Cap. 7: A medio cicatrizar
—Espera, Félix —Me detienen en medio de la sala.
Volteé y casi me atraganté con la naranja que comía cuando miré al pie de la escalera a mi padre, con una maleta en una mano y un par de papeles en la otra.
Papeles que parecían importantes y sobresalían de una carpeta caqui con un sello firmado en el borde.
Suspiré con disimulo, ya se iba de nuevo...
Mi padre era uno de los fiscales generales del país, un trabajo respetable para muchos y, para quien no sepa con exactitud que responsabilidades trae el puesto jurídico —Y piense que juega en lo político, cuando en realidad solo lo roza—, una crítica más ignorando las funciones reales del sistema. Incluso yo tenía que aceptar que lo que hacía mi padre era muy importante: Ayudaba a perseguir y prevenir el delito, buscando la reparación civil; investigaba los hechos punibles del estado y tomaba acciones penales derivada del cargo.
Entonces, no me extrañaba que él fuera tan imponente, incluso fuera del trabajo. Si yo fuera delincuente y me encontrara de repente con una mirada como la de mi padre en la calle, también me intimidaría.
Aunque, siendo sincero, ese no era el caso. Así el resto mundo David Larbi fuera la viva imagen de los derechos e intereses público, que representa a la sociedad en los juicios; solo sus verdaderos conocidos y más allegado, sabíamos con qué seriedad trabajaba.
El vivo ejemplo estaba frente a mí: no eran ni las siete de la mañana cuando ya él estaba partiendo de su hogar. Me preguntaba cuando regresaría esta vez: ¿una? ¿Dos semanas?
—Voy un poco tarde —Intenté escapar, pero con otra mirada me detiene.
—Voy vía al aeropuerto —Explica como si su equipaje no lo delatara—. ¿Quieres que te lleve?
Ay no, era muy temprano para esto...
No me malentiendan. Quiero mucho a mi padre, pero pasar tanto tiempo, encerrados en un auto, donde ninguno podría escapar del otro, y era hablar o mantener silencio —bastante incomodo, debo agregar—; bueno, no me parecía muy apetecible.
O tal vez solo era yo, que cada vez me resultaba más difícil estar con él y disimular que no me molestaba todo aquello.
—¿Félix? ¿Me escuchas?
—Eh, bueno...
Justo cuando pensaba que no podría zafarme de esta, el claxon de una camioneta, suena fuerte afuera de nuestra casa. El ladrido de polen me hace sonreír, porque solo puede significar una o dos cosas, pero para mi suerte, ya sabía que era.
—Gracias, pero Elle ya está aquí —Le sonreí con inocencia y me eché a correr antes de que pudiera detenerme de nuevo.
Pero era mi padre de quien hablaba.
—Un segundo, por favor —Pero lo dijo en otro tono menos amigable, avisándome así que era mejor que le hiciera caso.
Temiendo por mi vida, me detuve antes de poder cruzar la puerta. La mirada de papá parecía cansada, como si no hubiera dormido por completo esa noche. Sabiendo que tenía mi atención ahora, escuché como se da un momento para devolver los papeles a su carpeta.
Cuando menos lo espero, dio un paso y terminó de bajar las escaleras. Ante el sonido de sus zapatos, volteé a la fuerza y descubrí alertado que se acercaba a mí. Inconscientemente, me enderecé mi postura y lo miré expectante.
—Salúdala de mi parte y... —Lo pensó un segundo—. Video llamada en la noche, sí —Asintió, como si ya hubiera hecho el cuadro mental en su agenda—. Quiero escuchar cómo te fue en el entrenamiento.
—No hay torneos próximamente —Alcé una ceja, cuestionando su interés.
—También para saber de tu día.
—No hago casi nada interesante, papá —Sonreí a mi pasar y se ríe por eso.
—No hace falta que te vayas de aventura —Puso una mano sobre mi hombro—. Lo que me importa es que estés bien, tengas una buena rutina y hábitos saludables, porque son importantes.
Contuve un suspiro de resignación; ahí estaba de nuevo...
—Es... tá... ¿Bien? —Sonreí un tanto incómodo, terminando de salir de la casa—. Vale, yo te llamo en la noche. Nos vemos, papá.
Ahora sí, antes de que pudiese decir algo más, ya yo estaba del otro lado del portón y corría para alcanzar a Elle. Quien, tardaba un segundo más, y apagaba el motor.
—Por favor, acelera —dije cerrando la puerta y poniéndome de una vez el cinturón.
—¿Otra vez escapando de tu padre? —preguntó divertida mientras cumplía con el favor.
—¿Quién está escapando de quién? —Hice una mueca, impresionado internamente de que no se le escapara ningún detalle.
—¿Ahora intentas eludirme? —Me miró de reojo con media sonrisa, recordándome que me conoce perfectamente.
Asentí, reconociéndolo.
—No trato de eludirlo —Suspiré con desgano.
—Nunca hablas de tu padre, Fel.
—Porque en realidad nunca tengo de que hablar sobre él —Me recosté del asiento—. Probablemente porque rara vez hablo con él y, entonces, cuando lo hacemos, es todo muy raro.
"Siento que no lo conozco ya", agregué en mis pensamientos. Elle guardó silencio un segundo y luego suspiró, girando el volante en la siguiente curva.
Creo que, de entre todas las personas que conocía, Elle era la que más podría entenderme. Ella tampoco tenía especial contacto con sus padres, aunque por mucho su caso es más extremo. Se fue de su casa bien terminó la preparatoria, con una pequeña herencia de sus abuelos, y se embarcó en el viaje de su vida. Su familia, ni siquiera entonces, la apoyó con sus sueños.
La mía, por el contrario, no era que no me apoyaran, solamente... creían saber lo que querían saber, que estaban haciendo lo mejor para mí.
Y yo... simplemente no me atrevía a contradecirlos.'
Aunque Elle no pudiera leer lo que pensaba, estaba seguro de que podía imaginarse o verlo con claridad en mi rostro.
—¿Y no crees que eso es algo que deba cambiar? Ya sabes, ¿forjar una relación más sana? ¿Una en donde ellos sean más conscientes de lo que tú quieres para ti?
Ambos nos vemos de reojo, ella me sonríe con reproche y yo resoplo.
—Casi nunca está en casa, Elle —Le recuerdo—. ¿Cómo se supone que forjemos una relación así?
—¿Perdón? —Se ríe—. ¿Quieres que te busque un documental sobre relaciones a distancia? Porque te lo tengo, comienza con algo llamado internet.
Negué ante su sarcasmo.
—No es divertido, Elle.
—Es porque solo estás viendo la parte más gris del asunto —Por primera vez en toda la conversación, dejó de sonreír y me miró extrañada—. Tú no eres así.
—Creo que este es el único asunto que me pone tan negativo.
—Y es lo que me preocupa: si sigues sin comunicar cómo te sientes, vas a explotar a este paso.
—Sé que tienes la razón, pero... —Suspiré—. No es tan fácil...
—¿Salir del molde en el que has estado toda tu vida? Lo sé... —Me imitó, comprendiéndome—. Pero tú tienes mejores posibilidades.
—Quizás...
Elle meditó un segundo en silencio.
—A ver, comencemos de nuevo: ¿qué es lo que principalmente te molesta?
—¿Por dónde comenzar? —Sonreí desganado—. Se queda una semana si y otra no. Cuando está, casi siempre se encierra en su despacho a trabajar. Siempre está ocupado o tiene algo mejor que hacer que estar con nosotros.
—Conozco a David, Félix, y te quiere —Sonríe de nuevo, deteniéndose en un semáforo—. ¿Me dirás que realmente nunca intenta hacer un espacio para ti?
Lo pensé un segundo, recordando su petición de esta mañana y lo vergonzoso que me pareció.
Y luego, lo mucho que me irritó.
—Sí, pero para saber cómo van mis entrenamientos y el equipo —suspiré de nuevo, derrotado por mi pesimismo del tema—. Incluso si no hay torneos en juego, es lo único fijo que siempre me pregunta. Es un deportista frustrado.
—¿Y alguna vez le dijiste que eso te molesta?
Sentí como si me hubieran tocado una costra a medio cicatrizar. De pronto, un nudo se atoró en mi garganta y sentí mis ojos escocerse; un ruido sordo zumbó en mis oídos y por mi cabeza pasaron muchos recuerdos, momentos de mi niñez, sobre todo.
La mayor parte de las personas que me conocían entonces ni se imaginarían, que no siempre fui la persona que soy ahora. De niño era mucho más callado: rara vez me quejaba, rara vez contradecía y rara vez levantaba la voz. Y no porque no fuera sociable, tal vez sí algo tímido, pero según yo solo me costaba más encontrar la confianza necesaria.
Tenía un par de amigos con los que hablaba siempre en clases, las profesoras me adoraban y se me hacía curioso cuando las niñas se me quedaban viendo; sin embargo, al llegar a casa era otra historia.
Mi tía entonces todavía no vivía con nosotros. La abuela era feliz en su casa de Berbelly Hills, así que solo nos visitaba una que otra semana. Mely aún no había nacido. Y mis padres... bueno, tenían mucho más trabajo que ahora, porque sus carreras iba en acenso.
Así que muchas veces solo éramos mi niñera, mi primera mascota, Polar, un balón y yo; jugando hasta el cansancio en el jardín.
Hubo una vez en especial que, no importaba cuantos años pasaran, siempre la recordaría.
—Vaya, Fel —Me sobresalté y la pelota se me cayó de las manos.
Polar fue tras esta, pero mi padre la atrapó antes y, como el propio profesional, la encestó de un tiró. Lo miré con genuina admiración y él me sonrió, tomando de vuelta el balón para arrodillarse y tendérmela.
—¿Puedo jugar contigo?
—¿No tienes trabajo? —pregunté temeroso, tomando el balón en mis manos.
—Puede esperar un par de cestas más.
Se me iluminaron los ojos. Solo tenía siete años y fue la primera vez que realmente sentí que conecté con él, ¿qué iba a saber yo que aquella inocente respuesta marcaría un antes y después en mi vida?
Por más triste y lo mucho que me duela admitir, antes de interesarme en el deporte, no recordaba ningún acercamiento así con mi padre. Caer en cuenta de eso, no sé qué me dolía más, si la cabeza o el pecho.
Miré a la que consideraba una hermana y luego me perdí en el camino, cuando el semáforo cambió de color.
—No puedo hacer eso y lo sabes.
—Claro que puedes.
—Le rompería el corazón, Elle —Y no estaba exagerando—. Mi abuelo nunca lo dejó continuar.
—No está bien que viva su sueño a través de ti, Félix.
—Y no lo hace. Me gusta el Basquetbol.
—Ya, ¿pero es lo que quieres? —murmuró y aun así lo escuché tan claro como el agua.
Esa... era una excelente pregunta...
Con una larga historia por detrás.
Y conclusiones todavía en blanco.
Antes de que pueda si quiera pensar en un argumento coherente; Elle estacionó su auto y yo me percaté de que habíamos llegado a mi parada. Entreabrí la boca y la cerré, negando para mí mismo mientras me colgaba la mochila y abría la puerta.
—Creo que no sé realmente que es lo que quiero... —Para su sorpresa, le respondí—. Creo que ni siquiera me conozco tanto como me gustaría. No sé si es mi lentitud para reaccionar ante las situaciones o que cada vez mis sentimientos me parecen más complejos, pero... No sé qué quiero para mí o mi vida.
Elle se quedó callada. Me miró por tanto tiempo en silencio, que ya pensaba que no me daría una respuesta y sería mejor solo irme; no obstante, entonces ella suspiró y se recostó bruscamente de su asiento, ladeando una sonrisa que decía muchas cosas y a la vez nada.
—¿Qué te puedo decir, Fel? Así es la vida —Mordió el cuero de sus labios, repasando mi expresión—. Es un viaje en dónde te sabes la fecha del inicio porque alguien te la contó, pero nadie puede responderte cuando será la última, así como tampoco darte las respuestas de todos los problemas que encontrarás en el proceso. Igual que ahora, te verás confundido, frustrado y mareado de ti mismo, pero todo eso es parte del proceso, todo es parte de crecer, por eso es tan incómodo.
Me sonrió como solo lo haría alguien que ya pasó por todo eso e intenta encontrar las mejores palabras, para describir su experiencia a alguien que la necesita.
—Lo único que te puedo decir es que... La única forma de sobrellevar con más claridad todo, es siendo más sincero con uno mismo —Bajé la mirada, sabiendo que tenía mucha razón—. Y, bueno... Si la cuestión está ahora en que sientes que no te conoces, empieza con conocerte otra vez.
Lo pensé un segundo y volví a mirarla.
—¿Y si no me gusta?
—Empieza otra vez. Las veces que las sientas necesarias hasta sentirte cómodo en tu propia piel.
______________
¡Holiwis, my loffies!
Este es un capítulo un poco diferente y bastante especial.
Porque no es un lado que veamos de Félix a menudo.
Ese chico sonriente que siempre nos anima con su buena vibra y gran energía, tiene su lado solitario y tristón también, sus debates y crisis existenciales
Y es otro aspecto que considero por el que sus mundos, a pesar de ser tan diferentes, forman uno tan completo.
Pero como bien ha dicho Eli, quizás nuestro solecito deje de brillar un poquito para darse algo de calidez también a él
A saber como termine este asunto, preparen pañuelos por si acaso
Yo, mientras, muero de sueño
Cuando se publique esto, espero tengan algo que abrazar
porque el siguiente capítulo se retoma el drama de Lop
Y no les mentiré, estará cabrón
Ahí nos vemos
Los quieroooo
ATT: Keni
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