentiras!

-Yo cuando le echado mentiras mi reinita y ya vámonos para cobrar la marmaja (dinero) y como quedamos de cobrar nos pelamos a Tijuana y de allí a gringolandia (Estados Unidos).

Las dos mujeres se miraron incrédulas no podían creer lo que estaban oyendo, doña Cayetana dijo casi en un susurro.

-Esta segura que no hay otro trabajador que se llame igual.

-No señora esta fábrica no es tan grande como para que no me sepa todos los nombres solo hay un Othón Romano en esta fábrica o más bien había, y mire para que salgan de dudas les voy a dar la dirección de Casilda para que vayan y se cercioren por ustedes mismas.

Mi madre contesto al instante.

-No señora no se moleste gracias por su información.

-Yo sí quiero saber dónde vive esa tal Casilda- dijo mi abuela llena de enojo.

La mujer le dio la dirección a mi abuela.

-Vámonos de aquí Consuelo, gracias señora por su información.

-No hay de que, que les vaya bien.