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CAPÍTULO 8

Sofía le dio un ligero codazo a Eliza, para así sacarla de su ensimismamiento. Sepia la miraba esperando respuesta, sería un completo desastre si no aceptará su disculpa. No era la primera vez que una chica lo rechazaba.

—Es para pedirte una disculpa por la forma en la que te trate ayer… y el primer día de clase —se explicó Sepia a la vez que la mano temblorosa de Eliza tomaba el girasol—. Lamento mucho haberte hablado de esa manera.

—Gracias —tartamudeo Eliza.
Esa fue la única palabra que sus labios fueron capaces de pronunciar.

—Sepia, a la hora del descanso vamos a intentar resolver el ejercicio —explicó Sofía en un intento desesperado para que su mejor amiga no hiciera el ridículo—. Puedes venir con nosotros si quieres, y entre todos intentaremos resolverlo.

—Se los agradecería, no quiero atrasarme más —agregó Sepia.
Le dio una última mirada a Eliza y volvió a su asiento.

Cuando estuvo allí, soltó un suspiro. Si Ricky lo hubiera visto le estaría guiñando un ojo. Eso no había salido tan mal, para ser la primera vez que le regalaba una flor a una mujer que no fuera alguien de su familia. Sepia no logró disimular la sonrisa de oreja a oreja que surcaba su rostro. Eliza no lo había rechazado y eso lo hacia muy feliz.

—¡Te acaba de dar un girasol! —chillo Sofía, la chica estaba muy emocionada—. De seguro es porque le gustas.

—¿Tú crees? —inquirió Eliza sin apartar su mirada del hermoso detalle—. Es que eso es increíble.

—Claro que no… —agregó la chica mirando a Eliza—. Voy a ponerte un ejemplo, llevo tres años de novia de Javier y no me ha regalado ni una pinche amapola.

—¡OYE! —se quejó Javier—, si te he dado muchos regalos.

—Esto es diferente, tu le diste a Sofía un regalo por su cumpleaños, o por que cumplían meses  —siguió Ray volteándose para mirar a Eliza—. El lo hizo sin ningún motivo de fuerza mayor. Era verdad que te debía una disculpa pero no era para tanto, yo creo que si le gustas.

—Yo también pienso lo mismo —comento Javier mirando a Eliza de reojo—. Yo no le regalaría un girasol tan fino a alguien que acabó de conocer. Le atraes al chico, soy hombre así que se de esas cosas.

La mañana se fue entre biología y español. Sepia colocaba toda su atención a las clases, tomaba apuntes y participaba atentamente. Quería sacarse un buen puntaje, el ocupaba siempre el primer puesto en su salón, y quería serlo también en este. Claro que tenía una competencia digna: Eliza.

Juana Markle estaba de un humor terrible, muchos chicos a diario se presentaban ante ella con regalos costosos. Según el precio así decidía si recibirlos o no. Ese día odio la idea de no ser el centro del mundo, y de que una muchachita para ella insignificante se hubiera llevado el protagonismo del salón. Lo que más le molestaba era la indiferencia de Sepia, quien a diferencia de los otros chicos no volteaba ni a mirarla.

A Sepia Juana Markle se le hacía una mujer atractiva y sensual. Pero ya había tenido una experiencia poco agradable con una chica como ella. Sabía como eran ese tipo de mujeres, y no era que fueran malas. Lo que pasaba era que su belleza las hacia frívolas y superficiales. A el no le gustaban las muchachas así. El prefería algo más sencillo: sin ropa de marca, sin pelo perfecto, sin maquillaje de modelo, sin cuerpo escultural. Algo común; algo que Juana Markle estaba lejos de ser y Eliza muy cerca.

Eliza estaba muy nerviosa, ¿Y si Sepia la invitaba a salir? ¿Ella que haría?

No sabría como responderle, se regaño a sí misma por ser tan tonta y no haber tenido el valor suficiente de hablarle a el chico cuando este le regaló el girasol. En el descanso seguro se quedaría muda y no sería capaz de pronunciar una sola sílaba.

Y así sucedió.

El chico alcanzó a los demás en la cafetería. Sepia mordía su sándwich mientas Javier intentaba darle solución a el ejercicio. Sofía aportaba un que otro dato. Ray hablaba de una chica muy bonita que había visto y que iba en el otro salón. Eliza en cambio no era capaz de decir ni J. A duras penas y le daba un que otro sorbo a su taza.

Ella sabía como resolver el ejercicio, lo había descubierto minutos antes de que Sepia le diese el girasol que puso su día al revés. Sin embargo esperaba a que alguien más lo resolviera, y no tuviera que decir ni una sola palabra.

—Supongo que la variable es Y —agregó Javier para sus compañeros.

Pero estos le estaban colocando muy poco cuidado. Sepia estaba distraído a causa de las miradas asesinas que Máx le lanzaba desde una esquina de la cafetería. La actitud de Eliza no ayudaba mucho, pues el creía que su silencio se debía a que la muchacha no sentía a gusto con su presencia.

Ray y Sofía cotorreaban como un par de viejas chismosas. Eliza permanecía en silencio, observando a Sepia, y la forma en la que devoraba el 5 Sándwich de la mesa.

—Voy a hacer algo, en 5 minutos vuelvo —agregó Sepia levantándose de la mesa.

—¡Me van a prestar atención! —grito Javier a la vez que la figura de Sepia se perdía entre la multitud de muchachos que iban y venían—. Llevo un buen rato tratando de resolver este ejercicio y ustedes no me han ayudado en lo más mínimo.

—Tranquilo —habló al fin Eliza sacando una hoja de entre uno de sus cuadernos—. Aquí está, lo resolví esta mañana.

—¿Tenías esto y no habías dicho nada? —exclamo Javier, mirando severamente a la chica—.  Y yo que perdí mi tiempo.

—Pues, es que quería ver si lo podían resolver ustedes —Eliza se encogió de hombros—.  Pensé que no necesitarían mi ayuda.

—Era eso, o tuviste miedo de hablar —comento Ray enarcando una ceja—. No te preocupes; tu enamorado estaba más entretenido en comerse todos los sándwiches de la cafetería que en resolver el ejercicio de física.

—Es que… me quedo muda frente a el. La primera vez que le hablé tuve mucha valentía, pero de repente se fue y no quiere volver. No se que hacer.

—Jummm —agregó Javier tomando la mano de Sofía—. El chico al fin y al cabo no es tan desagradable. Bueno aunque los Sándwiches no deben pensar lo mismo.

—El que si es desagradable es Máx —espetó Sofía mirando hacia la mesa en la cual se encontraba en compañía de Juana Markle—. Y no es por asustarte Eliza pero Máx se acaba de ir tras de Sepia, y no creo que sea para nada bueno.

Eliza observo la figura de Máx que transitaba el mismo camino que había tomado Sepia. Sin embargo Máx nunca atacaba sólo, el era como un lobo. Y atacaba en manada.

Eliza se colocó de pie rápidamente. Conocía muy bien a Máx y sabía que cuando se interesaba en alguien no lo dejaba en paz. Eliza no iba a permitir que le hiciera daño a Sepia y mucho menos después de que el se había mostrado tan lindo con ella.

 
🌻🌻🌻
 

Sepia se dirigió a un sitio del patio en el cual podía estar a solas. Tomó su móvil y marco el número de su hermano.

—Hola Ricky.

—Hola Sepia ¿Qué haces? —le contestó su hermano—. Estoy en clase, ¿Qué necesitas?

—Quiero que no vengas por mi hoy. Después de clase iré a hacer una cosa —le dijo Sepia.

Sintió que las palabras le quemaban en la garganta. Quería volver al casino. Si pudiera ganar sólo una vez más pagaría la deuda que tenía con su padre. Al no escuchar respuesta de Ricky, Sepia siguió hablando.

—No te preocupes llegaré a la casa temprano.

—¡Claro que me preocupo! —exclamó Ricky, hablando en vos baja—. ¿Quieres ir al casino? ¿Verdad?

Era increíble la capacidad que tenía Ricky para presentir los problemas.

—Ricky sí ganó sólo una vez, pagare la deuda con mi padre.

—Sepia prometiste no volverlo a hacer. No puedo creer que tu palabra valga tan poco —le regaño su hermano hablando entre dientes—. Iré por ti y te llevaré a casa.

—Ricky por favor será sólo una vez…

—Sepia, ¿Sabes de donde salió el dinero para pagar tu deuda?

—Si, papá pidió un préstamo —respondió recostándose del árbol en el que se encontraba—. Y ahora yo debo pagarlo.

—No, papá no te dijo la verdad para no hacerte sentir mal —contó Ricky.

Aunque sus padres le habían advertido que no podía decirle nada, Ricky lo halló necesario.

—El Banco se negó a hacerle el préstamo. Así que papá pagó tu deuda con el dinero que tenían ahorrado para la fiesta de 15 años de Leticia y Eleonor.

Sepia se deslizó suavemente por el tronco hasta la raíz del árbol. Sus padres habían ahorrado ese dinero por casi 5 años. Ese dinero era sagrado, nadie lo tocaba. Las niñas cumplían sus quince en tres meses, tiempo imposible para que Sepia devolviera todo el dinero.

Eso quería decir que sus  no tendrían la fiesta de sus sueños, todo por el, todo por su culpa.
Sepia siguió recostado en el árbol. Estaba tan decepcionado de si mismo que no sabía como su familia podría seguir apoyándolo después de todo. Luego estaban las niñas, ellas jamás le perdonarían que por su causa no fueran a tener su tan anhelada fiesta.

—Oye ¿Qué haces aquí?
Máx estaba de pie, divertido por encontrar a su víctima en un sitio solitario y alejado, sus amigos le acompañaban, secundando sus fechorías.

—Déjame en paz —añadió Sepia sin mirarlo—. No estoy de humor para tus bromas.

—Pues vas a tener que estarlo, “Parchecitos.”

De un jalón Máx colocó a Sepia de pie. Lo tomó por el cuello de su camisa y lo sostuvo con toda su fuerza.

—Que te quedé claro una cosa: Quiero verte lejos de Eliza, ¿Entiendes?. Si vuelvo a ver que le das algún regalo a Eliza como el de esta mañana… voy a matarte.

El muchacho estaba furioso y Sepia confundido. No esperaba una escena de celos de parte de Máx y mucho menos por Eliza. Jamás imagino que entre los dos hubiera algún tipo de relación.

—¡No vas a prohibirme nada! —escupió Sepia mirando a los ojos al muchacho—. Le daré los regalos que se me den la gana, cuando yo quiera.

—Eres un fenómeno —exclamo sin soltar a Sepia—. Si no entiendes por las buenas, entenderás por las malas. Voy a enseñarte que conmigo y con los míos nadie se mete.

—¡Máx déjalo en paz! —vociferó Eliza llegando corriendo—, ¡suéltalo no lo molestes!

—NO TE METAS EN ESTO ELIZA, voy a arreglar las cosas de una vez por todas con este fenómeno.

La discusión ya había llamado la atención de varios chicos. También los amigos de Eliza estaban viendo todo. Pero ninguno tenía la intención de intervenir. Nadie se metía con Máx y con su pandilla. Juana Markle había llegado también, sin embargo esta vez no iba a intervenir por Sepia. Estaba tan enojada con el, que creía que se merecía unos cuantos golpes de parte de su novio.

—Déjalo ir o tendrás serios problemas con mi papá —le amenazó la chica.

Eliza miro a Sepia, el muchacho no estaba asustado sólo esperaba que Máx diera el primer golpe, para así poderle responder. Tal vez podría alegar frente al director que el sólo se había defendido. Más sin embargo la cercanía de Eliza le perturbaba, no quería que en medio de la gresca pudiera salir lastimada.

El creía que Eliza era tímida y reservada pero lo que estaba viendo no tenía nada que ver.

“Es una princesa muy valiente, ¿Por qué estará defendiéndome.”

La amenaza de Eliza era en serio. Sepia no sabía quien era su padre, no obstante con sólo la mención de decirle, Máx lo soltó. Ante la estupefacción de todos decidió dejarlo en paz, pero eso no terminaría ahí. Sepia sabía que en algún momento un enfrentamiento con Máx sería inminente. Hasta que uno demostrara ser más fuerte que el otro, sucedía siempre con chicos como Máx.

Claro que Sepia evitaría a toda costa tener más problemas, no quería seguir decepcionando a su familia.

Máx ahora enfocó su mirada en Eliza. Camino hacia ella, la chica no le temía, ella era muy fuerte.

—No haré nada, pero mantente alejada de el. No quiero verte cerca de este fenómeno.

—No estas en condición de exigirme nada —contraataco Eliza.

Ella no pensaba alejarse de Sepia, al contrario su deseo era estar cada vez más cerca. Además con su comportamiento le estaba demostrando que era un muchacho bueno, merecedor de toda su atención y amor. Eliza pensaba que así como Sepia era lindo por fuera también lo era por dentro.

—Y si insistes en molestarlo tendré que decirle a nuestro padre que has vuelto a tus andanzas.

—No voy a repetirte esto dos veces. Si lo quieres a salvo aléjate de el hermana —vocifero Máx.

—Por mucho que seas mi hermano tu no decides sobre mi vida.

—No voy a repetirte lo que ya te dije.

Máx se marchó con su séquito de seguidores. Juana Markle estaba furiosa por la intervención de Eliza. Y Sepia contrariado, no imagino jamás que Eliza y Máx fueran hermanos. Mucho menos que este fuera un egocéntrico y celoso. Lo peor era que lo odiaba sólo por el hecho de existir.

—Perdón por eso Sepia, mi hermano es muy insoportable —se disculpó Eliza.

Sus mejillas se sonrojaron, acababa de enfrentar a Máx frente a toda la escuela, y ahora no era capaz de hablarle a Sepia, aun estando a solas.

—No te preocupes, es una reacción normal de un hermano —Sepia intento restarle importancia al suceso para que Eliza no se sintiera mal—.  Tengo hermanas menores y también he tenido discusiones con sus pretendientes.

¿Pretendientes?

Eliza no supo como procesar esa información. ¿Sería que Sepia estaba admitiendo abiertamente que estaba interesado en ella?, tanto para llamarse así mismo como un pretendiente.

El muchacho tomó su mochila que se encontraba esparramada en el suelo, y camino de nuevo al lado de la chica.

—Lo que en verdad me preocupa es que no logramos hacer el ejercicio —añadió Sepia al oír la campanilla del ingreso a clase.

—Si, logramos hacerlo. Sólo debes copiarlo —añadió Eliza, empezó a rebuscar algo en su bolso—. Aquí esta, me la devuelves en un rato.

La muchacha le dio a Sepia una bonita agenda color rosa. Decorada por ella misma con figuras en goma eva.

—¡Que bonita! —exclamó Sepia cuando la tuvo en sus manos—. ¿Tu la hiciste?

Sepia era muy detallista, esa era una de sus grandes virtudes. Cuando dejaba ver su lado romántico y tierno era un verdadero amor. Y Eliza despertaba ese lado.

—Si.

—A mi mamá también le gustan las manualidades —le contó Sepia.

A el le parecía graciosa la manera en la que las mejillas de la chica se coloreaban cuando el le hablaba. Pero no podía hacerse ilusiones.

—Deberías conocerla se llevarían muy bien.

—Supongo que si —se limitó a decir Eliza.

Gracias a la agradable conversación que había tenido con la muchacha se encontraba de buen humor. Aunque habían hablado poco para Sepia era suficiente.

Máx y Juana Markle se ausentaron durante las últimas horas. Ellos estaban haciendo cosas más interesantes pero menos productivas.

Sepia copió el ejercicio, y cuando se disponía a devolverle la agenda a su compañera, vio algo que le llamó la atención. En el centro del cuaderno había una hoja que resalía. La sacó con cautela y la abrió para mirar que era. Sabía que aquello era una verdadera imprudencia y no debía hacerlo. Sin embargo la curiosidad le ganó.

Se quedo muy sorprendido al verse, allí plasmado en la hoja. Era el perfectamente dibujado.  Lo que en realidad le llamó la atención era que su piel no era blanca, sino tenía sus manchas marrones en el cuello y parte de su clavícula. Al menos a alguien no le disgustaba su enfermedad.

Volvió a guardar la hoja en el sitio en el que estaba, e hizo de cuenta que no vio nada.

Eliza rebuscada afanosamente su dibujo en sus demás agendas. Cuando Sepia le paso la agenda, casi se desmaya al ver que la hoja sobresalía de la allí. Sepia sólo dijo gracias, le dedico una bella sonrisa a Eliza y se marchó a su lugar.

—¿Crees que haya visto algo? —cuestiono Eliza, sacando suavemente la hoja de su dibujo.

—No, si lo hubiera visto de seguro había dicho algo —contestó Sofía—, cálmate el no vio nada.

Esta vez Sofía se equivocaba. Sepia no había dicho nada porque no sabía que hacer, pensaba que Eliza lo veía como un amigo, pero se había equivocado ella lo veía diferente. Si lo había dibujado, de seguro era por que como dijo Ricky si le gustaba. Lo más grave era que el sentimiento era mutuo.
Sin embargo Sepia estaba muy asustado de volver a sentir algo por alguien. Le había entregado su corazón a Lara; una chica linda que se acercó a el con mentiras y al final lo único que quería era que Sepia le hiciera todos los trabajos de la escuela. Las tareas de ella y de su novio. Cuando Sepia ya no le fue útil lo dejo como si fuese un muñeco viejo. El hecho de ser engañado y usado era un suceso muy doloroso que el no quería repetir.

Cuando sonó el timbre de salida, decidió salir corriendo hacia donde Ricky lo esperaba. Con su mano se despidió de los chicos y camino a toda prisa hacia el aparcamiento, en donde Ricky ya estaba. Ni siquiera lo saludó, Sepia dio la vuelta e ingreso con rapidez al vehículo.
 
 
 
 
 
 

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