Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

U N O


La vida se trataba de diferentes momentos a los que te tendrás que enfrentarte ya sea tu peor miedo o un chicle que se te ha quedado pegado en la suela del zapato. Sea como sea, esos momentos llegan de un momento a otro y no les importará si estás en la peor situación de tu vida o en la mejor, te arrebatará aquello que quieres y tendrás que ponerte manos a la obra si quieres recuperarlo de vuelta.

Eso era lo que a mí me costaba comprender aún después de veintitrés años de no tener ni un respiro.

Me habían dado en adopción, cuidaron de mí hasta que tuve la mayoría de edad y decidí largarme. Conseguí un trabajo en el que pagaban mejor que en cualquier otro lugar y donde no me tenía que levantar de la silla para conseguirlo. Tenía lo que cualquier persona a mi edad podría llegar incluso a desear, a que se le pasara por la cabeza. Pero necesitaba más, el orfanato necesitaba mucho más y no estaba dispuesto a dejar que redujeran mi hogar a los escombros si seguía tal y como estaba.

Es por eso que traté de respirar mientras un brazo cortó la respiración en mi cuello y apretó aún más fuerte. Me llevé las manos a mi clavícula con su extremidad contra mí y tratando de ver si me mimetizaba con la pared. Sus ojos negros, enrabietados, miraron mi rostro tornándose con una rapidez aplastante en un tono tan rojo como el de un incendio.

La respiración se evaporó de mi pulmones hasta que no entró ni la más mínima partícula de aire. Poco a poco, mis ojos fueron perdiendo la capacidad de ver y solo conseguí visualizar entre mi mirada de rejilla, su mandíbula endurecida y sus dientes amarillentos. Mostrándomelos como un lobo buscando espantar a su rival.

— ¡Es mi dinero, gilipollas! ¡Dámelo! — gritó tan enfurecido como un neandertal al que le han arrebatado su lugar de cacería y, por consecuente, su caza.

Mis manos se movían apretando sus brazos como si de esa manera la presión pudiera retirarse y permitirme volver a respirar con normalidad. Mis pies se apoyaron sobre las punta de mis dedos no siendo tan alto que él y sin lograr llegar a su altura. Me mantenía en el aire y me estaba arrebatando la respiración. Un poco más y acabaría en la inconsciencia.

— No... —Logré pronunciar entre bufidos y espiraciones nasales—. No lo...

— ¡Dime dónde cojones te lo has guardado, hijo de puta! ¡Lo tenías ayer, ganaste tres putas partidas! —Volvió a chillarme a pesar de que estaba a dos centímetros de su rostro. Más bien, su barbilla estaba a dos centímetros de la mía y tiraba partículas de saliva a mi rostro por cada sílaba que pronunciaba.

La razón no la perdía. Me era imposible debatirle lo contrario. Pero lo que nunca soportaba era que estuviera ganándole dos mil euros por semana y encima se quejara si le decía que no tenía un cuarto de lo que sobraba. Eran mis comisiones y me lo debía por todo lo que le hacía. Él solo me asesoraba, eso era todo. Me decía dónde estaban las mejores partidas, dónde había más dinero que ganar y quiénes eran los peces gordos.

Pero hasta ahí se quedaba nuestra relación. Si él se creía con el derecho de quitarme hasta lo que no tenía, no iba con las de ganar. Ni en sus mejores sueños. El dinero era para el orfanato y él no se creerá nunca con el derecho de obligarme a darle todo lo que tengo a costa de dejar a mi familia sin un bocado que llevarse a la boca.

Ya puede ir matándome por que no pienso dar mi brazo a torcer con este tema.

— Suéltame —murmuré con la voz ronca y entrecortada. Su respiración descontrolada e iracunda se chocaba contra la mía, débil y prácticamente inexistente. No sentía el cuello. Músculos que no tenía la noción de que existían, se me durmieron bajo su presión.

Me topé con sus ojos negros como el cielo a medianoche odiando cada partícula de mi ser y confesándome en silencio el calvario que podría pasar en caso de llevarle la contraria. Busqué un ápice de piedad, de indecisión en el vacío de su mirada y me sumergí en el siendo ahogado por su ira y su rabia.

— Dime. Dónde. Está. Mi puto. Dinero —amenazó con una voz tan afilada como la de una navaja demostrando de esa manera que el también podía tener unos cojones bien cuadrados.

Sonreí aún así soñando con el día en el que su jodida cara sea fuera una puta broma de la que reírme. Uno de esos cuadros de arte abstracto que nunca solía descifrar y de los que terminaba pasando para largarme a otro sitio.

A pesar de su orden, aflojó la fuerza contra mí dejándome que por mi nariz y mi boca pasara una enorme bocanada de aire. Volví a chocar mi mirada con la suya, con sus rostro redondo y gordo definido por una mandíbula que escondía unos dientes amarillentos por el tabaco y descolocados por la falta de un dentista cuando era el momento.

Reparé en sus ojos castaños tornándose en negros por la furia y el enfado y en los ángulos inferiores de su rostro donde los huesos de sus maxilares sobresalían profundizando su sentimiento de ira. También en la verruga que se formaba al final de la comisura de su boca y que se camuflaba con su extensa barba negro azabache.Tragué saliva porque sabía que él no tardaría demasiado en perder la paciencia y volver a acorralarme de nuevo. Su fuerza era mayor que la mía y, si por alguna remota casualidad conseguía ganarle, había otras dos personas que esperaban detrás de la puerta dispuestas a golpearme por su jefe.

Todos para uno y uno para todos, lo llamaban.

— No tengo el dinero —hablé después de que mi respiración se calmara. Hizo el amago de ir a por mí, sus ojos se volvieron a entrecerrar y sus manos se convirtieron en dos martillos que me matarían con un golpe en el lugar indicado—. ¡Espera! —chillé cuando su cuerpo volvía a apretarse contra mí y con ello, retornaba esa agonizante sensación de claustrofobia—. Te puedo conseguir el doble en una noche. —Aseguré buscando escaparme de la situación—. Dame tres o cuatro partidas para mañana y tendrás de vuelta el dinero. —Prometí con su brazo sobre mi cuello y la mano que tenía libre lista para dejarme inconsciente en el suelo si me atrevía a mentirle y él detectarlo.

Desplazó su atención por todo mi rostro y, por un momento, creí que no se lo creería, que me dejaría en el suelo y me daría la lección de mi vida. Por que esta no era la primera vez que pasaba y no iba a ser la última. Pero, aún así, el barbudo seguía confiando en mí como si fuera la esposa con la que llevaba casado treinta años.

Esa era la razón más probable por la que seguía vivo. El cabrón tenía su fe puesta en mí aún sabiendo que era un corrupto y un ladrón.

— ¿Cómo sé que no volverás a largarte con la pasta y pasarás de mi puta cara? —preguntó con la voz gangosa cargada de resentimiento y desconfiada.

Sabía que debía quedarme quieto y responder a la pregunta de la forma más educada y encantadora que pudiera pero, en su lugar, preferí sonreír como un chulo estúpido y responder a su pregunta.

— No lo sabes. Está en ti confiar en mí y devolverte el dinero o dejarme medio muerto en medio de la calle y no recuperarlo. Por que, déjame decirte, que con la mierda de jugadores que tienes, no vas a conseguir ni la mitad de lo que consigues conmigo. —Confesé lleno de sabiduría como si me tratara de Gandhi defendiendo sus derechos. Él y yo habríamos sido buenos amigos excepto por el pequeño dato de que él estaría enfadado conmigo por emplear la violencia en esta situación y lo estaría aún más del tipo de ojos negros que clavaba un puño en su pared rozando mi cabeza.

— ¡No me trates como si fuera gilipollas, imbécil! —Escupió de nuevo sobre mi boca. Me resistí a poner una mueca de asco en mis labios y abrí demasiado los ojos al ver que, todo lo que me había servido durante dos años, no estaba cobrando resultados. Se estaba casando de mí y mis gilipolleces—. Más te vale que me des el dinero, Pettersson, por que no vas a durar ni una puta noche más si no me lo das.

— Entonces, no vas a...

— ¡Se ha acabado, Pettersson! —gritó otra voz de la nada.

La presión del forzudo se liberó de mi cuello y por poco estuve de desplomarme sobre el suelo de frías y mohosas baldosas. Como acto reflejo, me llevé las manos al cuello y froté mis dedos sobre la piel buscando que la sensación de presión en mi garganta desapareciera. No sucedió a pesar de todo y me encargué, por otra parte, de alzar mi rostro y distinguir la piel oscura de mi mejor amigo junto con su mirada enfurecida arremetiendo contra mí.

«No solo tenía a mi supuesto jefe enfadado conmigo, como para que ahora también lo estuviera él», pensé para mis adentros.

Recaí sobre su postura rígida, sus manos convertidas en puños —con las uñas blancas por la fuerza que ejercía para controlarse— a la altura de su cadera. Su tronco atlético se moldeó como una jarra de arcilla creando un cuello por el que sobresalían varias y gruesas venas.

— Más te vale que salgas de aquí ya, Bradley —masculló con su voz teñida de algo más que solo molestia. Sus cejas del color del cacao se juntaron tanto que no supe donde terminaba una y empezaba la otra, su mandíbula se encontraba tan tensa que conseguí ver donde tenía su fin. Su rostro cuadrado hacía que la tirantez que mantenía en su mandíbula pareciera más atrevido.

Fruncí el ceño, seguramente luciendo como una persona irracional al levantar la voz para pronunciar—: Lárgate, Zev, este no es tu sitio.

— Tampoco es el tuyo ahora mismo —respondió el barbudo detrás de mí dejándome en ridículo delante del pelinegro de cabello rizado. Le dediqué una mirada envenenada que no vio y que, de haber echado un vistazo en mi dirección, me habría ganado un puñetazo. Así que, con la poca dignidad que me quedaba, agarré mi chaqueta del respaldo de la silla de plástico a punto de romperse y pasé por delante de Zev golpeando su hombro a consciencia.

— Acuérdate del dinero, Pettersson. Es tu última oportunidad para seguir con vida —amenazó el hombre con sobrepeso que se encargaba de que el orfanato estuviera en medianas condiciones. Me tragué varias palabras para no joderla más, por que, a fin de cuentas, era él quien pagaba las cuentas de mi hogar y les daba un trozo de comida que llevarse a la boca.

— Recibido —espeté en respuesta terminando por salir de la pequeña oficina donde se situaba su administración, donde me daba el dinero y me quitaba un pedazo de mi alma como si se la estuviera vendiendo al diablo.

Caminé pisando fuerte por lo que parecieron largos minutos, agarraba la chaqueta con mi brazo derecho y la estrujaba en mi puño como si fuera un muñeco que podía moldear a mi antojo sin que nada ni nadie resultara herido. Solo hasta que su voz se hizo presente, pude reconocer que él seguía a mi lado y que no se había quedado hablando con su compañero de opiniones, alias el barbudo.

— ¿Te has vuelto loco, o solo eres idiota? —interrogó, indignado. No tenía ni punto de comparación con el momento de cólera que había tenido el hombre de ahí dentro. Zev tiene más similitud a una madre que a un amigo.

Nunca tuve una madre pero supongo que estaría tan enfadada como lo está Zev ahora.

— No es el momento, Zev. Vuelve a casa, estoy bien, no me ha pasado nada. Mañana volveré a ganar el dinero y olvidaremos esto con un par de cervezas, ¿te parece bien? —Traté de disimular mi molestia.

No tenía ganas de hablar con nadie, menos aún que me dieran un sermón sobre lo que debía o no, hacer. Podía largarse por donde había venido y después volvería al departamento que compartíamos como si nada hubiera pasado. Por que, así era yo, un desequilibrado mental que necesitaba unas horas para tranquilizarse o ardería Troya.

— ¿Me ves con cara de gilipollas, Bradley? —preguntó de nuevo con el mismo tono moribundo de hace unos segundos cuando estábamos allí dentro.

— No. En realidad, ahora tienes la misma cara que nuestra casera cuando tardamos en pagarle el alquiler. —Reí intentando amenizar la conversación. Nuestra casera, una señora que rondaba los cincuenta y largos años, se enfadaba más que un perro con la rabia y recién castrado y, cuando tardábamos en pagarle, era mil veces peor. Solo había que verle los ojos que se le ponían como dos bolas de fuego y su rostro que equivalía a la definición de un tomate —y no de los maduros.

— No estoy para bromas, idiota. Sabes de lo que son capaces y no eres imprescindible para ellos. Nadie lo es. —Aseguró intentando que entrara en razón. No iba a conseguirlo pues ni yo mismo me había dado de cuenta de ello. No entendía porque iban a querer tirarme del equipo cuando era el único que traía tres ceros al cheque al terminar la semana.

De momento, lo único que sabía era que, a pesar de cachondearme del tío que me llevaba las partida y, por lo tanto, el dinero, no me había mandado al hoyo como cualquier otra persona de su calaña habría hecho. Y eso sí era algo de lo que me percataba.

Me giré hacia él con la misma molestia que con la que él me miraba. Si no fuera porque se trataba de él, ya lo habría mandado a la mierda desde hace minutos. Pero es como un hermano y a los hermanos no se les hecha la verdad en cara de mala manera si no es para divertirte de él.

Me crucé con esas canicas negras como el tizón que tenía por pupilas, contrastaban a la perfección con su tez oscura y ese cabello rizado y corto lo hacía ver como una golosina que cualquier chica amaría morder. Sin embargo, era la persona más pesada y sabihonda del universo y eso le quitaba toda la diversión que pudiera tener. Pero por eso era mi hermano. Si el no hubiera estando en tantas ocasiones siendo un aguafiestas, yo no habría estado vivo ahora.

Eso no evitaba que no estuviera hasta las narices de él en este momento.

— Lo único que sé es que aún no me han callado la boca y si no lo han hecho, tiene que ser por algo. Así que, si mi novia me lo permite —le eché un vistazo de reojo regocijándome en mi propia broma—, me marcharé a hacer unos asuntos que tengo pendientes —espeté haciendo una reverencia como burla.

Sin que pudiera evitarlo, sus comisuras se alzaron mostrando esos dos circunflejos tumbados que se formaban en sus esquinas. Negó con la cabeza en medio de un debate interno entre reírse conmigo o volver a lo mismo de siempre. Volvió su vista a la mía y suspiró escogiendo combinar las dos.

— Algún día se les acabará la paciencia y no podrás hacer nada para salvarte de ellos —dijo como si necesitara un recordatorio de que mi vida estaba por terminar si seguía así. La rigidez de su rostro se aflojó luciendo mucho más como mi hermano de otra sangre y menos como mi niñera.

— Hasta que ese día llegue, aún tengo tiempo — contradije teniendo su sonrisa como último recuerdo y marchándome con la chaqueta bajo mi brazo pensando en la peliazul que iba a hacerme olvidar todo por un rato.

¡PRIMER CAPÍTULO!

He estado retrasándome en la salida de esta novela porque no tenía los capítulos necesarios y quería tener, como mínimo, quince escritos por si las moscas. Aún así no tengo ni la mitad de los que he dicho pero tampoco podía dejar las cosas así porque me muero de ganas de compartir esta novela con todxs vosotrxs.

Espero que le deis mucho cariño, amor, estrellas, comentarios y todo lo que se os ocurra por esa preciosa cabecita vuestra. Muchas gracias de primeras, ya, por haberle dado la oportunidad. Sé que a veces cuestas comenzar de nuevo y me alegra que lo hagáis con mi novela. Tengo la esperanza de estar a la altura de vuestras expectativas.

A todo esto... ¡PREGUNTA!: ¿Qué tal os ha parecido el primer capítulo?

Esto es todo por ahora, los días de actualización están en el "antes de leer" así que ¡BESOS Y XOXO!

NHOA.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro