CAPÍTULO 57
La mirada de Margot Anderson recorría el lugar, en el que solo se encontraba acompañada por Frank Wells, a quien se le veía un poco desencajado, tal vez por su incómoda permanencia en esa pequeña habitación de hospital, logrando aumentar la admiración que sentía por el hombre. No era más que un ser correcto y honorable, con tanto amor por Elisa y ella no supo valorarlo, solo por dejarse llevar por la lujuria que ese hombre despertó en ella, convirtiéndola en una pecadora.
—Pensé que vería primero a Elisa —acotó Frank captando la atención de Margot nuevamente.
—Frank, sé que usted ama a mi nieta con todo su corazón, que es un hombre de buenos sentimientos y honrado. Verdaderamente lamento toda la situación por la que ha estado pasando, ningún hombre merece semejante humillación; sin embargo, me veo en la penosa necesidad de interceder ante usted por la ingrata de mi nieta, créame que no es mi decisión sino que ciertas medidas me han orillado hacerlo... usted estaba informado de lo que yo como matrona y representante de la familia Anderson pensaba hacer con la creatura, mis deseos solamente buscaban hacer cumplir las leyes por las cuales nos hemos regido desde siempre... en resumidas cuentas, cumplir con el deber que se me encomendó desde el mismo momento en que nací y créame que he luchado por ello; no obstante, ha surgido un nuevo planteamiento... Soy consciente de que hasta el momento no le hemos preguntado a usted qué piensa... Sé que ni siquiera debería hacerlo porque su respuesta solo será una y todos la conocemos; a pesar de ello, estoy en la obligación de formular la pregunta y usted con el derecho que le da ser el esposo de Elisa de responderla —hablaba con precaución estudiando la reacción del hombre, escogiendo cuidadosamente cada una de sus palabras, para sacar el mejor provecho de esa conversación.
Las palabras de Margot Anderson dejaban claro lo que él ya suponía, también sabía de los deseos de Elisa por permanecer con la niña, pero por encima de todo eso, estaban sus propios deseos, esos en los cuales él sería el único ganador y quería ganarse no solo el amor y compañía de su mujer, sino también el de su hija. Si bien ese hijo de puta le había arrebatado al amor de su vida al menos en esencia, no lo haría en presencia y entonces le pagaría con la misma moneda, un simple ojo por ojo. Le quitaría a su hija, el amor de un hijo era irremplazable y se juraba a él mismo que nunca permitiría que ese desgraciado conociera a la niña, ni siquiera podría acercársele, no podría saber al menos que existe. Su venganza ahora tenía otro precio, uno más valioso.
Entonces cuando ya no hubiera nada que hacer, cuando no le quedara más tiempo en este mundo, le haría saber a ese miserable que fue mucho más inteligente que él y que aquello que él pensó hacerle arrebatándole a Elisa y a su hijo, como lo dejó ver en el plan que había armado para llevárselos de su lado y del cual se había enterado por medio de su puño y letra, de igual forma se iba a enterar que él lo hizo con su hija, dejaría una orden de que le hiciesen llegar una carta, solo una semana después de su muerte, cuando su cuerpo se hubiese descompuesto y entonces después de muerto gozaría de su venganza y del sufrimiento que le causaría saber que no solo había logrado quedarse con Elisa sino que también le había robado años junto a su hija.
—En realidad no me han preguntado, de hecho, hasta hace poco estaba totalmente de acuerdo, no quería ver al producto de la debilidad de mi mujer... es innegable que sería una viva estampa de lo sucedido, rechazaba cualquier idea, pero he visto a la niña —el hombre se detuvo y bajó la mirada a sus manos entrelazadas—. Todos eran conscientes de mis deseos por otro hijo, sobre todo si era una niña... sé que serán las palabras de un hombre sin orgullo ¿cuánto me puede quedar? Después de lo pasado no creo que mucho... Es un ser pequeño, un ser inocente y no tiene culpa... Soñé tener muchos hijos, el tiempo no me favoreció, me conformo con saber que es de la mujer que amo, lo demás no me importa —su tono de voz era pausado, evidenciando ese cansancio que traía en su alma, más que el físico, sobre todo para que Margot así lo viera y llevar el papel de víctima que ella misma le imponía, que no estaba alejado de la realidad pero ella no imaginaba que la víctima ahora se convertiría en verdugo, no había nacido quien le ganara en inteligencia y astucia a Frank Wells.
—¿Podría aceptarla... darle su apellido? —inquirió la mujer observando el rostro entristecido del hombre, no era más que una pobre víctima y todos se empeñaban en verlo como un bárbaro.
—Quiero que sea mi hija... como si yo mismo la hubiese procreado, le daré mi apellido pero a cambio quiero a la niña, Elisa no podrá impedir que yo sea su padre por completo, por entero, tener los mismos o más derechos que ella sobre la pequeña y quiero que le quite el nombre... que se lo cambie, mi hija se llamará Mía Wells... y que solo me conozca a mí como padre, no permitiré que Elisa le envenene la mente —sabía que no podía ceder sin imponer algunas condiciones, Margot no le creería si hacía el proceso fácil, pero estaba decidido a quedarse con Elisa y con la niña, esa sería la cadena más fuerte que la ataría por completo a él.
—Trataré de convencer a Elisa para que cumpla todo lo que usted desea... estoy segura que no se negará —dijo la mujer con voz tranquila—. Ahora si me permite dejaré que se enteren que he venido, seguramente Brandon no estará totalmente de acuerdo en que haya conversado con usted primero; creo que debería informarles a los presentes en la sala de espera... ¿Podría acompañarme? —Inquirió y Frank asintió en silencio—. Usted me dejará hablar.
—Como usted prefiera Margot, sabe cómo dirigirse a su familia —le dijo poniéndose de pie, saliendo de la habitación que Frank ocupaba y dirigiéndose a la sala de espera.
Al llegar al lugar las miradas de sorpresa de Brandon, Fransheska y Vanessa se posaron sobre ellos como era de esperarse.
—Buenos días madre —saludó Brandon y por cortesía lo hizo con Frank—. Buenos días —siendo con el hombre menos personal.
—Buenos días Brandon —correspondió la matrona.
—Buenos días —lo hizo Frank de la misma manera, provocando más tensión en el ambiente.
—Elisa podrá quedarse con la niña —informó la mujer sin rodeos, por lo que Brandon dejó libre un suspiro de alivio al tiempo que cerraba los ojos, sintiendo cómo el peso que traía sobre sus hombros y alma lo abandonaban—. Frank va a presentar a la creatura con su apellido, con ciertas condiciones que él mismo tratará con Elisa.
Brandon no pudo evitar clavar la mirada en Frank al suponer las condiciones que tenía para Elisa, pero él no quería anticiparse, esperaría que fuese su sobrina quien le informara si estaba o no de acuerdo; sin embargo, no pudo evitar dirigirle unas palabras al hombre.
—Creo que ha sido la decisión más sensata que ha podido tomar y le agradezco en nombre de mi sobrina, pero me gustaría que tuviese claro que la última palabra la tiene Elisa, que la bebé es su hija... Aún si lleva su apellido, mi sobrina es quien debe decidir qué es lo mejor para la pequeña, no intente presionar a Elisa para que ceda sus derechos ante usted porque le aseguro que no lo conseguirá, no mientras nosotros estemos para respaldarla y lo haremos siempre —enfatizó mirando al hombre a los ojos sin intenciones de ser arrogante o malagradecido, solo dejando clara su postura en el asunto.
—Las condiciones que tengo se las haré saber a mi esposa, ya ella decidirá qué es lo mejor, si permanecer junto a la niña o dejar que la aparten de su lado, una vez más yo solo busco el bien de Elisa, aunque ella no merezca que me preocupe como lo hago... no quiero verla sufrir —contestó el hombre en tono pausado mostrándose sumiso y cansado frente a Brandon pero sin poder lograr ocultar del todo la amargura en su voz.
—El señor Wells ha accedido a más de lo que podías esperar de él, por favor Brandon no compliques más las cosas con exigencias que no vienen al caso, la bebé será la hija de ambos y ambos tendrán los mismos derechos sobre ella, tal como los tienen sobre Frederick, esto será así y no se hablará más del asunto después de que Elisa tome una decisión —sentenció Margot mirándolo a los ojos con seriedad.
—Estoy segura de que Elisa escogerá lo mejor para la niña, no debes preocuparte por ello Brandon —susurró Fransheska ofreciéndole una caricia a su esposo en la espalda para relajarlo.
Él asintió en silencio y le dedicó una mirada donde le agradecía su gesto, realmente aunque todo parecía haber puesto el viento a favor de Elisa, él seguía sin confiar en Frank Wells aunque hubiese aceptado a la niña; eso era por lo que había rogado para que sucediera, la manera tan fácil a la cual había accedido el hombre despertaba una alerta en él que no podía disimular, ahora más que nunca sentía la necesidad de sacar a Elisa de esa casa, de alejarla de ese hombre que cada día dejaba más clara su obsesión por su sobrina.
Daniel se encontraba en la cafetería del hospital ofreciéndole un emparedado y un jugo de manzana a Frederick, lo había traído muy temprano pero no quería desayunar, estaba molesto porque le había prometido que apenas llegaran al hospital podría ver a su madre, pero le habían dado largas, ya que debían esperar después de la rutina médica, algo que él aún no podía entender y creía que solo le estaban negando la oportunidad.
—Frederick solo un poco, anda... Dennis me dijo que te gusta el jugo de manzana —le extendía la bebida mientras el niño negaba con la cabeza—. ¿Quieres ver a tu mami? —Inquirió cariñosamente y su sobrino asintió en silencio con energía—. Bien, si quieres hacerlo primero debes comer si no, no podré llevarte.
Observaba cómo el niño lo miraba en silencio y en un orgulloso gesto se cruzó de brazos retándolo con la mirada, en una actitud que hasta ahora no conocía; por lo que él le mantuvo la mirada e igualmente se cruzó de brazos esperando que Frederick cediera, pero, así como podía pasar horas sin hablar al parecer podía pasar horas con la mirada fija.
—Eres igual de terco que tu madre —dijo al fin dándose por vencido y dejando libre una sonrisa—. Está bien, vamos a que la veas y le diré que no has querido desayunar.
Daniel lo cargó y se encaminó con él a la habitación de Elisa para ver si ya permitían las visitas a su hermana, mientras se dirigían el pequeño le dio un beso en la mejilla, logrando ganarse la indulgencia de su tío para que no lo acusara con su madre.
A Elisa le habían llevado a la pequeña por media hora para que la amamantara, recalcándole la importancia de la leche materna sobre todo en prematuros, después la niña debía regresar a la incubadora. El doctor le había informado que los pulmones de la pequeña habían evolucionado satisfactoriamente, aunque eso no la eximía que más adelante presentara complicaciones respiratorias, todas las que podrían ser sobrellevadas con medicamentos.
El llanto de la niña era lo más hermoso que podía escuchar, pero tampoco le gustaba que lo hiciera, aunque esa fuese su manera de hacerle saber que tenía hambre mientras la arrullaba para calmarla.
—Germaine, ¡que temperamento tienes!... ya te voy a dar de comer. Te pareces a tu padre, deja de hacer berrinches —hablaba acomodándose en la cama y acercándola más a su pecho, exponiendo uno de sus senos para amamantarla.
La pequeña lo capturó inmediatamente y ella se quedó admirando a ese rayito de luz que había llegado para iluminarle la vida, le hacía falta Jules, lo extrañaba, pero su ausencia no la torturaba tanto, no desde que tuvo en sus brazos a su hermosa princesa, un llamado a la puerta la hizo desviar la mirada del rostro de su niña.
—Adelante —respondió y Daniel entraba a la habitación con Frederick, quien al ver a su madre dejó libre una carcajada y estiró los brazos para lanzársele encima—. ¡Hola mi vida! —exclamó realmente emocionada de ver a su hijo, no esperaba que su hermano le regalara semejante sorpresa.
Frederick desvió la mirada de su madre ante la curiosidad de ver a la niña en los brazos de ésta, él no entendía lo que había pasado.
—Ven a darle un besito a mami —pidió Elisa sosteniendo a la niña con un brazo.
—Hola hermanita —saludó Daniel depositándole un beso en los cabellos y tragándose las lágrimas para no angustiarla—. ¿Cómo te sientes? —preguntó apenas alejando unos centímetros sus labios de la cabellera rojiza y ganando tiempo para ocultar sus emociones.
—Feliz... y muy bien gracias —dijo tomándole una mano y depositándole un beso en el dorso—. Siento los malos momentos que te he hecho pasar.
—No tienes nada que sentir... nada es tu culpa —susurró y desvió la mirada a la niña, ahogando la risa ronca ante las lágrimas que aún le bailaban en la garganta, encantado de cómo la pequeña abría los ojos y le parpadeaba seguido, tal vez porque la luz le molestaba—. ¿Es mi idea o tiene los ojos claros?
—Los tiene claros... pero tal vez le cambien con el tiempo, creo que los tiene verdes —susurró Elisa mirando a su pequeña—. Pero es que no se los deja ver, ya ves... mira cómo cierra los ojos casi inmediatamente y los abre a medias —decía sonriendo colmada de ternura.
—Yo te apuesto mi sueldo de un año a que va a tener el color de ojos de Le Blanc —aseguró sonriendo y acariciándole con el pulgar la mejilla a la pequeña—. Mira nada más que pestañas tiene.
—Es lo que todo el mundo dice... tiene unas pestañas hermosas, todas las enfermeras solo hablan de las impactantes pestañas de la pequeña Germaine. Sería difícil, el color de los ojos de Jules es muy extraño. Ven Fred siéntate aquí con mami —le pidió al niño que aún colgaba de uno de los brazos de Daniel.
Él lo colocó con cuidado, observando que el niño se encontraba anonadado admirando cómo Germaine se alimentaba.
—Es tu hermanita... ¿Te gusta? —le preguntó el tío sonriente.
El niño asintió con energía y con la vista en lo que la niña hacía, ya su madre le había dicho que tendría un hermanito, pero no sabía que su ausencia de tantos días se debía a que habían venido a buscar a su hermanita.
Elisa agarró con su mano libre la mano de la pequeña, observando los dedos largos y acariciándolos, percatándose de que también los había sacado de su padre, al igual que los hoyuelos en las mejillas, los cuales se apreciaban mejor cuando lactaba, para después desviar la mirada a Frederick.
—¿Te hizo falta mami? —le preguntó mirándolo a los ojos y él asintió en silencio—. ¿Mucho, mucho? —Inquirió cariñosamente y él asentía nuevamente aferrándose a su madre quien lo adhirió a su costado y le besó los cabellos—. Tú también me hiciste mucha, mucha falta mi vida —desvió la mirada a su hermano—. ¿Daniel quieres ayudarme?... ¿Puedes sacarle los gases a tu sobrina? —le pidió.
—Claro... vamos con las primeras maldades a Germaine ¿Por cierto, de dónde has sacado el nombre? —preguntó cargándola con cuidado.
—De su abuela —le dijo sonriente mirándolo a los ojos y él correspondió con una sonrisa y negando con la cabeza—. No te burles —reprochó sonriente.
—No me burlo, solo que... bueno, hasta para respirar piensas en Le Blanc... Algún día le preguntaré qué fue lo que hizo contigo.
—Amarme apasionada e incondicionalmente... eso hizo —respondió al tiempo que cargaba a Frederick y lo sentaba en su regazo, abrazándolo con cuidado para no lastimar su herida.
Mientras Daniel con infinito cuidado atendía a la niña, Elisa lo observaba, encantada de ver cómo se veía su hija tan pequeña sobre el pecho de su hermano y se imaginó a Jules, sabía que sobre su pecho se vería mucho más pequeña pero también más hermosa, se sentía feliz, pero sabía que si él estuviera ahí no solo se sentiría feliz, sino también plena.
La niña se quedó dormida, por lo que Daniel con mucho cuidado se encaminó para acostarla en el carrito, en ese momento la enfermera entraba a la habitación seguida de Frank y Margot Anderson.
Elisa no pudo evitar que un nudo se formara en su estómago, la boca se le secó y el corazón se desbocó de la nada mandando al Diablo esa serenidad que la embargaba y solo se instaló en ella una angustia que la dominaba.
Con su mirada siguió a Margot, quien detuvo a la enfermera que salía con el carrito y Daniel la alcanzó cargando a la niña en brazos, desafiando a su abuela con la mirada quien igualmente lo retaba mientras la enfermera los miraba desconcertada.
—Tendrá primero que pasar sobre mí, es mi sobrina y no... —hablaba cuando la mujer intervino.
—Se quedará con la madre —fue la respuesta de Margot para que Daniel bajara la guardia y no evidenciara los conflictos familiares delante de la enfermera.
Daniel sintió una gran tranquilidad, pero no por eso dejó de escudar a Germaine, la colocó nuevamente sobre el carrito y se encaminó con la enfermera cuando la matrona retuvo el vehículo la vio admirar a la pequeña por más de un minuto, tomándole una de las manitas con cuidado, aunque Daniel no quería permitir que la tocara tampoco podía evitarlo.
Margot se percató de que los rasgos Lerman eran muy pocos y que sin duda alguna las habladurías se harían correr cuando la niña tuviese más edad, pero ya eran consecuencias con las cuales correría Frank Wells; no pudo evitar que su corazón diese un extraño vuelco cuando vio cómo la niña sonreía en sueños, tal vez sintiéndose a gusto con el suave toque de sus dedos en la pequeña mano que se aferró a su dedo, quizás rogándole en silencio y desde su gran inocencia que la ayudara a conseguir un futuro estable y armonioso. Ella no tenía la culpa de su origen, no había pedido nacer de una relación pecaminosa, solo era un pequeño ángel que había venido a caer donde menos lo esperaba, eso hizo que la mujer se prometiese a si misma darle un lugar adecuado en la vida, sin importar lo que decidiese Elisa, la niña tendría lo que merecía, eso podía asegurarlo, aun si tenía que pasar por encima de todos sus sobrinos; por lo pronto la decisión de Wells había sido mucho más de lo que podía esperar y lo celebraba, eso casi daba por terminada su labor en todo este asunto.
Evitar la deshonra de la familia y lo más importante, que la niña llevase el insigne apellido de uno de los hombres más influyentes del país y el legítimo esposo de su sobrina, su único y absoluto dueño.
Elisa observaba a la mujer sin lograr moverse, ni calmar el latir desbocado de su corazón, quería levantarse y alejar a su hija de Margot quien a todas luces miraba a la pequeña con lástima, como si su bebé fuese una desahuciada que necesita de su compasión; creyéndose tal vez su salvadora, ¡vaya salvación cuando deseaba separarlas!, ¡arrancarla de su seno!, pero no se lo permitiría.
La anciana asintió en silencio, ordenándole a la enfermera que continuara con su trabajo; la joven se encaminó siendo seguida por Daniel, quien antes de salir le dedicó una mirada a su hermana y ella asintió para pedirle que hiciera lo que pensaba.
—Hola campeón —saludó Frank a Frederick al tiempo que lo cargaba y le depositaba varios besos en la mejilla.
—¿Cómo te sientes Elisa? —preguntó Margot manteniendo el tono distante.
—Para su intachable conducta, lamentablemente me siento bien —le dijo alisando una arruga de la sábana, demostrando no darle importancia a su abuela.
—Por encima de mi conducta y mi función como matrona, está mi amor como abuela y aunque hayas mancillado el honor de la familia y sigas comportándote groseramente, no quiere decir que no te aprecie y que no me preocupe por tu salud; Elisa sabes que te aprecio —le hizo saber.
—Si lo hiciera... si verdaderamente lo hiciera, no hubiese hecho lo que acaba de hacer, no hubiese mirado despectivamente a mi hija. Y le aconsejo que sea la primera y la última vez que lo haga —le dijo endureciendo el tono de voz.
—Contigo no se puede hablar, vives a la defensiva, pareces un animal salvaje... ¿Dónde quedó la educación que te brindó la familia? ¿Acaso todo el tiempo y el dinero fueron gastados en vano? —espetó con voz firme.
—No tengo opciones, debo defenderme de los buitres —escupió las palabras con desprecio, paseando la mirada de su abuela a Frank, quien bajó su vista y simuló estar jugando con Frederick.
—Ni siquiera mereces mi indulgencia por ser tan soberbia e intransigente, solo lo hago por este hombre —acotó desviando la mirada a Frank—. Quien verdaderamente no te merece y no me da la cara para mirarlo porque me da vergüenza asumir que eres parte de la familia... pero su amor por ti es tan grande que poco le importa su orgullo y su integridad como hombre... deberías de darte con una piedra en los dientes antes de dirigirte a Frank Wells.
—La piedra en los dientes sería lo de menos, los que milagrosamente aún conservo... Porque fue el hombre que venera quien casi me los saca a punta de golpes —no se dejaría intimidar por la mujer y mucho menos le harían creer que Frank era un ser divino cuando solo era el hombre más cínico sobre la tierra.
—Yo verdaderamente no quiero este tipo de discusiones ni reclamos delante de mi hijo, por favor Margot —intervino Frank en la conversación—. No creo que haya que darle tantas vueltas al asunto.
—Comprendo tu postura y la del pequeño Frederick, sangre de tu sangre —enfatizó las palabras, haciendo a un lado a la niña una vez más.
Elisa soltó un pesado suspiro, liberando esa energía que la consumía porque sabía que no podía molestarse, los cambios de ánimos afectarían el alimento de su hija y era más importante la salud de Germaine que lo que pudiesen pensar Margot Anderson o Wells, le daba lo mismo. Germaine era suya más que cualquier cosa, tan suya como Frederick y su abuela no era quién para depreciarla, solo por esta vez permitió que la tocase porque se juró que no iba a permitir que la viese nunca más.
—Elisa, bien sabías cuál era la decisión tomada a consecuencia de tu pecado pero aun cuando pienses que soy un ser vacío y sin escrúpulos, he abogado ante la petición de Brandon, bien sabemos que es el patriarca y que tengo que consultar con él las decisiones; en vista de que no estaba de acuerdo, decidí recurrir a la buena voluntad de tu señor esposo... Él piensa hacerse responsable por la niña, darle su apellido y hacer de cuenta que es su hija solo por el bien de su matrimonio y por los sentimientos de él para contigo.
Elisa clavó la mirada en Frank y pudo percibir ese descaro disfrazado, ya lo conocía muy bien, sabía quién era verdaderamente Wells y a ella no podía engañarla.
—Elisa, lo aceptaré, pero quiero que la pequeña sea mi hija, completamente mía, tener tantos derechos sobre ella como los que tengo sobre Frederick, no quiero que por error se entere de quién es el padre, no quiero verme obligado a tener que alejarla de ti, pero sobre todo no quiero el nombre que le has puesto... se llamará Mía Wells.
—¿Tuya? —Inquirió Elisa—. No haces más que amenazarme Frank... mi hija ya tiene nombre —respiró profundo sabiendo que debía actuar con inteligencia, que si Frank actuaba de manera calculada ella lo haría de la misma manera e ideó rápidamente un plan, bien sabía que Frank no confiaría en que cediera completamente—. Aceptaré, prometo ofrecerte los mismos derechos... no hablarle de Jules su verdadero padre, pero el nombre seguirá siendo Germaine, odio tener que hacer de mi hija una especie de negocio, pero es eso o nada.
Frank se mantuvo en silencio mirando a los ojos de Elisa, quien le mantenía la mirada hasta que Margot intervino.
—No creo que un nombre pueda ser tan relevante —acotó la mujer.
—Lo es —susurró Frank con palabras duras—. Así se llamaba la madre de ese desgraciado, suficiente tengo con hacerme cargo de una hija que no es mía.
—Pero acabas de decir que quieres los mismos derechos, juro no hablarle de Jules... prometo no hacerlo —le dijo Elisa y era una mentira que hasta ella misma empezaba a creerse—. ¿Qué más quieres de mí Frank? —preguntó y una lágrima rodó por su mejilla, le había costado, pero había logrado sacarla, al pensar en el acto de traición que le estaba haciendo al amor de su vida, haciendo más creíble su actuación.
—Si por error me llego a enterar de que mi hija sabe de la existencia de ese desgraciado, te la quitaré y no la verás más —amenazó determinante.
—Prometo no hacerlo —susurró y desde ese mismo momento empezó a labrar su venganza, se ganaría la confianza de Frank, lo haría, aunque tuviese que volver a convivir como una familia, como una esposa, pero al primer descuido lo dejaría vacío, se largaría con sus hijos sin la necesidad de arriesgar a Jules, solo tenía que ganarse su confianza y estaba segura que lo haría, tal vez le llevara tiempo pero estaba dispuesta a esperar y soportar.
—Creo que estás actuando con inteligencia Elisa, Frank es un hombre honorable —acotó Margot sintiendo un gran alivio, la presión la abandonaba; ya quedaba en manos de Wells lo siguiente—. Yo los dejos a solas para que hablen acerca de la pequeña —dijo la mujer siendo seguida por la mirada de Frederick, quien apenas la conocía.
Mientras que Elisa se quedó mirando la sábana en su regazo y Frank mirándola a ella, no había nada que hablar, se habían dicho todo, aunque ambos guardasen intereses.
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