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🛬 C U A T R O ✈

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En realidad, han tenido muchísima suerte, todos lo saben. Esa es la noticia bomba de la semana y con algo de suerte la del mes completo también.

El vuelo 981 y su nombrado colapso por fallas mecanicas en dos de los motores de las alas, ha dejado la milagrosa cifra de nueve muertos. Sin embargo Gabriel está de luto porque era él quien piloteaba y fue Maritza —una dedicada azafata con la que tenía una fogosa amistad — una de las fatídicas víctimas.

Agacha la cabeza cuando el nombre de Maritza es mencionado, seguido por una foto de ella con su uniforme y sus sexys piernas largas. Le duele... Porque siente que la mató. Y de repente se siente mareado con todo el rollo del homenaje que organizó la aerolínea, la prensa, las fotos, las preguntas... la piel que le quema en los lugares que ella tocó con sus manos, con sus uñas pintadas de distintas banderas del mundo, con sus labios delgados.

« Maritza. Maritza. Maritza» susurra su cabeza y grita desgarrada su alma. Siempre ha tenido ese problema con loa recuerdos, cuando olvida lo hace enserio; pero cuando no puede el pensamiento está allí: latente como una obsesión, recurrente... intenso.

— estás llorando — escucha la voz de Pablo. No sabe si pregunta o afirma pero tampoco quiere averiguarlo.

— ¿ah?

— que se te ha colado una lagrimita — se siente aliviado de que Pablo mantenga su porte bohemio, de que susurre para reservar la charla sólo entre ellos.

— ah.

— ¿no puedes decir otra cosa?

— no lo sé — y no entiende cómo una respuesta tan basica y a veces molesta, pueda ser tan sincera, pero apesar de que el "no" deje vacío al "saber", Gabriel piensa en lo mucho que se acomoda a su mente tan llena y vacia al mismo tiempo.

— ¿cómo no lo sabes?

Suspira, esa es la pregunta que da en el clavo. No sabe por qué su vida perdió sentido, sobrevivió, sí, ¿pero que sigue?; no sabe si encontrará una respuesta ahora que entiende que siempre hizo la pregunta equivocada; no sabe si podrá sanar; si la soledad en la que se sumerje dejara de absorberlo; o si algun día habrá alguien que llore su muerte o sufra su partida.

Por suerte el rubio entiende que Gabi no puede o no quiere hablar, y le da su espacio. Pero cuando se acaba el evento y su amigo camina cabizbajo con el premio que recibió como piloto de honor, lo entiende, justo después de que este mire la foto de Maritza y se tense al ver al prometido — un joven danés destrozado por la pérdida de la mujer a la que iba desposar —. No puede creer que Gabriel, el señor recto, haya sido el amante de la azafata.

— Gabi, entiendo que la estés pasando mal, que Maritza se haya ido y que te duela... pero ¿por qué te duele?¿acaso tú... le querias? — pierde el color y casi siente que la placa por valentía que recibió va a deslizarsele de las manos para romperse junto a su control.

«¿le quería?» — se pregunta. Y se siente sofocado porque cada palabra que pronuncia Pablo parece ser una larga cuestión, como si no supiera de sí mismo. Sin embargo sigue pensando al respecto...y nota que la quiere, pero no de la forma que insinúa el rubio, nada cercano al enamoramiento.

— responde ¿tu y ella...?

— ¿qué?

— es obvia mi pregunta, Gabriel, que si vosotros dos tuvisteis algo.

— ¡baja la voz!

— ¡sólo responde! — grita entre susurros —, siento que no te conozco.

— la respuesta es no, Pablo. En todo caso es asunto mío.

— ¿asunto tuyo dices? Joder, tío, ¿y dónde queda nuestra amistad?

— esto es duro para mí, entiendelo, lo que menos quiero es un interrogatorio. No es nada contra nuestra amistad.

— ella era mi amiga y tu también lo eres ¿qué quieres que haga si no ha sido siquiera su funeral y me entero de esto?

— no hay un "esto", no hay nada.

Y de nuevo Pablo siente que quiere matarlo por su actitud petulante y su poca sinceridad , aún así no puede evitar seguir llamándole «amigo». Suspira mientras lo deja irse, huyendo de lo inevitable.

Gabriel por su parte está hecho un lío,  pensando en su vida, en Maritza... en lo que pasó. Aunque no ocurrió nada en sí, todo había empezado aquella noche cuando ella lo encontró en problemas y hablaron, luego Gabi la llevó al apartamento y pasó. Y pasó otras veces más, se convirtieron en algo cercano a amigos con derecho porque Maritza consolaba de esa extraña forma, porque Gabriel en su infierno quería endulzar su amagura,  llenar los hoyos por donde se le escapaba la vida. Y pasó, sin significar algo exactamente pero golpeando la consciencia.

Entonces invita al hombre danés a tomar el mismo taxi; no tiene importancia, ya han tomado la misma mujer también. Y lo ve llorar, mirar el anillo de compromiso — ese que Maritza jamas se quito —. Cuando llegan al hotel el hombre viudo se despide del piloto y le agradece sin siquiera sospechar nada.

—  no debería estar solo — Gabriel, en su agobiante torbellino de emociones chocando entre sí, intenta averiguar en qué momento pagó el taxi y corrió tras el hombre danés, parece irreal.

— "sorry?"

El piloto traduce lo que ha dicho, con todo lo que significa seguir un impulso en estas circunstancias no pensó en hablar en inglés, en especial porque la frase le ha salido de la boca casi de la nada, como un grito involuntario en su idioma natal.

— "ah, I understand. Thanks. You're very gentleman"— y así, Gabriel sube las escaleras que los separan, empezando una conversación en inglés fluido, donde se entera que el hombre es claustrofbico y por eso no toma el ascensor, que odia los hoteles... que amaba realmente a Maritza.

También aprovecha la cercanía para detallarlo y se fija en el inusual marrón rojizo de su cabello, en unos labios sumamente definidos y varoniles, en unos ojos rojos por el quebranto.

Un sollozo más fuerte se escapa de los labios definidos en cuanto están dentro de la habitación del hotel. Gabriel mira pasmado al hombre que tiene en frente, tan expuesto y nada cohibido por llorar.

"I loved her, I love her yet!!"

"me too" — Se le escapa al piloto, quien no piensa claro en este momento.

— "excuse me ?"

"oh... I mean... She was my best friend" — a duras penas puede hacerse entender en medio de esa confusión por estar frente al prometido de la mujer con la que a veces dormía.

"oh! you are Gabriel, right? Maritza used to talk me about you"

— yes...

"she was right, you're a beautiful person. I'm so thanked with you, we don't know us, but you're here, helping me".

La conversación se va por ese camino de halagos y de conocerse, Gabriel entonces se entera de que el hombre se llama Danny, que recién terminó la carrera de economía y un montón de cosas más.

— "and how about you? You have been silent"

— "that doesn't matter... "— Se encuentra susurrando mientras se acerca al danés —. "I saw you and I understood you need help... I'm here for you"

— "what are...? " — antes de que Danny pueda terminar la pregunta o salir de su confusión, tiene los labios del piloto sobre los suyos. Y se asusta.

Gabriel en cambio encuentra calma, con la mente mente en blanco agradeciendo la ausencia de las preguntas filosas que le cortan. Danny le parece satisfactorio y sigue besandolo a pesar de que este se mantiene estupefacto, se anima aún más cuando el danés empieza a mover tímidamente los labios. Sin embargo, todo cesa abruptamente cuando Gabi entiende que lejos de querer corresponder el beso, Danny está prinunciando el nombre de la mujer que ama.

— yo... Yo no quería — al ver la mirada horrorizada del danés Gabriel se golpea con la realidad y lo capta, entonces empieza a llorar porque también está aterrado de si mismo — "I'm sorry, I'm sorry, I'm so sorry, I'm-m sso..." — no puede terminar la oración pero no importa, en el fondo también se estaba pidiendo disculpas a sí mismo.

Agarra su saco de piloto — porque el homenaje fue con uniformes — y no puede evitar temblar. Se siente estúpido y ridículo. Él sabe que quería hacer con Danny lo mismo que hizo con Maritza: llenarse un poco porque sin los aviones sólo es un cuerpo sin significado, a penas un recipiente.

Solloza.

Mirar al hombre de cabellos rojizos le duele, porque se ha aprovechado, porque se acostó con su casi-esposa, porque le mira como un ser extraño y horrible y Gabriel también piensa igual de sí mismo.

Entonces huye, corre con la cara empapada y baja las escaleras apresurado a pesar de no ser claustrofóbico. Es un milagro que al pasar la calle no sea arrollado, tal vez porque sigue corriendo sin sentido.

El pito de un carro lo frena y queda cegado con las luces. Es un taxi, y lo toma avergonzado con su imprudencia y la mirada que el conductor le da por el retrovisor.

— amigo, tenga más cuidado que casi me lo llevo. La vida no es juego — le dice el taxista y Gabriel le devuelve la mirada.

« la vida no es juego » se repite y lo cree porque en los últimos años no ha tenido diversión. « la vida es una tortura deliciosa » piensa al fín, a pesar de que no ha probado esa delicia, sólo la tortura.

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