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CAPÍTULO 17


La mirada de Elisa se paseaba por el pequeño rostro de su hijo mientras lágrimas silenciosas morían en la almohada, lo acariciaba tiernamente con las yemas de sus dedos en la mejilla, haciéndolo con mucho cuidado para no despertarlo.

Intentaba olvidar la realidad que la rodeaba y que había vuelto su mundo de revés en un solo día, no solo se había puesto de cabeza, sino que también se había hecho tan pequeño que se sentía asfixiarse, quería poder cerrar los ojos y desaparecer. Solo ella podía entender todo lo que le atormentaba.

Frederick será blanco de burlas durante toda su vida, lo harán sentirse inferior por su trastorno y lo peor de todo es que Elisa no podrá estar con él las veinticuatro horas para defenderlo, solo le queda preparar a su hijo y hacerlo fuerte.

Elisa aún atesoraba la esperanza de que solo fuese durante la niñez y que el doctor tuviera toda la razón, espera que su niño logre superar el trastorno durante la adolescencia y ella hará todo lo posible para que así sea.

Ella se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y dejó libre un suspiro, tratando de encontrar fuerzas y decisión para luchar contra lo que se estaba enfrentando en esos momentos, para poder llenarse de valor y seguir adelante, buscar a los mejores especialistas para que Frederick mejore, tal vez no sea mañana mismo porque estaba dispuesta a tomar en cuenta las palabras de Jules... Jules... Jules. El nombre del hombre que amaba hacía eco en su ser y un gran sollozo se escapó de su garganta. Quería poder estar con él para que la ayudara y le diera soluciones a todos sus problemas, a problemas que parecían no tener otra salida que afrontarlos.

La puerta de la habitación se abrió, por lo que ella se limpió las lágrimas una vez más; se incorporó en la cama y sus ojos se clavaron en Frank quien entró con cara de preocupación. Con esa actitud solo consiguió que en el interior de Elisa cobrara vida un infierno, dejó libre un pesado suspiro al tiempo que salía de la cama y se encaminaba a la ventana, dándole la espalda, lo que menos quería era verle la cara.

Frank sabía sobremanera que su esposa estaba molesta y no estaba preparado para iniciar una discusión, por lo que se encaminó a la cama y tomó asiento en el borde, admirando al niño dormido se acercó y le dio un beso en la frente, llenándose del suave aroma de Frederick mientras que su mano se posaba en la cabeza del pequeño.

—¿Qué ha dicho el doctor? —Preguntó en un susurro, no recibió ninguna respuesta—. Elisa, amor —hablaba, pero ella lo ignoraba olímpicamente—. Elisa, me gustaría saber qué le han diagnosticado, estoy realmente preocupado por nuestro hijo —confesó admirando al niño.

La sangre de Elisa quería explotar en sus venas al escuchar las palabras de su esposo, por lo que se giró lentamente mostrando su cara lavada, pero con las visibles huellas del llanto que no la había abandonado en toda la tarde.

—Nada —susurró con dientes apretados—. Nada tan importante como una reunión Frank —explicó limpiándose una nueva lágrima que corría cuesta abajo.

—Amor, nada es más importante para mí que mi hijo y tú... Yo no quería faltar a la cita médica; es más, iba a pedir que la suspendieran para el día de mañana y así poder acompañarte, pero me fue imposible... —hablaba poniéndose de pie, bordeando la cama y acercándose a ella. Tomándola por los brazos, subiendo en una caricia ancló sus manos a ambos lados del cuello de su esposa y con sus pulgares le acariciaba las mejillas—. Ya tú ibas en camino, sabía que Daniel estaba para apoyarte y confío ciegamente en él —intentaba explicar mirándola a los ojos.

—Daniel no es el padre de Frederick —susurró y cerró los ojos, tratando de controlarse y no abofetearlo en ese instante—. No te preocupes Frank, mi hijo está bien... está bien —repitió abriendo los ojos y anclándolos una vez más en los de su esposo—. No voy a preocuparte con alguna tontería, tal vez mañana no puedas concentrarte en el trabajo y pierdas alguna venta por nuestra culpa —repuso alejándose un paso y soltándose del agarre—. Ahora voy a llevarlo a su habitación —se encaminó a la cama, cargó al niño para salir del lugar mientras Frank no sabía cómo descifrar las palabras y el comportamiento de Elisa—. Puedes descansar un poco y después baja a cenar, tus huéspedes estarán aguardando por ti y solo espero que al menos puedas ser un poco cortés y compartir con ellos la comida, porque yo no pienso cenar, estoy un poco cansada y solo regresaré para dormir —anunció y salió de la habitación.

Frank se dejó caer sentado en la cama con la mirada perdida en ese espacio vacío que dejó Elisa mientras se deshacía agónicamente el nudo de la corbata, queriendo salir del trance en el que se había sumido.

Quería entender a su esposa, tal vez tenía razón y solo era una tontería lo de Frederick; sin embargo, ya había buscado la manera para enmendar su falta y la próxima semana su esposa e hijo tendrían en la puerta de la casa un maravilloso regalo.

Sabía que muchas veces los descuidaba, que pasaba mucho más tiempo en la empresa que en la casa, pero cuando estaba con ellos les brindaba amor y comprensión; por el contrario, muchas veces era su esposa la que no estaba dispuesta para recibir sus afectos, esos que él se moría por brindarle, donde demostraba cuánto la amaba y que ella era el centro de su vida, quien lo hacía sentir vivo y le daba los ánimos para luchar cada día. Eso era Elisa para él: la razón de su lucha.

Se quitó los zapatos y los calcetines para después ponerse de pie, se encaminó al baño y se duchó, logrando relajarse un poco. El agua tibia le hacía muy bien a su piel vetusta, salió después de cuarenta minutos con un pantalón gris y una camisa blanca, con el cabello peinado hacia atrás, aún mojado.

En el comedor ya lo esperaban Gezabel y Gerard, pidió disculpas a nombre de Elisa por no estar presente, alegando que no se sentía muy bien. La cena transcurrió en medio de una conversación amena, donde los mayores interlocutores eran Frank y el joven, mientras que Gezabel muchas veces terminaba jugando con la comida y solo se preguntaba cómo hacía Elisa para soportar a un hombre tan básico pero apasionado por los negocios, pues ese era su tema principal.


Sin duda alguna la esposa de Frank era arrogante, así como elegante y hermosa, aunque las actitudes variaban continuamente, algunas veces se mostraba amable y otras apenas los trataba por protocolo; sin embargo, no los desatendía, lo que no era suficiente para llegar a conocerla.


Nota: Estaba un poco abandonada Elisa, pero está de vuelta. 

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