🌁 C I N C O 🌁
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— tienes que estar de broma.
— para nada. Te he escuchado el otro día y me gustó lo que dijiste. A pesar de la presión del que diran no has intentado parecer más rudo, es más, no has fingido algo que no eres. Y sé que no tienes que demostrarle nada a nadie, porque lo dijiste, pero me demostraste que no soy la única persona libre por aquí.
Gabriel parpadeo incrédulo, desde que se negó a reafirmar su "masculinidad" en aquella última charla con Valentín, todo el mundo lo había mandado al exilio, sólo Susan le dirigía palabra. Entonces le pareció de lo más anormal que alguien se acercara con intenciones de hablarle para adularlo, más específicamente, que un "bicho raro" como Jacobo Thompson — un estudiante de intercambio que iba en el mismo curso que Valentín — lo hiciera sin importarle las malas miradas, luciendo con orgullo su ropa ceñida y sus baratos tenis rosa neón.
— ¿qué?
— lo que escuchaste, niño — apesar de su apariencia algo afeminada, Jacobo tenía ademanes y expresiones bruscas como cualquier chico guay, en ese momento se recargaba descomplicadamente contra los casilleros mientras se cruzaba de brazos —. Creo que tienes agallas.
— ¿las tengo?
— ¿acaso eres lentito o sólo un niñito petulante que le gusta ser halagado una y otra vez?
— ¿ah?
— venga, "Gabo", eres más inteligente que eso, no creo que tu vocabulario se reduzca a preguntas monosílabas.
— mmm — se ruborizó apretando los labios con algo de enojo, no le gustaba sentirse un idiota —. No acostumbro a que me digan cosas de ese estilo y me tomó por sorpresa, no todo tiene que ver con mi capacidad intelectual ¿sabes? Detesto la gente que se deja llevar por las primeras impresiones.
— suenas enojado, pero no puedo saberlo si no me das la cara — desde el comentario del nulo vocabulario, Gabi prefirió girar el cuerpo y concentrarse en la cerradura de clave de su casillero con tal de no mostrar sus mejillas afectadas, ahora se sentía el mayor de los imbeciles por no responder de frente. Dió la vuelta de nuevo y le miró a los ojos intentando remediarlo —. Oh, pero el niño puede dar la cara y completar una oración.
Gabriel suspiró cansado, sin embargo, intentó ser cordial porque el chico raro había tenido el gesto de felicitarle personalmente por unas palabras que en su momento, le resultaron condenadoras.
— vale, te agradezco por tu... ¿apoyo? Sí, pero en este momento estoy algo ocupado y no pienso saltarme el almuerzo, así que si necesitas algo dímelo sin dudar porque estoy retrasandome — procuró que su voz saliera suave, nada ofensiva.
— no quise molestarte
— oh, no lo has hecho, está bien. Pero... si te puedo ayudar en lo qué sea, bueno, no precisamente lo qué sea, lo haré.
Jacobo rió cortando un poco con la tensión de la charla rigida y formal que se había creado:— ¿cómo es eso de "no precisamente lo que sea"?
— es que no puedo aceptar hacer un favor si no sé que vas a pedirme — respondió encogiendose de hombros — ¿qué tal si tu favor es robar un banco o matar alguien? No podría y quedaría como un mentiroso, así que prefiero no decir "lo que sea".
— muy astuto ¿eh?
— en fin... Yo... enserio debo irme, ¿Joaco?
— Jacobo — corrigió. «Mi apellido es Thompson, por si quieres saber cómo quedará el nombre completo de nuestros hijos» quiso completar pero se mordió la lengua ante semejante inmadurez, prácticamente Gabriel le decía con su actitud que no quería hablarle, mucho menos iba a imaginar la idea de los hijos en la dimensión paralela más alocada. Jacobo se sintió más patético que cuando se burlaban de él en el kinder.
— sí, eso, Jacobo. Me temo que no puedo ayudarte pero espero que encuentres lo qué sea que busques. En verdad debo irme, si quieres un lápiz puedes tomar el mío, tengo varios de repuesto así que no habrá lio ¿de acuerdo? — Gabriel se empezaba alejar, caminando de espaldas hacía el comedor para no perder el contacto visual con "el bicho raro de tenis rosa" — ¡ten un lindo día! — subió la voz por la distancia.
— ¡hablamos luego! — gritó también Jacobo de vuelta, pretendiendo dejar una puerta abierta, otra oportunidad de otra conversación... Bueno, algo más parecido a una conversación o una real.
A penas su "Gabo" desapareció de su vista, Jacobo pegó su delgado cuerpo a los casilleros suspirando frustado. Se sentía el mayor de los tontos. Intentó consolarse diciendose a sí mismo que los primeros segundos la charla había sido buena, que hasta incluso había titubeado el nombre de Gabriel para que este no supiera que había sido acosado para averiguar sus datos; sin embargo no funcionó, pues era consciente de que en su intento de mostrar su faceta de chico confiado con todo bajo control, se excedió un poco y en vez de parecer guay se coronó como el rey de los idiotas cabeza hueca, alguien que se burla del mínimo error del otro. Si tan sólo Gabi hubiera sabido lo nervioso que Jacobo Thompson estaba al momento de hablarle. Volvió a suspirar.
— ¿problemas con tu "no novio", mariquita? — escuchó el primer insulto del descanso
— no tantos como los que tienes tú para meterte en otras vidas — respondió firme, él se sabía defender.
Pero tan pronto como se fue su momento de fuerza, Jacobo regresó a sus pesares, repitiéndose que lo había arruinado todo con Gabi.
Lo había determinado por primera vez en esa charla con Valentín en la que medio colegio agudizaba el oído — incluido él —, desde entonces le gustó como Gabriel no cedía al enorme peso del machismo, sino que por el contrario, se enfrentaba a los prejuicios. Le resultó sexy con sus ojos aguaditos y la ira a flote, defendiendo su causa, callando a todos. A partir de ese incidente que robó la reputación de Gabriel, Jacobo Thompson se puso en la tarea de saber más sobre el misterioso chico, era normal que cuando alguien acaparaba su atención — lo cual no pasaba a menudo — él se involucraba enserio. Y vaya que por ese muchacho audaz, inteligente, cuyos ojos eran amarillentos como los de lobo y su piel morena parecía dorada, Jacobo iba a dar mucho de sí, en especial porque el casi-beso demostraba que Gabi podia fijarse en hombres también.
Aunque bueno, Jacobo no se identicaba con esa palabra. «Hombre». Le resultaba pesada. «Gabriel» era cientos o millones de veces más gentil y suave para su boca.
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