10
Día 1:
La alarma logró despertar a los Todd. El primero en salir de la cama fue Jason. Estiró sus brazos y miró la hora del reloj. Aún estaba a tiempo para hacer todos sus deberes. Fue a la habitación de Grace, hizo una mueca al ver la posición en que dormía.
—¿Cómo es que no te has caído de la cama? —susurró viendo como la cabeza de su hija estaba fuera de la cama al igual que uno de sus brazos y la cobija le hacía compañía a Spanky en el suelo—. De acuerdo... vamos Grace, es hora de ir a la escuela.
No recibió respuesta. Bufó y se acercó hasta ella para sentarse en el borde de la cama. Ya había practicado las diferentes maneras en que era posible despertar a un niño para asistir a clases. Primero intentaría ser como una madre dulce y amorosa.
—Vamos cariño, debes ir a la escuela.
—¡No quiero! —se quejó medio dormida.
—Gracie, pequeña, de pie por favor —tiró ligeramente de su brazo izquierdo y a cambio recibió una patada en el rostro.
Y vaya que sí había dolido, fue tan fuerte que cayó al suelo junto a la cobija y el oso de peluche.
—Tienes potencial... lo heredaste de mí.
Día 2:
—Papá... —susurró Grace tirando del brazo de Jason, que dormía como una piedra—. Papá...
El petirrojo gruñó, porque vaya que su día había sido muy pesado y necesitaba de un buen descanso. La menor volvió a tirar de su brazo con más insistencia.
—Papá...
—¿Qué? —preguntó abriendo los ojos con dificultad.
—Es que... —sonrió de forma nerviosa agachando la cabeza—... necesito unas acuarelas.
—Ajá —respondió volviendo a cerrar los ojos sin darle mucha importancia—. ¿Para cuándo?
—Es para mi clase de Artes... y es para mañana —explicó preocupada.
Jason asintió y después de unos segundos de procesar la información, abrió los ojos de golpe y la volteó a ver un poco confundido. Ella le mostró la libreta en donde apuntaba las tareas, para que leyera sobre los materiales que necesitaba para su clase de Artes.
—Grace Ada Todd, voy a contar hasta tres...
—Dame dos segundos más, ¿sí? —pidió levantándose del suelo, pero al percibir esa mirada de molestia, corrió a toda velocidad a su habitación.
—¡Son las 11 de la noche, no hay ninguna papelería abierta a esta hora!
Día 3:
—¡Grace! —gritó Jason desde el comedor, sirviendo el desayuno.
—¡Ya voy! ¡Me estoy poniendo los zapatos!
—¡Tenemos diez minutos!
—¡Y me falta ponerme el saco!
El chico gruñó molesto y fue a la habitación de su hija, abrió la puerta y la abrazó como a un costal de papas, para sentarla frente a la mesa.
—Tienes un zapato rosa y otro negro, ¿acaso sigues dormida?
—¿Ah? —bebió del vaso con jugo de naranja mientras lo miraba.
—¡Tienes zapatos combinados!
—Cámbialos. Creo que dejé el zapato negro bajo la cama.
—¿Me estás dando una orden?
—Es trabajo en equipo, papá —respondió rodando los ojos.
Después de ponerle los zapatos, empezó a peinar su cabello con un poco de rapidez pues a ese paso les cerrarían las puertas del instituto.
—¡Ouch! —se quejó haciendo una mueca de dolor—. Ouch... ouch... me duele... ouch... ¡papá, me vas a dejar calva!
—No es mi culpa que tengas el cabello con tantos nudos.
—Es que no sabes hacerlo —dijo negando con la cabeza—. ¡Ouch! —volvió a quejarse cuando sintió un tirón más fuerte que los anteriores.
—Bueno, ya no hay tiempo para más... es hora de irnos —habló tomando la mochila de Grace y su bolso con el lonche. Abrió la puerta, salió del departamento y a los dos segundos regresó al notar que su hija no lo seguía—. Casi me olvido de ti, vamos.
—No quiero —se cruzó de brazos y negó. Tenía el ceño fruncido.
—¿Por qué no?
—Porque no me gusta como me peinaste.
—Te hice una trenza.
—¡La trenza es de tres mechones, no de dos! —chilló señalando su cabello despeinado.
Día 4:
—Papá —habló la pelirroja tirando de su brazo.
—¿Qué? —dijo mientras le sonreía a una de las mamás de la escuela.
—¿Y la mochila?
—¿Qué mochila? —preguntó sin voltear a verla, por prestarle atención a la misma mujer.
—¡La de la escuela! —y fue así como Jason la miró. Arrugó el entrecejo al notar que efectivamente no había mochila.
—... soy un fracaso como padre.
Día 5:
—De acuerdo... este día está siendo demasiado bueno para ser verdad —comentó Jason con la pelirroja tomada de la mano, mientras se dirigían a la escuela—. Esta mañana no nos ha pasado nada malo, no olvidaste el saco, tus zapatos están muy bien, llevas todos tus materiales... ¿la mochila está aquí?
—Así es, la mochila está aquí —respondió Grace señalando la mochila color rosa con brillos.
—Excelente —susurró aún desconfiando de esa mañana tan tranquila. Llegaron frente al portón de la escuela, para encontrarse que no había nada cerca de la escuela. Todo estaba en silencio —. Apuesto a que llegamos tarde.
—Revisa tu celular.
El chico siguió la sugerencia de su hija; revisó la hora en su celular, de hecho habían llegado veinte minutos antes. Entonces no entendía el porque del silencio.
—Grace... ¿tú crees que hemos llegado muy temprano?
—Uhm... tal vez —frunció el ceño y luego recordó lo que había dicho su maestra el día anterior —. Oh, ¿revisaste el chat del salón?
—¿El qué?
—El chat... la maestra dijo que avisaría si tendríamos o no clases hoy... sí lo revisaste, ¿verdad?
—Ah... ese chat —murmuró queriendo darse un golpe mental.
—¡Papá! —reclamó la menor. Porque eso de levantarse temprano para nada era el peor castigo para ella.
—————***—————
Definitivamente la primer semana para ellos no fue la mejor. Sin embargo, Jason se prometió que la siguiente ocasión lo arreglaría. Y claro que no le hablaron de esa primer semana a Amber, porque el petirrojo no perdería su dignidad de tal forma. Simplemente inventaron que todo había salido de maravilla y ella les creyó.
—Papá... —susurró Grace tirando de su brazo.
—Ay... dime por favor que no tenemos que hacer una maqueta del sistema solar a estas horas —pidió aún con los ojos cerrados por el sueño.
—Hoy es sábado... así que no —se acostó a su lado en la cama y sonrió —. Papá...
—¿Qué acaso los padres nunca duermen? —se preguntó a sí mismo. La noche anterior no había descansado, bueno, no lo había hecho en toda la semana. Solo pedía poder dormir cinco minutos más.
—Papá, estoy aburrida.
—Juguemos a dormir todo el día.
—¡No! Vamos, de pie papá, ya son las seis de la mañana.
—¿Por qué los días de no escuela te levantas temprano y los días de sí escuela no lo haces?
—No lo sé —respondió volteando hacia el techo. Suspiró aburrida, ya no tenía sueño, bien podría haber jugado en la sala con Spanky, pero estaba lloviendo y temía escuchar rayos como la otra ocasión —. Papá —llamó nuevamente.
—¿Qué?
—¿Sabías que eres el papá más guapo de toda la escuela?
—Sí, sí lo sabía —dijo aún medio dormido y sonriendo con orgullo —. Siéntete afortunada.
—Eso me hace la niña más bonita de toda la escuela, ¿verdad?
—No.
—¿No?
—No de toda la escuela... de toda la galaxia —se volteó para quedar frente suyo. Abrió los ojos con dificultad y le sonrió —. Tú eres la niña más bonita de toda la galaxia y la dueña de mi corazón.
Grace lo abrazó con fuerza y a los pocos minutos cayó en un profundo sueño al igual que su papá.
La lluvia no lograba despertarlos, al contrario, los arrullaba por tan extraño que pareciera. Y hubiesen seguido durmiendo por más tiempo, de no ser por el chico pelirrojo que entró sin permiso a la habitación.
—¡Oh, mira que tenemos aquí! —exclamó logrando despertarlos.
—Harper... ¡¿cómo demonios entraste?!
—Tengo una copia de tus llaves, ¿lo olvidaste? —dijo rodando los ojos para después recordarlo —. Ah, de hecho nunca te enteraste.
—¿Vino Lian? —fue lo primero que preguntó la pequeña Todd.
—No pudo hacerlo, pero prometo traerla mañana para que jueguen todo el día —le sonrió y luego fijó su vista en Jason —. Debemos hablar.
La menor corrió hacia la cocina, pues su estómago ya rugía de hambre. Tomó una silla y se paró en ella para alcanzar el frasco de mermelada. Estaba a punto de tomar el frasco cuando escuchó que alguien tocaba la puerta; dejó lo que hacía para ir a abrir, al hacerlo no vió a nadie. Frunció el ceño confundida para después voltear hacia el suelo y encontrar una caja envuelta en un papel color morado con un listón verde de decoración.
Lo examinó con curiosidad, se encontró con que el regalo era para su papá, así que regresó a la habitación para dárselo.
—Esto es para ti —dijo entregándole la caja.
—¿Para mí? ¿Quién lo trajo?
—No lo sé, estaba afuera —explicó dando la vuelta para volver a lo suyo.
—¿Qué es? —le cuestionó Roy con curiosidad.
El chico quitó el listón y el envoltorio. Al abrir la caja se encontró con dos fotografías. Apretó los puños y su rostro se tornó de rojo por la rabia.
—¿Y? —se acercó para ver. Sus ojos se abrieron ampliamente al ver el contenido de la caja —. Esto... esto no está bien... nada bien.
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