Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 63


Después de dos semanas en el hotel seguía en la misma condición, era prácticamente lo mismo que estar en Francia, se encontraba atado de pies y manos. Muchas veces se veía tentado a buscar la manera de concretar una cita con Brandon Anderson, pero el solo hecho de pensar en arriesgar la decencia de Elisa y ponerla en entredicho con su familia, lo hacía desistir de buscar información con los Anderson.

Llamaba tres veces por semana a su casa, para mantenerlos informados y hacerles saber que se encontraba bien. Ya llevaba dos meses en el hotel cuando recibió una llamada y tuvo que bajar al lobby a recibirla, los únicos que sabían que se hospedaba en el lugar además del nombre que usaba era Kellan y su familia.

La voz de preocupación de Jean Pierre al otro lado del teléfono provocó que su corazón empezara a martillar con fuerza, pensó en su padre, definitivamente eran malas noticias, pero no involucraban a su progenitor.

Johanne se había escapado de la casa y había tenido un accidente en un auto, se encontraba realmente grave. Fue como si el corazón le cayese a los pies y todo él empezó a temblar, no podía hablar y sintió que se mareaba cuando escuchó un sollozo al otro lado, Jean Pierre estaba llorando y eso solo le daba la seguridad de que era algo realmente grave, su hermano no lloraba, no por cualquier cosa.

—Jean prepara el avión y envíamelo —pidió con un gran nudo formado en la garganta.

—No es necesario... —murmuró con voz temblorosa.

—Sí lo es, claro que lo es. ¿Cómo está mi padre? —Preguntó y no recibió ninguna respuesta—. Jean, ¿cómo está papá? —repitió la pregunta.

—Está bien, trato de mantenerlo bien... en contra de su voluntad lo mantengo sedado.

—Jean no pierdas el tiempo, manda a buscarme inmediatamente, no me moveré de aquí, espero tu llamada para que me mantengas informado.

—Jules no es necesario que regreses, yo me encargo de las cosas aquí.

—Es mi hermana Jean... mis sentimientos pueden esperar, mi amor puede esperar... ¿Qué tan mal está? —preguntó siendo una triste marioneta de la desesperación.

—La están operando, tiene hemorragia interna y varias fracturas.

—¿Y me dices que no es grave?... ¡Mándame el avión ya! Dile al viejo que se quede tranquilo, no descuides a Johanna.

—Está bien... está bien, Johanna está con Edith, voy a preparar todo para que salga el avión a buscarte.

—Bien, avisa apenas salga y me voy al aeropuerto —colgó y se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que le había caído alguna poderosa maldición encima, no quería que nada malo le pasara a su hermana y suplicaba al cielo porque su padre encontrara la fortaleza para soportar la situación.

Esa tarde le contó a Kellan lo sucedido y le hizo saber lo preocupado que estaba, dos días después regresó a Francia con el corazón dividido. Una parte, esa que le pertenecía a Elisa una vez más se quedaba en América y la que era de su familia, angustiosa partió con él.

Kellan quiso informarle a Jules sobre la existencia de su hija, pero sabía que solo lo angustiaría aún más, que lo volvería loco porque no encontraría la voluntad para irse y en ese momento su familia lo necesitaba y debía estar con ella.

Después de treinta y seis horas de viaje, con una escala que llevó más tiempo del esperado y sin haber podido conciliar el sueño, Jules llegó nuevamente al continente europeo, apenas tuvo la oportunidad agarró un taxi para que lo llevara al hospital donde tenían a su hermana, con equipaje en mano y sin siquiera asearse, no tenía cabeza para hacerlo, solo quería corroborar por él mismo que Johanne se encontraba viva, su pecho era inundado por angustia nada más, una angustia que lo dividía a la mitad, por un lado todo lo sucedido con su hermana y por otro el haber tenido que regresar sin ninguna noticia de Elisa.

Al llegar al centro médico le entregó dinero extra al chofer para que le llevara el equipaje a la mansión Le Blanc, llegó a recepción y dio el nombre de su hermana, la enfermera le indicó el piso en el que se encontraba, pero le informó que no estaba permitido verla, le indicó cómo llegar a la sala de espera donde se encontraban sus familiares.

Jules asintió en silencio al tiempo que agradecía y caminó rápidamente con el corazón brincándole en la garganta, al llegar la escena ante sus ojos lo llenó de dolor y demostraba que eran una familia unida, más que nunca lo eran, al ver cómo su padre y Jean Pierre abrazaban a Johanna porque sabían que desde que nacieron habían sido muy unidas, eran un solo ser viviendo en dos cuerpos, cuando una se enfermaba la otra también lo hacía, aunque no estuviesen en el mismo lugar podían presentir si algo pasaba, era una extraña conexión que tenían y que según los doctores era completamente normal.

Jules se encaminó y el primero en darse cuenta de su presencia fue Jean Pierre, haciendo con eso consciente a Jean Paul quien al verlo se puso de pie y prácticamente corrió a su hijo, Jules abrazó a su padre tratando de reconfortarlo con el gesto pero el corazón se le hizo pedazos al escuchar los sollozos del hombre por el cual se encontraba en el mundo, todo él se sacudía ante el llanto y no había nada más difícil que tener que ser fuerte, hacerlo por obligación, no derramar lágrimas, retenerlas y dejar que le ahogaran la garganta mientras buscaba el valor para ofrecer palabras de aliento que sabía no servirían de nada, pero al menos su padre encontraría un apoyo, ese lado fuerte que necesitaba, ser impasible cuando solo quería llorar con él como si fuese un niño.

—Me la están operando otra vez Jules... ¡Dios mío! No estoy preparado, no lo estoy. Es mi niña ¡Solo una niña!... Aún la veo como si fuese una bebé... Yo no sabría cómo afrontarlo, le juré a Germaine cuidar de ustedes, le juré que nada malo les pasaría y mira esto... es mi culpa.

—Padre no es su culpa, no es culpa de nadie... fue un accidente y debe quitarse ese peso de encima, usted ya ha cumplido su juramento, nos ha sacado con bien... ya no es su responsabilidad lo que nos pase porque somos nosotros mismos los que tomamos decisiones.

—Ustedes singuen siendo mis hijos... Jules, no sé qué pasó, yo no estaba en la casa... estaba en la oficina...

—Ya padre, no se torture, es mejor que se calme... —pidió rompiendo el abrazo, acunándole la cara al hombre y limpiándole las lágrimas con los pulgares mientras se tragaba las de él—. Todo va a estar bien, Johanne es una joven muy fuerte, creo que es la más fuerte de todos —aseguró depositándole un beso en la frente y guiándolo a los asientos.

Logró conseguir que su padre se sentara, abrazó a Jean Pierre y le dio un beso en cada mejilla, su hermano el que no mostraba sentimientos, ese que parecía ser de piedra, se le veía cansado y triste, los ojos verdes de Jean Pierre estaban enrojecidos por las lágrimas y las horas de sueño perdido.

Ambos tomaron asiento, cuando Jules le tendió los brazos a Johanna quien solo sollozaba en silencio, la sentó en sus piernas y la acunó como si se tratara de una recién nacida, ella cerró con sus brazos el torso de su hermano y hundió la cara en su pecho, el sentimiento aumentó y el llanto se hizo más evidente, él no pudo más que estrecharla con más fuerza y le depositó un beso eterno en los cabellos.

—Todo va a estar bien, dentro de poco estarás discutiendo nuevamente con ella —murmuró Jules contra las hebras castañas.

—Ya no lo haré... prometo que si sale bien no volveré a discutir con ella, le daré siempre la razón en todo, aunque no la tenga, no le llevaré la contraria.

Jules al escuchar a su hermana las ganas de llorar empezaron a ganarle y la barbilla le temblaba ante el esfuerzo por retener el llanto pero debía mostrar entereza, no romperse delante de su familia, debía soportar tanto como Jean Pierre, por lo que apoyó la barbilla en la cabeza de Johanna para detener el temblor en ésta y cerró los ojos, sintiendo cómo las lágrimas humedecían sus pestañas y un sollozo pataleaba en su garganta por salir, pero él le ganó la partida al respirar profundamente, provocando que el pecho le doliera.

Los minutos y las horas pasaban sin tener respuestas, nadie se condolía de la angustia que los embargaba, Jules no podía comprender por qué todo le salía mal, porqué la vida lo golpeaba de esa manera, era como si estuviese pagando por algún mal, por algún pecado. Él lo sabía, solo que el amor iba ligado al pecado, se podía pecar por amor, era algo realmente complejo y no quería ponerse a entender nada; infinidades de veces le buscaba explicaciones a sus sentimientos, la lógica, la razón sobre esa situación y solo se encontraba en un callejón sin salida, en ese momento deseó nunca haber amado a Elisa... no amarla de la manera en que lo hacía, porque si en su alma el sentimiento no mantuviese esa llama viva que a veces lo quemaba y otras lo confortaba, tal vez nada de eso hubiese pasado, no estuviese tan hecho mierda, amar se había convertido en su mayor maldición, nunca pensó que esas serían las consecuencias, quería encontrar la manera de renunciar, debía encontrarla... Siempre fue un hombre decidido, con gran fortaleza y cada vez que se proponía algo lograba cumplirlo, tal vez debía una vez más proponerse olvidar a Elisa y no buscarse ni buscarle a ella más problemas, tal como se lo había pedido en la carta; no exponerla y dejarla vivir. Según algunos, verdaderamente ama quien renuncia ¡Malditos hipócritas los que fomentaban esa teoría! Seguramente nunca habían amado verdaderamente, porque dejar al ser amado era quedarse vacío... ¿Quién podría andar por ahí sin nada dentro? Ahora se proponía experimentar ser un hueco, le tocaría serlo.

—Señor Le Blanc —la voz de una enfermera rompió el silencio sepulcral que reinaba en el lugar.

Jules apenas elevó la cabeza porque su cuerpo se encontraba entumecido por mantener a su hermana entre sus brazos, la que se había quedado dormida y no quería despertarla. Observó a su padre y a su hermano ponerse de pie.

—La señorita ha salido de quirófano y se encuentra estable. Confiamos en que la hemorragia haya sido detenida completamente, el doctor se ha cerciorado de que ninguna de las costillas rotas atravesara ningún órgano; sin embargo, debemos informarle que el tiempo de recuperación será bastante lento.

—Pero ¿Está bien? ¿No corre ningún peligro?... Por favor, que no le pase nada —suplicó Jean Paul.

—Se encuentra estable, es lo importante señor; no podemos decir a ciencia cierta si más adelante no podrá tener otras complicaciones.

—¿Puedo verla? —preguntó el padre con voz temblorosa.

—De momento no señor, debemos esperar la reacción de la paciente, pero en unas cinco horas podrán pasar a verla, pido permiso debo continuar con mi labor.

—Gracias señorita —murmuró el hombre

—Muchas gracias —Jean Pierre también agradeció la información.

La enfermera se fue dejándolos una vez más solos, al menos la angustia bajaba un poco, saber que había salido con bien de la operación era un aliciente para calmar la desesperación, ahora solo les tocaba seguir esperando el momento para poder ver a Johanne, constatar con sus propios ojos que la chica respiraba, necesitaban esa seguridad.

La estación de trenes le daba la bienvenida a la familia Wells y Lerman, quienes retornaban después de una larga estadía en California donde disfrutaron de unas merecidas vacaciones, apenas bajaban del tren y algunos periodistas esperaban para capturar algunas fotografías y obtener palabras por parte de las familias.

Frank esperó en los vagones de primera clase a que todo el mundo bajara para que los andenes estuviesen despejados, dio la orden para que tres de sus hombres subieran al tren, aunque le habían certificado que Jules había regresado a Francia no quería correr ningún tipo de riesgos, por lo que con su verborrea de hombre precavido y fingiendo ser el hombre más inocente logró convencer a Elisa de que Germaine fuese llevada hasta los autos en los brazos del hombre de mayor confianza de él, ese que primero se dejaría matar antes de permitir que le arrebatasen a la niña y no cualquiera podría acabarlo, asegurándose aún más le colocó una manta para resguardarla de la vista de cualquier persona.

Daniel por primera vez creyó que la actitud de Frank era realmente coherente, por lo que también accedió al pedido del hombre mientras él llevaba a Frederick en los brazos y Vanessa a Valentina.

Frank aprovechó la oportunidad para brindarle su brazo a Elisa y guiarla, armando el teatro de la familia feliz, el hombre se armó con su sonrisa más brillante y saludó a cada periodista, haciendo énfasis en lo feliz que era al lado de su esposa, la cual apenas sonreía solo para no dejar a la deriva la actuación de Frank.

—Señor Wells, ¿ha sido un viaje de negocios? ¿A qué se debe su ausencia por tanto tiempo? ¿Es cierto que comprará la línea ferroviaria Fénix de Boston? —los periodistas lo acribillaban a preguntas y él solo sonreía, deteniéndose y obligando a que Elisa lo hiciera también, abrazándola con propiedad.

—El viaje ha sido de placer, mi esposa y yo decidimos darnos un tiempo, tomar unas vacaciones, disfrutar del mar, la arena y el sol... Y sí, efectivamente las líneas ferroviarias de Boston en un par de semanas podrán llamarlas Wells —hablaba con su sonrisa imborrable, siendo el hombre más amable del planeta.

—¿Señor y señora Wells, piensan en un nuevo heredero? —preguntó otro reportero.

—Sí... —respondió casi inmediatamente Frank, llevando la mano al vientre de Elisa—. Muy pronto, lo esperamos —él sintió la tensión en el cuerpo de Elisa—. Les pido permiso para retirarme, estamos algo agotados muchas gracias por el recibimiento.

—Gracias señor Wells ¡En hora buena!

El hombre se despidió con un gesto de su mano y siguió con su camino, subió al auto y el trayecto se hizo en completo silencio, Elisa iba con la mirada perdida en el camino, controlando las ganas que tenía de gritarle a Frank su osadía, el dar respuestas sin consultarle, tomar esas decisiones que a ella podrían afectarle, él quería una vez más ganar terreno y ella no podía reclamar si no perdería la poca confianza que había ganado hasta el momento, no podía mostrarse desconforme.

El cepillo se deslizaba suavemente por las hebras castañas, haciéndolo con el mayor de los cuidados, por no poseer la experiencia para hacerlo y temiendo lastimarla, mientras los ojos verdegris se posaban en lo que hacían, una travesía que Jules nunca imaginó experimentar, pero ahí estaba cepillándole los cabellos a Johanne, al principio era algo incómodo pero después de dos días se sentía familiarizado con la actividad, aún los lazos no le quedaban uniformes, ni los sujetaba con tanta fuerza, sus dedos temblaban estúpidamente al maniobrar con las cintas.

—¿Te falta mucho? —preguntó sonriente.

—No, ya casi lo termino —contestó con el ceño fruncido ante la concentración que ponía en la actividad.

—¿Vas a leerme al menos dos capítulos? Es que estoy algo aburrida...

—Johanne necesito descansar un poco, Ivette vendrá en unos minutos y seguro ella lo hará —le hizo saber sintiéndose bastante cansado porque llevaba más de diez días cuidándola.

Había pasado una semana desde que le dieron de alta a la gemela, pero al tener tres de sus extremidades enyesadas, no podía hacer nada por ella misma, tenía una enfermera que se encargaba de hacer las curas de las operaciones a la que fue sometida, también le ayudaba a bañarse e Ivette la alimentaba, pero era el día libre de la enfermera y a Jules le tocó cuidarla, más de lo que lo había hecho en los últimos días.

Jean Paul tuvo que viajar con Johanna a Londres, para retirar los documentos y las notas certificadas, necesitaba inscribirlas en la universidad de París, donde empezarían a mitad de año, al menos por parte de Johanna porque la recuperación de Johanne definitivamente sería lenta, aún se quejaba en demasía por el dolor de las costillas y las heridas de las operaciones, el yeso en su pierna derecha se llevaría unos tres meses; se lo cambiarían mensualmente, la dejarían descansar una semana de él, pero después debería seguir soportando el único medio utilizado para que los huesos sanaran por completo.

—Jules es que Ivette no sabe darles voz a los personajes y me pierdo, no sé quién dice qué.

—Necesito dormir al menos un par de horas, tú pasas todo el día durmiendo, pero yo no... —alegó dejando sobre la mesa de noche el cepillo y tomando un pañuelo que sumergió en una tina con agua tibia y después lo exprimió—. Puedes mientras tanto jugar a las adivinanzas con Ivette, de verdad estoy algo cansado —confesó pasando el paño húmedo por las manos de la joven, limpiándole con esmero, tratándola como si fuese una niña de cinco años.

—Tienes razón... sé que no es fácil, Jules, pero si pudiese elegir, juro que no volvería a escapar de casa —murmuró y las lágrimas inmediatamente corrieron por sus mejillas, aún se sentía muy culpable por el accidente y por todos los momentos angustiantes que les había hecho pasar a su familia.

Jules se levantó de la silla y con mucho cuidado se sentó al borde de la cama, con el pulgar le limpiaba las lágrimas que no dejaban de salir.

—Johanne, ya te has disculpado lo suficiente, a veces hay errores que nos ayudan a aprender, no podemos remediar las cosas que cometemos, somos seres humanos imperfectos, con más defectos que virtudes... Vamos, deja de llorar que te van a doler las heridas, soy un bruto, siempre lo he sido... pero muy sincero, eso no puedo evitarlo, de verdad estoy cansado pero no de ti... me gusta hacerte compañía, solo que mi cuerpo necesita horas de sueño, solo eso.

—Si solo pudiese regresar el tiempo, no solo les quitaría tanto peso de encima, sino que ya no sería un ser deforme, estas horribles cicatrices siempre, siempre van a estar ahí, ningún hombre me va a querer, cuando me vea va a salir despavorido —sin poder controlar el llanto al recordar que ya no sería la misma.

—Si lo hace será un imbécil, pero estoy seguro que eso no pasará, si eliges al hombre correcto no le dará ninguna importancia a esas cicatrices, lo que verdaderamente verá es ese hermoso rostro y tu maravillosa forma de ser.

—Bien sabes que soy antipática, orgullosa, engreída ¿Quién va a fijarse en mí por mi manera de ser? —inquirió en medio de un sollozo.

—Tal vez alguien como yo, sé que no es lo que mereces —le dijo sonriendo dulcemente—. La mujer que amo es antipática, orgullosa y muy engreída, sé que no estoy a su altura, de eso estoy seguro, pero al menos tengo para ofrecerle mi amor verdadero, todo mi sentimiento y sé que encontrarás a un hombre que se vuelva loco por ti, así que no sigas pensando que esas cicatrices te van a limitar de ser amada —le pidió acercándose y dándole un beso en la frente.

—Me conformaré con que me quiera de verdad, tanto como tú quieres a Elisa, muchas veces esto de los sentimientos es más complicado de lo que parece.

—Más, mucho más complicado —dijo soltando un pesado suspiro—. Solo te haces una marioneta de ellos créeme, muchas veces he querido dar marcha atrás en el tiempo... y no sé en realidad dónde podría detenerme, algunas veces cuando estoy molesto, muy molesto por todo lo que ha pasado he querido regresar y evitar enredarme con Chantal, tal vez no te hubiesen cortado el cabello por mi culpa, todavía mi perro estaría vivo y mi padre no me hubiese enviado a América, no hubiese conocido a Elisa y me hubiese evitado muchas agonías, pero me pongo a pensar con cabeza fría y entonces soy consciente de que los mejores momentos de mi vida los viví al lado de ella, con ella... Solo cuatro paredes, nada más nos hacía falta, es increíble cómo una persona puede reordenar tu mundo, tu visión de futuro y entonces solo quiero regresar el tiempo hasta una de las tantas veces que quise llevármela pero siempre hice lo que ella me dijo, por una vez debí no hacerle caso y llevármela en contra de su voluntad y sus miedos... también en contra de mi lealtad, porque... —chasqueó los labios evidenciando que no era fácil lo que iba a decir—. Quise serle leal a Frank, solo yo sé el infierno que vivía, que aún hoy vivo, no quise... Yo no lo hice premeditadamente, no fue mi intención enamorarme, la única certeza que tengo es que no puedo regresar el tiempo y no puedo hacer nada, solo darle tiempo al tiempo y que mis heridas sanen, que la memoria poco a poco vaya borrando la imagen de Elisa de mi cabeza, que el sentimiento se me seque en el corazón; no quiero rendirme, pero así todo grandulón como soy, tengo miedo... Siento mucho miedo Johanne, miedo de que Elisa me diga a la cara que ya no me ama, que no me quiere... yo solo quiero guardar los mejores momentos, todas las veces que me juró amor verdadero, sería muy doloroso y me negaría a aceptar que ya no me ama, juro que sería capaz de suplicarle de rodillas, porque la fortaleza de un hombre ante el amor de una mujer no vale nada —dijo acariciándole las mejillas—. Sin embargo, enamorarse vale la pena; lo vale, por eso quiero que encuentres al hombre que verdaderamente te ame, porque el amor lo trae todo, respeto, comprensión, confianza, amistad, entrega; será esa persona en la cual podrás confiar plenamente y con los ojos cerrados, creerás en todo lo que te dice y el físico solo es una condición, no es el elemento.

—Si lo dices de esa manera, solo haces que aumenten mis ganas por encontrar a ese hombre.

—No desesperes, él llegará... aunque he visto a alguien por ahí que te mira más de la cuenta y se ha preocupado por ti, pero tú no lo tomas en cuenta.

—¿Quién? Jules, no juegues conmigo que estoy algo susceptible.

—¿No me digas que no te has dado cuenta?, si hoy te ha traído agua en dos oportunidades, está siempre atento buscando la manera de verte.

—¡Jules! ¡No!... Thierry el hijo de Ivette... Él nunca tendría para sacarme a cenar siquiera —refutó sabiendo que el chico no estaba a su altura.

—Johanne, eso no es lo más importante, es un buen chico, le gusta trabajar, solo date la oportunidad de saber que existe y no lo ignores ¡Si vive temblando cada vez que te ve!... Si el problema es que no tendrá para sacarte, le daré trabajo en la joyería y le pagaré muy bien y de paso queda resuelto el problema de que no lo quieras trabajando en el jardín.

—¡Te escucha Jean Pierre y le da un ataque!, estás tratando de casarme con un sirviente —dijo un poco molesta—. Él quiere que me case con algún heredero, alguien que tenga para brindarme un futuro prometedor.

—Estoy tratando de que abras los ojos Johanne y te des cuenta de que hay un hombre que suspira por ti... ¿De qué te vale que te casen con un hombre por la fortuna que va a heredar si éste te dejará en casa y se irá con otras mujeres? Entonces no serás más que un mueble lujoso al que utilizará solo cuando lo desee. Ya no eres una niña Johanne, piensa con la cabeza, siente con el corazón y deja de limitar a las personas por su clase social; mi padre no te ha enseñado eso y bien lo sabes, a él le daría igual si te hace feliz; no le hagas caso a Jean Pierre... A menos que verdaderamente te guste alguno de la alta sociedad... —al ver que ella empezaba a meditar sobre las palabras que le había expuesto, decidió dejarla sola para que lo hiciera con mayor comodidad—. Mejor me voy a descansar un rato —dijo poniéndose de pie.

—Descansa lo que necesites y le dices a Ivette que vamos a jugar a las adivinanzas.

—Bien, ya te la envío —salió de la habitación no sin antes dejarle una sonrisa a su hermana.

Johanne se quedó pensando en las palabras de Jules, no en que ella debía encontrar el amor sino en la situación por la que él estaba pasando y sabía que tenía mucha fortaleza, pero sobre todo paciencia.

Después de varios minutos de meditar, un llamado a la puerta la regresó a la realidad.

—Adelante —respondió suponiendo que sería Ivette, pero su sorpresa fue mayúscula al ver que quien entraba era Thierry con libro en mano.

—Disculpe señorita Johanne... Su hermano me ha pedido el favor de que le lea un poco, mi madre aún está ocupada en la cocina; si usted desea mi compañía lo puedo hacer —el joven evidenciaba el nerviosismo y ella empezó a notarlo, si no fuese por Jules nunca se hubiese dado cuenta.

—Solo si no tienes trabajo que hacer, no quiero interferir en tus obligaciones —le dijo y no podía creer que ahora a su hermano se le diese por andar de cupido.

—No señorita, he terminado y estoy de vacaciones en la universidad, no tengo nada que hacer —explicó llevándose las manos a la espalda, con eso tratando de ocultar su estado.

—Bueno, en ese caso por favor podrías leerme un poco —pidió haciendo un movimiento con su cabeza, señalando la silla que tenía muy cerca de la cama, al verlo acercarse se preocupó por su apariencia, pensando que tal vez Jules le había dejado el peinado torcido como siempre y eso sería vergonzoso.

El chico se sentó con movimientos algo torpes y ella quiso reírse, pero recordó las palabras de su hermano y debía mostrarse un poco amable, él abrió el libro y se aclaró la garganta un par de veces antes de empezar, titubeó en varias oportunidades, pero se adentró en el libro y la lectura fluyó.

Johanne al principio estaba atenta a la historia que él narraba y debía admitir que lo hacía muy bien, pero hubo un momento en que fijó su mirada en los ojos de él al recorrer las líneas y se percató de que tenía unos ojos azul cielo muy bonitos, también su cabello rubio casi cobrizo le hacían brillar aún más los rulos que tenía, una nariz recta y unos labios gruesos, nunca antes se había detenido a mirarlo porque pensaba que las clases sociales de ambos eran una barrera que no permitía ser traspasada.

Sin duda alguna Elisa estaba cumpliendo a cabalidad la última carta que le había enviado, todo lo que le decía de la sociedad, eso era importante para ella, para él no había nada más importante que mirarse en los ojos miel.

Las punzadas en su corazón eran dolorosas y torturantes, como si alguien incrustara alfileres, al verla del brazo de Frank, la amplia sonrisa en él y el gesto amable de ella, estaba enamorado de Elisa, pero verla de esa manera con Frank desempolvaba a la bestia de los celos, esa que empezó a rugir dentro de él. Pero la acallaría y buscaría una explicación, necesitaba una explicación de los labios de Elisa, mientras tanto no sacaría conclusiones precipitadas, ya suficientes errores había cometido.

Aunque muriera en el intento, después de mucho tiempo sería egoísta y le haría caso al corazón y no a la razón, no a los consejos de terceros, esta vez apostaría por lo que sentía, aunque su padre creyese que la única manera de demostrarle que era un hombre centrado y maduro era quedarse de brazos cruzados y sentarse a esperar, pero ¿esperar qué? Ni siquiera él lo sabía; la única certeza que tenía era que amaba a Elisa como un adolescente, como un chico irresponsable que saltaría vallas o escalaría balcones con la única intención de verla.

Se puso de pie y se llevó el diario ante la desconcertada mirada de su padre.

—¿Pasó algo? —le preguntó Jean Paul cuando atravesaba el umbral.

—No, no pasa nada padre, voy a realizar un par de llamadas, en un rato estoy con usted, vamos hablar.

—Entonces sí pasa algo —afirmó ante el comentario de su hijo.

—Nada de qué preocuparse —acotó y siguió con su camino hacia el despacho y buscó en la guía telefónica el número de los puertos para reservar los pasajes, una vez más haría el intento y esta vez no lo haría bajo ningún nombre ficticio, iría de frente y dispuesto a luchar, se había cansado de estar en la banca a la espera de un milagro, de una muerte, de que al destino le diese la gana de brindarle una oportunidad.

Reservó el pasaje de Le Havre a South Hampton y de ahí a América, cinco días tenía para dejar todas las cosas en orden con su familia, sus pasos lo llevaron de vuelta al lado de Jean Paul.

—Y bien, ¿qué es ese algo? —como padre se había dado cuenta del cambio de actitud de su hijo e intuía que algo pasaba mientras observaba cómo tomaba asiento nuevamente a su lado.

—El miércoles regreso a América, voy por Elisa... Esta vez estoy decidido a hacerlo y la traeré conmigo; no voy a huir con ella porque no somos unos delincuentes, solo nos queremos, ella es mía y voy a reclamarla, no voy a seguir de sumiso —hablaba con convicción y decisión.

—Jules piensa bien las cosas, lo mejor es esperar —le aconsejó el padre mirándolo a los ojos.

—Padre la decisión está tomada, yo no voy a seguir esperando... no puedo hacerlo, voy a luchar por Elisa, lo haré, no me pida que espere; usted me dice que espera... yo no puedo hacerlo. Nuestras situaciones son muy distintas, a usted no le queda más que esperar, mi madre está muerta, no tiene que torturarse pensando en si dejará de amarlo o no porque eso no va a pasar... el tiempo en ella no pasa, en Elisa sí. Tengo que demostrarle que aún la amo con desespero, que la quiero... No voy a seguir sentado, sé que usted teme, pero no soy un cobarde padre, me ha costado un mundo adaptarme a su petición, a sus consejos, pero solo lo he hecho por complacerlo, por no hacerlo sufrir y no darle vida a sus miedos, mientras tanto yo me estoy sacrificando, yo estoy sufriendo, muriendo cada día que paso lejos de ella. Trato de esconderlo, pero bien sabe que no estoy bien, que uno no deja de amar de un día para otro y mucho menos si espera algo de esa persona que quiere.

—Veo que no tengo nada que decir y no porque no quiera sino porque no puedo, no lograré hacerte entrar en razón.

—Padre ¿Cree que no estoy razonando? —preguntó sintiéndose en desacuerdo con su padre.

—No, no lo estás —determinó—. Solo quieres ir y exponerte, no solo tú lo haces, también expones a la mujer que dices amar.

—Frank no es el maldito demonio... —dejó libre un suspiro porque estaba perdiendo los estribos delante de su padre—. No es invencible, si es tan hombre como dice ser, me enfrentará.

—No lo hará, puede ser hombre, pero es más inteligente... primero te lanzará a los perros y no hablo de los caninos, me refiero a los guardaespaldas.

—No temo por ello, no se van a arriesgar hacerlo en público y si lo hicieran, al menos tendré la convicción de que lo intenté, prefiero eso a seguir como el más grandes de los cobardes, así es como me siento, no me siento como un hombre razonable ni maduro, me siento como un imbécil que no está luchando... Padre he perdido mi esencia por complacerlo y no es justo, no lo es para mí.

—¿Entonces debo cambiar la vida de un hijo por el que cree haber perdido su esencia? —preguntó con tristeza.

—Da lo mismo si no soy yo, si no doy todo lo que tengo habrá perdido a su hijo, cuando me subí a ese barco hace casi dos años para regresar a Francia lo dejé... se quedó en América, aquí usted solo tiene un cuerpo, no a su hijo y necesito recuperarlo... yo lo dejé con Elisa.

—Fuiste tú quien lo decidió... no te lamentes Jules porque sé perfectamente que sabías las consecuencias de lo que hacías.

—Sí, las sabía, pero no las pensaba... cuando razonaba todo era un caos en mí... pero no me he arrepentido de mis sentimientos, no me arrepiento de lo que siento, ahora solo quiero vivir todo lo que llevo dentro, no voy a seguir esperando. Si para usted ser maduro es seguir estancado, esperando quién sabe por cuánto tiempo... lo siento, regreso a tener quince —dijo poniéndose de pie y dejando a su padre que de momento no podía entender la situación por la que atravesaba.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro