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8

—¡Papá! —chilló Grace corriendo a los brazos de Jason, que acababa de llegar a casa.

Maryam sonrió al ver a su hermano ser recibido con tanto amor, y porque últimamente se veía más feliz. Todo gracias a esa pequeña pelirroja, de pestañas largas oscuras y mejillas regordetas.

—Papá, papá, ¡te extrañé muchísimo! ¿Por qué tardaste tanto? —colocó ambas manos en las mejillas del mayor, preocupada porque lo veía desanimado—. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

—Solo estoy agotado por el trabajo.

Su respuesta era en parte verdad, pues sí estaba cansado por los enfrentamientos con crimínales que había tenido durante la noche. Aunque, ciertamente ver a su hija lo hacía olvidarse de todas esas cosas.

—Vamos, tienes que descansar —tomó su mano y lo llevó hasta el sofá para que se sentara.

—Oye, oye señorita, ¿por qué sigues despierta? ¿No dije que debías dormir temprano?

—Pero no estoy yendo a la escuela, no entiendo porque debo estar dormida —rodó los ojos, por lo demasiado exagerado que eran los adultos con eso de dormir.

—Intenté hacer que durmiera, pero es tan necia como tú... quería esperar a que llegaras —explicó Maryam mientras tomaba su abrigo y bolso—. Debo irme, porque yo sí tengo sueño... Grace tiene tanta energía —se acercó a la menor para besar su frente—. Cuida al grandulón, ¿bien?

—¡Bien! —besó la mejilla de su tía y se despidió de ella con la mano.

—Gracias —dijo Jason mirando a su hermana, que asintió con una sonrisa y salió de la casa.

—Hicimos muchas cosas —empezó a contar la pelirroja, desde la cocina—. Intentamos hacer galletas, pero no salieron muy bien... luego nos pusimos unas mascarillas para matar el tiempo y esperar las galletas que nos iban a traer —frunció el ceño extrañada, fue nuevamente con su papá para entregarle un vaso con agua—. ¿Qué significa matar el tiempo?

—Distraerse en otra cosa para no aburrirte —recibió el vaso gustoso y de inmediato empezó a beber de el.

—¡Oh! Es que la tía Maryam dice cosas tan extrañas —arrugó la nariz y negó con la cabeza. Esa expresión le recordó a Amber, era algo que hacía cuando no le gustaban ciertas cosas o no entendía lo que le decían—. Y luego vino un chico muy divertido.

—¿Un chico? —alzó una ceja y la miró con curiosidad, dejando el vaso en la mesita al lado del sillón.

—Sí... alto, muy alto como tú, o tal vez no tanto... de ojos azules como los míos —señaló sus ojos y trató de recordar como era la persona a la que describía—. Era muy lindo.

—¿Lindo? —repitió indignado.

—Sí... pero no tan lindo como tú —Jason sonrió aliviado al escuchar esas palabras salir de la boca de Gracie—. O tal vez sí —borró su sonrisa y se cruzó de brazos "molesto"—. Trajo las galletas y se burló de la cara de la tía Maryam, porque aún tenía puesta la mascarilla cuando salió.

—¿Cuál era su nombre?

—No lo sé... no me acuerdo —hizo una mueca, pero después sonrió ampliamente—. ¿Puedes contarme un cuento? Traje mis libros.

Los ojos de Jason se abrieron con sorpresa. No podía negarse a la sonrisa y mirada llena de ilusión de su adorada hija, pero la idea de contar una historia infantil no le agradaba tanto. Grace se acercó a él con un libro color verde, se lo extendió y se sentó en el sofá con su manta rosa pastel, abrazando a su oso de peluche.

—Uhm...

—Lee "Rumpelstiltskin".

—¿Rumpe... qué? ¿Como puedes decir eso, pero no sabes decir "caramelo"? —tomó el libro de mala gana y lo observó detenidamente.

—¡Yo sí puedo decir camarelo...! —frunció los labios al notar que efectivamente no sabía decir esa palabra. Jason rió, lo que hizo que ella se molestara y arrugara la nariz.

—Está bien, está bien, voy a leer Rumpe eso... —abrió el libro y comenzó con la lectura, que era la favorita de Grace.


—————***—————



—¡Mamá! —la pelirroja corrió a los brazos de Amber en cuanto la vió llegar al parque.

—Mi linda princesa, dime, ¿te has estado portando bien? —acarició sus mejillas con dulzura, a lo que la menor cerró los ojos y sonrió. Asintió dando a entender que se había portado bien—. De acuerdo... ¿por qué no vas a jugar un rato, mientras hablo con papá?

Revolvió su cabello y ella corrió hasta los columpios. La castaña se sentó al lado de Jason, le sonrió levemente en señal de saludo. Suspiró y apretó los puños, vió a su hija reír mientras se balanceaba, eso le hacía sentir cierta calidez.

—He notado algunas cosas en Grace —empezó a hablar el chico, mirando jugar a la menor.

—¿Qué clase de cosas?

—Supongo que son de su enfermedad —empezó a explicar—. Parece agotarse con facilidad... le han salido algunos moretones en los brazos y ella jura que no se ha golpeado con nada... ¿ya me dirás qué es lo que tiene?

Amber hizo una mueca, era obvio que debía decirle, sin embargo el simple hecho de recordarlo la hacía sentirse triste. Grace era su única hija, la amaba demasiado, no solo por el hecho de que era la hija que compartía con el amor de su vida, sino porque así sin más había llegado a iluminar su vida.

—El médico dijo que padece un tipo de anemia... dijo que lo más recomendable en ella era hacer un transplante de médula ósea —lo volteó a ver a la vez que le contaba sobre la enfermedad de su hija—. No sabemos exactamente el porque la está atacando esa enfermedad, pero... lo único que me importa en este momento es escuchar que ya se ha recuperado.

—Entonces... ¿tú esperas que sea su donante?

—Sí... hicimos pruebas con toda mi familia y nadie resultó ser compatible. El médico dijo que podía ponerla en una lista y esperar a que alguien fuese su donante, pero yo no quise esperar —negó con la cabeza y frunció el ceño—. Quiero verla mejor lo más pronto posible... no quería que con la espera su enfermedad avanzara... aunque según las palabras de mi padre, solo busqué una excusa para hablarte de ella y que el remordimiento no acabara conmigo.

Jason meditó las palabras dichas por la de ojos azules. Se quedó mirando hacia enfrente, en donde Grace ya jugaba con otros niños de su edad. Reía y corría con ellos, parecía estar divirtiéndose.

Si era sincero consigo, su deseo -el cual nunca se lo contó a nadie- era convertirse en padre. Pero nunca pensó que sería posible, porque no encontraría la forma de rehacer su vida, de deshacerse de sus problemas y ofrecerle una vida segura a un niño. Siendo él nunca encontraría el amor y mucho menos, formar una familia. Y es que eso era lo único que pedía, ser feliz y sentirse amado.

Y ahí estaba Grace, dándole lo que más quería.

—¿Quieres decir que usaste su enfermedad como excusa para contactarme y hablarme de ella?

—Eso dice mi padre... pero yo no lo veo así.

—De no haber sido por eso, nunca me habría enterado de ella, ¿cierto? —la miró con molestia.

—Jay... sinceramente no sé si quería hablarte de ella, pero ese no es el punto...

—¡Sí lo es! ¡Pretendías ocultarme algo tan importante de lo que tenía derecho a saber! —su grito llamó la atención de la gente de alrededor. Recuperó la postura al recordar que probablemente su hija se alarmaría por escucharlos pelear—. Ni siquiera puedo imaginar el porque lo hiciste.

—¿No lo puedes imaginar? ¿Quieres que te recuerde lo que me dijiste esa noche? —rió amargamente y se relamió los labios—. Siempre tan tú, Jason Todd. Es la culpa del resto, nunca la tuya.

—Puedes decir lo que quieras de mí, realmente no me importa... nunca lo hizo.

—Tal vez por eso estás solo... porque nunca puedes cuidar a las personas que te aman —se puso de pie de la banca en que estaba, le dedicó una mirada llena de coraje—. Tal vez no quise presentártela porque le harías lo mismo que le haces a todos... alejarla de la forma más cruel e injusta.

—¡Escu...! —se quedó a media palabra cuando vió que Grace se acercaba a ellos.

Se veía agitada, ni siquiera logró llegar a ellos, porque se dejó caer de rodillas en el suelo a unos pasos antes de llegar. Frunció los labios y tiró de sus cabellos rojos con desesperación.

—Gracie, ¿estás bien? —le preguntó Amber posicionándose a su lado, preocupada—. Cariño...

—Mamá... y-ya me q-quiero ir —pidió con los ojos llenos de lágrimas—. No me siento bien.

—Pequeña pitufa... —Jason se acercó también y recibió una mala mirada por parte de la castaña, puesto que no lo gustó el apodo que le dió a la pelirroja—. ¿Qué ocurre?

—Papá... vamos a casa —lo abrazó con la poca fuerza que le quedaba, enterrando su cara en su pecho—. ¿Podemos irnos?

—Como tú prefieras.

La tomó entre sus brazos y así regresaron a su departamento.

Cuando llegaron, la menor se dejó tirar en el sofá. Los dos mayores se vieron entre ellos, sin saber que decir. Era obvio que Grace no se sentía bien, y durante todo el camino se quejó de estar sin ánimos, lo que los preocupó.

—¿Cuándo será la operación? —preguntó Jason, tomando por sorpresa a la chica.

—¿Tú... en verdad quieres hacerlo?

—Por supuesto que sí. Daría todo por ella, incluso mi vida —respondió más que seguro por sus palabras.



—————***—————



—¿Estás hablando con el tío Roy? —exclamó la pelirroja, causando un pequeño susto a Jason que no la escuchó llegar a la cocina.

—Sí, eso hago, ¿por q... ? —solo sintió el como le arrebataron el teléfono así sin más

—¡Tío Roy, hola, quiero hablar con Lian! —pidió sosteniendo el aparato contra su oreja.

Ah, hola pequeña, deja le digo a...

¿Es Grace? —se escuchó del otro lado de la línea la voz de Lian Harper. Y haciendo lo mismo que la pequeña Todd, tomó el teléfono—. ¿Grace?

—¡Soy yo!

¡Grace! ¡Que bueno que me hablas, tengo algo que contarte!

—¡Yo también debo contarte algo! —ignorando la expresión de indignación de su papá, caminó hasta su habitación para mantener una charla más cómoda con su mejor amiga.

—Oye, señorita, ¿quién te dió permiso de...? —y nuevamente fue ignorado, solo que esa ocasión su hija le cerró la puerta en la cara—. Y solo tiene siete años, no me quiero imaginar cuando tenga quince —dijo para sí mismo regresando a la cocina.

Mientras tanto, Lian daba vueltas por toda su casa escuchando lo que su amiga decía. Roy solo podía sentirse como un anciano, porque lo que hacía su hija le recordaba a las películas en donde las adolescentes hablaban por teléfono dando vueltas por toda la casa.

Le diré a mi papá que me lleve a tu casa, quiero enseñarte los juguetes nuevos que me compraron.

—¡Sí! Y yo quiero enseñarte mis libros nuevos —Grace empezó a dar saltos en su cama—. Mi papá me compró uno nuevo sobre princesas.

Ya quiero que me lleven a tu casa... ¡podremos hacer una pijamada!

—¡Eso sería estupendo! —dejó de saltar al notar algo extraño que caminaba por el suelo. Bajó para ver que era esa cosa rara que se escondía a un lado de su armario—. Dame un segundo, Lian.

Se acercó un poco más y lo vió moverse, arrugó el entrecejo agachándose para tocarlo. Cuando vió lo que era, soltó el teléfono y gritó asustada. Jason no tardó en responder a su grito, sabía que algo malo estaba pasando.

—Cariño, ¿por qué gritaste?

La niña respondió con un nuevo grito, una de sus manos señalaba la esquina en la que esa cosa se había metido y la otra, se sacudía como si se quisiera quitar algo.

—¡La toque, puaj, la toque! —se quejó sin dejar de sacudir su mano.

—Grace...

—¡Rata! —dijo finalmente saltando a su cama, para protegerse.

—¡¿Una qué?! —cuestionó alterado, corriendo a refugiarse también en la cama.

—¡Es una rata, es una rata! —exclamó alterada abrazándose a sí misma—. ¡¿Qué haremos ahora, papá?! ¡Papá!

—¡Grace!

—¡Papá, estamos desprotegidos! ¡¿Qué haremos?!

—¡Yo que sé! —abrazó a la menor, para protegerla -o tal vez, para que ella lo protegiera—. ¿Por qué a los padres siempre les tocan las partes difíciles?

Ambos hechos bolitas, cubriéndose con la sábana rosa pastel, para protegerse de aquel inofensivo animalito que no tenía idea de lo malo que estaba haciendo. Duraron refugiados por unos cinco minutos, hasta que la pequeña habló:

—Papá... ¿crees que ya se fue?

—No lo sé —se quitó la cobija para ver la esquina, en donde efectivamente ya no había nada—. Ah... se ha ido.

—¡Sí que se ha ido, porque ahora está en tu cabeza! —chilló saliendo de la cama de un salto.

El mayor abrió los ojos con susto, se vió contagiado por el grito de su hija y sus extraños ademanes con las manos que demostraban su temor por la rata. Ambos gritaban del miedo, sin hacer algo realmente útil que los ayudara a librarse de la rata.
Ninguno de los dos sabía que hacer, el pequeño animal había dejado la cabeza de Jason -lo que lo hizo sentir aliviado- para esconderse en alguna parte del cuarto de Grace.

—De acuerdo... pondré el pedazo de queso aquí, cuando se acerqué pondremos la caja encima y lo llevaremos afuera.

—¿Pondremos? ¿Llevaremos? ¿Te refieres a que lo haremos juntos? —Grace tembló en su lugar y negó con la cabeza—. Hazlo tú solito y yo te veo.

—¡Oye!

—Es que... t-tengo que cuidar a Spanky —se excusó abrazando al oso de peluche.

—Que no se te olvide que está en tu habitación, no es mi problema si se queda y sale en la noche para dormir contigo y Spanky.

—¡Papá! ¡Tienes que salvarme!

—Ugh, está bien... ya voy.

—¡Espera! Lleva esto —le entregó la olla que ella llevaba en la cabeza y le dió un beso en la mejilla—. Eres un soldado valiente.... no te preocupes, si no vuelves ya sé que todo esto es mío.

—¡Hey! Eso no me hace sentir mejor.

—Está bien... uhm, te deseo suerte.

El petirrojo se colocó la olla en la cabeza y salió para cumplir con su misión. Entró a la habitación de Grace y no salió de ahí en varios minutos. La menor ya empezaba a preocuparse, pensó que la rata ya se lo había comido y la siguiente en ser atrapada sería ella.

—¡Abre la puerta, abre la puerta! —ordenó el de mechón blanco con la caja entre sus manos. La pequeña Todd abrió tal como se lo indicaron—. Ahora ve y molesta a los vecinos —murmuró dejando la caja muy lejos de su departamento.

En cuanto regresó, Grace lo abrazó y lleno de besos por su enorme valentía. Volvieron a la habitación para acomodar el desastre que habían causado dentro, fue así que se dieron cuenta del celular que seguía en el suelo. Vieron la pantalla, que indicaba que la llamada seguía. El mayor de los dos tragó saliva y se pegó el aparato a la oreja, logrando identificar las carcajadas de su amigo pelirrojo y las de Lian.

Entonces... ¿le tienes miedo a los ratones, Red Hood? —comentó Roy tratando de esconder sus risas.

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