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CAPÍTULO 20


Jules se había levantado pasado el mediodía y antes de comer cualquier cosa, prefirió buscar la correspondencia que había llegado el día anterior y revisarla, no se encontró con nada importante.

Agarró el diario y se dejó caer sentado en el sofá, con la clara convicción de ponerse al día con las noticias mundiales. Aún vestía el pantalón del pijama y una camiseta sin mangas. No tenía ánimos para hacer absolutamente nada.

Leía sin hacerlo porque las ideas formaban un vórtice en su cabeza, llegaban de golpe, imaginando lo que haría durante el día, tal vez adelantar un poco de trabajo y escribirle a su familia en París, aprovecharía que Gerard regresaba en un par de días a Francia para enviarles algunas cosas, sobre todo a Johanna y a Johanne, les enviaría algunos vestidos que, según él, podrían gustarles.

Estaba empezando a concentrarse en un artículo sobre movimientos bursátiles cuando alguien llamó a su puerta con insistencia. Se levantó desconcertado porque no esperaba la visita de nadie ese día y menos a esa hora. Cuando abrió, la persona que llamaba entró sin saludar, tan rápido que ni se percató de la presencia de él a un lado. Pasaron varios segundos para que saliera de la sorpresa y reconociera que quien lo visitaba era Gerard.

—Hermano, ¡aquí estoy! —le hizo saber Jules con voz alegre y una sonrisa, pero sin salir por completo del asombro ante la inesperada visita de su amigo.

Gerard se volvió al instante, colocándose las manos en jarra sobre sus caderas al tiempo que clavaba acusadoramente la mirada oscura en la verde gris. Jules notó que estaba realmente molesto, por lo que su sonrisa se congeló en el acto.

—Solo vine a decirte que me largo —bramó entornando los párpados —. No puedo seguir aquí como si nada —resopló y se encaminó pasando al lado de Jules, quien no podía comprender por qué Gerard se encontraba tan furioso.

—Gerard espera... ¿Acaso pasó algo? —inquirió tomándolo del brazo para retenerlo, pero más rápido que un rayo sintió un golpe estrellarse contra la comisura derecha, que lo cegó y le volteó el rostro.

Jules respiró profundo para pasar el dolor y el desconcierto de no saber por qué su amigo lo golpeaba, ancló la mirada en Gerard quien lo observaba aún más molesto.

—¿Satisfecho? —cuestionó dejando libre un suspiro y un nuevo golpe le volteó la cara una vez más e instintivamente se llevó el dorso de la mano a la boca, al sentir el sabor a óxido y sal—. ¿Se puede saber a qué se debe esto? —preguntó encarándolo con voz agitada mientras sentía la boca destrozada y el dolor latente en la cara, sin duda alguna Gerard tenía la mano pesada.

—Digamos que a Frank —fue la contundente respuesta de Lambert, no pudo evitar llenarse aún más de rabia al ver cómo su amigo le desviaba la mirada, dándole total certeza a su más dolorosa conclusión—. Jules, ¿acaso no eres consciente de lo que estás haciendo? ¿Cómo carajos le haces esta mierda a Frank? —gritó enfurecido.

Jules tragó en seco, era evidente que Gerard sabía lo de su relación con Elisa, aunque no tuviera la certeza de cómo se había enterado. Su corazón empezó a latir fuertemente y no sabía qué hacer, ni qué decir, se sentía realmente culpable por toda esa situación, debería estar preparado para situaciones como esas, pero no, no lo estaba. Le dolía ver a su mejor amigo, a su casi hermano, recriminándole cosas que sabía él tenía la razón, nadie con sus cinco sentidos le aplaudirá la bajeza que le estaba haciendo a Frank, dejó libre un nuevo suspiro y se preparó para hablar.

—Tú no entiendes Gerard —fue su respuesta mientras le rehuía a la mirada de su amigo, sus ojos se cristalizaron y el influjo de su respiración evidenciaba el calvario que llevaba por dentro.

—¡Es Frank! —gritó con todas sus fuerzas, viendo en Jules cierta culpa, por lo que empezó a negar en silencio, sin aún poder creer en esa vil traición. Jules solo bajó la mirada—. Esto es insólito, eres un maldito Jules... ¿Acaso no recuerdas todas las veces que Frank te brindó su apoyo? ¿Qué te prestó su hombro para que lloraras la muerte de tu madre?, ¡te dice hijo!... ¡Te idolatra, maldita sea! —volvió a gritar porque veía que Jules no quería escucharlo o si lo hacía no quería entender razones.

—Lo sé, todo eso lo sé —dijo con la voz en remanso y elevando la cabeza para mirar a Gerard a los ojos sintiéndose realmente avergonzado mientras las lágrimas ya nadaban al borde de sus párpados—. Y los recuerdos viven latentes en mí... pero Gerard, no es fácil —suspiró creando una vía de escape a sus miedos y nervios, paladeando la sangre que le inundaba la boca.

A Gerard la sangre se le convertía en lava ante la rabia que lo embargaba, odiando a Jules, sintiendo que todo sentimiento de amistad y hermandad estaba muriendo lentamente, porque él era consciente de lo que hacía y parecía no importarle. Llevó ambas manos al pecho de Jules y lo agarró con furia por la camiseta, haciéndolo retroceder varios pasos, hasta hacerlo golpearse la espalda contra una de las paredes.

—¿Entonces por qué te tiras a su mujer? —preguntó sintiendo ganas de golpearlo hasta no poder más, para ver si con eso podría enmendar el garrafal error que había cometido.

Jules llevó sus manos a las muñecas de él e hizo que soltara el agarre de un tirón y lo empujó fuertemente.

—¡No entiendes! —Gritó alterándose y mirándolo directamente a los ojos al tiempo que de los de él una solitaria lágrima rodaba—. No lo entiendes, todo tiene una explicación lógica —hablaba tratando de calmarse y no dejarse llevar por las emociones, no quería discutir y mucho menos golpear a Gerard.

—No vale la pena —argumentó llenándose de decepción—. No sé cómo pudiste hacerle eso a Frank... verdaderamente no lo sé—. Expuso y se dio media vuelta, encaminándose con paso enérgico a la puerta para largarse de allí, no tenía nada que hacer. En su amigo había decisión.

—Lo siento ¿sí?, yo no lo hice intencionalmente, Gerard —acotó con voz temblorosa, provocando que Gerard se detuviera—. La amo —dijo con la voz tan clara como las emociones que lo gobernaban se lo permitían

—¡¿La amas?! —rugió volviéndose y lo encaró nuevamente.

—Sí, yo no pensé enamorarme... —hablaba tratando de explicar, de que Gerard le diese la oportunidad de salvedad.

—¡Está casada, es la esposa de Frank! —Gerard no podía más que gritar, sintiendo que era una vía de escape a tanta rabia y decepción, definitivamente cada palabra que salía de la boca de Jules lo desilusionaban más.

—¡Yo lo sé mejor que nadie! —respondió en el mismo tono de Gerard ante el desespero y la rabia que también empezaban a germinar en él, estaba cansado de ser siempre el malo de la historia, cuando lo único que hacía era darles riendas sueltas a sus sentimientos, esos que si no los liberaba terminarían matándolo—. Sé que está casada, sé que es la esposa de Frank, y créeme, que no puedes sentirte peor de lo que yo mismo me siento, lo he intentado... salirme de esto, dejar de verla, muchas veces, pero no lo he conseguido.

—Solo es calentura, obsesión... No te voy a negar que está buena, a mí se me han ido los ojos más de una vez cuando se me pasa por el frente, pero soy consciente de que es la esposa de Frank así que ¡Déjala!

La conversación ya no podía llevarse si no era por medio de gritos, tanta rabia en el ambiente no podía ser controlada y Gerard trataba de hacerle entender a Jules que estaba en medio de una locura.

—¡No! No puedo hacerlo, te dije que no lo entenderías —su voz era un poco más calmada—. He tenido suficientes calenturas como para no diferenciar amor de algo meramente sexual, esto es mucho más, es amor Gerard, ella también me ama, nos amamos y vamos a luchar por lo que sentimos, yo... Gerard, yo vivo en un infierno... no sé cómo pasó, ni cuándo pasó, solo sé que me dejé arrastrar... Es muy complicado todo, tienes que entenderme, tú eres mi amigo —trataba de explicarle para que lo entendiera al menos un poco.

Mientras que Gerard sentía cada vez más rabia, antes rechazaba a esa mujer, pero ahora sencillamente la odiaba.

—Estoy seguro de que ella solo busca placer en ti y nada más, no la conoces. Se casó con Frank por la fortuna, ahora busca en hombres lo que no pudo medir que no tendría a causa de la ceguera que su avaricia le provocó... Ella es frívola, es fría, es grosera, te lo había dicho... ya te lo había dicho —reprochó con dureza—. No vale la pena Jules, en serio que ella no vale la pena —susurró mirándolo a los ojos y los de él se cristalizaron ante la impotencia.

—Eres tú quien no la conoce y al igual que todos te has dejado llevar por las apariencias, ella es muy distinta de lo que aparenta ser, y para tu información, no fue ella quien eligió a Frank, fue su madre; la obligaron a casarse con él —confesó con voz temblorosa—. Y yo no la voy a dejar porque si lo hago estaré perdido, no puedo ser sin Elisa... sin ella no existo, Gerard —exhaló un suspiro tembloroso.

En los ojos negros no se notaba un poco de comprensión, solo juzgaban duramente. Gerard asintió en silencio mientras tragaba en seco, se llenó de impotencia al saber a su amigo tan ciego y estúpido. Debería darle otro golpe para ver si eso lo hacía entender. No hizo más que estrellar su puño contra una lámpara que estaba en la mesa de al lado, provocando que se estrellara contra la pared y se hiciese añicos.

Jules observó en silencio cada movimiento de su amigo, preparado para recibir otro golpe. Eso era lo único que tenía para él, su hermano no podía al menos entenderlo, no quería; solo apreciaba a Frank y le importaban una mierda sus sentimientos.

—¿Esa fue la faceta que te vendió? ¿La mentira que te inventó? Yo estuve ahí —dijo señalándose el pecho—. Yo sé cómo pasó todo —argumentó mirando a Jules a los ojos, quien tragaba en seco, pero era en vano, una nueva lágrima solitaria se hizo presente—. Y terminarás estrellándote, verás cuán cierto es lo que te digo —hablaba tratando de que su amigo entrara en razón—. Te va a dejar y tú muy cabrón... tan listo que te la dabas... tan hijo de puta que eras con las mujeres... ¡¿Cómo coño no reconoces que está jugando contigo?! —le preguntó en medio de un grito mientras todo él temblaba a causa de la ira.

Jules solo asentía en silencio con la mirada al piso, escuchando cada palabra dicha por Gerard, quería golpearlo por insultar de esa manera a Elisa, pero a él también lo quería, era su hermano y no podía lastimarlo. Así le dijese lo que le dijese, no le creería.

Jules simplemente creía en lo que su corazón le gritaba constantemente. Levantó la mirada y la clavó en la negra, mientas que la verde gris estaba borrosa por las lágrimas que trataba de retener mediante parpadeos.

—Puede que tengas razón, que sea frívola, que por fuera sea tan hermosa como una muñeca de porcelana pero por dentro esté vacía, sin sentimientos, sin corazón, pero Gerard aun así la amo, no tienes idea de cuánto, si crees que por lo que estoy sintiendo soy un estúpido, un insensato y un desgraciado entonces sí, lo soy... pero no voy a dejarla y menos a olvidarla simplemente porque no puedo, esto que siento es más fuerte que yo, intenté alejarme y casi muero en el intento. ¡Tú no sabes nada!, no tienes ideas de las cosas por las que hemos pasado... tal vez termine muy mal, quizás ella destroce mi corazón como dices, pero no me importa, no necesito que me des consejos Gerard, porque solo tienen como propósito que me aleje de Elisa y no lo voy hacer —dijo con la voz ahogada por las lágrimas—. Así te joda la vida, no lo voy hacer —sentía tanta energía, tanta pasión por ella que jamás lograría que los consejos de Gerard lo alejaran de Elisa—. Yo sé lo que tengo, yo sé lo que ella siente y creo en eso.

Gerard se quedó observándolo y sin duda encontró a un hombre enamorado hecho nada, no había rastros del desgraciado mujeriego que había sido su amigo, no había rastros de ese que jugaba con las mujeres como un niño lo hacía con su comida. Pero había elegido a la peor de todas, a la menos indicada y a la que menos lo merecía porque a pesar de que Jules anteriormente jugaba con las mujeres, era un ser humano extraordinario, era un gran hijo, excelente hermano y como amigo el mejor de todos; sin embargo, ahora esa desgraciada se lo había arrebatado, le había robado la cordura, la decencia y el respeto, ése que debía tenerle a Frank.

—Bien, no voy a seguir discutiendo contigo porque no creo que los golpes te hagan entrar en razón, estás hechizado. Evidentemente se nota que la prefieres a ella, pero yo en esto no participo... ¿Quieres mujer? Perfecto, quédatela pero no cuentes con mi amistad... esto se acabó, ya no eres mi amigo y mucho menos mi hermano, nunca más en tu vida me busques ni me dirijas la palabra porque yo elijo el honor, la amistad y la fidelidad a una buena cama... definitivamente prefiero el respeto y afecto de Frank que a su mujer, evidentemente tú no —dijo con convicción y dolor porque terminar una amistad de toda la vida de esa manera no era nada fácil, dejar atrás al cómplice y vivir solo de la decepción que éste dejaba era realmente doloroso.

Las lágrimas corrieron por el rostro de Jules mientras le mantenía la mirada a Gerard y apretaba la mandíbula, sintiéndose realmente mal, jamás pensó que Gerard le quitaría la amistad de esa manera, que fuese tan ciego y tan egoísta como para no poder comprender sus sentimientos.

Entendía que no lo aceptara, pero al menos que tratara de entenderlo y no terminar con tantos años de amistad de esa manera, mandando a la mierda tantos momentos. Asintió en silencio, a pesar de todo aún tenía orgullo, herido, pero lo tenía.

—Eso lo decides tú, no yo... puedes ir ahora mismo y contarle a Frank, así dejas tu conciencia limpia —sugirió con voz ronca.

—No, yo no le voy a decir nada y no lo hago por ti, mucho menos por ella, lo hago por él, lo hago por Frank porque no merece sufrir y decepcionarse de esta manera, no merece saber la mierda que eres y mucho menos a la... —estaba por decir algo más, iba a insultarla, pero Jules le dedicó una mirada de advertencia—. Mujer que tiene —expuso con rabia, encaminándose a la puerta y salió cerrándola de un azote. En el trayecto por el pasillo, las lágrimas por fin bajaron por sus mejillas.

Quiso ayudar a Jules, hacerlo entrar en razón, no sabía cuánto tiempo podía seguir con eso, ocultando algo que era tan evidente. Durante el tiempo que estuvo de visita pudo ver ciertas miradas entre ambos, pero siempre le daba un voto de confianza a Jules, a su inteligencia, a sus valores, pero al verlos bailar la noche anterior, cómo hablaban y las miradas que se dedicaban, lo habían sacado de dudas, buscaban la manera de ocultarse entre las demás parejas, de dar la espalda, pero no se percataron de las demás parejas bailando a su alrededor.

Jules al verse solo en el departamento se dejó caer sentado en el suelo, se llevó ambas manos a la cara y la cubrió mientras los sollozos irrumpían en el silencio. Si al menos alguien pudiese entender lo doloroso y complicado que era todo eso, si alguien supiese que para él Elisa lo significaba todo, que era vida y muerte, alegría y dolor, tristeza y dicha porque todo estaba ahí, todos tenían el mismo tinte, el mismo sabor. Ni siquiera le dio la oportunidad para que le explicara, no quiso escuchar la razón de sus sentimientos. Gerard tenía razón, no era justo para Frank y eso él lo sabía, pero tampoco era justo para Elisa.

Ella no lo había elegido, no pidió estar unida a él. Al parecer él era el único que había llegado a conocerla, a entender esas miradas que suplicaban que alguien la salvara, esas que ella intentaba ocultarle. Si Gerard supiera que con ella no había sido igual que con las demás. Él, primero la conoció, vio lo gris que era la vida de esa preciosa mujer, sin embargo, a él lo llenaba de color y calidez, que sus sonrisas eran las más hermosas que pudieran existir.


No tenía certeza de hasta dónde lo llevaría ese resentimiento, tal vez cumpliría su palabra de no decirle nada a Frank, pero seguramente sí se lo contará a Jean Pierre e inevitablemente todo se le irá al Diablo. Se van a entrometer y hacer que su mundo se venga a pique, que lo más hermoso que le ha pasado se convierta en su peor pesadilla, pero antes de que algo como eso suceda se la llevará, se llevará muy lejos a Elisa y a Frederick, a donde nadie más pueda meterse en sus vidas.


Nota: Sí que he subido pocos capítulos en los últimos días, por eso hoy les dejaré tres, espero que lo disfruten. ¡Abrazos!

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