Cap. 2: Sigue mis pasos
—Entonces... —susurró mi hermana, tanteando el terreno mientas voy tachando las cosas de la lista que ya están hechas. Traté de aparentar que no sabía lo que pensaba preguntar—. ¿Lop si viene hoy?
Antes de si quiera pensarlo, su nombramiento me hizo sonreír.
—¿Jav viene?
—Desde luego que sí —contrarrestó irritada de que diera vueltas.
—Entonces lo más seguro es que ella también —combine y me alejé a tiempo para que mi oído no sufriera por el grito que daría.
Se me hacía divertido que todos los que vendrían esa tarde, pensaban a ciegas que mi hermana era la persona más dócil y dulce del mundo, cuando, en realidad, debe ser el ángel más inquieto y pícaro que ha pisado la tierra.
Con tan solo do... Bueno, en realidad, ya entonces trece. Si ella quisiera, podría trazar planes para conquistarlo todo y nadie se daría cuenta cuando lo lograría. Era un orgullo para su familia decir que, a pesar de su ceguera, poseía una inteligencia sinigual y siempre, siempre, encontraba la forma de conseguir lo que quería.
Y así, cuando no está haciéndome comentarios sarcásticos y molestándome por mi torpeza nata, o ensayando por horas, estaba asombrando al mundo con su ingenio.
No tenía dudas de que Mely Larbi, lograría todo lo que se propusiera en su vida.
Sonreí viéndola correr tan rápido como la dejaba su bastón escalera arriba, rumbo a despertar a la abuela, aunque, siendo sinceros, lo más seguro era que ella ya la estaría esperando. No solo por la fecha, la abuela siempre estaba lista para cualquier cosa antes de que cualquiera de nosotros despertáramos.
Me agradaba tener a toda la familia aquí, otra vez.
Suspiré viendo lo que quedaba de la lista, alzando la mirada cuando sentí el olfateo de un canino enorme cerca en mi brazo. Volteé divertido y abracé por encima a Polen, lanzándole besos para dirigirlo a su estancia antes de que vinieran los decoradores a arreglar el patio.
—Lo siento, amigo —Le sonreí al cerrar la cerca—. Prometo venir a verte luego y colarte algo de la parrilla.
El gran leonberger me ladró con entusiasmo, aceptando el trato inteligentemente. Reí divertido y, tras darle una última caricia, me regresé al patio, donde ya mi madre había empezado sin mí a dirigir todo.
—Ah, hijo —Sonrió al verme—. ¿Dormiste bien? ¿Preparado para el gran día?
—Supongo que sí —Sonreí, contagiado por sus buenas energías—. Lo que me preocupa es si él llegará.
—Ya está aquí, de hecho —Me sonrió comprensiva, mirando su teléfono—. Acaba de aterrizar. Pasa por su maleta y toma un taxi directo hacia aquí.
—Solo a él se le ocurre hacer un viaje sabiendo que Mely...
—Es su trabajo, Fel —Me cortó con delicadeza, mirándome preocupada—. No seas tan duro con él.
"Alguien debe serlo", me abstuve de decir y miré a los decoradores trabajar.
—¿Ya confirmaste el pastel?
—Sí, deberían llegar para media tarde —dije cuándo, entonces, sonó mi teléfono—. Olvídalo, parece que llegaran un poco entrada la noche.
—¿Encargo de último minuto? —suspiró cansada.
—No, un problema con las entregas —expliqué ladeando una mueca—. Y bastante grave, ya que dice que tendrá que ir ella misma.
Mamá se rió.
—Cuanto ha cambiado esa muchacha —dijo satisfecha—. Antes no lo hubiera pensado dos veces y dejaría que otro se encargue.
—Se toma muy en serio su trabajo —concordé con una sonrisa.
—Me muero por verla.
—La vi hace poco —Sonreí un poco más—. Está tan radiante como siempre.
Se volvió a reír.
—Pensé que la radiante te parecía otra —Sonrió insinuante, pasando de largo para acercarse a los decoradores.
—¿Per-perdona?
Pero ya ella había dado por finalizada la conversación. No es que tuviera mucho con que contrarrestarla tampoco. Tenía toda la razón y eso me hizo sonreír en contra de mi voluntad de nuevo.
Siendo realistas, era una locura todo aquello. Todavía no podía creer que de verdad me estaba enamorado de Lop. Y que estuve a punto de decírselo en el peor momento posible. Y que, yo solo, ahora me mantuviera en la zona de amigos.
Negué para mí mismo.
No me importaba.
Podía con eso.
Ser solo amigo de Lop no podría ser tan difícil, ¿verdad?
—¡Félix! —gritaron desde la cocina y yo negué, saliendo de mis pensamientos para ir a ver qué pasaba.
Sería un día largo...
. . .
—Me niego —Se tiró de espaldas a su cama.
—¡Ay, vamos, por favor, hermano! —Insistió Jav, lanzándose de rodillas en la misma.
—Te he dicho que no, vayan ustedes si quieren. Yo no voy —Sentenció Henri seriamente, metiendo una mano debajo de la almohada y dándole la espalda.
Pequitas Blake me suplicó ayuda, mirándome con sus ojitos de cachorro y su puchero más tierno. Me derretí, pero con un alzamiento de hombros le respondo que, si no pudo él, mucho menos yo podría hacer algo para que el terco de su hermano mayor pudiera aceptar acompañarnos. En especial, después de nuestra discusión del día anterior.
—Mm... Tú lo pediste... —Lo miró de reojo, pero Jav ya había saltado de la cama, corriendo hacia la puerta.
Y así, con una mirada picara y su sonrisa maliciosa, se llenó los pulmones de aire y gritó con todas sus fuerzas:
—¡Mamá! ¡Henri no quiere venir con nosotros a la fiesta de Mely!
—¡Henri! —Lo regañó desde abajo, arrastrando la última vocal de su nombre.
Henri se encogió en la cama y se sentó, mirando con bronca a su hermano menor.
—¡No quiero! —Le respondió a Elena cual niño pequeño.
Me tapé disimuladamente la boca, con la mano cerrada en un puño para reprimir la risa.
—¡No te cuesta nada! ¡Acompáñalos!
—¡Pero, Ma...!
—¡Henri Blake!
—¡Ay! —gruñó y nos miró cual asesino—. ¡Está bien, los llevaré!
Jav me guiñó un ojo y se acercó a chocarme por detrás los cinco, mientras negaba y todavía intentaba no reírme, de la cara de pocos amigos que puso Henri al levantarse de la cama, directo a la ducha para alistarse.
Nosotros ya estábamos listos. Jav hasta se echó de su colonia. Una cosa que me extrañó porque sabía que la odiaba porque, según, le molestaba un poco en los ojos. Sin embargo, ya era una "ocasión especial", me pidió que lo ayudara a ponérsela correctamente para oler rico y estar cómodo.
Todavía sigo sonriendo de lo tierno que me resultó. Ese niño sería un peligro para las chicas cuando creciera.
Yo en cambio, no cambié mucho de mí. Me puse unos jeans claros milagrosamente buenos, con un par de rotos en los mulos, una blusa morada con estampado de pequeñas plumas blancas, grises y negras, de esas con tirantes por debajo de los hombros, y las zapatillas negras que utilizaba a veces. No uso maquillaje, no tengo tampoco —no sé ni porque me preocupo—, y mi cabello nunca le encuentro arreglo alguno más que amarrármelo en una especie de moño alto, uno que entonces estaba mojado puesto a que me lo había lavado esa tarde.
Tanto el hermano menor como yo salimos de la habitación del mayor cuando regresó de la ducha, con una toalla en su cintura y el cuerpo y cabello mojado. Le di una mirada de soslayo: Henri siempre se ha cuidado muy bien. Nunca he dudado de su atractivo; tiene una espalda ancha y fuertes brazos, músculos bien definidos y un abdomen lo suficientemente marcado para ser un manjar para la vista femenina; sin mencionar su indudable guapo rostro. No va al gimnasio, pero hace múltiples trabajos pesados desde que entró a la secundaria, como ser jardinero y ayudar con mudanzas.
Sonreí de lado al cerrar la puerta, estoy segura que si ella estuviera aquí le hubiera dado un infarto al encontrarlo en tal situación. Yo en cambio, que lo conozco desde hace tantos años, no me hace efecto alguno. Henri, para mí, es como un hermano mayor que nunca tuve.
Ya abajo, me senté con Jav en la sala a esperar mientras veía la invitación. Félix había pasado el día entero buscándome para dármela; poco después de que Chris se fue con su hermana, me encontró y me sobresaltó al aparecer de repente y corriendo.
Con una impresión de globos de colores sobre un fondo blanco, se presentaba en tinta negra el nombre de Mely y su objetivo: su cumpleaños número trece. Sería ese fin de semana, hoy, en la casa de los Larbi a partir de las dos de la tarde.
«No faltes, Lop», pusieron abajo con bolígrafo negro, haciéndome sonreír con ternura al imaginarme a la pequeña pedir que lo escribieran, incluso si con eso corrían riesgo de arruinar la bonita presentación de la tarjeta.
—Lo escribiste tú, ¿verdad? —inquirí mirándolo de reojo al reconocer su letra. Tragó saliva y sonrió nervioso, asintiendo levemente.
—Me obligó —Se excusó con media sonrisa. Negué divertida—. ¿Iras? —preguntó temeroso y asentí con seguridad.
—Nos vemos allá —Me despedí alzando mi mano libre y me di la vuelta para irme.
No pude evitar sonreír, últimamente era muy fácil hacerlo cuando pensaba en él. Frunzo el ceño. "No de esa manera", pienso dejando de ver la firma de Félix de la tarjeta.
—Alguien está chocando pensamientos... —susurró la señora Elena al pasar por mi lado, para poder ir hacia su habitación a dejar la ropa limpia.
Ella desapareció, consciente de con cual intención lo dijo, enrojecí. Me sentía como una hija a quien le acababan de descubrir un novio. Qué horror.
—¿Están listo? —Reaccioné al tener a Henri en la sala. Ambos asentimos—. Vámonos.
. . .
—¿Cómo que no te bajaras con nosotros? —objetó el menor, cuando el auto se estacionó frente al gran portón blanco de la urbanización.
—Es decir, solo los dejaré y me iré a otra parte. No tengo ganas de una fiesta infantil ahora —Se defendió tranquilamente, levantando la vista hacia el vigilante que se acercaba al vehículo.
—¿Y qué harás entonces? —curioseé mirándolo de reojo.
—Iré con Erick, tengo tiempo sin verlo —Se detiene, el vigilante está en su ventana.
—¿Son invitados de los Larbi? —Jav asintió frenéticamente—. ¿Invitación? —Elevé el sobre desde mi regazo y el vigilante asintió alejándose del auto para abrir el portón automático.
Al pasar se despidió con cordialidad y Henri le dije que en un momento él se regresaría, haciéndole comprender que su intención era dejarnos e irse.
Este mismo condujo lentamente mientras su hermano menor y yo buscamos con la mirada el número de la casa de Félix y Mely, o en su defecto indicios de una fiesta de una niña de trece años. Curiosamente ella era mayor que Javier, pero tan solo por unos meses.
No tardamos mucho en escuchar la música y algunos gritos de infantes. Habíamos llegado en un muy buen momento y ya Jav empezaba a impacientarse por bajar del autor y unirse al festejo.
Henri volvió a estacionar, dándonos la señal de que bajáramos. De lejos pude notar que no le agradaba estar aquí. Aún seguía con la idea de que Félix y yo tenemos algo.
Pero... Había algo extraño... Algo más que parecía que yo estaba pasando por alto.
—Me llaman cuando quieran que los recoja —dijo cuándo cerré la puerta.
—Claro —Lo miré con desconfianza—. ¿Qué tienes? ¿Sucede algo?
—Creo que sabes que opino de esto, Lop —Puso una mano sobre la palanca de nuevo con intenciones de arrancar.
—Completamente, pero hay algo más, ¿cierto? —Henri aplanó sus labios y miró a su alrededor de manera extraña.
—¿No te parece familiar este lugar? —preguntó regresando la mirada a la mía.
Me doy un par de segundos para explorar la zona por mí misma y volver con él, sintiendo un desagradable deja vu acumularse en el centro de mi estómago. De repente me sentía ansiosa, pero lo dejé de lado cuando vi de nuevo la casa de los Larbi y a ambos hermanos recibir a Jav.
El pequeño fue preguntado de algo por el mayor y este le respondió señalando su posterior. Fue entonces cuando Félix me vio y sonrió, dejando a su hermana con el niño para acercársenos.
—Me alegran que vinieran —dijo al estar de frente.
Henri trató de ocultar su disgusto y me vio de reojo, limitándose a asentir mientras tomó el volante y la palanca, repitiendo:
—Me llamas —Hizo el recuerdo y nos dio una señal para que nos alejáramos y él pudiera retroceder, dar la vuelta e irse por donde vino.
—¿Ocurrió algo? —preguntó desorientado el rulos. Me adelanté a negar.
—No, solo ya tenía planes para hoy —Mentí, explicarle la verdad sería muy complicado e innecesario ahora.
Él quedó satisfecho con eso e hizo un ademán para que le siguiera y entráramos a la fiesta. Le sigo sin formar excusas, siendo recibida más adelante por los gritos de Jav y un abrazo de Mely al escuchar mi feliz cumpleaños.
—¡Qué bueno que pudieron venir! —dijo ella súper emocionada, alzando sus ojos grises hacia arriba algo.
Ella era demasiado encantadora y ese día como nunca lucía como un pequeño ángel. Era un poco alta para su edad, me llegaba un poco menos del busto. Traía el cabello rubio brillante en un cintillo trenzado, mientras que el resto seguía enrulado y suelto. Lucía zapatillas negro y un bonito vestido que, si lo miraba de cerca, era del mismo verde que el de los ojos de su hermano mayor.
Félix me sonrió cuando lo miré a él, queriendo comprobarlo. Lentamente regresé la mirada a su hermana, sintiendo un breve calor en mis mejillas de nuevo, que agradezco que Mely no pudiera notar.
Una parte de mí quería golpearme, hacía mucho tiempo que no me sentía así al mirar a una persona... No sabía qué pensar al respecto.
Traté de dejar esos pensamientos de lado y sonreí a la niña, tomando silenciosamente de mi bolsillo trasero un pequeño clip para cabello con pajaritos que compré para ella. Se lo coloqué a la mínima oportunidad, recibiendo su silencio ante la confusión. Solté una débil risa, ahora se veía mucho más adorable.
—Es un broche, no es mucho, pero espero que te gus... —Apretó su abrazo y pegó su sonrisa de mi estómago.
—No hacía falta que me trajeras algo —Frotó su cabeza y alzó de nuevo la mirada—. Con que estés aquí es más que suficiente para mí. Además, si lo elegiste tú, seguro que me encanta. Así que gracias, Lop.
A continuación, y sin previo aviso, se puso en puntas tomando apoyo de mis hombros y se elevó para besarme la mejilla, soltándome luego para pedirle a Jav que la llevara con su mamá para enseñarle mi regalo. Esta vez sí me ganó la vergüenza y sonreí desviando la mirada al piso. Félix se colocó a mi lado, muy callado, pero contengo, y miró conmigo por donde se fue la pequeña.
—Me da gusto verla así... —susurró más para sí, pero asentí, haciéndole saber que igualmente lo oí. Volteó medio rostro—. ¿Estás bien?
—Sí, a mi igual me gusta verla tan feliz —confesé, dándole una mirada a la reunión y a sus invitados.
Me extrañó un evidente detalle en ellos.
—¿Es... imaginación mía o están aquí todos los elefantes de Houston? —dudé enfocando mejor en los rostros de los adolescentes atléticos y risueños, con quienes hablaba la tía de Félix mientras repartía unos aperitivos.
No, sin duda eran ellos: glotones, ruidosos y energéticos.
—Sí... —confirmó doblando la «S» como el susurro de una serpiente—. Está todo el equipo, Mat, también Ana y un par de viejas amigas que vienen más tarde con el pastel.
—Todos somos mayores que ella, ¿no es extraño?
—Es lo que la consuela —Sonríe de lado—. Mely no tiene muchos amigos, no de su edad al menos.
Siguió con la mirada a su hermana, se había movido de grupo y ahora iba a mostrar su regalo a Claus, que la atajó en sus brazos y la alzó para decirlo lo bonita que se veía.
Sonreí con un poco de tristeza, todos la trataban como sus hermanos mayores.
—Los pocos niños con que convive son de su grupo de apoyo —agregó Félix.
—¿Grupo de apoyo? —inquirí levemente asombrada y con el corazón en la mano, sentía que me dolería lo que escucharía.
—Sí... —Por un instante su mirada se tornó muy triste y suspiró—. Es un grupo de madres y niños con las mismas condiciones que Mely, con discapacidades motoras y sensoriales; que se ayudan entre sí, dan charlas y cuentan sus problemas, hacen que ellos no se sientan tan solos como los hacen sentir los demás.
—Son esos niños de allá —afirmé señalándolos disimuladamente con la mano. Él asintió.
—Así es —Vio hacia el grupo de niños—. La de la silla de rueda se llama Clara, tienen la misma edad, es su mejor amiga. El moreno es Code, es un año menor, es mudo, al igual que Sabana, la de trenzas. Todos son de ese grupo.
—¿Y sus compañeros de clases?
—Mely no va a la escuela —expulsó sin vacilación, pasando saliva—. Toma clases con un especialista en casa.
—La molestaban... —aseguré sin ni siquiera dudar, su mirada me lo dijo todo y era desgarrador.
—Más que eso: la traumaron. Mely tiene miedo a socializar desde entonces, nos costó mucho que aceptara ir a ese grupo y hablar con otros niños —El recuerdo se reflejaba en sus expresiones—. Incluso con Jav tuvo contratiempos al conocerlo. Me alegra que él supiera como sobrellevarla, fue algo muy bueno para ella.
Asentí, igual de aliviada y complacida.
—No me lo hubiese imaginado, ella nunca se mostró rancia conmigo.
—Eso fue porque le hablé lo suficiente de ti como para que te tomara confianza desde la primera vez —confesó tímidamente en voz baja—. Sabía que le agradarías y me alegra no haberme equivocado, porque te adora —Rió con los labios cerrados cual niño travieso.
Negué. Quedé con la boca abierta, pero sin poder evitar sonreír. Una vez más Félix me sorprendía con su particular ser. No tengo dudas de que ama a su hermana y no repara en esconderlo, haría cualquier cosa con tal de que esté feliz, al igual que sé que lo haría ella por él.
Los dos desprendían siempre una energía que te envolvía y te calentaba al verlos, como el sol al amanecer y el atardecer. El encanto de los hermanos Larbi era uno que te entraba por todos tus sentidos y te derretía desde el centro del corazón.
—¿Y bien? —Dejé de sonreír en cuanto volteó—. ¿Quieres conocer la casa o vamos con los demás de una vez?
—Pues... —Aclaré mi garganta—. No lo sé, ¿qué prefieres tú?
—Acaban de terminar uno de los juegos hace un rato. Podemos dar una vuelta y volver para el siguiente, ¿qué te parece?
—Suena bien, te sigo.
—Andando...
—Félix, amor, necesi... —Nos detuvimos y volteamos.
Una señora alta y castaña, venía hacia nosotros algo apresurada con una bandeja con comida en manos. Al verme frenó también y sonrió.
—¡Hola, Lop! Bienvenida, me alegra que vinieras.
—Buenas tardes, señora Larbi —Acepté al saludo y estreché la mano que suelta de la bandeja, con cuidado de no hacerla perder el equilibro—. Gracias por invitarme.
—Mely no tuvo que insistir, estaba encantada con la idea desde el principio y Félix también —Miró disimuladamente a su hijo, quien desvió la suya al suelo, algo avergonzado—. En cuanto a eso, Fel, tu tía te llama, está en la cocina, es tu turno del reparto.
—Casi lo olvido... —murmuró arrugando toda la cara—. ¡Ay, ven conmigo!
Me tomó desprevenida y, jalando mi mano, me llevó con él a través de la fiesta al interior de la casa hasta la cocina. Ahí, la tía de Félix me saludó igual de amable que la señora Larbi, mientras le ordenaba a su sobrino tomar las bandejas con pancitos rellenos de dulce y llevárselos a los invitados. Me sumé a la causa y agarré una también para ayudarles, aun así me objetaran que no era necesario.
Afuera, me encontré, como bien había visto, con todo el equipo de basquetbol, su extraordinario capitán, su jugadora estrella y su mejor amiga come libros; dispersados por todo el gran jardín, comiendo, hablando y divirtiéndose en la simpática reunión.
Cada uno me sonrió al pasarle repartiendo, preguntándome como estaba y qué tal la pasaba, cosa que me ayudó bastante a integrarme en el grupo y disfrutar de la fiesta. En breve llegó el momento de ir hacia los otros invitados: un grupo de madres que conversaban amenamente, el señor Larbi que estaba por su parte tomando un brindis con la abuela de Félix y, más allá, los niños del grupo de apoyo, jugando ruidosamente con la cumpleañera.
Eran solo cinco niños, incluyendo a Mely; dos eran mudos y usaban cuadernitos o lenguaje de señas para comunicarse, Clara hacía de voz para que Mely supiera que dijeron algo. Todos eran igual de hiperactivos. Fue un poco problemático llamarlos a todos y ofrecerle de los aperitivos; sin embargo, luego de asaltar la comida, volvieron a lo suyo como si nunca los hubiera interrumpido.
No pude evitar reír mientras me devolvía sobre mis pasos y regresaba a la cocina, con la bandeja vacía en manos. Debo confesar que la casa resultó ser más grande de lo que imaginé y casi me perdí, dado a que no había visto bien el camino en antes. No sé qué hice para ubicarme, pero cuando me percaté escuché las voces que buscaba y el camino de vuelta.
—Estás feliz —Escuché a la tía Calista decir. No me sintieron llegar.
—Un poco quizás —Aceptó Félix con media sonrisa mientras tomaba de un vaso de agua.
—No tienes que disimularlo —Lo señaló con la cuchara y Félix tapó su alegría detrás del vaso—. ¿Ves?
—Anda ya —Partió en pequeñas carcajadas dándole la vuelta al mesón para sentarse delante de este—. ¿Crees que...?
—¿Qué? —Le ayudó a continuar, pero en eso en que él pensó en que contestar lo detuvo, avisándole con una mirada que estaba en la sala—. ¿Se acabaron todo? —Me preguntó con una sonrisa.
—Sí —Correspondí con el mismo gesto y me acerqué a dejar la bandeja—. Creo que puedes mandarle dos más de lo mismo y ellos seguirán como si nada.
—Tienen un estomago sin fondo —Rió.
—Es que tu comida es la mejor, tía —La halagó Félix y volvió a reír.
—Conozco a alguien que es igual de buena. ¿Ya llegó Elle? No me vendría mal un poco de ayuda.
—Aun no, avisó que llegaría tarde —contesta Félix—. ¿Por qué no lo dejas un rato y tomas algo con mamá y las señoras del grupo de apoyo?
—Acabo esta ronda y me tomo media hora. Luego empezamos el juego, ¿contento?
—Regresaré en un rato para repartir —canturreó feliz.
—Eso te iba a decir —Sonrió mirándome—. ¿Por qué no dan una vuelta y toman algo también? Yo los llamo si los necesito.
—Ese es el plan —Se levantó de su silla y caminó hacia la nevera, de ella sacó un plato pequeño y me lo entregó sin explicaciones—. Hasta el rato.
Salimos y empezamos a caminar por la casa. El plato que en antes me dio, lo tomó y le quitó la envoltura, revelando de su interior un mixto de aperitivos que confesó que guardó para mí de las anteriores entregas. Lo acepté un poco apenada, llegamos con una hora de retraso, gracias a Henri, y él se tomó esa molestia.
Anduve en silencio mientras comía y escuchaba una vez más la narración de Félix Larbi, guía turístico a tiempo parcial. Trató a su propia casa como el mismo Rodeo Drive, siguiendo un patrón de espacio y anécdota para hacerlo más interesante. Los únicos puntos que no tocó fueron las habitaciones y las oficinas privada de sus padres.
Para cuando ya acabamos, nos habíamos terminado el plato y regresamos a la cocina como prometimos para repartir una ronda más, antes del descanso de la cheff de la casa. Hecho esto, volvimos afuera con los demás.
Pasó de un segundo a otro. Me distraje con Ana y Mat, y, cuando volví a voltear, tenían al pobre acorralado contra sus propias cuerdas con preguntas insinuantes sobre dónde habíamos estado. Pensé en defenderlo, pero después el recuerdo del beso que nos dimos y de la posibilidad que nos vieran vino a mi mente y me detuve; diciéndome a mí misma que mejor actuara indiferente o podrían malinterpretar más las cosas.
La tarde pasó entre risas y juegos, los más grandes no nos salvamos de participar en las actividades y rifas. Eran cinco niños y tres adultos por uno. Hubo de todo un poco, hasta karaoke. Fue gracioso ver como Tomas y Claus batallaron orgullosamente contra Mat y Mely, incluso si sus voces se escuchaban tan horribles y desafinadas, y una de sus contrincantes era músico. Un reto perdido.
Finalmente, el atardecer cayó y la adrenalina empezó a bajar sus niveles. Los niños se quedaron sentados comiendo del último reparto en una esquina y los adultos del otro del mismo modo. Por el contrario, los elefantes no satisfechos, se levantaron y subieron un poco la música, sacaron máscaras, silbatos y collares con flores —de no sé dónde—, y se los pusieron a todos, sacándolos a bailar al centro del jardín.
Quedé perpleja cuando fui secuestrada por la propia señora Larbi al centro de la improvisada pista y nos pusimos a bailar a lo loco. Al principio me costó soltarme, pero gracias a Mat y Ana fui capaz de moverme libremente y relajarme con los demás, incluso tomé a Mely de manos y le di una vuelta. Fue muy divertido.
Pasan las pistas por Tomas y bailamos por un buen rato hasta caer la noche. Cuando el DJ decide bajar un poco el ritmo mientras llegaban con el pastel, coloca una canción más lenta en la que Claus aprovechó y, a regañadientes, sacó a bailar con él a Mat. Lo mismo pasó con Ana y Calista por dos chicos del equipo, los papás de Félix, y, para ternura de todos, Jav voluntariamente con Mely.
Yo por el contrario me mantuve alejada y fui por un poco de refresco con Félix, quien también quedó sediento y quiso tomar un descanso. Me tomé la libertad de agarrar ambos vasos y echarle hielo, mientras que él elegía una de las botellas con la gaseosa y la servía para el disfrute de los dos.
—¿Siempre es así? Las nacionales, el día de la madre, Mely; empiezo a creer que vives en una fiesta constante —pregunté señalando con el vaso al lugar. Él asintió muerto de la risa, dándome la razón.
—Casi siempre, ha sido una casualidad que las fechas se mezclaran —Sonríe encantado al darse cuenta—. El equipo le tiene gran aprecio a mi hermana y nunca faltan a su cumpleaños, o un evento importante para ella.
—No tengo palabras, son un gran equipo.
—«Somos» un gran equipo —Me sonrió con el vaso inclinado hacia su boca—. Eres parte de él ahora.
Negué con una sonrisa. No se podía discutir con él, pero muy en el fondo le agradecía, de lo contrario nunca me hubiera atrevido a ser parte de algo así en mi vida.
No otra vez, al menos...
Jugué con mi bebida dándole círculos al hielo del vaso. Tomé de él. Después volteé al jardín y a los invitados, vi a Félix, a su hermana, y de nuevo a él. Finalmente, bajé la mirada con un asentimiento, me alegraba haber venido.
—Lop... —Escuché que me llamó y lo miré, pero antes de que pudiera hablar sentí una mano en mi hombro y volteamos.
—Oye, Lop —Me saludó Jeff, uno de los elefantes del equipo, con una bonita sonrisa y una mirada dubitativa—. ¿Quieres bailar?
"¿Qué?". Expandí los ojos, algo sorprendida. Creía que los chicos aún me tendrían algo de miedo o desconfiarían de mí, pero al parecer mi convivencia con ellos al final dio sus frutos y ahora incluso uno me invitaba a baila. Aunque la parte más escéptica de mí no podía dejar de pensar: ¿qué clase de broma era esta?
Podría haberme reído al menos, pero no, me quedé de piedra, buscando alguna excusa que me sirviera para escapar de esta situación sin ofender a nadie. Por primera vez en mucho tiempo, no sabía que decir y eso me puso nerviosa. Ya cuando estaba lista para echar un pie atrás y escapar a la antigua, de pronto sentí a alguien tomando mi muñeca y quitarme el vaso de las manos.
Miré al responsable: Félix.
—Lo siento, pero viene conmigo —dijo en voz baja y con una mirada fija y recelosa en Jeff.
Y así, antes de que pudiera reaccionar, me llevó con él hasta el centro de todos los bailarines.
Tragué saliva, repentinamente nerviosa. Félix se quedó de frente y, apenas mirándome, alzó la mano con la que me arrastró hasta su hombro, desplazando la del mismo lado a mi cintura y la otra a tomarme de la mano libre.
Entonces me miró y... dudó.
—¿Félix?
—Tal vez debí preguntarte si te gustaría bailar, pero no me aguanté... —susurró trémulo.
—¿Aguantarte? —Mi pulso se aceleró al sentirlo presionarme más contra su cuerpo.
—Solo... —Sonrió nervioso—. Sigue mis pasos.
Pasé de nuevo saliva y asentí, dejando que su cuerpo fuera el primero en dar palanca para movernos al son de la música. No reconocí al cantante, pero era una canción muy bonita con una letra perfecta para una pareja que se quiere confesar.
«Someone you like». Alguien que te guste.
Busqué sus ojos y descubrí en su rostro bronceado un rojo intenso expandiéndose, desde su nariz hasta el costado de sus mejillas, subiendo por sus orejas. A nuestro alrededor pude percibir la quietud, todos se habían quedado en silencio y lo único que se escuchaba eran las voces del dúo y su música.
Los ojos de Félix me veían tímidamente, moviéndose inquietos mientras nuestros pasos iban en un zic zap circular y nuestras manos se sujetaban la una a la otra. Mi cuerpo respondía por auto reflejo, había dejado de pensar por un momento y solo podía reflexionar sobre una cosa: Lo que pasaba por la mente de Félix.
Lo que pasó en antes... Había respondido por impulso. Su boca entreabierta tomaba aire como si este le faltara y, aunque bailábamos fluidamente, podía sentir la tensión de su cuerpo.
Pero no era lo que más cautivada me tenía.
Así... ¿Por qué me veía así?
Era extraño, no eran los mismos con los que solía mirarme. Estos tenían miedo y estaban indecisos, se movían constantemente; sus pupilas estaban más oscuras y grandes, y el verde del iris más intenso y chispeante.
La música se detuvo y nosotros con ella. Félix bajó nuestras manos y soltó lentamente mi cintura, a la par que yo separaba la mía de su hombro y me detenía a mirarlo por un segundo más.
Ya no estaba ese brillo de antes, debía de haberme equivocado.
Me desilusioné y no entendí porqué.
—¡Buenas noches! ¡Perdonen la tardanza! —gritaron desde la entrada y todos empezaron a aplaudir.
Me separé por completo y miramos juntos el motivo de tanto alboroto. Entreabrimos la boca cuando descubrimos el gran pastel de tres blancos pisos con notas musicales negras, partituras y una niña tocando una flauta muy parecida a Mely en la cima.
—¡Miren, es Mely! —dijo Clara, la niña de la silla de ruedas, alertando a su amiga, que ladeó la cabeza, tratando de averiguar la dirección del ruido.
—¿Yo? ¿Dónde? ¿Qué pasa?
—¡Feliz cumpleaños, Mely! —dijo una de las repartidoras, saliendo de atrás del pastel y tomando a la niña fuertemente en brazos.
Mi interior hizo ruido y luego un sórdido silencio.
—¿Elle? —Mely gritó correspondiéndole el abrazo con más fuerza—. ¡Viniste, viniste!
Rubia rojiza, ojos castaños y más pecas que persona.
Entreabrí la boca y eché un pie hacia atrás.
—¿Cómo no iba a venir, pequeñaja? —Le besó el cabello, la frente y sopló en sus mejillas, haciéndola reír—. Ya me conoces, no me lo perdería por nada.
—¡Te extrañé! —gritó de nuevo, abrazándola con mucho más esmero.
La pelirroja la correspondió con el mismo amor y entusiasmo, agitando sus cuerpos a los lados para hacer más emotivo el reencuentro.
Una parte de mí reconoció el peligro y deseó huir.
Pero... eso era imposible...
Sucedió antes de que pudiera reaccionar. Abrió los ojos, vio a su alrededor. Sintió que alguien la observaba con más ímpetu que el resto de los presentes y decayó en mi presencia.
Me observó detenidamente.
Al principio quedó paralizada y abrió a más no poder la mirada, reconociéndome de inmediato y dejándome en un estado interno casi crítico.
No parecía real, pero efectivamente lo era.
«Lop...», doblaron sus labios y todo mi mundo se congeló.
«Ely», hice lo mismo sin saber qué cara poner.
Ella había vuelto.
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¡Holiwis, my loffies!
¿Pensaban que los dejaría sin capítulo hoy también?
Aunque ahora mismo me pregunto que clase de cara tendrán y cuanto estarán procesando
¿Por dónde empiezo?
¿Celoso, Rulos?
¿Qué no sería difícil qué cosa?
¿Y como que Ely?
Muchas cosas para solo estar empezando la historia, pero ya las vueltas las dimos en Distancia al mundo, aquí vinimos a buscar respuestas y las tendrán
Así que pongan cinturones, que esto se va a descontrolar
Muajajaajjajajjajaa
oknoya
¿o sí? 7w7
Una manita arriba porque la familia Larbi fastidiando a Fel es lo más tierno que hay
Otra, porque ya llegaron los problemas y no estamos listos, pero pa lante
Y otra por mí, que llevo despierta desde las 7am y pensé en irme a dormir, pero vine a actualizar, claro que yes
En el próximo capítulo sabremos de este misterioso personaje
Beso, besitos
Los quiero mucho
Hasta el otro viernes
Att: Keni
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