Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

E P Í L O G O

Creo que solo se puede tener un primer amor. No me refiero a ese enamoramiento del instituto o a ese otro de la universidad, o al que te encontraste inesperadamente a la salida del supermercado. Me refiero a ese primer amor, el de verdad. El que te hace sentir por primera vez que respirar está sobrevalorado cuando la besas, que el arte fue creado solo para dibujar su rostro y que las guerras nacieron por personas como ella, por las que vale luchar. Solo se tiene un primer amor, un amor que te aterroriza, te alimenta y te mata, pero que, al final del día, volverías a desear una y otra vez.

Yo encontré mi primer amor en ella. Un amor que no supe valorar, un amor que ella todavía no estaba lista para afrontar, pero un primer amor, al fin y al cabo. De esos que recuerdas y sonríes. De esos en los que mantienes la esperanza por que vuelvan a tu vida una segunda y última vez porque sabes que durará para siempre, sabes que no la volverás a dejar escapar.

Despedirme de ella fue como arrancar una parte de mí que no sabía que seguía perteneciéndome. Fue arrancarme el corazón del pecho para dárselo a la única persona que sabía que no lo dejaría caer, que lo cuidaría incluso por encima de sí misma.

No me engañaría a mí mismo diciendo que no me costó olvidarla, porque ni siquiera intenté hacerlo. Su recuerdo seguía latente. En cada rincón, en cada palabra, en cada gesto. Era ella, solo ella. Siempre lo había sido.

Quizá habría podido seguir delante de no ser por esa esperanza implícita en nuestra despedida. Esa promesa de "volveré, si tú todavía sigues aquí". Esa mirada que solo reflejaba la vida de una persona que comenzaba a ver la esperanza, pero que para ello tenía que dejar marchar a la persona que amaba. Por eso, solo por eso, fue que nunca quise olvidarme de América Cleveland.

Porque ella era mi primer amor. Y sería el último.

—¡Zev, ya estoy en casa! —grité mientras dejaba las lleves encima del aparador de la entrada. El silencio me saludó de vuelta. Supuse que se habría ido con Cassidy otra vez. Ya comenzaba a hacerse continuo y sabía que cada día estaba más cerca de que se fueran a vivir juntos.

Mentiría si dijera que eso no me tenía un poco alicaído.

Llegué a la cocina a por un vaso de agua. Había estado toda la mañana ayudando a Mandy con las cuentas del orfanato. Durante aquel año había hecho un curso de formación para temas de contabilidad y finanzas. Era gratuito y requirió gran parte de mi tiempo y esfuerzo, sobre todo teniendo en cuenta que hacía ya un par de años que había dejado de estudiar, pero la recompensa valió la pena.

Resulta que no solo tenía futuro para llevar las cuentas en el poker, para prever quien ganaría, sino que descubrí un mundo que me gusta, me entretiene y me permite sentirme en paz conmigo mismo al saber que estoy haciendo algo de provecho, algo que no tendrá más represalias que ventajas.

Antes de poder abrir el armario, me fijé en una nota sobre la encimera.

He ido con Joey a ayudarle con unos cuadros. Me ha dicho que te acerques después y tomamos unas cervezas.

Fruncí el ceño. ¿No podría haberme escrito un mensaje? Le di la vuelta al papel.

Sí, idiota. Podría haber escrito un mensaje, pero esto es más romántico.

Acompañando sus palabras había un intento de carita divertida y un corazón peor dibujado que un diestro escribiendo con la izquierda. Reí en voz baja y me tomé ese vaso de agua tan necesitado antes de salir de casa otra vez.

Esta vez, un mensaje ralentizó mi camino antes de poder subirme al Jeep. América me había mandado una foto por privado en Instagram. Una oleada de calor calentó mi pecho. Llevábamos un par de días sin hablar porque ella estaba de exámenes en la universidad y no quería agobiarla.

Abrí el mensaje. Una foto de ella sonriendo inundó la pantalla. Estaba preciosa. Le saqué una captura para ponérmela de fondo de pantalla después y leí sus palabras.

Hola, cariño, acabo salir de terapia. Me declaro oficialmente de vacaciones. ¿Cómo va tu día?

Aquellas palabras enviaron un torrente de ternura por mis venas. Hacía un año que nos habíamos separado. Ella había decidido recorrer unos cuantos kilómetros para ir a la universidad. Finalmente se decidió por estudiar trabajo social y la única universidad que lo ofertaba estaba en el condado de al lado.

Verla marcharse rompió mi corazón, pero contemplarla con esa sonrisa, esa mirada iluminada, hacía que todo valiera la pena. Incluso a través de una pantalla, era consciente de lo enormemente feliz que era.

Nosotros hablábamos prácticamente todos los días. Un mensaje, una llamada, una foto, cualquier cosa bastaba para ponernos al día.

En ningún momento dejamos las puertas cerradas en nuestra no-relación. Decidimos que, si en algún momento surgía algo con otra persona, seríamos libres de perseguir lo que creyéramos conveniente. Éramos libres en todo momento. Pero el simple hecho de pensar en otra persona me disgustaba por dentro. No había conseguido pensar en otra persona de la manera en la que pensaba en ella y nunca lo haría.

América tampoco había dicho nada de haber conocido a alguien y eso, por egoísta que sonase solo conseguía darme la seguridad que a veces flaqueaba. Y verla crecer, recuperar su esencia, su confianza y su seguridad me revitalizaba por dentro. Como esa dosis de vitamina que no sabía que necesitaba hasta que ella me la obsequiaba.

Le envié una foto de vuelta entrando en el coche: ¿Qué tal la terapia? Por fin eres libre, bombón. Estoy yendo de camino a ver a Joey y Zev. Me han invitado a tomar unas cervezas. Si te soy sincero, tengo ganas de manta y series. Te echo de menos

¿Me estaba convirtiendo en un blandengue enamorado? Me había convertido en uno hace mucho tiempo, pero estaba orgulloso de ello. Tenía a la chica más dulce, tierna y bondadosa que pudiera existir e iba a gritarlo a los cuatro vientos siempre que se me diera la ocasión.

El siguiente mensaje llegó rápido. Lo abrí descubriendo su sonrisa cubriendo la pantalla y unas palabras que me dejaron confuso y tembloroso: No seas ermitaño, hace tiempo que dices que quieres ver a Joey. La terapia ha ido de maravilla, estoy avanzando mucho. Nos vemos pronto 😊 Yo también te echo de menos, te quiero.

No respondí. No sabía qué decir. ¿Qué significaba "pronto"? Sabía que había terminado ya el cuatrimestre. Le había faltado poco para sacar matrícula de honor este curso, pero en ningún momento había dicho que vendría así que ese pronto solo podía ser una forma de hablar.

Solté un suspiro tembloroso. Esto era lo que más odiaba de las conversaciones por el móvil. Nunca sabía interpretar sus palabras, los matices, los tonos de voz. Normalmente nos llamábamos. Cerraba los ojos y me hacía sentir que estaba a mi lado, que reía conmigo, que me susurraba al oído como si nuestras palabras fueran un secreto nuestro y solo nuestro. Pero, en ocasiones así, cuando no podía definir qué emoción cubría su tono, odiaba esta situación.

Pasé por delante del mercadillo. El puesto de Joey había crecido y ahora ocupaba dos parcelas completas. Estaba consiguiendo más clientela y cada vez vendía más cuadros. Había pensado contratar a alguien para que le ayudara, o un compañero para poder repartirse la carga de trabajo. Pero el arte era tan subjetivo, tan complicado, que le estaba costando encontrar a alguien que mereciera la pena.

Aparqué a pocos minutos. El sitio estaba relativamente vacío. Quité la llave de contacto y, como si me llamara, el llavero que colgaba de ella tintineó. Miré la carta de poker de tono, un recordatorio de lo que fui y lo que puedo ser.

Poco después de dejar completamente aquel mundo, descubrí que el barbudo había sido detenido. Al parecer hicieron una redada y todo se desmoronó. Cayeron todos los suyos. Su negocio no sobrevivió. Nunca supe si fue fruto de aquella charla entre Thiago y Zev y a mí tampoco se me ocurrió preguntar. La verdad es que, tras conocer esa noticia, un peso se evaporó de mi pecho y mi espalda, como quien te quita diez toneladas de encima mientras caminas por la arena.

Salí del coche. A mi mente acudió el recuerdo de la última vez que vine aquí con América. Deshice los mismos pasos que nosotros hicimos cuando vinimos. Recordé su rostro, su sonrisa, el brillo de sus ojos tan ilusionados y dulces que llegué a pensar que no la merecía, que era demasiado para mí, que algún día me despertaría de aquel sueño y todo sería la utopía más perfecta que mi mente había creado nunca.

A día de hoy, sigo creyendo que no la merezco. Hice demasiadas tonterías, tengo muchas cosas de las que arrepentirme. Pero, si tuviera que volver atrás, elegiría todas y cada una de las decisiones que tomé para encontrarme con ella, para vivir con ella esos efímeros meses que tan rápido pasaron para mí. Para nosotros.

Caminé hacia el puesto de Joey con los pensamientos bombardeando en mi cabeza sin descanso. Antes de poder entrar, un cuadro llamó mi atención. Quizá fueron los colores, las texturas o los sentimientos que me transmitieron. Pero que me mataran si ese maldito cuadro no éramos nosotros. América y yo. Mi hermoso bombón y yo.

Entreabrí los labios, boquiabierto, incapaz de mover un solo músculo. Me daba miedo hasta pestañear por el simple hecho de abrir los ojos y encontrarme con que eran imaginaciones mías. Mis dedos picaron deseando tocarlo, sentirlo como aquella vez. Era una foto de cuando ella se fue. Nuestro último beso, esa promesa de que volveríamos a encontrarnos porque el destino así lo querría.

No tenía ni idea de que nos estaban sacando fotos. Me empapé de ese amor que se impregnaba en el cuadro, ese anhelo anticipado, esa nostalgia que sabía que vendría segundos después de que se fuera. Joey había conseguido captar toda esa esencia. Mis manos en sus caderas reteniéndola lo bastante como para desear por un momento que se quedara a mi lado, ese beso tan necesitado que quería llevar conmigo cada día, recordarme que había sido real y que volvería a serlo.

Me temblaban las manos y los ojos se me llenaron de lágrimas. Moví un pie, después el otro como un robot recién programado. Había perdido la capacidad de hablar. Respirar se había convertido en algo superficial, demasiado irrelevante para todo lo que estallaba en mi interior.

—¿Joey, qué demonios...? —Entré dentro de la tienda llena de cuadros. Ninguno tan hermoso como el que acababa de ver.

Pero no había nadie allí, salvo una chica. Una chica que me miraba con una enorme sonrisa y ojos risueños, con el cabello negro como el carbón y una tez más bronceada a cómo la recordaba. Estaba cambiada. No era algo físico, aunque se había tintado el pelo a un tono más oscuro. Pero no era eso a lo que me refería. Para nada.

Se le notaba más llena, más entera, como si hubieran recogido cachitos de ella que había ido perdiendo y se había olvidado de dónde estaban, hasta ahora. Los había recompuesto de tal forma que ahora el rompecabezas estaba completo.

Quise absorber el detalle de cada centímetro de su rostro. Estaba seguro de que, en cuanto pestañeara, me daría cuenta de que aquello era solo un sueño.

Boqueé. Las manos me comenzaron a sudar, el corazón latía en mi pecho como león enjaulado y mi respiración había decidido tomarse unas vacaciones inesperadas. Aquello no podía ser real. Era solo una imaginación de mi mente.

—Hola, bombón —repuso aquella voz. Ese tono dulce, divertido y risueño. Fue lo único que me levantó de mi estupor. Mi corazón dio un vuelco, como recordándome que seguía existiendo.

Corrí hacia ella, envolviendo su cintura entre mis brazos y levantándola para girar con ella. Su risa resonó en mis oídos y recorrió mi corazón de una calidez que me calentó de una forma inexplicable al lenguaje humano.

—Parece que me has echado de menos —murmuró cuando dejé de girar. Apoyó sus labios sobre mi cuello y dejó un beso sobre mi piel que me estremeció por dentro.

—¿Cómo...? ¿Cuándo...? —pregunté, atolondrado. Ninguna pregunta me parecía lo suficientemente completa para todo lo que quería decir.

Rio, suave. Esa risa que había necesitado desesperadamente aquellos últimos meses. Me alejé de ella unos centímetros, los suficientes para llevar mis manos a sus mejillas y acariciar ese rostro que me quitaba el sueño cada noche y me desarmaba cada día. Era real, ella estaba allí, conmigo. Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y acarició mi nuca. Un escalofrío me recorrió. Quité una pequeña lágrima que había caído de sus ojos cristalizados.

En aquel momento, yo era un mar de lágrimas.

—Llevo hablando con Joey y Zev toda la semana para darte la sorpresa. He llegado esta mañana —sonrió—. No iba a perderme tu cumpleaños —recalcó.

—¿Mi cumpleaños? —Fruncí el ceño. Sus ojos se abrieron, sorprendidos, al tiempo que una carcajada escapaba de sus labios.

—Cariño, ¿sabes en qué día vives? —replicó con una enorme sonrisa.

—Hasta hace unos segundos no sabía ni cómo me llamaba —Traté de defenderme, sintiendo su abrazo en el alma. Acercó su rostro al mío. Su nariz se colocó sobre la mía y mi respiración se atoró. El deseo se fue formando poco a poco, la necesidad de besarla se hizo insoportable—. ¿Y qué pasa con la universidad?

Su sonrisa, misteriosa y emocionada, hizo que mis rodillas flaquearan.

—Han abierto la misma carrera en esta universidad. He pedido el traslado y he venido tan pronto como he podido. Quería que fuera una sorpresa.

—Me estás mintiendo —desconfié, con una enorme sonrisa en mi rostro que hacía que me dolieran las mejillas. Mi corazón se había convertido en un caballo salvaje que relinchaba sin descanso y no había quien lo calmara.

—No —Sonrió. Me quedé un rato mirándola, saboreando aquel momento, sintiéndola, escuchándola. Miré sus labios, que tanto los había deseado y alargué todavía más esa necesidad de ella. Ver sus ojos oscurecidos y deseosos complicó mis intenciones.

—¿Cuándo sacaste esa foto? —pregunté, notando su aliento caliente sobre mis labios. La vi tragar saliva y sonreí sabiendo lo que estaba provocando en ella, en los dos. Vi su frustración, aunque tratara de esconderla. La amaba. Dios, la amaba tanto.

—Le pedí a Joey que lo hiciera. Quería tener algo con lo que llamarte la atención cuando volviera —confesó—. Además, te echaba de menos.

—Sabes que podrías haberme visitado alguna vez, ¿no? No había necesidad de mirarme a través de una pantalla —bromeé, alargando ese anhelo imperioso que se alzaba ante nosotros, como una caricia tentadora que te arrastraba al infierno.

Su risa se unió a mi sonrisa.

—No seas aguafiestas.

—¿Yo, aguafiestas? Venía a tomarme unas cervezas con unos amigos. Ahora voy a tener que cancelar el plan.

Sus ojos centellearon, divertidos. Maldita sea si no quería ver esos ojos toda mi miserable vida.

—Ah, ¿sí? Pues entonces me voy. Ya volveré el año que viene.

Se revolvió entre mis brazos fingiendo querer irse. Me aferré más a ella. Su cuerpo estaba completamente sobre el mío. Saboreé aquella sensación como si fuera a irse mañana. Pero no se iría. Se iba a quedar. Ella se iba a quedar conmigo. Tenía que repetírmelo una y otra vez porque todavía no creía que fuera real.

—Ni se te ocurra. No te vas a volver a ir nunca.

—¿Nunca? —Sus labios rozaron los míos.

—Jamás.

Uní nuestros labios de una vez por todas. Mil sensaciones explotaron en mi interior. El fuego, el calor, la necesidad, el anhelo, el deseo. Pero, por encima de todo, el amor, ese cariño que sentía por ella que difuminaba todo lo malo alrededor.

Después de todo lo que habíamos pasado, después de cada instante de incertidumbre, de dolor. Después de aquella prórroga con notas de esperanza, de esa visión de futuro cada vez más cercana. Por fin, ella estaba entre mis brazos. Por fin, sus labios buscaban los míos con la misma desesperación con la que yo recorría su piel, deseando sentirla después de todos esos meses. Por fin, estaba en casa.

Habría muerto feliz en aquel instante. Si hubiéramos seguido en aquella vorágine de mafia, descontrol y desconfianza, le habría puesto mi cabeza en bandeja al barbudo porque había encontrado la felicidad más hermosa y podría morir en paz. Pero, por lo menos, no estaba muerto y maldita sea si no iba a disfrutar cada maldito segundo de mi vida con ella. Con mi bombón. 

xxx

¡Agradecimientos en el siguiente cap! No olvidéis que comentamos también por Twitter. ¡Besos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro