Por el cambio
Era un tarde calurosa en Caracas, y el sol ardía en el cielo como un furioso dios, un testigo mudo de la profunda tensión política que impregnaba las calles de Venezuela. Poco después de las elecciones de 2024, la incertidumbre, el miedo y la frustración reinaban en la capital del país, resonando en los otros estados; las calles estaban llenas de murmullos inquietos, debates acalorados tras las puertas de cada vivienda, y la rabia por la situación hacían estallar peleas y conflictos en las esquinas, y sin mencionar el miedo de los jóvenes. María Corina Machado, figura emblemática de la oposición, valiente lideresa venezolana (una mujer con los ovarios bien puestos, como diría el pueblo), se movía con una determinación palpable entre sus seguidores y adeptos por Las Mercedes, caminando bajo el sol caliente mientras clamaban por la justicia, por la veracidad. Su mirada fija en el horizonte, en el mañana cambiante.
— ¡María Corina, María Corina! —gritaba una joven desde la multitud, no debía tener más de veinte años, su voz vibrante y llena de esperanza por un país libre, como si estuviera mirando a Jesucristo mientras escuchaba su mensaje liberado—. ¿Qué haremos ahora?
María Corina sintió el calor de la multitud, su rostro sudoroso y sonrojado, la calide era a la vef tanto un abrado de aquellos que la apoyaban como un juicio sobre los planes y las estrategias a llevar a cabo. Con una sonrisa genuina que iluminaba su rostro y el orgullo veneolano corriendo por sus venas, habló fuerte y claro:
—No hemos terminado, ¡todavía hay mucho camino por recorrer! —su voz resuena como un eco entre los presentes—. ¡Con cada uno puedo recordar por qué hago lo que hago, porque cada uno de ustedes es una chispa en esta lucha! ¡Tengamos fe hasta el final!
— ¡Mano, yo tengo fe! —exclamó otro joven de la multitud.
Los aplausos resonaron en un mar de vítores que se elevaba por Las Mercedes. Pero dentro de ella, una lluvia de dudas se formaba como un tifón dentro de un vaso de agua, una tormenta que amenazaba con oscurecer su convicción, con flaquear con sus promesas. Sabía que la batalla por la democracia era solo el comienzo, esta lucha estaba lejos de terminar, la visión de una Venezuela libre y próspera ya no era solo un sueño o una ilusión: era una necesidad.
¿Cómo podría inspirar más cambios, hacer que la pasión de la gente se transforme en acción concreta?
¿Cómo exponer a los verdaderos culpables de tantas desgracias?
En un rincón del mundo, en una ciudad de Estados Unidos, a miles de kilómetros de distancia, Elon Musk, el magnate de la tecnología y CEO de Tesla y Space X, observaba la situación en Venezuela con creciente interés y, sin mentiras, algo de burla hacia el dirigente de la izquierda. A través de las redes sociales y los medios de comunicación, se fue familiar ando con la tenacidad y la visión de María Corina y, por qué no, jodiéndole la paciencia al dictador del país mientras estaba en ello. En la madrugada, mientras revisaba informes de su empresa y las noticias en X, un pensamiento errante le cruzó la mente, como un relámpago en medio de una noche oscura:
— ¿Qué puedo hacer desde aquí?
Con su característico afán de cambiar la realidad, él comenzó a indagar más sobre María Corina Machado, desde su biografía publicada en Wikipedia hasta entrevistas internacionales. A medida que leía sobre su coraje, su actuar incansable y la lucha de un pueblo ahogado por la opresión, admiración más allá de lo platónico floreció en su pecho.
Su deseo de conocer personalmente a tan intrépida mujer se trasformó en una llamada y en una necesidad imperiosa.
Y si el destino no le brindaba la oportunidad, él mismo formaría la oportunidad.
El auditorio estaba lleno de personas de la oposición, todas la veían, la juzgaban; sabía que el régimen le echaba la culpa por las muertes de todas esas personas, de los valerosos hombres y mujeres que se sacrificaron, de los padres y madres que lloraron lágrimas de sangre al ver cómo les arrebataban a sus hijos y se los llevaban a la fuerza, de todas las publicaciones de desaparecidos, de los extranjeros que no querían ayudarla porque "el problema de Venezuela pertenece a Venezuela".
Pero el pueblo todavía tenía fe.
Todavía había otros líderes que la apoyaban.
Todavía había un rayo de luz al final de este oscuro túnel.
—El futuro de nuestro país depende de nuestro compromiso con el cambio —declaró con fervor. Su voz resonaba con la ferocidad del rugido de un león.
Sin embargo, entre el público escucha, vislumbró un rostro familiar, uno que no pensó ver jamás en una concentración: Elon Musk, el visionario estaba allí, mirándola con interés, con su inconfundible estilo y su mirada desafiante, parecía ponderar cada palabra que ella pronunciaba, sopesándolas. María Corina sintió una helada punzada. Al finalizar la conferencia, él se acercó a ella.
—Señora Machado —le llama, hablando con un marcado acento americano—. Ha sido inspirador leer sobre usted, esperaba hablar con usted y su causa.
Él inclinó la cabeza, admirándola. Tenía convicción, porque ella no hablaba solo por sí misma o por un grupo selecto, no, ella hablaba por millones que anhelaban la libertad.
—Oh, qué agradable sorpresa... —su voz, tensa pero llena de emoción, se escucha en el silencio de la noche—. Agradezco su asistencia, mister Musk.
—Usted es muy valiente... y muy hermosa —El rostro de María Corina se puso rojo como una remolacha—. Su visión para Venezuela es inspiradora —continuó.
—A veces, me pregunto si mis luchas valen la pena, han habido tantas tragedias.
Él vio la oportunidad, extendiéndole la mano—. ¿Le gustaría hablar sobre cómo la tecnología puede jugar un papel clave en su causa?
La conversación fluyó con facilidad, compartían ideas afines sobre el acceso a Internet, el respaldo de los datos electorales y la importancia de la innovación para los venezolanos. A medida que conversaban, una conexión profunda surgió entre ellos, un nexo único, no eran solo dos visionarios: eran dos almas apasionadas por el cambio. Las semanas siguientes al encuentro inicial estuvieron marcadas por largas charlas nocturnas a través de pantallas, cuando Elon tuvo que regresar a Estados Unidos; María Corina hablaba sobre su pueblo, sus sueños y dificultades, mientras Elon compartía sus planes de viajar a Marte y su fe en la capacidad humana para reinventarse.
Ambos aprendían mutuamente del otro.
Con su amplia experiencia en tecnología, Elon presento ideas sobre cómo utilizar satélites y redes sociales para difundir la verdad sobre la situación en Venezuela. Hablaban durante horas, planificando estrategias e informando a Edmundo sobre los planes.
Pero, un día, María Corina, sentada en su oficina atendió la video llamada de Elon con un nudo en el estómago.
—Sospechan de nosotros.
Elon se puso jocoserio—. ¿El burro?
—Debemos ser cautelosos, Elon, te ha declarado su enemigo público.
—Cuando él quiera, puede venir a golpearme, no le tengo miedo a un burro ignorante... sin ofender al burro, pobre animal.
María, aunque se rió por su respuesta, le miró, exigiendo seriedad.
—Comprendo, María —él asiente, reconociendo la verdad en sus palabras, el peso que su labor conjunta provocaría para el gobierno del dictador—. La última cosa que necesitamos es que nuestra lucha se convierta en un espectáculo. No quiero perder la oportunidad de ayudarte, María.
—Yo tampoco quiero perderte, Elon.
Rumores no tardaron en surgir, ni cesaron las amenazas contra su persona, y María Corina se sintió impotente al notar el riesgo que él corría al involucrarse tanto. Entre encuentros furtivos en hoteles cada cierto tiempo, o en las calles más pobres de Petare, con los constantes correos encriptados... el amor nació entre ellos como una llama fulgurante.
Y se lo anunciaron al mundo entero.
El día de la verdad, cuando iban a exponer toda la verdad, María Corina se prepara para dirigirse a una multitud ansiosa en una transmisión en vivo, sintió la mano de Elon en su espalda, dándole fuerza, y le besó apasionadamente (un jamón intenso, como dirían los más salidos).
Saliendo a escena, María miró a la cámara, su corazón latiendo como un caballo desbocado y proclamó:
— ¡Venezuela necesita de ustedes! —comenzó como un llamado a las armas de la paz, de la esperanza.
Elon añadió poco después—. La tecnología, la democracia y la unión son la clave para el futuro, no dejemos que la esperanza muera.
Las lágrimas brotaron en los ojos de María Corina, pero no eran lágrimas de tristeza sino lágrimas de que el mañana del cambio, de ver un nuevo amanecer sin el miedo y la sombra del dictador, empezaba a vislumbrarse.
— ¡Juntos podemos hacer la diferencia!
La historia de Venezuela estaba a punto de cambiar.
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Listo, terminado.
He aquí de las vainas más locas que he escrito... ¡ha sido todo un placer, Fantasy! Espero te guste :3 Qué vivan los novios, mano yo tengo fe
Te quiero un mundo, mi zafiro.
P.D: Todavía no sé que poner de portada.
P.D 2: Viva la patria, muerte a los tiranos -Eulalia Buroz.
¡Feliz día/tarde/noche!
- Jhoan.
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