V E I N T I C U A T R O
—Odio a Elena. Siempre está llorando. ¿Acaso tiene conjuntivitis o algo? —exclamó, Liz, indignada. Se golpeó los muslos que había colocado encima de mi sofá para demostrar su enfado. Si seguía con ese ceño tan fruncido, se le harían arrugas en la frente.
Habíamos quedado toda la tarde para pasarla juntas, sin preocupaciones y disfrutando de nuestro momento de amistad. Después de una larga búsqueda y disputa, decidimos ver The Vampire Diaries. Liz se había pasado tres capítulos enteros quejándose de la protagonista, Elena Gilbert y su (cito textualmente) irritante inmadurez.
Era cierto, aquel personaje no era santo de mi devoción tampoco. Pero cada vez que ella entraba en escena, también lo hacía Damon. Y a él sí que lo amaba. No era el tipo de chico con el que establecería una relación pero debía admitir que estaba como un queso y, a fin de cuentas, solo era una serie.
—Bonnie es la que merece ser la protagonista principal. Se sacrifica por todos y luego ella sale escaldada por todos lados.
Su molestia se incrementaba por capítulos. Si nos poníamos a comparar, Bonnie me recordaba a la peliazul. Se comportaba como una tipa dura y racional. Sin embargo, cuando llegaba el momento de la verdad, su corazón supuraba ternura, vulnerabilidad e inseguridades por doquier. Ponía a todos por delante de ella sin esperar nada a cambio incluso cuando todo aquello parecía sobrepasarla. Era digno de admirar, como con nuestra preferida querida Bonnie Bennet.
—Como sigas así, no vamos a terminar la temporada —me reí en voz baja.
—¿Por qué no?
Sus ojos azules chocaron con los míos, frunciendo el ceño en confusión. Me habría asustado de su gélida mirada de no ser porque sabía que no estaba enfadada conmigo. Incluso llegaba a pensar que tampoco estaba enfadada con la película y era todo fruto de algo que había ocurrido y aún no quería contarme.
—No quiero que me rompas la tele cuando te enfades con Elena de nuevo.
Ella enserio parecía que le iba a tirar un jarrón a la cabeza si estuviera frente a ella en carne y hueso.
Sacudió la cabeza bufando exasperada.
—¡Es que es idiota, Ams! ¿Tú la has visto? Irrita hasta a los muertos —susurró aquello último. Sus mejillas estaban enrojecidas del enfado. Jamás había presenciado cómo una serie podía causar emociones tan puras.
Quise reír por su actuación igual de infantil que la actriz de la cual se quejaba. Me encantaba eso de ella. Podía ser la mujer más madura y reservada del universo pero sentía tan inocentemente como una niña.
—Apuesto a que estás dañando el corazón de miles de fanáticos.
—¡Qué les jodan! Elena es insufrible.
—¿Igual que Thiago? —enarqué una ceja aunque ella estaba sumergida en la serie. Su mirada se ensombreció.
—¡Exacto! Igual que él.
Y, señoras y señores, he ahí la raíz del problema. Sonreí complacida de mi acertada suposición. Arrimé mi mano lentamente, casi con cierto temor, al bol de palomitas que yacía en sus brazos. No había parado de comer desde que llegó. No me importaba. Era solo que se metían un puñado de palomitas a la boca y, con los mofletes como el de una ardilla, masticaba con fiereza antes de volver a meterse otro enorme puñado a la boca.
Quería reír y enmarcarlo en una foto pero convine que no le haría mucha gracia con la indignación que rezumaba por sus venas.
—¿Qué ha pasado? —pregunté con suavidad. Me transformé en su terapeuta gratuita a jornada completa.
—Es un idiota —resolvió escueta. De nuevo, tomó otro montón de palomitas en su pequeña pero contudente manaza. Me retuve a abrir los ojos, asombrada por su capacidad de meter toda esa cantidad de comida en su boca.
Sin embargo, aquella ración de alimento no acabó de llegar a su boca. Lo miró durante unos segundos, en sus ojos se distinguía una expresión de reconocimiento como si, en aquel momento, hubiera tomado consciencia de su cuerpo y de la situación en la que estaba. Tiró las palomitas de nuevo en el bol. Su mandíbula se endureció y sostuvo el bote entre sus manos para, a continuación, arrojarlo sobre mí. Lo sostuve felicitando en silencio mis asombrosos reflejos y recogiendo lo que me había lanzado.
—Y encima me va a hacer gorda. Todo es su culpa —espetó.
Apreté los labios reteniendo la carcajada en mi garganta. No fui lo suficiente silenciosa pues ella escuchó. Dirigió una mirada furibunda en mi dirección que acalló toda diversión. Aún así, se me hizo imposible hacer desaparecer la sonrisa jocosa que curvaba mis labios.
En el fondo, esta conversación era un golpe de aire fresco para el desastroso mes que llevaba. Hablar de otras personas ayudaba a dispersar los pensamientos que cada noche venían en mi búsqueda para atormentarme.
—¿Os habéis enfadado?
—¡Él se ha enfadado!
Alcé las cejas. Vale, eso era un giro de los acontecimientos.
Normalmente, era ella la que se enfadaba, algo así como su mecanismo de defensa para no dejar que Thiago se acercara a ella y a sus sentimientos reprimidos. Tenía a Thiago como la persona paciente incapaz de enfadarse con la peliazul porque su devoción por ella contenía cualquier tipo de enojo.
—¿Por qué?
Me sentía como un pequeño caracol que arrastraba su cascarón a cuestas. Yo era el caracol intentado que Liz, el cascarón, avanzara conmigo. Cada pasito que daba parecía eterno.
Puede que aquella no fuera una metáfora demasiado profunda y seguramente Liz me mataría con la mirada si se lo dijera.
—Es un maldito celoso.
Bien. Este era un gran paso.
—¿Se ha puesto celoso?
Liz me miró irónica.
—¿Y cuándo no?
—¿Eso te molesta?
—¡Claro que me molesta!
Empezaba a necesitar tapones en los oídos de los gritos que bramaba. Si no fuera porque era una gran amiga (la única en mucho tiempo, en realidad), ya la habría tirado por la ventana.
—Significa que no confía en mí. ¡Por el amor de Dios! Estoy saliendo con él, le he elegido a él. ¿Qué más necesita?
—Pero, ¿qué ha pasado?
Me miró por unos segundos reconociendo su error. Yo, por el contrario, estaba confusa y necesitaba que me diera más información para poder transmitirle mis servicios terapéutico. Podía deducir algunas cosas pero no era Bonnie Benet.
—Estábamos terminando las clases cuando Matthew se acercó a mi mesa —comenzó a explicar tras haber tomado una enorme bocanada de aire para calmarse. Conocía a Matthew, iba a nuestra clase en la mayoría de las asignaturas y era bastante cercano al trío Thiago-Dylan-Logan—. Thiago estaba a mi lado y pasó de él por completó. Como siempre —murmuró esas últimas palabras con rentintín—. Me preguntó si me apetecía ir a una fiesta esta tarde, o sea ahora, y Thiago se puso echo una fiera. Empezó a recoger sus cosas y a marcharse.
—¿Tú qué hiciste?
—Casi mato a Matthew. Sabía que lo había hecho a drede para ver cómo actuaba Thiago. Se estaba descojonando cuando salí detrás de él.
Hinché los mofletes queriendo aguantar una risa que al final escapó. De nuevo, Liz me miró mal.
Esos dos eran un espectáculo. Parecían no darse cuenta de que, a pesar de que creían ser mundos totalmente distintos, en realidad eran dos caras de la misma moneda. Igual de tercos, igual de celosos, igal de inseguros a demostrar lo que ende verdad sienten por el otro.
—¿Entonces? —la insté a que siguiera.
A este paso, el capítulo que estábamos viendo ya había terminado pero ninguna de las dos se acercó para pausarlo. Liz estaba viendo la serie sin realmente observarla y yo solo focalizaba mi atención en lo que ella tenía que decirme.
—Intenté calmarlo pero solo se enfureció más.
Dejó escapar un bufido molesto. La diversión que antes me causaba aquella situación, se desvaneció. Liz había bajado la vista al suelo, mantenía su ceño fruncido y los labios cerrados en una tensa línea. Se la notaba consternada debatiéndose en qué es lo que debía hacer. Decidí que era momento de dejar de ser su terapeuta para ser su amiga y apoyé el bote de palomitas encima de la mesita que había colocada frente a nosotras.
Envolví mis brazos a su alrededor en un abrazo. A veces no conseguía entender como los tíos eran tan cromañones. Mi mente se desplazó a Bradley y su infita impulsividad cada vez que notaba algo "sospechoso" en alguien, lo que se traducía a que alguien se había interesado en nosotras y pretendían ver si podía llegar a algo más. Bradley era de los que con solo una mirada hacia mí era suficiente para hacerlo gruñir como un perro rabioso.
Resultaba exasperante en ciertas ocasiones.
—¿Cómo no entiende que quiero estar con él? ¿Acaso no se lo demuestro todos los días? —Había apoyado su barbilla en mi hombro y su voz se notaba estrangulada. Sabía la impotencia que se sentía.
—A veces son estúpidos. Tienen miedo y no saben demostrarlo de otra manera. Dañaría su orgullo de super hombre.
Liz rió. Se alejó de mi abrazo y la pude ver sorbiendo por su nariz y retirando las lágrimas que habían escapado sin siquiera percatarse.
—Luego son unos románticos empedernidos.
Reí.
—Son más que eso. —Sonreí retirando mi mirada de ella. La devolví al teléfono en mi regazo. Esperaba un mensaje de Bradley. Llevábamos toda la tarde hablando y le había preguntado si le apetecía que mañana nos viéramos.
Liz alzó una ceja.
—¿Acaso hay alguien enamorando a la pequeña Ams?
—¡Solo soy dos meses más pequeña, Liz! —me quejé fingiendo estar molesta. En el fondo, me alegraba que se hubiera desahogado conmigo y que estuviera un poco más calmada.
Por lo menos, la vida de mi televisión no peligraba.
—Esa no es la pregunta —respondió pícara. Había entrecerrado sus ojos tratando de encontrar algo en mi rostro que le confesara mis pensamientos.
Después, sus pestañas tocaron sus cejas y su rostro se convirtió en puro asombro como si hubiera visto un asesino detrás de mí, cuchillo en mano. Una sonrisa similar a la del gato Chesire se encarnó en su rostro y su cuerpo se enderezó en el sofá mientras me señalaba con el dedo índice acusatoriamente.
—¡Es Bradley!
No era una pregunta, ella estaba afirmándolo. El calor se extendió por mis mejillas mientras ella chillaba como una colegiala de primer año con su primer amor.
Me arrojé sobre ella tapándole la boca aunque no hubiera nadie alrededor. En parte, no quería que los quejumbrosos individuos que teníamos por vecinos siempre esparaban el mínimo ruido que hiciéramos para llamarnos la atención. También estaba el hecho de que decirlo en voz alta hacía que fuera más real, más sincero, y eso en cierto modo me atemorizaba.
Chupó mi mano para que se la quitara de encima. Lo consiguió. Mi rostro se arrugó en una mueca de asco y cogí una servilleta de encima de la mesa para quitarme sus babas.
Luego era Elena Gilbert la inmadura infantil.
—¿Estáis saliendo? ¿Te ha besado? ¿Cómo es Bradley enamorado? ¡Dios, sabía que terminarías juntos! ¡Responde, traidora!
—¿Traidora?
—Las amigas se cuentan todo. No me puedo creer que yo haya contado todo lo de Thiago y tú te lo hayas guardado.
Me encogí de hombros.
—No sabía cómo decírtelo. Es como tu hermano y eso te convierte en algo parecido a una cuñada. Es extraño.
Me dió un pequeño golpe en el hombro que recibí con dolor. Le fruncí el ceño con una mirada fulminante que ella me contestó con una sonrisa.
—Venga, aún estoy esperando —instó con su paciencia agotándose.
Si es que existía algo de paciencia en ella.
Inspiré.
— Sí, me ha besado. Y sí, creo que estamos saliendo.
—¿Y? —Sus ojos eran demandantes queriendo saber todo lo posible. Estaba eufórica y no sabía si era porque así después podría jugar a molestar a Brad o porque realmente estaba contenta por nuestra reciente historia.
De cualquiera de las maneras, el corazón me latía frenético en el pecho y debía apartar la mirada para no soportar su escrutinio. Notaba las mejillas arder y tenía claro que por aquel entonces estarían rojas como tomates.
—¿Qué más quieres saber? —Sonreí.
Rodó los ojos.
—¿Cómo es? —Al ver que no entendía, resopló divertida y volvió a preguntar—: ¿Cómo es Bradley enamorado?
Ahora era todo mi rostro el que ardía. Mi mirada bajó hasta mi móvil. Aún no me había respondido porque había dicho que se iba a duchar. Bradley tardaba horas en la ducha así que no me extrañó que se demorara tanto.
Alcé la mirada enfocando a Liz. Sus ojos estaban abiertos y demostraban una felicidad tierna e infantil. Sonreía como si le fueran a dar el regalo más importante de su vida y no pudiera esperar a abrirlo. Quise reír pero la timidez pudo conmigo. Aún así, ella era lo más cercano a una amiga que había conseguido desde que Keane dejó de serlo.
—Es la persona más tierna que he visto nunca. Tiene detalles hasta cuando ni se da cuenta. Un beso en el pelo, acercarme a su regazo mientras vemos la tele, unas caricias antes de quedarme dormida. Siempre intenta que esté bien, que sonría, que le diga lo que siento y lo que me gusta o me preocupa. Nuestras charlas duran horas y no me deja hasta que caigo dormida y me despierto con él abrazándome. Solo entonces puedo permitirme ser yo la que cuide de él.
Me callé abruptamente. Mis ojos abiertos como platos reconociendo que esto no es mi bolígrafo escribiendo sobre el diario sino una voz alta y clara.
Enfrentarme con la mirada de Liz fue dificil. El bochorno se calaba por todos los poros de mi piel y, cuando finalemnte choqué mis ojos con los suyos, me vi en una situación que no supe cómo llevar. Sonreía enormemente, incluso me habría dado miedo de no ser poruqe moría de la vergüenza.
Cuando se arrojó sobre mí en una intenso abrazo, quedé paralizada. Pasaron lo que me parecieron horas hasta que finalmente recobré el sentido y le devolví el abrazo notando cómo me apretaba con fuerza contra ella, como si fuera a escapar en cualquier momento. Sorbió una vez más y me preocupó escucharla. Pensé que no le había gustado lo que le había dicho y busqué apartarme para mirarla pero su voz me detuvo antes de hacerlo.
—Eres la persona perfecta para él. No podría encontrar a nadie mejor para cuidar de él —susurró, un secreto entre nosotras.
Mis ojos escocieron de la emoción y traté de aguantarme cuando ella se apartó. Retiró poco a poco las lagrimillas que habían salido de sus ojos sin percatarse de que, como siguiera así, yo sería la siguiente en llorar como una condenada.
—Sé que a veces puede ser testarudo, arrogante, impulsivo e irritante.
Reí —. Lo has definido a la perfección.
Sonrió.
—Pero también sé que tiene el corazón más hermoso y la lealtad más pura que existe. Te cuidará aunque su vida dependa de ello y te amará sin importar a qué precio.
Volví a sentir las lágrimas luchando por salir.
—No lo dejes escapar, él vale la pena.
En ese momento, un mensaje llegó. "Estoy deseándolo, bombón. Ya te echo de menos. Te quiero."
Sonreí.
—Sí, él se merece el mundo —susurré.
No supe si ella me habría escuchado pero mi corazón lo hizo. Aceleró los latido, ya de por si apresurado, acrecentó el nudo en la garganta por el amor desbocado e inició la fiesta del 4 de julio en mi estómago.
Era una sensación tan hermosa y a la vez tan terrorífica que era como unir el miedo con la felicidad. Eso era estar enamorada, eso era tener a Bradley.
¡New chapter, guys! Espero que os guste aunque sé que siempre los publico hipertarde. Tengo pendientes tantas cosas que solo pienso en poder terminar con la uni, con los exámenes y que llegue el verano para ponerme cien por cien con todo esto y con todo lo que quiero hacer.
Pero, mientras tanto, disfruten del capítulo. Poco a poco vamos viendo un poco más y llegando a la parte jugosita de todo esto JAJAJAJAJAJA. La novela está prácticamente terminada en mi borrador y puede que si todo va bien, cuando la termine para mí acabe subiendo dos caps por semana. ¡Pero no prometo nada!
Con esto me despido. Recuerden que su voto y comentario me ayudan a crecer y que me encanta leeros. Leo todos y cada uno de vuestros comentarios.
¡Besos y XOXO!
NHOA
PD: Deberías verme ahora mismo. No puedo mover la cara por la mascarilla de arcilla. En fin, el skin care ;) JAJJAJA
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro