Forever
5 YEARS OLD
Justin estaba inquieto, pues comenzaba a sentirse aburrido. Sus padres llevaban varias horas sacando sus pertenencias de las cajas y acomodándolas en la nueva casa a la que se habían mudado.
Le gustaba su nuevo hogar. Tenía un color bonito y un patio enorme donde podía jugar al soccer. Pero no se sentía interesado en absoluto por el arduo trabajo que realizaban sus progenitores para adecuarlo.
Tomó el balón en sus manos y lo sostuvo cuando se acercó a su madre.
—Mami ¿puedo ir afuera? — Preguntó, con tedio en su tono de voz.
—Espera un segundo, Justin, y luego podemos salir a recorrer el vecindario — Respondió la mujer, apilando los platos en el mueble de la cocina.
—¡Pero estoy muy aburrido! — Se quejó su hijo.
Pattie suspiró.
—Bien. Puedes ir al patio trasero si quieres, pero no te muevas de allí — Ordenó.
Él chilló para denotar su alegría y se precipitó al lugar señalado. Una vez que sus pies estuvieron sobre el césped, dejó caer el balón sobre el mismo y empezó a correr detrás de él.
Tomó como arco a una de las cercas laterales, por lo cual la mayoría de sus tiros iban a parar allí. Sin embargo, debido a que ésta era bastante baja, una vez que pateó la pelota demasiado alto, voló sobre ella y aterrizó en el patio vecino.
Ahogando un jadeo, Justin corrió hacia valla y se impulsó con sus brazos por encima de la madera para poder ver sobre ella. Su preciado balón había caído a escasos centímetros de una profunda piscina. Estuvo a punto de saltar hacia al otro lado para recuperarlo, pero entonces fue alertado por unos sonidos, unos chasquidos que resonaban con fuerza.
Buscó con sus ojos la fuente de aquel ruido en el jardín que observaba y encontró que se trataba de una niña, quien saltaba la cuerda de espaldas a él. El cabello de la pequeña ondulaba detrás de ella cada vez que daba un brinco y Justin admiró su brillante color hasta que las manos empezaron a dolerle por estar aún colgado de la cerca.
Entonces, reafirmó su agarre y procedió:
—¡Hey, tú! — La llamó.
El movimiento de la cuerda se detuvo de inmediato y, sobresaltada, ella se giró para enfrentarlo, luciendo sorprendida.
—Tú, niña — Volvió a referir él. —¿Me alcanzas la pelota? — Señaló la misma con un gesto de su cabeza.
La aludida miró el balón y su confusión fue disipada. Asintió y dejó caer su propio juguete al piso para encaminarse hacia el de su vecino. Él la observó cuando se detuvo frente a la pelota, esperando a que se agachara para recogerla con sus manos, mas fue sorprendido cuando ella le dio una fuerte patada, logrando que girara nuevamente sobre la valla y volviera al lado que pertenecía.
Justin se mostró fascinado.
—¡Ese fue un buen tiro! — Exclamó. Dudó un segundo antes de agregar: —¿Quieres venir a jugar conmigo?
La niña miró hacia atrás, a la cuerda que anteriormente saltaba en soledad y que en ese momento se encontraba en el suelo. Luego, volvió su atención al otro niño y sonrió.
—Sí. Seguro — Aceptó.
Una vez más, logró asombrar a Justin cuando escaló la pequeña cerca con facilidad y saltó hacia el otro lado, quedando junto a él. Sonrió con gracia ante esa hazaña y apuntó:
—Oye, niña, tú haces cosas de niños.
Ella se molestó por su comentario, por lo cual masculló su respuesta:
—Me llamo Helena.
Debido al bajo volumen de su voz, Justin no fue capaz de oírla correctamente.
—¿Lena? — Dilucidó, vacilante.
—¡No! ¡Helena! — Corrigió ella.
Esa vez, el niño logró escuchar bien, pero se sintió entretenido al verla enfadada, por lo que continuó:
—Bueno, Lena. Yo me llamo Justin.
—¡Es Helena!
—Oh. Lo siento, Lena.
—Ya, ¿Vamos a jugar o no?
Tres horas más tarde, unos golpes en la puerta principal llamaron la atención de Pattie. Se dirigió a abrirla, revelando del otro lado a una mujer de su edad. La misma aparentaba estar realmente compungida y eso quedó confirmado en cuanto comenzó a hablar:
—¡Hola! Disculpe la molestia, pero... ¿no habrá usted visto pasar a una niña de unos cinco años? No logro encontrar a mi hija por ninguna parte y... — No pudo proseguir su explicación debido a la falta de aire.
Pattie se compadeció rápidamente.
—Oh, no. Lo siento mucho, no he visto nada. Pero puedo ayudar a buscarla. Mire, iré por mi marido. Él puede llevarla en su automóvil a recorrer el barrio — Ofreció, seguidamente miró sobre su hombro y exclamó el nombre de su esposo.
El aludido apareció en la sala, mostrando una sonrisa que se desvaneció al notar los rostros preocupados que lo recibieron.
—¿Qué ocurre?
—Una niña se ha perdido, su madre está aquí buscándola. ¿Podrías...?
—Espera... — La interrumpió el hombre. —¿Una niña más o menos de esta altura? — Gesticuló con su brazo. —¿Con remera violeta y pantalones cortos?
—¡Sí! — Confirmó la mujer, entusiasmada frente a la descripción.
—Está aquí — Indicó él.
Cuando los tres adultos se asomaron al patio trasero, descubrieron a dos niños en cuclillas sobre el césped frente a un pequeño montículo de piedras. Tris se apresuró hacia su hija, llamándola:
—¡Helena!
Ella levantó la mirada de las rocas y le llevó a su madre, quien de inmediato se arrodilló y la estrechó entre sus brazos.
—¡Helena! ¡Por todos los cielos! Casi me matas del susto... — Se separó un poco de la pequeña y frunció el ceño. —¿Por qué te fuiste sin avisar? — La regañó.
—¡Justin y yo estamos haciendo galletitas, mami! — Exclamó la niña, ajena a la preocupación de su madre. —¿Quieres una? — Tomó una piedra en su mano y se la ofreció. —El papá de Justin dice que están deliciosas.
Pattie dirigió una mirada cargada de reproche a su marido, quien se encogió de hombros y murmuró un "¿Qué?".
Tris se puso de pie, dejando que el alivio descargara los restos de su pena.
—Lo siento — Se disculpó con la pareja frente a ella. —Estaba desesperada.
—Lo entiendo totalmente — Sentenció su nueva vecina, sonriendo y estirando la mano hacia ella. —Soy Pattie, por cierto — Se presentó.
—Soy Tris — Estrechó su mano y luego la de su esposo. —Vivo en la casa de aquí al lado, así que ¡bienvenidos al vecindario! Espero que hasta el momento les haya parecido agradable.
—Oh, sí, mucho — Asintió el hombre. —Es muy tranquilo. Nos decidimos por él en cuanto lo visitamos por primera vez.
—Me alegra oírlo. Si alguna vez necesitan algo, no duden en pedírnoslo — Mientras hablaba, Tris notó que el sol ya estaba ocultándose, por lo que volvió a dirigirse a su hija. —Deberíamos irnos a casa.
Ante ese dictamen, no solo escuchó el quejido de ella, sino también el del niño que se encontraba a su lado.
—Mamá ¿No puede Lena quedarse un poco más? — Suplicó Justin.
—No, cariño. Está a punto de hacerse de noche, y tú necesitas un baño antes de la cena — Declaró ella.
—Lo mismo para ti, mujercita — Avisó Tris, tomando la mano de la niña.
—Puedes venir a jugar mañana si quieres — Sugirió Pattie a la pequeña, provocando que tanto ésta como su hijo sonrieran.
El día siguiente arribó, encontrando a Tris encargándose de la limpieza. Era casi mediodía cuando el timbre de su casa sonó y aprovechó la oportunidad para tomar un descanso. Sonrió cuando abrió la puerta y encontró a Pattie del otro lado, sosteniendo la mano de su hijo.
—Hola, Tris ¿cómo estás?
—¡Hola, vecinos! Bien ¿cómo están ustedes?
—Bien. Lamento si estoy molestando, pero Justin no ha parado de preguntar si podía jugar con Lena hoy — Explicó.
El pequeño aludido se sintió avergonzado cuando Tris posó sus ojos en él. Se escondió con disimulo detrás de la pierna de su madre, provocando una sonrisa en ambas mujeres.
—Lena también ha estado preguntando por ti — Reveló, remarcando el nuevo apodo. —Oigan... — Volvió a dirigirse a su vecina. —¿Quieren venir a cenar esta noche?
Pattie, Tris y sus respectivos maridos, se sentaron a la mesa ya servida esa noche, conversando animadamente unos con otros.
—¡Helena! ¡Justin! ¡La cena está lista! — Anunció la anfitriona.
Los niños se encontraban en la sala, centrados en un juego de mesa. Tardaron varios minutos en hacer aparición en la cocina, pues estaban muy entretenidos con ello y se dedicaron a tirar los dados unas cuantas veces más después del llamado.
Horas atrás, mientras veían una película por la tarde, Justin le había preguntado a Helena si quería ser su amiga. Estaba nervioso porque tenía miedo de que lo rechazara, pero ella aceptó enseguida y él estaba emocionado porque eso significaba que iban a seguir jugando juntos.
Finalmente, se dirigieron a cenar. Se sentaron en sillas contiguas y continuaron su charla sobre dibujos animados mientras comían. No obstante, algo de lo que los adultos decían captó la atención de Helena:
—La casa no necesitó muchas reparaciones — Comentaba el padre de Justin. —Lo único que me gustaría hacer ahora, es quitar ese árbol que está entre esta casa y la nuestra, porque sino será una locura de hojas y ramas en otoño.
—¡No puedes quitar los árboles! — Repuso la niña, indignada. —Mi maestra en el jardín nos ha enseñado que son necesarios para el planeta.
—No sucede nada si solo quitas uno — Persuadió su madre.
—Pero debemos cuidarlos a todos porque los árboles nos dan aire limpio — Continuó discutiendo ella. —Nos dan oxijodo.
Los adultos soltaron sonoras carcajadas sin poder evitarlo.
—Oxígeno, cariño — Corrigió su padre.
—¡Sí! Nos dan eso, y no podemos vivir sin eso — Informó, negando rápidamente con su cabeza. —No puedes quitar los árboles — Volvió a sentenciar.
—Es un hecho entonces — Enunció el padre de Justin, sonriendo. —El árbol se queda.
Contenta por lograr su cometido de defender al planeta, Helena mostró una amplia sonrisa, que el niño sentado a su lado imitó de inmediato, sintiéndose contagiado por la alegría de ella.
La oscuridad de la noche ya había tomado posesión del cielo cuando ambas familias salieron al exterior, extendiendo la interacción antes de despedirse. Justin y Helena aprovecharon la distracción para comenzar a correr por sus patios delanteros, jugando a perseguirse uno al otro.
Cuando el niño logró alcanzar a su nueva amiga, notó que ésta estaba aferrada al árbol que crecía entre ambas viviendas.
—No puedes atraparme cuando estoy tocando el tronco — Apuntó ella. —Es el refugio.
—¿Por qué te gustan tanto los árboles? — Inquirió él, curioso.
—Ya lo dije, nos dan oxijodo.
Justin asintió, inclinando su cabeza hacia atrás para observar las hojas que se agitaban con la brisa.
—Es realmente alto — Observó.
—O nosotros somos muy pequeños — Interpretó la niña. —Pero algún día también vamos a ser altos.
Su vecino volvió su atención a ella, frunciendo el ceño para denotar recelo.
—¿Tan altos como este árbol? — Cuestionó.
Helena meditó un segundo sobre ello antes de descartar la idea.
—No, creo que no. Pero así de altos como nuestros papás — Esclareció.
—Ah — Justin asintió en entendimiento, mas volvió a mostrarse cauteloso para formular su siguiente pregunta: —Lena... ¿todavía serás mi amiga cuando seamos tan altos como nuestros papás?
La niña asintió, sin dudarlo.
—Por supuesto que sí, Justin.
Minutos después, cuando ingresaron a su casa, Justin corrió de inmediato escaleras arriba y abrió la puerta de unos de los cuartos que se encontraban desocupados. Ingresó al mismo, parándose en medio del vacío lugar.
—¡Papá! — Exclamó en cuanto vio que éste se asomó por el umbral. —Quiero está habitación — Decretó.
El aludido se mostró confundido.
—Habías elegido la que está al final del pasillo, todas tus cosas ya están allí — Recordó.
—¡Pero esta es la que realmente quiero! ¡Por favor! — Imploró el pequeño.
Su padre asintió.
—Está bien, hijo. Pero será la definitiva ¿entendido? — Estableció.
Justin mostró su acuerdo con una radiante sonrisa. Se giró para contemplar la ventana, a través de la cual podía vislumbrar el gigantesco roble.
FOREVER
-TatiaBriggs-
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