¿CUANTO PUEDE DOLER UN CORAZÓN?
¿Cuánto puede doler un corazón?
Esa pregunta había rondado en su cabeza por incontable tiempo y creía que nunca obtendría una respuesta concreta.
Suspiro cansado, estiro sus músculos levantando los brazos, recargándose en su cómoda silla. Miraba su trabajo satisfecho. Tres libros listos para ser enviados a impresión.
Las tapas duras con las especificaciones de sus autores, las notas que habían dejado con post pegados a algunas hojas, el agradable aroma de las hojas nuevas; sin duda amaba su trabajo.
Estar en la sucursal principal de la editorial en la que trabajaba era en definitiva mucho más cansado que estar en una filial en otra ciudad.
Esa semana había tenido tanto trabajo que no tuvo siquiera oportunidad de visitar a los Kagami.
Más no se quejaba. Había cumplido su cometido de estar lejos lo suficiente para sanar un poco, estaba más que agradecido con su superior por haberle ayudado de esa manera, aun cuando no tenía por qué hacerlo. Se esforzó con todo lo que podía, no iba a defraudarle.
Termino la escuela con algo de dificultades, ayudado de sus amigos. Y no es que precisamente se escondiera de su ex pareja, si no que ayudaba el hecho de que estaban en facultades diferentes. Tanto Kuroko como Kagami se sorprendieron con su situación, ni el mismo la sabía.
Fue su madre quien se lo hizo saber. Estaba decepcionada le dijo, con crueles palabras. Más salió adelante aun con los obstáculos obvios y no tan obvios. Cuando por fin no pudo esconder su estado fue que se decidió a hablar con su superior.
Tenía entre manos un contrato muy jugoso para su persona, uno que le supondría lograr muchas metas. Pero no podía solo irse así sin más.
Fue una sorpresa todo lo que le ayudo. Cambio de escuela, de sucursal y vivió los últimos meses de su embarazo y recuperación en relativa felicidad.
Solo había algo que no le dejaba en real tranquilidad. El dolor en su corazón. Este no se marchaba. Admiro la fotografía en su escritorio. Esa que nunca le abandonaba ahí a donde se dirigiera. Era el a la edad de 22 años, con un hermoso bebe recién nacido de escasos cabellos. Sonreía a la cámara aun así, cansado por el parto. Triste por la soledad de saberse solo sin la pareja que alguna vez amo con locura.
Pero estaba bien, su pequeño Enji seria todo lo que necesitase para salir adelante.
Se levantó de su lugar tomando la fotografía entre sus manos, recordando con nostalgia aquellos días, reviso con detenimiento la oficina en la que se encontraba, notando las cajas que aún no desempacaba, de los libros que anteriormente había editado y se enorgullecía de su trabajo. Suspiro una vez más apagando la luz de la mesita y avanzando a la salida.
Nunca se rendiría de nuevo, de eso si estaba seguro. Ahora era alguien fuerte y lleno de entereza. Estaba de vuelta en casa y aunque le daba miedo el hecho de afrontar la paternidad de su hijo, y el tiempo que tuvo que ocultarlo, no creía que esa persona se interesara en un hijo no deseado; al menos algo que no había previsto. Así que estaba seguro que no se lo quitaría o eso esperaba.
El niño tenía derecho de conocer a su padre, aunque lamentablemente Enji se negara a ello. Y aunque en el fondo de su corazón tampoco quería que se conocieran. Haría todo cuanto pudiera; no para ocultarlo si no solo para no ser demasiado obvio. No presionaría, después de todo Enji era la viva imagen de su padre varón. No haría el primer movimiento, si le interesaba pues entonces que así fuera.
Habían pasado apenas dos cuantos meses desde su ruptura. Casi no había tenido oportunidad de encontrarse con su ex pareja. En parte era por tantos trabajos que le habían puesto sus profesores y el mismo había querido fundirse en ello para no pensar.
Pero eso no evito que la mirada escrutadora de su buen amigo Kuroko no se cerniera sobre él. Ya en una ocasión había rechazado una salida con todos sus amigos alegando tareas inconclusas y el trabajo recién en la editorial. Pero sabía que no demoraría mucho en colmarle la paciencia.
Tres días después sucedió lo inevitable. Fue acorralado en una de las aulas de conferencias después de una larga clase de literatura contemporánea. Tenía mucho sueño, estaba cansado, extrañamente muy hambriento y tenía unas insanas ganas de moras azules.
Estaba sopesando la idea de darse un paseo por la facultad de gastronomía a pedirle unas cuantas a Murasakibara. Estaba seguro que no tendría reparos en dárselas, cuando sintió el jalón de su brazo y la mirada azul vele fijamente. Tan fijamente que le dio escalofríos.
Hasta que una voz un poco más gruesa y un movimiento ligero que logro separarles se la quitó de encima.
-Hey Furi ¿Qué te sucede? Estamos preocupados por ti-
Sabía que ese día llegaría asi que no opuso resistencia. Les quería, eran sus amigos, no podía mentirles pero era algo que quería olvidar con toda su alma. Para no sentir más dolor.
Estaba a nada de decirlo cuando la calmada voz de lo que parecía una tormenta le impidió expresarse.
-Nos lo dirá Kagami-kun, pero será después de que se alimente como es debido... Furihata-kun... estas demasiado pálido-
Tentativamente llevo los dedos a su rostro, tocándolo. Ni siquiera recordaba si se había visto al espejo en eses días. Kuroko le invito a seguirlo con la mirada y sabía que era algo que no podía evitar. Kagami sin embargo solo se dedicó a hacer una amena platica sobre lo bien que le estaba yendo en la academia de bomberos y que aunque a Kuroko le daba miedo lo que hacía por su seguridad le apoyaba. Aunque este no se percataba de las caras que le hacía por causa de eso. Definitivamente eran el uno para el otro.
Y eso solo le dolió un poco más. Saber que a quien amo no le había devuelto el sentimiento con la misma o mayor intensidad. No se dio cuenta cuando ya habían salido del campus, ni tampoco que en el camino se hubieran topado con Takao y Himuro, que aunque eran de edificios diferentes habían coincidido en una hora libre así que se dirigían a buscar algo con que llenar sus estómagos.
Tampoco vio las miradas de preocupación que mostraban por verle tan ausente. Solo se dejó guiar cual niño pequeño. En ese momento nada le importaba ya.
Dio un pequeño traspié gracias a una grieta en el suelo, pero las manos de Takao e sostuvieron. Si algo habían dicho no lo escucho solo siguió caminando dejando que le llevasen a donde fuera que fuera su destino.
Como deseaba que eso mismo hicieran con su vida misma.
Que le alejaran del dolor que le invadía. Casi sintió las tibias lagrimas arremolinarse en sus ojos, pero tercamente no las dejo salir.
Llegaron a un pequeño comedor en el que la mayoría eran estudiantes, tanto comensales como trabajadores. Era muy solicitado por todo el campus por lo que estaba bien surtido y muy abarrotado a toda hora.
Alguna divinidad u Oha Asa como dijera Midorima, les habían hecho toparse con el lugar casi vacío.
Tomaron sus respectivos asientos mientras él se alejaba de todos en su mente, mirando fijamente fuera del establecimiento, como el viento movía las hojas de los árboles.
Que no escucho lo que le decían hasta que amablemente Himuro le toco el brazo haciéndole salir de su letargo.
- ¿He? Lo siento no prestaba atención-
-De eso nos dábamos cuenta Furihata-kun-
-Te preguntaban que ibas a ordenar Kou-chan, era eso...-
-La verdad es que no tengo hambre... creo que debería ir...-
-Olvídalo Furihata-kun, te quedas a comer y punto, ¿Verdad chicos?-
Un coro de afirmaciones lleno la mesa en la cual se encontraban, avergonzándolo por la insistencia así que opto por quedarse. Con un poco de renuencia el malestar y la tristeza fueron opacados por las conversaciones sin sentido de sus amigos, esas que le arrancaban pequeñas sonrisas, dejándose llevar por la calidez del ambiente, sonriendo por primera vez en; ya ni siquiera lo recordaba.
Un poco de tiempo más tarde y ya repuesto de energías habiendo terminado con sus platillos salían ya del establecimiento. Sin embargo todos quedaron estáticos en sus lugares por la escena que sus ojos se negaban a creer. Volteando instintivamente a verle.
Necesitando una explicación lo mas razonable posible.
-Sei... Akashi y yo terminamos...-
Quería; de verdad quería marcharse del lugar. Intento irse, aun en sus recuerdos quemaba la situación en la que terminaron, el verle con aquella mujer en un hotel. Pero lo peor no era eso, si no que esta era una mujer diferente.
Un mareo le invadió, se dirigió de nuevo al establecimiento, llegando lo más rápido posible a los baños para botar la comida que recién había ingerido.
Y ahí, en un baño de un restauran de su universidad, llorando nuevamente mientras era abrazado gentilmente por Kuroko mientras Kagami a fuera intentaba detener a Takao de cometer una locura; como írsele a los golpes con Akashi.
Lloraba. Nuevamente lloraba con el corazón aún más roto.
Porque aunque muy en el fondo de sus alma aun deseaba que todo fuera un sueño. Ver que en realidad era totalmente algo autentico que ya no eran más nada había terminado de romper lo poco que le quedaba de esperanza de que le amara de verdad.
Pero algo por lo que con seguridad Kuroko acribillaría y exhibiría a Akashi en cuanto pudiera en la entrada de la universidad o donde lo encontrara era porque en ese momento; justo en ese momento, Furihata Kouki estaba llorando.
Y fue algo de lo que todos sus amigos juraron es que jamás permitirían se enterara de ello.
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