XIII - Then
Últimos dos capítulos.
Then: 26 YEARS OLD - (segunda parte)
Una hora después, la almohada estaba empapada debido a las lágrimas de Helena, aunque ella había cesado de llorar. Seguía acostada de lado, tapada con las frazadas, haciendo un ovillo de su cuerpo para protegerse a sí misma de una amenaza que, en realidad, emanaba de su interior.
A sus espaldas, escuchó que la puerta del dormitorio se abría y luego volvía a cerrarse. Se mantuvo inmóvil, sin alterar su posición en lo más mínimo, ni siquiera cuando la luz se encendió y disipó la oscuridad que anteriormente la rodeaba. No quería enfrentar a Justin nuevamente, ni siquiera en el contexto de una conversación más pacífica, no tenía ánimos ni fuerzas para hacerlo.
Sin embargo, el repentino sonido de algo pesado siendo arrastrado por el suelo captó su atención de modo que no pudo evitar echar un vistazo. Miró sobre su hombro y notó que su novio estaba moviendo la mesita de noche. La colocó paralela a la cama y, luego, se agazapó detrás de ésta, escondiéndose.
Helena se sintió consternada, no lograba entender qué sucedía, hasta que dos animales de porcelana se asomaron por encima del mueble. Eran adornos que representaban palomas blancas; su madre se los había obsequiado para decorar el apartamento, diciendo que aquellas aves eran un ejemplo ilustre del verdadero amor: su especie solo tenía una pareja en toda la vida.
—"Señora Paloma, ¿es verdad que usted trabaja para el presidente?" — Articuló Justin, empleando un tono grave y ronco, al tiempo que movía una de las figuras. —"¡Por supuesto que sí, Señor Palomo! Tengo un cargo muy importante en el gobierno" — Vocalizó de manera más aguda para adjudicar esa voz al otro adorno. —"¿Mensajera?" — Inquirió, adoptando nuevamente la voz de hombre, y luego pasó a responder como mujer: —"No, no le exagero".
De forma inesperada, una débil carcajada escapó por los labios de Helena. La chica se incorporó, sentándose en el borde del colchón para apreciar la obra de improvisados títeres que continuaba su curso frente a ella. Una sincera sonrisa curvó sus labios y su risa volvió a hacer eco en las paredes de la habitación varias veces más, antes de que se desarrollara la última escena entre las imágenes de porcelana.
Finalmente, la cabeza de Justin emergió de su escondite y sonrió en cuanto logró vislumbrar el tenue resplandor de gracia que permanecía en el semblante de su novia. Depositó los adornos sobre la mesita y, sin levantarse del piso, gateó hasta llegar frente a ella. Se puso de rodillas, levantando su rostro para poder admirar el suyo.
—Hey, tú — Murmuró, estirando su brazo para acariciar la mejilla de la chica.
—Hey, tú — Susurró ella a modo de respuesta, poniendo su mano sobre la de él.
Durante largos segundos, Justin se dedicó a observar con embeleso las facciones de su pareja antes de dictaminar:
—Eres la chica más hermosa del planeta.
Helena soltó una breve carcajada y negó con la cabeza.
—Debo estar hecha un desastre ahora — Sus ojos se tornaron serios antes de agregar: —Estoy hecha un desastre en todo sentido.
—Los desastres pueden ser arreglados — Aseguró el chico, suavemente. —Nosotros podemos arreglarlo, amor. Pero tenemos que esforzarnos mucho... Y tenemos que mantenernos juntos — Remarcó con mayor firmeza la última parte. —No me iré jamás de tu lado, Lena. De ninguna manera.
Ante esas palabras, la aludida comenzó a sollozar una vez más. Su novio se apresuró a limpiar sus lágrimas e impulsó su postura más arriba, acercando su rostro al de ella hasta que sus narices rozaron.
—Te amo, Justin — Manifestó en medio del llanto. —Te amo tanto.
—Lo sé — Él asintió. —Lo sé, mi amor. Y yo te amo a ti. Te amo más que a nada.
—Pero siento que ahora soy una terrible compañía — Confesó la chica. —Y, por tu bien, no quiero imponerte eso, no quiero...
—No eres una terrible compañía — La interrumpió el muchacho. —Eres mi novia. Eres la única persona que quiero a mi lado... ¿Por mi bien? De ninguna manera mi bien está lejos de ti. Mi bien está contigo, siempre, sin importar la circunstancia — Sentenció.
Helena se inclinó y conectó sus labios con los de Justin, uniéndose ambos en un dulce beso.
Esa misma semana, la pareja comenzó a asistir a un programa de consejería dictado en el hospital público. El profesional a cargo de atenderlos, quien solía asistir casos similares, les dio una valiosa sugerencia:
—Nosotros somos los que hacemos bella a la vida — Declaró. —Ustedes son los encargados de buscar un escape a los agobios diarios. Deben salir de ese apartamento donde se encierran junto a sus cuentas impagas, a sus tensiones, al dolor de su pérdida... — Expuso. —Deben encontrar algo que puedan hacer juntos que no implique todo ese estrés.
Reflexionaron sobre el consejo y los días siguientes se dedicaron a buscar una actividad que pudieran realizar fuera del lugar donde residían. Esa tarea en sí misma ya estaba logrando que sus interacciones fluyeran sin detenerse por un abrupto pesar, aliviando el peso que parecían haber estado cargando.
Finalmente, escogieron el entretenimiento que iban a ejecutar.
—¡Justin, espera! — Exclamó Helena. —¿Crees que esto es una buena idea?
El aludido la miró, denotando asombro en su expresión.
—¿De qué hablas? ¡Si fue tu idea! — Repuso.
Ambos llevaban puesto ya los trajes y los pertinentes accesorios de seguridad. Se encontraban de pie, al costado de las motocicletas que debían conducir por la pista. Los instructores que antes les habían dado indicaciones, en ese momento se habían apartado y esperaban a que comenzaran a transitar el circuito.
—Sí... Bueno... — Titubeó la chica. —Sabes que no soy un espléndido generador de ideas — Bromeó, algo nerviosa.
—Sí — Confirmó su novio, sonriendo. —Eso me quedó claro cuando hiciste explotar un tubo de química en segundo año.
—¡Tú me incitaste a que mezclara esas sustancias! — Se defendió ella, mas también denotaba diversión.
—Tú me hiciste caso — Señaló el muchacho, encogiéndose de hombros. Se acercó a Lena y depositó un beso en su mejilla. —Ahora vamos a montar estas motocicletas antes de que yo también me arrepienta y me eche a llorar.
Pronto, Justin descubrió que no había motivos para sucumbir al llanto. A medida que avanzaban las semanas y, por tanto, las clases de Motocross, él y Helena lograban dominar los vehículos con mayor destreza. A ese ritmo, en poco tiempo empezarían a sortear obstáculos. Ninguno de los dos se había imaginado nunca que alguna vez harían algo como eso, no obstante, disfrutaban cada segundo en la pista, en especial cuando podían competir juntos.
—¡Acabas de probar la derrota de tu vida! — Proclamó Justin, cuando ambos ingresaron a su apartamento esa noche luego de una carrera. —¡Admítelo!
—¡Cállate! Ya verás la semana entrante — Advirtió su novia, sonriendo, mientras se dirigía al refrigerador por algo de beber.
—Uy, sí, estoy temblando de miedo — Se burló el muchacho, aceptando el refresco que ella le ofrecía.
—Deberías. No importa lo mucho que te guste acelerar, siempre soy mejor que tú en las curvas.
—Ya, Lena, no seas tan presumida.
—Mira quien habla — Apuntó la aludida, haciendo rodar sus ojos.
Justin imitó su gesto, haciendo la mímica del mismo de forma exagerada, provocando que ella comenzara a reír. La tomó de la cintura, enredando ésta con su brazo, y la atrajo hacia sí, uniendo sus frentes.
—Te amo, mi bella mala perdedora — Murmuró.
—También te amo, pesado — Respondió la muchacha. Besó cortamente los labios de su novio antes de separarse y anunciar: —Es mejor que nos acostemos ya, mañana tenemos que visitar a nuestros padres.
Al día siguiente, el sol irradiaba tal potencia que delataba al incipiente verano e invitaba a gozar tiempo en el jardín. Por ello, Pattie colocó la mesa en su patio trasero y toda su familia, junto a sus vecinos, se reunieron alrededor de ésta para almorzar.
Cuando se encontraban comiendo, la mujer paseó la mirada por todos los presentes. Sus ojos, sin embargo, se detuvieron en su hijo, quien estaba enfrascado en una entretenida conversación con su novia y Jim. Éste último dijo algo y observó que tanto Justin como Helena comenzaban a reír a carcajadas. Luego, el chico puso su brazo alrededor de los hombros de la muchacha y giró su rostro para mirarla, con esa expresión que, desde una joven edad, evidenciaba todo el amor que sentía por ella. Besó su frente con dulzura y, luego, continuaron charlando con el hombre.
Pattie sonrió, conmovida por la escena.
—Amor — Justin llamó la atención de su pareja. —¿podrías traerme el disco de TFK que está en mi antigua habitación, por favor? Necesito que este tipo sepa lo que es buena música — Manifestó, señalando a Jim.
—Seguro — Ella asintió.
Helena se puso de pie e ingresó a la casa, subiendo las escaleras y dirigiéndose al que, antaño, era el cuarto de su novio. Ya pocas pertenencias de él yacían allí, pero los álbumes de música seguían en el mismo lugar, en una repisa de la pared lateral.
Mientras la chica rebuscaba entre ellos, divisó por la periferia de su visión un movimiento en la ventana. Llevó su mirada a esa dirección y la sorpresa la golpeó al descubrir a Justin allí, aferrándose con fuerza a la rama del gigantesco roble allí plantado. Se apresuró a abrir los cristales.
—¡Demonios! —Exclamó el chico cuando ella estuvo frente a él. —¡¿Cómo lograbas hacer esto tan fácil?! Casi me caigo como cuatro veces — Comentó, asustado.
Helena soltó una breve risa.
—¿Y por qué lo hiciste? — Inquirió, ayudándolo a transportarse desde el árbol hasta el dormitorio.
—Porque lo haría todo por ti, bonita — Contestó él, cobrando mayor confianza una vez que estuvo sobre suelo firme. —¿No harías tú lo mismo?
—Por supuesto que sí — Corroboró su interlocutora, enredando sus brazos alrededor del cuello del muchacho.
—¿Lo harías todo por mí? — Volvió a interrogar éste, sonriendo mientras abrazaba la cintura de Helena.
—Todo, todo — Aseguró ella.
—¿Cualquier cosa?
—Cualquier cosa.
—¿Incluso...? — De repente, el semblante de Justin se vio moldeado por los nervios.
Tomó distancia de su novia y, sin despegar sus ojos de los suyos, flexionó una rodilla, haciendo que la otra se apoyara en el suelo. Sacó una pequeña caja de terciopelo del bolsillo de su pantalón y, al abrirla, reveló un imponente anillo dorado con una brillante piedra cristalina.
—¿Incluso te casarías conmigo? — Formuló.
Helena jadeó a causa del pasmo. Aquello la tomaba totalmente desprevenida. Desde niña, y a diferencia del resto, ese tipo de proposición no había sido algo con lo que ella fantaseara. Sin embargo, en ese preciso momento, en esa habitación donde había vivido tantas cosas, con ese chico que amaba profundamente, descubrió que era exactamente lo que deseaba.
-TatiaBriggs-
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