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CAPÍTULO 43


La mirada celeste se posaba en unos tomates mientras su madre buscaba los rábanos, estaba por agarrar uno cuando sintió que alguien le cerraba el codo.

Dennis miró sobre su hombro a un hombre que llevaba puesta una capa de invierno, se le hacía muy raro porque ni siquiera se anunciaba la primera nevada, para eso faltaban más de dos meses y no pudo evitar asustarse ante el extraño hombre.

—Acompáñeme por favor —pidió la voz masculina, ella estaba totalmente aterrada y negó con la cabeza desviando la mirada al vendedor de las hortalizas quien no hacía nada, solo miraba sorprendido lo que pasaba—. Por favor, se lo pido... ¿Es usted Dennis? —preguntó, pero ella no quiso dar ninguna respuesta—. Tengo que entregarle algo, es de vida o muerte, pero aquí no puedo, nos pueden ver —susurraba mientras miraba a todos lados y el corazón le brincaba en la garganta.

—¿No me hará nada? —preguntó temerosa.

—No, ¡Por Dios! No —dijo de manera urgente—. Pero no me exponga —hablaba y empezó a arrastrarla ante la mirada atónita del hombre que le vendía para después mirar cómo el tomate caía al suelo.

Dennis arrastraba los pies en el suelo, rehusándose a seguir caminando, pero no podía contra la fuerza masculina mientras tenía ganas de gritar y pedir ayuda, aunque los nervios se lo impedían.

El hombre la llevó a un callejón solitario y la adhirió a la pared, ella aprovechó que se iba a quitar la capucha y salió corriendo, pero los reflejos de él estaban atentos, por lo que la agarró nuevamente por el brazo.

—Por favor, no me haga daño —suplicó con las lágrimas en la garganta—. Tome, llévese el dinero es todo lo que tengo —ofreció sacando los billetes, arrugándolos en sus manos debido a los nervios.

—No quiero su dinero —dijo al tiempo que se quitaba por fin la capucha, mostrando su rostro con rasgos israelí—. Solo necesito que me haga un gran favor —empezó a buscar algo en su chaqueta.

—Por favor... No saque ningún armar, yo colaboro, yo colaboro —repetía nerviosamente cerrando los ojos ante el miedo que no la dejaba coordinar, ni escuchar que el hombre no intentaba hacerle daño ni mucho menos robarle.

—Señorita, abra los ojos que no tengo ningún arma —dijo con voz sofocada, la chica abrió los ojos y vio en las manos del hombre unos sobres.

—No me hará daño verdad —fue una afirmación de su parte.

—¿Y hasta ahora es que se da cuenta? —preguntó sonriendo nerviosamente. Debía estar atento y ser rápido antes de que alguien los viera.

—Mi nombre es Kellan... Kellan Parrichs ¡Qué demonios!, pensaba que no tomaba días libres, me he pasado todas las tardes en este bendito mercado por horas, porque me dijeron que lo visitaba y que podría encontrarla aquí.

—Es que he tenido algunos inconvenientes con mi... —detuvo sus palabras porque no creyó conveniente hablar de sus patrones delante de un desconocido, por lo que cambió de tema—. Usted es Kellan Parrichs, ¿quién es usted? ¿Qué quiere de mí? —preguntó llenándose un poco más de confianza.

—Soy el... bueno, era el asistente de Jules Le Blanc —elevó los sobres y se los mostró—. Éste es para usted, estos otros dos son para su patrona, él me dijo que podía confiar en usted —a medida que el hombre hablaba el corazón de Dennis iniciaba un golpeteo furioso a causa de la expectativa y esperanza porque el tono de voz demostraba alegría y no tristeza o nostalgia como debería ser cuando se hablaba de alguien fallecido—. Se supone que uno de ellos tenía que habérselo entregado hace más de un mes, el otro me llegó hace un par de días, pero como usted... —hablaba cuando Dennis le arrancó los sobres de las manos.

—¿Ha dicho que éste es para mí? —dijo emocionada mientras que los otros dos los guardaba en su bolso, rasgó el sobre que llevaba su nombre—. ¿Está vivo verdad? —preguntó apenas elevando la mirada y pudo ver cómo el joven sonreía y asentía en silencio.

Dennis extendió ante sus ojos la hoja, después de un minuto elevó la mirada y sus ojos se encontraban ahogados en lágrimas.

—Es usted un ángel —se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla dejando a Kellan aturdido, perdido en ese mar celeste, descubriendo que la niñera de la mansión Wells era realmente hermosa, mientras él se encontraba anonadado por el gesto ella se echó a correr.

—Espere... espere —le dijo tomándola de la mano y reteniéndola una vez más—. Necesito su dirección, no puedo estar esperándola todo el tiempo en el mercado.

—4849 Milwaukee... Espero que no se le olvide —acotó y una vez más se soltó del agarre.

Salió corriendo hasta la mitad del mercado, buscado con la mirada a su madre, rápidamente la ubicó y se dirigió hasta ella.

—Mamá debo regresar a la mansión, nos vemos después —apenas habló y salió corriendo hasta la avenida donde mandó a parar un taxi. En el asiento trasero del auto buscó una vez más la carta y la leyó, emocionándose hasta el punto de derramar lágrimas, las que limpió rápidamente—. ¿Cómo no le voy a ayudar señor Le Blanc? —susurró—. Si solo quiero que venga cuanto antes y se lleve a la señora, que deje de sufrir, que la aleje de todas esas viejas desgraciadas sin alma —hablaba con ella misma mientras el taxista la miraba por el retrovisor de vez en cuando.

Después de cuarenta minutos el auto se detenía frente a la mansión Wells, la joven tuvo que bajarse en la entrada porque los hombres de seguridad no le permitieron la entrada al extraño vehículo, aun cuando se encontraba rotulado como taxi, eran las órdenes estrictas del señor Wells, ningún extraño debía ingresar a la propiedad.

Dennis le pagó al hombre y se bajó, apenas le concedieron el paso corrió a la casa, no quería perder un solo segundo para devolverle la esperanza a la señora.

Llegó a la mansión por una de las puertas traseras, se encontraba sin oxígeno ante el esfuerzo, respiró profundamente y se calmó unos segundos, recorrió la cocina y algunos de los salones buscando a Flavia, ya que era la única que tenía llave de la habitación de la señora Elisa, pero para su mala suerte no la encontraba por ningún lado. Decidió preguntarle al mayordomo, quien inevitablemente se extrañó al verla en la casa siendo su día libre.

—Señor André, ¿ha visto a Flavia? —preguntó con voz ahogada y el sonrojo de su rostro demostraba el esfuerzo realizado.

—Salió hacer unas compras... ¿Qué haces aquí? ¿Acaso no es tu día libre? —le preguntó estudiando el rostro de la joven.

—Sí señor es mi día libre, pero es que tengo una emergencia y necesito ver a la señora, necesito hablar con ella; es verdaderamente importante que lo haga —suplicó mirándolo a los ojos.

—Sabes perfectamente que yo no tengo llaves, el señor ya no confía en mí —le explicó desviando la mirada a otro lado.

—Sí, ya sé que ya no confía en nosotros, pero mire lo que tengo aquí —dijo sacando los sobres y mostrándoselos con una maravillosa sonrisa.

—¿Qué es eso? —preguntó y pudo leer rápidamente el remitente, trató de agarrar las cartas, pero la joven las alejo rápidamente.

—Es correspondencia ajena señor André —le recordó sonriendo y él la miraba entre anonadado y sonriente, sin aún salir de su estado de asombro y de felicidad al cerciorarse de que eran del señor Le Blanc.

Él sabía que no era justo para su patrón, pero habían visto a la señora sufrir demasiado y tampoco se lo merecía, mucho menos desde que la visitó la señora Margot Anderson.

—¿Me ayudará a abrir la puerta? —preguntó sin poder ocultar su felicidad.

—No hay manera de hacerlo, no podemos violentarla porque el señor se daría cuenta... ¡No lo creo! ¿Está vivo? —Preguntó y ella asintió en silencio con una gran sonrisa—. ¿Entonces por qué el señor mintió? ¿Para qué hacer sufrir de esa manera a la señora? Es muy malvado de su parte —susurraba mientras pensaba en la manera de hacerle llegar la carta a la señora—. Eres bastante delgada, ¿crees que puedes escalar las enredaderas?

—Sí claro, claro por el balcón ¿Por qué no lo pensé antes? —se preguntó ella misma—. Pero necesitaré de su ayuda... No perdamos tiempo señor —dijo halándolo por la mano y guardando los sobres nuevamente.

Llegaron a una de las partes laterales donde daba una de las extensiones del balcón de la habitación principal de la mansión, ya que si se iban por la parte delantera los hombres de seguridad los verían. Miraron varias veces la altura y las posibilidades de Dennis para subir sin caer y hacerse daño.

—¿Estás segura que puedes subir? —preguntó mirándola a los ojos.

—Sí, claro que puedo y usted me ayudará. Gracias al cielo es alto, gracias al cielo que los franceses son altos —dijo sonriendo—. Deme una mano, entrelácelas para apoyar mi pie y así agarrarme de la enredadera.

—Pero Dennis, yo lo veo peligroso —le advirtió observando una vez más la altura.

—No lo es, será muy fácil señor André, no perdamos tiempo —le dijo elevando la pierna.

—Está bien... está bien —se acomodó en posición para ofrecerle ayuda a la joven, entrelazó sus manos y ella apoyó el pie.

Él la elevó un poco haciendo esfuerzo, al minuto sintió una de las rodillas de ella apoyarse en uno de sus hombros y sintió ahogarse en medio de los encajes del vestido de la joven, soportando el peso, después ella colocaba sus pies sobre los hombros, aferrándose a las ramas, probando su resistencia.

—Creo que mejor se hubiese colocado primero otra vestimenta —le dijo el hombre al ver cómo ella le mostraba su ropa interior.

—Mire a otro lado André —le pidió y su voz denotaba esfuerzo, ése que efectuaba para aferrarse de las ramas.

No le importaba que el mayordomo la mirara porque bien sabía que al señor André no le gustaban las mujeres y que solo le hacía una acotación.

—Está bien, pero dese prisa Dennis que nos pueden ver —apenas terminó de decir eso sintió el peso de ella abandonarlo, se quedó admirando cómo la joven escalaba, aunque lo hacía con dificultad logró el cometido y una gran sonrisa iluminó su rostro, se reprimió un brinco de felicidad al ver cómo ella desde el balcón le indicaba que se encontraba bien.

Elisa como siempre se encontraba leyendo, tratando con eso de alejar pensamientos tormentosos, poniendo todo de su parte para no angustiarse y así no hacerle daño a su hijo.

Vio una sombra posarse sobre ella, quitándole claridad a la lectura, por lo que desvió la mirada hacia la terraza dónde provenía la sombra y no era otra que Dennis quien en ese instante golpeaba suavemente con su puño el cristal y una maravillosa sonrisa iluminaba su rostro.

Elisa se puso de pie e inmediatamente se encaminó a las puertas de cristales, las abrió sin salir aún de su asombro al ver a la chica.

—Dennis ¿Estás loca? ¿Cómo lograste subir? ¿Acaso no es hoy tu día libre? —Elisa lanzaba la serie de preguntas mientras la niñera trataba de buscar aliento.

—Sí señora era mi día libre tiene razón, trepé con la ayuda de André —se encaminó al borde del balcón y Elisa no pudo evitar seguirla, divisando al mayordomo abajo quien la saludaba con un ademán de su mano y aunque mostraba respeto, también una gran sonrisa protagonizaba sus labios. Elisa le sonrió amablemente y también le saludó con su mano, él bajó la mirada y se fue.

La joven pelirroja recorrió con su mirada el inmenso jardín que le regalaba colores amarillos, naranja y marrones, todos inmersos en una neblina; se le veía sin vida tal como se encontraba ella, austera, vacía y taciturna. Cerró los ojos deseando que al abrirlos Jules saliera de esa espesa neblina, verlo caminar por el jardín como tantas veces lo vio, verlo leer o dibujar sentado al pie de algún árbol, verlo con el ceño fruncido a causa de la concentración, verlo sonriente, lo deseaba con todas sus fuerzas, no había siquiera abierto los ojos cuando sintió que alguien la halaba por la mano.

Dennis sin pedir permiso agarró la mano de Elisa, se encontraba demasiado emocionada como para mantener distancia, la guio dentro de la habitación y cerró las puertas de cristal. Hacía frío y no podía exponer a su patrona.

—No me has dicho qué haces aquí en tu día libre ni porqué entras de esta manera a la habitación. Dennis es peligroso lo que has hecho... pudiste haberte caído —hablaba reprendiéndola cariñosamente.

—Sí señora, todo eso lo sé, pero créame que vale la pena —hablaba mientras buscaba en su abrigo las cartas—. Estoy aquí por esto —le dijo mostrándole los sobres.

—¿Qué es eso? —preguntó Elisa con la mirada en los sobres.

—¿Sabe quién es Kellan? —Preguntó y Elisa solo asintió en silencio mientras sentía el corazón palpitar a mil—. Bueno, él me interceptó hace un rato cuando estaba en el mercado con mi mamá y me entregó tres sobres, uno era para mí y estos dos para usted —expresó con una maravillosa sonrisa.

—¿Para mí? ¿De quiénes son Dennis? —la voz se le quebró al tiempo que las lágrimas empezaron a danzar en sus ojos, la joven volvió el sobre dejando al remitente a la vista de Elisa—. Léalo usted misma.

Ella no tuvo que leer porque reconocía a millas esas letras; sin embargo, logró leer a través de sus ojos empañados por las lágrimas, extendió las manos para tomarlo y toda ella temblaba, una marea de emociones arrasaba con todo a su paso, sentía ahogarse ante los latidos presurosos de su corazón y cómo una avalancha llenaba de golpe ese vacío que la había estado ahogando.

Dejó libre un jadeo cargado de llanto y una risa también salió, se sofocó ante todo lo que la envolvía, sintiendo las lágrimas tibias rodar por sus mejillas, sintiéndose débil para sostenerse en pie, pero también se sentía más fuerte que nunca.

Jules Le Blanc era el remitente.

Elisa se quedó admirando la caligrafía, tenía miedo de que Frank una vez más estuviese mandando a falsificar las letras de Jules, pero después de estudiarlas muy bien supo que eran de él, con manos temblorosas rasgó el sobre sin ningún cuidado y lo hizo según la fecha que indicaba.

La carta había sido escrita dos días antes de que su mundo se derrumbara, antes de despertar en ese infierno, no quería seguir torturándose por lo que aún en contra de sus latidos desbocados y sus manos temblorosas abrió el sobre y sus ojos marrones se posaron en la perfecta caligrafía.

Chicago, agosto 10. 1926

Elisa no tengo el valor, no encuentro el valor para hacer esto, pero debo hacerlo, aunque no quiera... ni siquiera sé qué palabras plasmar aquí porque no las tengo. Decirte que estoy bien, que no estoy quebrándome en este momento sería la mentira más grande del mundo porque estoy muriéndome, no quiero dejarte, pero me han convencido de que es la manera más inteligente de actuar, que debo pensar en las personas que nos rodean y no exponerte, que antes de actuar impulsivamente debo pensar en tu seguridad.

Frank se enteró, no sé cómo y no sé cuándo, solo sé que no reaccionó de la manera que esperaba, no quiso escuchar mis razones y eso ahora no me interesa, solo sé que me voy con el alma destrozada, mi cuerpo se va pero todo se queda contigo; te dejo mi corazón, mis pensamientos, quiero que sepas que después de tu amor no hay nada, que estoy de rodillas rendido ante ti, esperando verte nuevamente a los ojos y así me ayudes a ponerme en pie para amarte con todo lo que tengo, con todo lo que soy. Sabes que mi vida no es nada sin tu mirada, sin ti niña de mis ojos.

No quiero hacer las cosas abruptamente porque en este momento sé que no tendré acceso a ti y temo que salgas lastimada, temo que al menos te levante la voz porque entonces las cosas se complicarían, ni siquiera lo pensaría y mi razón se bloquearía, me volvería un animal.

Te juro que en este momento quiero hacerlo, quiero quitarlo del medio, ha destrozado casi todo lo que me has dado, ha arrancado una parte de mí y solo ruego al cielo que cumpla su promesa de no tocarte, creo que ni siquiera te enfrentará y prefiero que pienses que soy un cobarde, que soy un maldito imbécil que huyó, que te abandonó, que cuando te vuelva a ver me abofetees hasta que te canses, que me golpees todo lo que quieras antes de que te toquen un cabello, yo recibiré gustoso tus insultos porque también los amo.

El muy cobarde me amenazó, dijo que si no me largaba iba a tomar represalias contra mi familia y realmente en este momento me encuentro en una gran encrucijada porque te juro por mi propia alma que solo quiero salir corriendo a buscarte, pero también pienso en tu familia, al menos en tu hermano y sé que no es justo que pague por mi inconsciencia, solo porque no quiero exponerte a un escándalo, no quiero que nada te lastime, me voy con la firme convicción de regresar cuanto antes y llevarte conmigo para volar fuera de este mundo.

Amor te llevaré fuera de este mundo, te lo juro, inventaré uno para los tres porque también nos llevaremos a Frederick, aunque muera en el intento lo haré.

Me llevaré tu aroma, algunas prendas y todos los dibujos que tengo de ti y que nunca te he mostrado porque siempre que dibujaba eras tú mi musa, eras tú mi modelo y no te dabas cuenta.

¿Recuerdas que una vez pediste ver mis dibujos?, yo no tuve el valor de mostrártelos, no quería que vieras mi loca obsesión por ti, ésta también me la llevo para recordarte y amarte aún más, para tener el valor de sobrevivir.

Te amo, recuerda que te amo más que a mi vida, más que a cualquier cosa.

Sé que te molestarás conmigo por mi cobardía, también pienso que soy un maldito cobarde, pero uno que solo vive por ti.

Jules Louis Le Blanc.

Elisa terminó de leer la carta mientras trataba de respirar, su corazón se había detenido, le dolía respirar y no podía ver claramente ante las lágrimas que rodaban cuesta abajo, llevó la hoja a sus labios, posando besos húmedos y temblorosos sobre el papel.

—¿Es esta la señal que te pedí? ¿Qué te supliqué? —preguntó en medio de sollozos elevando la mirada al techo—. Más que una señal, es mi vida... Me has devuelto las ganas de vivir... Dios existes, sí existes y eres realmente generoso.

Agarró la otra carta sin fijarse en las estampillas y menos en la fecha ni de dónde provenía, solo quería saber lo que decía, por lo que sacó dos hojas. La misiva estaba compuesta por dos hojas, sin que los papeles dejaran de vibrar a causa de los temblores de su cuerpo. Se dispuso a leer mientras Dennis solo estudiaba con la mirada a la señora sintiéndose realmente feliz por ella, no quería hablar, no quería interrumpir por nada del mundo ese momento en el que su patrona estaba sumergida.

Paris, septiembre 15. 1926.

Elisa se percató de que tenía diez días, eso quería decir que estaba vivo.

—¡Está vivo! —se repetía una y otra vez sin poder creerlo, antes no podía concebir la idea de su muerte, ahora tampoco podía creer que estuviese vivo.

Todo era tan confuso que tuvo que tomar asiento al borde de la cama para no caer mientras las lágrimas seguían bañando su rostro y el aliento se escapaba de sus pulmones, asimismo se llenaban de golpe nuevamente. Se sentía morir y revivir en cuestión de segundos. Sí, exactamente eso era lo que le estaba pasando, estaba regresando a la vida.

Dennis se sentó a su lado, llevándole una mano al hombro. Elisa elevó una de sus manos y cubrió la de la joven cerrando los ojos y dejando libre un jadeo cargado de llanto. Dennis con la mano libre acarició los cabellos de su patrona y le dijo:

—Debe leer... debe hacerlo.

Elisa solo asintió en silencio y abrió los ojos limpiándose las lágrimas, las que no dejaban de brotar. El corazón no reducía el ritmo de sus latidos; por el contrario, aumentaron y se hicieron más dolorosos cuando su vista se ancló nuevamente en la caligrafía.

Elisa mi amor... niña de mis ojos, no tienes idea de cuánta falta me haces, no sabes cuánto te amo. Me estoy muriendo de a poco por esta distancia, en este maldito mes y quince días cada segundo ha sido una tortura. Aún no creo todo lo que ha pasado. Mi amor, cómo quisiera abrazarte y besarte hasta quedarme sin labios.

En este instante estoy llorando como un mismísimo estúpido por el dolor de saberte tan lejos, mis brazos duelen, mi cuerpo duele, mi alma duele, todo de mí duele y me reclama tu cuerpo, tus besos, tus caricias. Te necesito, me siento tan indefenso y solo anhelo perderme entre tus brazos, quiero que me abraces y me digas que todo estará bien, anhelo tu sonrisa, que calmes estas ganas infinitas que tengo de hacerte el amor.

Estoy realmente jodido, solo necesito tu sonrisa, ésa que me hace sentir tan bien, ésa que me ayuda a superar cualquier dolor. Sé que eres la persona a la que más le importo y tú eres lo que más me importa, lo que me da sentido, solo te pido perdón por haberte abandonado de la manera en que lo hice.

Te dije que nunca renunciaría a ti, que estaría a tu lado, en tu puerta y a tus pies como un perro, quiero que sepas que voy a luchar por ti, que no descansaré hasta verte dormir a mi lado, que quiero despertar y verte sonreír, quiero ser plenamente feliz, sin barreras, sin ataduras, sin tener que ocultarnos nunca más, quiero que caminemos por la calle tomados de la mano y gritarle al mundo cuánto te amo.

No pienso abandonarte, ya todo está listo mi ángel, muy pronto voy a buscarte, solo necesito que nos pongamos de acuerdo para que todo salga perfecto, sin ningún problema. Tengo documentaciones falsas en las que apareces como mi esposa... mi esposa, mi más hermoso sueño y Frederick como nuestro hijo. Podremos escaparnos, ya tengo el lugar. Mi padre me dio la gerencia de una de sus sucursales que abrirá en dos meses en la frontera entre Brasil y Venezuela... Ahí viviremos tranquilamente, pero sobre todo, necesito de tu ayuda, saber cómo están las cosas en América, pero las cosas contigo... Sé muchas cosas de Frank, tengo claro sus horarios, supe que Daniel lo visitó a la compañía pero no tengo los detalles, quisiera saber si esa visita ha tenido que ver contigo, si relaciona algo con lo nuestro.

Elisa amor, necesito que me escribas cuanto antes porque desde este instante estoy contando las milésimas de los segundos esperando tu respuesta; apenas la tenga tomaré el primer barco que me lleve a tus brazos, a tus besos. Necesito mirarme en tus ojos hasta mi último suspiro, sé que cuando nos encontremos nuevamente nunca más nos vamos a separar, vamos a amarnos sin escondernos, le gritaré al mundo cuánto te amo y conformaré mi familia contigo, solo contigo imagino mis hijos Elisa.

No quiero dejar de escribir y mucho menos despedirme, quisiera hacer estas letras eternas como lo es mi amor por ti.

Te amo mi ángel pelirrojo... te amo y no tienes idea de cuánto te extraño, necesito el olor de tus cabellos para seguir, pero sé que en menos de dos meses estaremos juntos, por eso todos los días me armo de valor y paciencia, soportando esta terrible distancia.

Espero tu respuesta, solo un sí me bastará. Te amo.

Jules Louis Le Blanc.

Elisa terminó de leer; aun así, seguía admirando la caligrafía en el papel de principio a fin, con los ojos ahogados en lágrimas. Estaba llorando de felicidad, de saberlo con vida, ese sin duda alguna era el mejor día de su vida hasta ahora.

Podía sentir la habitación tibia y clara, esa oscuridad que la había arropado por todo ese tiempo desapareció, la vida le daba la bienvenida. Sintió cómo Dennis le acariciaba la espalda, volvió la vista a ella y en ese momento la amarró en un abrazo.

—Gracias Dennis... gracias, gracias, gracias —decía ahogada en llanto—. Está vivo... Frank no le hizo nada... no lo lastimó, solo me mintió, me hizo creerlo muerto, pero no lo está y yo casi muero en vano, casi muero —hablaba tratando de contener el llanto.

—Sí señora... El señor Le Blanc está bien y quiere llevársela. Hágalo, escápese con él, no tiene ni que pensarlo —aconsejó llenándola de ánimos, se alejó y acunó el rostro de la pelirroja en sus manos—. Estoy segura de que él logrará sacarla de esto porque la ama... siempre lo supe, habría que estar ciega para no darse cuenta de cómo la miraba —confesó sonriente—. La ayudaré en lo que sea, para lo que sea porque usted merece ser feliz al lado del hombre que ama... Él le brindará protección, deje al señor Wells que solo se ha portado con usted como un animal, usted no lo quiere y él solo quiere que esté a su lado por egoísmo, porque si verdaderamente la amara no la lastimaría de la manera en que lo ha hecho, si se va no le quitarán a sus hijos, son suyos y no permita que nadie se los quite; deje a su abuela amargada, no piense en ellos —hablaba la joven emocionada.

Elisa asentía en silencio mientras las lágrimas bañaban su rostro y sentía que dentro de poco despertaría de esa pesadilla, lo que verdaderamente le dolía era dejar a su hermano y a su padre, pero después les haría saber dónde estaba, por ahora solo quería escribir la carta donde le pediría a Jules que viniera por ella, que estaba dispuesta a irse con él al fin del mundo si era preciso.

—Tienes razón Dennis... No lo he dudado ni un segundo, me voy a donde me quiera llevar porque estoy segura que ese mundo que me ofrece es lo más glorioso que pueda existir —decía sonriendo entre lágrimas—. Con él todo es fácil, entre sus brazos el mundo es tan pequeño y sé que nada podrá pasar, no me hace falta que pase algo más si estoy con él, sabe cómo protegerme... Yo lo necesito para ser fuerte. Estoy muy feliz, muy feliz Dennis, desde ya estoy contando los segundos que me faltan para verlo y estoy pensando qué voy hacer y qué le voy a decir... me siento muy nerviosa, sé que es estúpido, pero es como si todo fuese a empezar de nuevo, es como si... —llevó sus manos y cubrió su rostro mientras reía—. Es que estar enamorada es lo mejor que pudo pasarme, me siento viva, me siento como si fuese una niña —las lágrimas no dejaban de brotar ante la felicidad que sentía.

—Lo sé, todo eso lo sé señora, por eso quiero ayudarla... le daré mi apoyo porque también estoy enamorada y sé lo hermoso que es ese sentimiento, no quiero ni imaginar mi vida sin Stewart... —se puso de pie—. Disculpe, pero necesito irme, no quiero que sepan que vine.

—Sí, tienes razón no debo exponerte, por favor ten cuidado al bajar... Vamos, yo te ayudaré —acotó poniéndose de pie al igual que la niñera.

Dennis se marchó porque no quería arriesgarse a que la encontraran en el lugar.

Elisa regresó a la habitación, se sentó en el escritorio, buscó papel y pluma para redactar la carta que le enviaría a Jules.

Muchas veces tuvo que detenerse para secarse las lágrimas y no estropear la nota, al terminarla la guardó en la gaveta del escritorio junto a la que Jules le había enviado, esperando a que Dennis regresara a la mañana siguiente para que ella se la hiciera llegar a Kellan, estaba segura de que él se encargaría de que la misiva terminara en las manos correctas.


—Dentro de poco vas a escuchar la voz de tu papá, ya verás lo cautivadora que es, con ese acento que me hace temblar, que hace que todo mi cuerpo anhele sus caricias y sus besos, va a susurrarme al oído cuánto me ama... —le hablaba al pequeño ser que se estaba formando en su vientre—. Estoy muy feliz, sé que nunca podré olvidar por todo lo que he pasado, pero si esto era necesario para por fin poder vivir junto a él creo que ha valido la pena, nada más glorioso que saberlo vivo, eso me basta para seguir, me da energías mi pequeño. Sé que no se lo espera, soy una cobarde pues no tuve el valor para hablarle de tu existencia, pero ahora será lo primero que le diga, aunque no creo que harán falta palabras, eres más que evidente —se acariciaba quedamente el vientre.


Nota: Por fin Elisa tiene noticias de Jules. Espero que hayan disfrutado de este capítulo. 

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