Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 12: Letras perdidas (Parte 1)

Deberíamos seguir más a nuestros instintos, ellos saben exactamente cuando algo malo va a pasar. Esos "malos presentimientos", no son solo supersticiones, a veces aciertan en las peores condiciones.

Desde que salí de la floristería, con Ely abrazada a mi brazo, sentí el escalofrío de la duda diciéndome que aquello no era una buena idea; pero entre sus suplicas y las miradas insistentes de Abai, fue muy difícil no dejar mi puesto y salir a almorzar con ella.

En su auto se dio cuenta que había dejado la cartera, y ya que me había obligado a dejar la mía en el trabajo, tuvimos que hacer una parada rápida y bajar a su cafetería.

El lugar me daba un repelús extraordinario, ¿cómo resistirse todavía sin ser grosera? Prácticamente a Ely le importó un comino ser la adulta y me suplicó frente a sus clientes. Era imposible negarse, así que no me quedó de otra y la acompañé adentro.

Solo bastaría un minuto, dijo.

Y solo bastó un minuto para que arrepintiera.

En el preciso instante en que se nos fue la charla y yo alcé la mirada, me arrepentí completamente.

Me quedé helada.

Él estaba ahí.

Y yo estaba ahí.

Estábamos en el mismo sitio, en el mismo lugar, a la misma hora, tomando del mismo aire de nuevo. Mis ojos están clavados en los suyos, sin embargo, pude ver detrás a dos personas en su mesa: un castaño de mirada vivaz, escondida por la culpa, y un rubio enrulado de brillante presencia y verdes ojos completamente en shock.

Tragué saliva cuando Félix preguntó con una mirada que estaba pasando, atrás Samuel dudó si en decir algo, pero frenó también al verme; negué un par de veces y tomé aire para tranquilizarme. Sentía que podía desmayarme.

Él no...

Ellos no...

—Ely... —Llamé y me miró de reojo, más preocupada que asustada—. Disculpa, tengo que irme... —La voz se me agrietó, pero logré retroceder.

—Lop... —No fue ella quien intentó pararme y eso me descolocó, mi apodo en su voz me estremeció.

Tuve que huir.

—¡Lop! —Le escuché gritar a Ely y Félix después. No me detuve a responderles.

Sentí una opresión en el estómago y el corazón amenazaba con salírseme por la boca; pero seguí corriendo.

La cabeza me daba vuelta, el vértigo me producía nauseas, quería vomitar. Apenas pude contenerme y continué.

Temblaba, tenía miedo. Ya la había cagado, pero insistía en escapar, así que aún si las piernas me dolían y los pulmones me quemaban, no me detuve.

—¿Lop...? ¡Lop! —Todavía podía escucharlos llamándome—. ¡Espera, Lop!

Aceleré, no eran ideas mías, me estaban llamando.

—¡Joder, Lop, no corras! ¡Espera!

No esperé, aumenté el pasó.

—¡Aguarda, Lop!

Y entonces me atraparon. Asustada, inquieta, empecé a forcejear para quitármelo de encima. No escuchaba, no hablaba, no se lo permitía. Di varios golpes bajos, pero él se arriesgó a esquivarlos, le tomó mucho rato, pero al final logró tomarme del rostro y hacerme ver que no era quien yo pensaba.

—Jeff... —Dejé de pelear.

—Joder, corres malditamente rápido... —Se alegró un poco al verme bajar las manos. Soltó mi cara y me atrapó de los hombros, respirando entrecortadamente—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

Fue como si hubieran presionado el botón de una represa: exploté. Negué con rotundidad y las lágrimas se desbordaron de mis ojos. Estábamos en medio de la calle, mis sentidos estaban a flor de piel y podía sentir todas las miradas de quien pasaba viéndonos.

Pero a mí no me importaba, me importaba un carajo, todo se había ido a la mierda.

—Eh, eh —Trató de llamarme, pero yo ni siquiera era capaz de subir la mirada—. Tranquila, está bien...

—No lo está... —Me salió de pura rabia.

—Lop, respira... —Hablaba bajo y en el tono más tranquilizador que podía emplear—. Repite conmigo y toma aire: inhala y exhala, una y otra vez, vamos...

—No puedo...

—Sí puedes, vamos...

Se las arregló para guiar mis movimientos de forma que siguiera el ritmo de su respiración hasta regular mía. Las manos me temblaban, estaba muy nerviosa, pero Jeff no me soltó por más fácil que fuera dejarme tirada. Se mantuvo en pie, ignoró todo para ayudarme, y así, al cabo de unos minutos, empecé a calmarme un poco.

—Jeff...

—¿Sí, dime...? ¿Qué pasa...?

—Quiero irme de aquí, por favor...

Era estúpido pensar que alguien a quien apenas conocía lo comprendería, sin embargo, el basquetbolista no esperó ni un segundo y me llevó lejos de ahí casi a ciegas. Escondida con su cuerpo abrazándome, me fijé en todos los letreros de las tiendas, paranoica de ir en retroceso del lugar del que había escapado.

Sentí que un gran peso se bajó de mis hombros cuando Jeff nos hizo ingresar a un local de comida rápida cualquiera. Por prevención, no se separó de mí en ningún momento y me hizo acompañarlo en la fila; pagó un par de hamburguesas, dos helados y dos gaseosas, y nos sentamos en una mesa muy al fondo, lejos de las ventanas.

Nos miramos en silencio casi por una eternidad. Me ofreció de la comida con un ademán, pero la verdad tenía el estómago tan revuelto que, aunque todavía no había almorzado y el platillo se veía fenomenal, sentía que vomitaría. Incluso así, Jeff insistió con cuidado y logró hacer que comiera del helado, en tanto él engullía su hamburguesa y me miraba cada dos mordiscos, cuando bebía de la gaseosa.

Todo era demasiado incómodo.

—¿Lop...? —Alcé la mirada. Percibí su duda—. Eh... ¿Te si...? —Negó—. ¿Te comerás eso?

Señaló la hamburguesa que me compró y negué, ladeando una sonrisa de agradecimiento. No quería, por ningún medio, hablar de lo sucedido; tendría que explicar cómo empezó y que me llevó a eso, me echaría a llorar de nuevo.

Seguía temblando un poco también, y no precisamente por el helado o porque nuestra mesa estuviera justo debajo de uno de los aires acondicionados.

Era horrible, vergonzoso y me hacía sentir impotente; si eso no era estar de la mierda no me imaginaba que podría asemejarse.

Es sin duda la frase más cliché de las historias sobre amor, más si la cuenta una adolescente, pero no hay otra que pueda justificar lo que pasó.

Hacía cuatro años que conocí a alguien que cambió mi vida.

Tal vez por accidente, quizás simple casualidad; el destino no cruzaba por mi cabeza, era improbable, por no decir imposible, que dos como nosotros se conocieran.

Era más posible que nunca debió pasar. Pero si de elegir nuestros obstáculos se trata, nunca tenemos la última palabra.

¿Pero qué podía saber una niña de trece años que alejarse demasiado al jugar podría traerle muchos problemas a futuro? No cabe duda que no se imaginó que se arrepentiría de su ingenuidad.

Fue poco antes de entrar en secundaria, Henri, yo y nuestras madres estábamos de visita en casa un pariente de los Blake. El hijo mayor y Henri eran primos, ambos estaban muy preocupados y uno intentaba darle apoyo al otro porque las cosas no se veían nada bien con su tío. Elena e Indiana daban moral a la esposa. Me sentía fuera de lugar puesto a que no conocía a nadie, y personalmente no se me da consolar a las personas, así que decidí darles espacio y salí a caminar por el vecindario.

Era un lugar bonito, estaba en una zona segura y los vecinos más cercanos eran muy tranquilos. Lo más ruidoso eran un par de perros que jugaban en un patio al que me acerqué por curiosidad. Del otro lado de la cerca parecían dos bolas de pelo rodando por el césped, pero en realidad eran dos adorables cachorros pastores alemanes; no pude evitar aullar de ternura y reír viéndolos jugar.

Entonces sentí un hormigueo en mi cuerpo: alguien me estaba observando. Miré a ambos lados y detrás de mí, finalmente percibí la silueta de alguien sentado en el porche de la casa vecina.

—Eh —No tuvo que alzar la voz, estábamos lo suficientemente cerca para escucharnos.

Me encogí detrás de la cerca, y no exactamente porque fuera un extraño. No tenía más de quince años y ya estaba muy crecido, su piel era bronceada, su cabello castaño claro y sus ojos... Estaba un poco lejos para poder distinguir el color, pero apostaba mi alcancía de lobo que eran azules. Por su manera de vestir tenía el presentimiento de que no era de por ahí, o le gustaba andar bien vestido, o tenía unos padres muy estrictos; fuera cual fuera el caso era lo de menos, porque desprendía tanta calma y tranquilidad que por un momento me sentí flotando del suelo. Me sonrojé de solo pensarlo.

—Eh... —Apenas alcancé a decir.

—No eres de por aquí, ¿cierto? —Sea lo que sea que tenía en manos, lo cerró.

—Tú tampoco lo eres, ¿verdad? —Mi tono era bajo, pero conciso; ya para esa edad tenía practica con las emociones y la intimidación, así que el chico bonito no me iba ganar tan fácil.

Y, sin embargo, cuando lo vi sonreír fue como una patada para mis defensas.

—No, no lo soy —Me miró con curiosidad—. ¿Qué haces por aquí y sola?

—Eso no es asunto tuyo —Entorné las cejas hacia el centro, intentando recuperar el control—. ¿A ti te gustaría que un extraño te preguntara que haces?

—Correcto —Lo reconsideró, dejando el libro de un lado para apoyar los codos de sus piernas y cerrar sus manos al frente—. Pero las estoy contestando si te fijas.

Abrí la boca para replicar de nuevo, pero la cerré con algo de vergüenza.

—Pues ese si es asunto tuyo —Volteé hacia los perros, los cuales seguían jugando sin importarles su alrededor.

Él no volvió a responder, creí que mi mensaje había quedado claro; sin embargo, con el pasar de los minutos sentí la curiosidad de voltear y descubrí que se había acercado sigilosamente a la cerca, a dos metros de mí, recostando sus antebrazos de ella para ver, como yo, a los cachorros jugar.

Ninguno dijo nada, no alcanzó el tiempo. A lo lejos escuché una voz llamarme y me sobresalté, distanciándome de la cerca y mirando el camino por el que había venido. A mi lado sentí movimiento y noté como el chico se separó también y se dio vuelta, haciendo un ademán con su mano como diciéndome: «nos vemos luego».

Me pareció gracioso, porque no creía volver a verlo.

Me equivoqué.

Al cabo de unos días regresamos, más de una vez, y en todas siempre lo encontraba sentado en el frente de esa casa, a veces cruzábamos unas palabras, otras simplemente nos observábamos a la distancia.

Me sentía una insensible, pero siempre salía a caminar pues no había mucho de lo que yo pudiera hacer. Hubo una vez que lo vi hablando con un chico de su edad, en la cual intenté pasar desapercibida y me asomé directamente a ver a los cachorros. Recuerdo que uno se trepó al olerme y dio brinquito sobre la cerca, sonreí un poco y alargué un brazo para acariciarlo.

—Eh —Volví a oír, de reojo pude ver que me miraban—. Hola de nuevo.

—Hola —Me limité y regresé la mirada a los cachorros, sin siquiera notar que su amigo se había levantado y se acercaba a la cerca, seguido de él.

—¿Te gustaría jugar con ellos? —Ofreció cortésmente con una gran y bonita sonrisa.

Su compañero, a comparación de él, era más moreno y el bajo, tenía el cabello largo e enrulado y unos ojos avellana vivaces, acentuados a verde. Inspiraba muy buenas vibras y me desconcertaba su diversión.

—¿Dejan entrar a cualquier extraño a jugar? —Los probé y ambos sonrieron con gracia.

Torcí una mueca y alineé las cejas. Sentía que estaba de frente a dos modelos juveniles, pero solo eran dos chicos normales.

—Solo a los que parecen agradarles. Después de todo: los animales no mienten —dijo su amigo, señalando a los cachorros, que me animaban a confiar en ellos mientras daban sus brinquitos—. Soy Samuel, él es Renato —Señaló atrás de él y este saludó—. Encantado, ¿cómo te llamas?

—Lop.

—Y bien, Lop, ¿pasamos?

Lo pensé un momento, pero al final accedí y los tres pasamos al otro lado para que yo pudiera jugar con los cachorros. Al cabo de unos minutos ellos también se unieron, trajeron un par de pelotas y nos turnamos para lanzárselas. Fue diferente y muy divertido.

Afortunadamente el pariente de los Blake empezó a mejorar, pero todavía necesitaban algo de ayuda, así que Henri insistió en visitarlos con la misma frecuencia. Solo que ahora, como estaba más relajado, se dio cuenta de mis paseos por la zona. Me preguntó, pero realmente no había nada que mencionarle.

No era raro, ¿verdad? Podía hacer amigos, ¿verdad?

Eso pensaba.

—¿Por qué siempre que te veo estás sola? —Una vez me preguntó.

—¿Por qué siempre vienes acá si esta no es tu casa?

—Es más tranquilo y a Sam no le importa —Se encogió de hombros—. ¿Por qué siempre estás a la defensiva?

—¿Por qué siempre estás haciéndome preguntas? —Me quejé, recostándome de lado para verlo con fastidio.

Pero su sonrisa pudo haberme derretido en ese momento.

—¿Qué edad tienes? —Por primera vez me observó de pieza a cabeza—. Pareces muy joven para ser tan fría.

—Tengo trece, y no soy fría, solo precavida.

En ese momento recuerdo que me ardieron las mejillas al darme cuenta de lo que había hecho. Él sonrió a escondidas ante su pequeña victoria.

—Respondiste, es un avance —Y luego volteó muy feliz.

No volví a responderle a nada después de eso.

Bueno, al menos lo intenté.

La verdad es que después se me hizo tan difícil no entablar conversaciones con él, no me di cuenta de que poco a poco empezábamos a ser muy cercanos. Si no jugábamos con los perros, nos sentábamos en el patio de Samuel y merendábamos los tres juntos.

Me divertía tanto que en el momento en que Henri me dijo que su tío se había mejorado, me sentí la peor persona del mundo por desear que todavía estuviera enfermo para poder seguir viéndolos en las tardes. Con algo de vergüenza, medí mis palabras cuando empecé a preguntar cuando volveríamos, esperando que mi suerte me permitiera verlos de nuevo; llegué al punto de que tuve que ser sincera y decirle porque quería regresar.

Cuando Henri se enteró de que había hecho un par de amigos me miró ceñudo, incrédulo; él mejor que nadie conocía como era mi vida social, el bullying que aguanté desde la primaria y el motivo por el que era tan desconfiada con las personas; no obstante, decidió confiar en mi palabra y él mismo me acompañó a conocerlos.

Se hicieron los mejores amigos casi de inmediato.

Renato, Samuel y Henri: los tres mosqueteros.

Y yo pues, solo cuando no se mentían en su charla de chicos y el tema era interesante. Daba igual en todo caso, gracias a su amistad yo pude regresar a visitarlos de nuevo, y más seguido.

A mamá no le agradaba mucho la idea de que jugara solo con varones, y encima mayores que yo; pero estaba hablando de mí y sabía que sería cuidadosa, eso y ahora que Henri me acompañaba me encontraba en buenas manos.

Por supuesto, hubo unas cuantas veces que Henri no podía quedarse; sin embargo, al verme tan motivada y más feliz que nunca, me dio un voto de confianza, permitiéndome quedarme siempre que él me llevara y lo dejara búscame

Del mismo modo, para Samuel a veces se le hacía difícil y simplemente nos dejaba el patio y se iba a estudiar. A Renato y a mí nunca nos molestó, más bien nos ayudó mucho a progresar.

Díganme la vez que llegué y descubrí uno de sus secretos...

Nunca había escuchado una melodía tan triste y profunda; bailaba como las olas sobre el agua y se desbordaba a veces del vaso. Siempre había sentido que en sus ojos se escondía una especie de dolor, pero cuando lo vi tocar por primera vez confirmé que era mucho más de lo que imaginaba.

Porque tocaba música que añoraba la libertad.

Casi lo odié cuando se detuvo y me vio.

—¿Lop? —Sonrió—. Que sorpresa, no te vi llegar, ¿cómo...? Oye, espera... ¿Estás llorando?

Recuerdo que me tapé el rostro entonces y se acercó a ver que tenía, incrédulo ante lo que había hecho. Al final que no pudo hacer más y terminó por simplemente abrazarme hasta que me tranquilicé sola. Habíamos pasado mucho tiempo juntos, pero era la primera vez que se acercaba tanto a mí. He olvidado su olor y su calor, pero nunca se me ha borrado la dulzura de su tacto y calma que albergaba.

Y que, posiblemente, yo sería la primera persona que haría llorar con su música.

Esa sería tal vez la última vez que lo vi en un tiempo, ya que la siguiente vez que fui a visitarlo no estuvo.

Simplemente había desaparecido.

Sin saberlo, ya las cosas habían empezado a torcerse.

—¿Segura que no quieres que te acompañe? —preguntó Jeff por quinta vez desde que decidimos irnos del restaurante, haciéndome salir de mis pensamientos.

—Sí y perdona de nuevo...

—No pasa nada, es...

—No eso —Suspiré—. ¿No veníamos a algo?

—Ah, sí, pero no tiene mucha relevancia, luego lo arreglamos —Hizo un gesto para restarle importancia, pero no me quitaba los ojos de encima—. ¿Estás mejor?

—Un poco... —Mentí—. Gracias.

Ladeó una sonrisa torcida, metiéndose una mano a los bolsillos.

—Está bien no estar bien, ¿sabes? —murmuró y me sorprendí mucho—. No deberías avergonzarte de tener un mal día...

—Yo...

—No pasa nada —Me detuvo con ambas manos—. Hablamos luego, ¿vale?

—Vale... —Alcancé a sonreírle un poco y él me correspondió.

Acto seguido, me dejó sola en la esquina a una cuadra de mi trabajo.

_________________

Parte 1/2

¡Holiwis, my loffies!

No me miren así, yo les dije que regresaría pronto

Y que esto se iba a poner feo

y se iba a descontrolar

¿No querían respuestas pues?

Aquí comienzan las respuestas 7w7

Pero a todo dar

Ahora conocerán al INOMBRABLE de Lop

Al prohibido, el tabú

El que dale y dale

En fin, ya entendieron

Así que, yo ustedes, busco botanas, pañuelos y una almohada para los gritos que se vienen

No teman, pero esperen todo

Y ya, no quiero espantarlos demasiado XD

Ahí nos vemos

Besitos

Un abrazote

i loviu

ATT: Keni



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro