¡Por fin!
La acorraló contra la pared sin dejar de acariciar sus descubiertos, pálidos y tersos muslos. Ésos shorts facilitaban mucho ésta tarea.
La besó con intensidad y deseo contenido, cómo hacía tanto tiempo había querido hacerlo... Cómo siempre lo había soñado, cómo lo había vivido en sus más profundas y oscuras fantasías...
No podía creerlo... Aún no podía creerlo.
¡Por fin! ¡Si, por fin la tenía! ¡Y era para él, sólo para él!
Ella gimió contra su boca al sentir cómo el chico apretaba sus bien formados glúteos por encima de sus shorts con ambas manos. Eran suaves y firmes al mismo tiempo. Se deleitó un poco al manosear ésa parte, dedicándole algo de atención extra.
«Ése entrenamiento si que era efectivo» Pensó con sorna mientras introducía su lengua en la boca de ella.
Ésa chica a la que tanto había amado, que tanto había admirado, con la que había fantaseado por tanto tiempo... ¡Al fin era para él!
«¡Por fin, por fin, por fin, por fin...!»
No dejaría de repetírselo mentalmente, por más que quisiera.
Había pasado mucho, muchísimo tiempo desde que supo que estaba enamorado de ésa chica de cabellos y ojos castaños. Y muchísimo tiempo para que se decidiera a confesarse... Con resultados más que satisfactorios.
Ella lo había aceptado, rayos, lo había aceptado y él, incapaz de contenerse, la tomó por la cintura con muy poca delicadeza y la había besado. Dejando claro lo que tenía guardado desde hace tiempo, todo lo que se había contenido sólo por dudas y respeto hacia ella.
Porque no estaba seguro, porque no sabía si ella sentía mismo por el... O si lo deseaba tanto cómo él a ella... Aún cuando la chica enviaba más señales que un semáforo, él igual no podía saber si era cierto o no.
Se separaron por la falta de aire, pero él no se detuvo en su intento de comprobar que ella aún seguía allí para él... Qué podía tocarla, tenerla y besarla cuántas veces quisiera o deseara...
Repartió besos por todo su rostro con vehemencia, la chica lo dejó estar... Ella también tenía mucho tiempo deseándolo... Cómo no hacerlo.
Rin nunca había sido una chica especialmente observadora o siquiera interesada en algún tipo de tema carnal... Pero desde que había conocido a Obito, hacía muchos años, cuando aún eran muy jóvenes, supo que se enamoraría de ése chico, supo que sería para ella... Sabía muy bien que lo que quería con él... Y lo que quería de él, lo sabía todo con una cálida certeza.
Obito no era precisamente feo, no, para nada. Era más bien alguien con atractivo. Era alto, de complexión musculada y cabellos negros azabache y que siempre solía llevar en punta.
Sus ojos, negros y profundos como la noche, eran muy atrayentes y —no sabía por qué—, pero a veces podía llegar a sentir que si los miraba por mucho tiempo, éstos acabarían por hipnotizarla y hacer lo que quisiera con ella. Mermar su voluntad y someterse a la de él.
Después de pensar en ésto, sonreía y pensaba que debía dejar de pensar como una pervertida al respecto. No sabiendo que los pensamientos del pelinegro eran iguales o peores que los de ella.
Para él —y para todos a decir verdad— Rin cada día se hacía más hermosa. Cada día se hacía más irresistible. Más atractiva, más deseable. Su cabello, de color castaño y corto hasta los hombros se le antojaba muy suave, hermoso y lindo.
Sus ojos, marrones y brillantes, le hacían pensar que estaban hechos de chocolate. Las más hermosas, deliciosas, dulces y brillantes golosinas hechas a base de chocolate. Éso eran sus ojos para él.
Y que decir de sus otros atributos físicos, su piel, blanca y tersa. Sus lindos y discretos pechos, sus anchas caderas, sus bien formadas y tonificadas piernas. Además de sus glúteos, redondeados, firmes, duros al tacto...
Y con el paso del tiempo, éste sentimiento, ése amor y deseo se había ido intensificando entre ellos, a tal punto que a cada uno se le hacía insoportable el siquiera estar cerca del otro y no poder hacer nada para matar ése anhelo, esas ganas... Ése deseo, que no hacía más que crecer y crecer cómo una bomba de tiempo.,
El Uchiha alucinaba, sentía que flotaba... O al menos al principio. Mientras se apegaba más a ella, pudo sentir como entre sus pantalones crecía de a poco una potente erección. Demonios, como deseaba a ésa chica... Aunque estar duro en ése momento no le importaba mucho, ya que primero tenía algo que hacer que no incluía precisamente a su «amigo».
Ahora todo lo qué sentía se reducía a una sola cosa... Cumplir con todas y cada una de las fantasías que había pensado desde hace tiempo y que no había podido llevar a cabo... Hasta ahora.
Volvió a besarla, ésta vez con más fuerza. Ella lo aceptó, gustosa, le seguía el ritmo de forma tal, que él pudo corroborar el hecho de que ella lo deseaba en igual o mayor medida. No lo sabía, pero estaba dispuesto a averiguarlo...
—Quiero que sepas que... —hizo una larga pausa mientras reunía el valor para decirle todo lo que sentía y no salir corriendo en él intento—. Me... Me...
—¿Si? —ella intentó parecer calmada y neutral, pero por dentro se moría de ganas de que él se expresara de una vez y así poder estar con él de una buena vez.
—Me... Me... —aún tartamudeaba mucho cuando notó algo, no sabía si era algo en su mirada, no sabía si era algo en su expresión... Lo que sí sabía es que podía decirle lo que sentía y, de alguna forma, sería correspondido.
—¿Qué quieres decirme, Obito?
Era su imaginación, o ella estaba hablando con un tono que se le antojó algo... ¿Suplicante? ¿Sensual? ¿Susurrante tal vez? Aún dudaba, pero lo haría, igual lo haría. Éso que había visto en ella hacía unos momentos, de alguna manera, había sido suficiente para darle el valor.
—Me gustas. —dijo él de repente—. Me gustas muchísimo, Rin... Sé mí novia. —Rin abrió un poco la boca ante ésto. Esperaba que ése día finalmente se confesara, lo que no esperaba es que lo hiciera con tanta seguridad y serenidad... Cómo si estuviera convencido de ello.
Pero su sorpresa sólo duró un momento, pues, luego de recuperarse de ésta, sonrió con ternura y satisfacción antes de responder.
—Tú también me gustas mucho, Obito... —observó, algo divertida, como el chico ponía cara de que no se lo creía por completo—. Si quiero ser tu novia...
Besó su cuello con desesperación, aspirando y disfrutando del delicioso aroma que éste desprendía. Ese rico y agradable perfume que siempre llevaba y que se le antojaba él mayor deleite para su agudo olfato.
—Obito... E...eso es, Obito... —gimió ella con voz entrecortada. Él chico sonrió contra su cuello, satisfecho por la reacción de la que ahora era su chica.
Pero no, sus intenciones en ése momento no eran las que ella se imaginaba. Tal vez ella pensara que la iba a tomar allí mismo, pero ésos no eran precisamente sus planes para ése momento, o bueno, más o menos.
Se separó de su cuello y se alejo de ella para observarla mejor. Ella jadeó cómo protesta, más él no le hizo caso. Se veía tan hermosa, tan linda así. Con su cabello, siempre corto y lacio, ahora estaba algo desordenado, los ojos brillantes y nublados por el deseo, la boca rosada y entreabierta, respirando con dificultad y con las mejillas enrojecidas a más no poder.
—Quiero hacer algo... —dijo él con voz ronca—. Algo que sé que te gustará...
La castaña no pudo evitar temblar un poco ante sus palabras. Lo varonil que sonaba su voz y lo poco inocente que habían sonado esas simples palabras.
Volvió a acercarse a ella y la besó nuevamente. Rin volvió a guindarse de su cuello mientras sus lenguas volvían a luchar. Sin que ella lo notara, Obito, con una habilidad que hasta el mismo desconocía, desabrochó el botón de los shorts ajenos. Rin gimió por la sorpresa. El de cabellos rebeldes sonrió con malicia.
Pero ella no quería quedarse atrás, trató de hacer lo mismo con él, sin éxito alguno debido a que Obito la detuvo.
—No... Aún no... —sostuvo las pálidas y delgadas manos de ella mientras hablaba y sonrió al ver un rastro de fastidio en los ojos chocolate de ella—. Créeme, no necesito desvestirme para ésto... Y tú tampoco necesitas desvestirte, al menos, no por completo...
Ante ésto, la castaña lo miró confundida. Sin dejar de sonreír, el más alto depositó un beso en las manos de su novia y luego las dejó libres. Rin, haciéndole caso, dejó caer sus manos, esperando ver lo que el chico haría después.
Su sorpresa fue mayúscula cuando Obito, ignorando por completo qué aún llevaba su blusa puesta y que sus pechos requerían también un poco de atención, se acuclilló ante ella.
Sin dejar de sonreír y sin despegar su oscura mirada de la amarronada de ella, con suavidad, bajó sus shorts junto con sus bragas hasta sus tobillos.
Ahora entendía por qué le había dicho que para lo que haría no requería de que ella se desvistiera por completo.
Si había algo que caracterizaba la mentalidad y forma de ser de Obito, era que a veces solía ser algo complaciente... Siempre pensando en los demás antes que en él mismo... Y eso no cambiaría con Rin.
Él quería que ella disfrutara primero, que jadeara, que gimiera, que chillara por su causa... Por el placer que le daría, por lo bien que la haría sentir...
Aunque también podía llegar a ser un poquitín egoísta. Porque, más que sólo darle placer, también quería algo para él. Sentía que debía probarla primero, probar su esencia, saber cuál era su sabor, sentirla en su boca, saborearla al máximo.
Tal vez sonara perverso, tal vez se viera algo extraño, pero así lo quería él. Y así lo haría.
El problema es que el no sabía cómo reaccionaria ella, éste era un factor qué había pensado mucho y que nunca había dejado de tomar en cuenta. Por eso no se lo había dicho. Por eso lo hizo de esa forma.
Y aunque sonreía y sonaba tan seguro al momento de agacharse y deshacerse de las prendas que cubrían lo que tanto deseaba probar, por dentro se encontraba hecho un mar de nervios y un caos de inseguridad se desataba con todo su poder destructivo. Si ella no estaba de acuerdo, pues, no lo haría y se iría por el lado «tradicional».
Lo que sí no esperaba, y vaya que no, era la siguiente reacción por parte de la castaña.
Al verlo desde arriba, ella sonrió con igual malicia que él, consiguiendo sorprenderlo bastante.
—Aún no terminas... —murmuró ella mientras, a través de señas, le indicaba que debía terminar de sacar la prenda.
Obito recuperó la casi perdida confianza y, tomándolo con firmeza, la ayudó a deshacerse de del molesto short sacando primero una pierna y después la otra. Una vez se vió libre de este último, la chica sin dejar de mirarlo con deseo, abrió las piernas y apoyó su espalda en la pared.
—Sin trampas... —comenzó ella mientras lo tomaba por sus oscuros cabellos—. Nada de dedos... —tiró un poco de las hebras oscuras que sostenía entre sus manos— Quiero tú lengua, no tus dedos, ¿entendido?
Obito sintió su erección crecer un poco más ante ésto. Se relamio los labios sin dejar de observarla.
—Vaya, vaya, mi querida Rin... —se dejó guiar por ella, hasta que su rostro se encontró a tan solos centímetros de su objetivo—. No pensé que tuvieras también éste tipo de fantasías...
—Podría decir lo mismo de tí... —sonrió con lascivia—. No sabes cuánto he fantaseado con éste momento...
Obito la miró con igual o más deseo.
—Yo podría decir lo mismo... —emuló él lo que ella dijera hacía unos minutos y, por fin, hundió su rostro entre sus bien formadas piernas.
Los gemidos por parte de la chica con las particulares marcas moradas en su rostro no se hicieron esperar. Se sentía en las nubes, cada vez más cerca de tocar el cielo según su perspectiva.
Sostuvo con fuerza los rebeldes cabellos de él mientras lo atraía cada vez más hacia su centro, su espalda se arqueó cuando sintió como Obito descubría su punto de placer.
Mientras lamía, chupaba y, al mismo tiempo, apretaba sus glúteos con sobrada intensidad, Obito sólo pudo pensar que esa sería la primera de una larga lista de fantasías qué tenía que cumplir y en las cuales, su chica y él eran los protagonistas.
A diferencia del delicioso cometido de ese momento, sus otras fantasías estaban a un nivel superior de la que podría llegar a encontrarse ésta.
Solo esperaba que ella estuviera tan presta y lista para cumplirlas como lo había estado con la que cumplía ahora mismo...
Fin
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