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X - Then

Then: 21 YEARS OLD - (segunda parte)

Fue difícil para Helena escalar el roble esa noche. Varios factores fueron los contribuyentes: el paroxismo de la madrugada volvía la negrura más espesa; aún tenía puesto el vestido bordó que limitaba sus movimientos; y sostenía un paquete de gran tamaño en una de sus manos.

A pesar de todo ello, fue capaz de alcanzar la rama que se bifurcaba hacia la ventana. Descubrió, para su sorpresa, que la misma ya estaba abierta, y Justin estaba apoyado sobre el umbral, esperándola. Él le sonrió y la ayudó a meterse dentro del cuarto, sosteniendo su mano.

—Hola de nuevo, Helena de Troya.

—¡Ah! ¡La mujer de la discordia! — Exclamó la aludida, caminando hacia el escritorio y apoyando sobre éste el regalo que traía.

—Al menos llevas un nombre épico — Repuso su vecino. —Intenta vivir en una familia que tiene la malsana costumbre de poner solo nombres que empiecen con la letra 'J'. No es divertido cuando tu repertorio se va achicando.

—Aún tienes opciones. Puedes ponerle a tu hijo 'Jacob' — Sugirió la chica, sentándose en la silla giratoria.

Él negó con la cabeza, acercándose a ella: —Así se llama mi tío.

—Cierto... Bueno, 'Jesse'.

—Ese es mi primo. El pesado ¿te acuerdas?

—¡Ugh, sí! Mejor dejémoslo en el olvido... Bueno... ¿'Jaroldo'? — Se burló la joven, haciendo sonreír a su acompañante.

—¿Lo ves? No es divertido — Indicó.

—Bueno, siempre puedes cortar la tradición y dejar que tu esposa elija los nombres.

—¿Qué nombres les pondrías tú? — Inquirió él con interés, sentándose frente a ella, al borde de la cama.

Helena no vaciló ni un instante al responder, pues ya había ideado aquello en su adolescencia.

—A una niña, 'Juliet'...  Ya sabes, por Shakespeare. Y a un niño, 'James', por Harry Potter.

Los labios de su mejor amigo comenzaron a curvarse lentamente, hasta que una sonrisa completa al fin se expandió en su rostro.

—Escogiste ambos con 'J' — Apuntó.

Su vecina se mostró confundida. No se había percatado en ese detalle antes. Aunque en aquel momento, cavilando sobre ello en mayor profundidad, conjeturó que quizás sí lo había hecho.

—Sí. Creo — Murmuró, mas cambió de tema rápidamente: —Así que... — Tomó el paquete nuevamente entre sus manos y lo extendió hacia el chico. —Feliz navidad, Justin. Por vigésima vez en la noche.

Él tomó el regalo, todavía sin dejar de sonreír. Su expresión cambió solo cuando divisó lo que había dentro de la envoltura y la emoción moldeó su semblante.

—¡No puede ser! — Extendió la camiseta de fútbol de su equipo favorito frente a él para observar cada rincón autografiado de la tela. —¿Es real? ¿Son sus verdaderas firmas? — Interrogó, impresionado.

—Sí, señor. Un compañero de la Universidad fue a la costa el último verano y sabía que el equipo estaría entrenando allí. Me hizo un enorme favor, que tuve que devolver escribiendo sus ensayos — Explicó la muchacha.

Justin dejó su obsequio a un lado y se puso de pie, tomando la mano de ella y obligándola a hacer lo mismo. Entonces, la estrujó dentro de un fuerte abrazo.

—¡Eres la mejor! ¡Eres la mejor! ¡Eres la mejor! — Exclamó repetidas veces.

—¡Necesito respirar! — Se quejó Helena.

Él la soltó y le dedicó una amplia sonrisa antes de abrir uno de los cajones del escritorio. Sacó de allí una pequeña caja de terciopelo color crema.

—Feliz navidad, Lena. Por trigésima-cuarta vez en la noche — Dijo, abriendo la tapa y revelando una fina cadena de plata con un dije ovalado de color morado.

—Jus... — Murmuró ella, cautivada por el brillo de la piedra. —Jus, esto es hermoso.

Él sacó el colgante de su escondite y lo sostuvo en alto.

—Permíteme — Se ofreció a colocarlo.

Su vecina estuvo a punto de girar, pero él la detuvo. Con delicadeza, apartó el cabello de Helena y lo colocó a un costado. Entonces, sostuvo ambas puntas del collar y lo deslizó por su clavícula hasta que sus propios brazos estuvieron enredados alrededor del cuello de la muchacha. Dio varios pasos cerca de ella, pegando sus cuerpos para ver sobre el hombro de la chica su nuca donde debía cerrar el broche.

Probablemente, era el leve efecto desinhibidor del champagne lo que le había otorgado la valentía de aproximarse a ella de esa forma. O, quizás, era que simplemente estaba cansado de reprimir sus emociones. Cuando Helena se había mudado, pensó que era una buena oportunidad para erradicar sus sentimientos por ella, sin embargo, éstos no hicieron más que profundizarse. Al no estar juntos constantemente, fue mucho más consciente de cuánto lo anhelaba realmente. En el último tiempo, cada vez le costaba un mayor esfuerzo fingir que no estaba perdidamente enamorado de ella.

Helena tenía la sensación de que una descarga de electricidad se ejecutaba en cada parte donde sus figuras estaban haciendo contacto. Los latidos de su corazón incrementaron su ritmo, y percibió que la respiración de Justin también se aceleraba, pues su pecho chocaba contra el de ella y sentía el cambio en su movimiento. Las emociones se agitaron en su interior, de forma tal que ya no podía negarlo: estaba enamorada. Estaba enamorada de su mejor amigo.

Finalmente, el muchacho colocó el collar y puso las manos sobre los hombros de la joven para alejarse de ella, aunque solo unos pocos centímetros, pues se detuvo cuando sus rostros estuvieron frente a frente para observarla.

—Gracias — Susurró ella.

Él se limitó a asentir. No encontraba la capacidad para hablar, no en esa cercanía, donde sus narices chocaban y sus ojos parecían ligados en aquella intensa mirada. No. Ya no podía aguantar más.

Se inclinó y la besó. Fue un simple beso el que proporcionó, de forma casta y suave, mas revolucionó su interior. Pronto, capturó los labios de ella entre los suyos y ambos empezaron a moverlos juntos, empleando un ritmo lento. Justin tomó las mejillas de su vecina entre sus manos y esa vez fue el turno de Helena de enredar sus brazos alrededor del cuello de él. Sus lenguas se encontraron en el camino y se acariciaron una a la otra con dulzura.

Transcurrieron varios minutos, en los cuales solo separaron sus rostros algunas veces para tomar aire y luego volver a fundirse en el beso. Helena sintió que, delicadamente y sin separar sus labios, Justin la depositaba sobre el colchón. Se cernió sobre ella, mas no recargó el peso de su cuerpo sobre el suyo. Se apoyó sobre sus palmas y sus rodillas, con cuidado de no tocarla.

Ella rompió el beso. Sus ojos encontraron los de su vecino. Apenas podía distinguir sus irises color ámbar debido a las dilatadas pupilas que los cubrían.

—Lena... — Suspiró el chico. Escudriñó las facciones de su amiga con mirada embelesada.

Helena lo abrazó e hizo presión en su espalda para que dejara caer su anatomía sobre la de ella. Cuando sus cuerpos se reunieron, volvieron a besarse, en esa ocasión, con mayor enardecimiento.

Justin bajó el cierre de su vestido mientras ella desabrochaba los botones de su camisa. Pronto, no quedaba otra prenda cubriéndolos más que las piezas inferiores de su ropa interior. Explorando sus pieles mutuamente, giraron sobre el colchón una y otra vez, encontrando siempre nuevas posiciones para estar más unidos.

La madrugada continuaba avanzando y, en algún punto, encontró a los dos jóvenes completamente desnudos bajo las sábanas. Justin se posicionó entre las piernas de Helena luego de colocarse un condón. Acarició los muslos de la chica, subiendo sus manos por el vientre de la misma, luego hacia sus pechos y continuó el recorrido hasta que, por último, acunó sus mejillas.

—Eres tan hermosa, Helena... Tan, tan hermosa — Aduló en un murmullo. Pegó sus frentes y cerró los párpados, apretándolos con fuerza. —Por favor, dime que esto es real... — Suplicó. —Dime que no lo estoy soñando otra vez.

—Justin... — Lo llamó ella, haciendo que él abriera los ojos y los conectara con los suyos. —Te amo

El aludido exhaló una carcajada, una expresión que afloró tanto por la felicidad que sintió ante las palabras de la muchacha como por la incredulidad que aún lo asaltaba. Una extensa sonrisa se dibujó en sus labios.

—También te amo, Lena — Confesó.

La besó una vez más al tiempo que, con una mano, se encargaba de guiar sus partes íntimas para que, al fin, lograran acoplarse. Se acomodó en su entrada, pero antes de que lograra deslizarse dentro de ella, la chica separó sus bocas y, presa de los nervios, enunció:

—¡No vayas a equivocarte de agujero!

Por un segundo, la expresión de Justin delató notoria consternación, mas al instante siguiente prorrumpió en una risa incontenible.

—¡Por todos los cielos, Lena! ¡¿Cómo crees que voy a equivocarme de agujero?! — Exclamó, todavía intentando calmar su gracia.

—Bueno... No lo sé — Murmuró la joven, avergonzada. —Solo ten cuidado.

El muchacho logró detener las carcajadas, mas la sonrisa no abandonó su rostro mientras observaba maravillado el rubor en las mejillas de su vecina, el cual solo hacía resplandecer las bellas facciones de la misma que él que siempre había admirado.

—Lo juro, preciosa, no quiero una vida en la que tú no estés — Aseguró, volviendo a unir sus labios.

Finalmente, sus cuerpos lograron ensamblarse. A pesar del dolor inicial, que por un momento fue potente, la delicadeza y la ternura con las que Helena fue tratada no permitió que la experiencia se redujera eso. Justin se aseguró de causarle el menor malestar posible y, en cambio, que recibiera tanto regocijo y placer como él mismo estaba experimentando.

El corazón de Helena aún latía con prisa horas más tarde, cuando los rayos de sol empezaban a interrumpir la oscuridad de la madrugada, por lo cual la negrura del cielo mutaba a un brillante color violeta. Aquella majestuosa imagen era exhibida por la ventana del chico, mas ninguno de los dos presentes le prestaba atención.

Ambos estaban acostados en la cama, como siempre, del mismo lado, ignorando que el colchón era de dos plazas. Los brazos de Justin rodeaban con fuerza el cuerpo de la chica. Sus ojos estaban cerrados debido al cansancio, pero una sonrisa curvaba sus labios mientras recibía caricias en su rostro de parte de su acompañante.

—¿No piensas dormir? — Inquirió Helena. Él negó con la cabeza a modo de respuesta, entonces agregó con gracia: —Estás cayéndote de sueño, Justin.

Él abrió los párpados con lentitud y la observó.

—¿Estarás aquí cuando despierte? — Consultó con voz ronca.

—Como siempre — Respondió ella. 

((Últimos Capítulos))

-TatiaBriggs-

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