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CAPÍTULO 7

Sepia se devano la cabeza tratando de resolver un ejercicio de física. Había dejado de ir a más de cuatro clases. Estaba muy quedado, y lo peor era que Ricky había salido a pasear con Samanta y no podía ayudarlo.

Su papá no estaba y su madre se encontraba ocupada, no tenia mas remedio que dejarlo así, y pedirle la ayuda a alguien de su salón, para que le pasará los apuntes. Observo el girasol que Ricky le había comprado. Tendría que usarlo si quería que Eliza le ayudará.

Sepia en ese sentido era muy responsable, le gustaba sacar buenas calificaciones y estudiar. Tenía una muy buena memoria, y era un excelente relator. Los maestros decían que tenía una imaginación asombrosa. Le gustaba leer y aunque muy pocos lo sabían, se la pasaba noches enteras leyendo historias románticas.

Lo del casino era porque le gustaba ganarse unos pesos de más. Pero no era un vicio, tenía claro que podía vivir sin el.
Ese día paso algo muy raro, el señor Dago llegó a las siete a su casa, y ceno con la familia.

La señora Leonor estaba muy contenta. Después de muchos meses, era la primera vez que su esposo llegaba a casa temprano.
Los muchachos también estaban sorprendidos.

Ricky que era más tranquilo, se la paso haciendo chistes y bromas. Sepia prefería oírlo, pero eso sí estallaba en carcajadas cada vez que algo le resultaba gracioso. Las niñas también lo hacían, ese día por fin pudieron estar en paz todos en familia.

El señor Dago permanecía en silencio. Miro a sus cuatro hijos y se sintió tan afortunado de tenerlos. Algún día pensó como hubiese sido su vida si no se hubiera casado con Leonor, y se encontró en ese futuro adverso. Sin ellos estaría en la más profunda soledad, podría haber tenido mucho dinero, pero no con quien compartirlo.

Sus hijos lo eran todo, lo supo esa noche cuando vio a Sepia y a Ricky golpeados. Su corazón se aceleró y su mente se bloqueó de sólo pensar que pudieron haberlos matado. Que alguien pudo haberles hecho daño y alejado de su lado para siempre.

Porque era verdad que algún día iban a crecer y a formar sus propias familias, pero eso era distinto; podía llamarlos y de seguro para las vacaciones vendrían a la casa con sus nietos, eso era muy diferente.

Sus ojos se posaron ahora en Leonor su esposa. Al final del día era ella la única que quedaba, cuando fuera viejo y nadie más quisiera estar a su lado, Leonor sería su única compañía. Por eso había echado a su secretaria, porque quería volver a rehacer su vida con su esposa. Con la madre de sus hijos. De ahora en adelante, haría todo para volver a enamorarse de la mujer que tenía al frente.

La cena paso sin mayor contratiempo, Sepia y Ricky arreglaron la cocina y lavaron los platos. Mientras las niñas ayudaron a su madre con la ropa. Su padre estaba en el segundo piso arreglando una gotera que hace años los aquejada, desde ahí podía oír las risas de Sepia y Ricky que inundaban toda la casa. Los muchachos se llevaban un año de edad, por eso eran tan cercanos.

Esa noche todos recordaron lo importante que era para un individuo poseer un núcleo familiar estable. Cada uno recordó el rol que poseían dentro de esa familia y lo  importante que era cada miembro.

Esa mañana Sepia desayuno mejor, se había hecho a la idea de que no podía dejar de estudiar, y que tal vez su escuela no era tan mala. Ela hacia que fuera mejor.

Estaba mas seguro de sí mismo y no iba a esconderse, decidió no llevar su sudadera. Iba a ir vestido como el resto de los chicos. Iba a ser normal, y si el mismo no permitía afectarse por nada, sería simplemente el chico nuevo.

Su cambio de look no paso desapercibido. Sepia era un chico muy agraciado, era imposible que pasará inadvertido en ningún lugar.

Llevaba el girasol en un estuche de vidrio, era espléndido.

“Ricky esta loco”, pensó cuando entró en el salón.

Todas las miradas se desviaron hasta Sepia, y en lo bien que le quedaba la camiseta manga larga que decidió usar. Miro el girasol que sostenía, y luego a la esquina del salón en donde Eliza no podía dejar de mirarlo.

Todos también notaron el girasol que sostenía en su mano. Juana Markle sonrió de lado, esa regalo era para alguien y estaba casi segura de que ese alguien era ella. Sepia creyó que era demasiada molestia, pero recordó que se había mostrado grosero en más de una vez con Eliza.

Además ella tenía cara de ser una de las más inteligentes del salón. Necesitaba de su ayuda para poder ponerse al corriente.

Bueno, el nunca había sido cobarde, y era sólo un acto de cortesía. Camino con decisión hasta la última fila del salón. Eliza estaba muy nerviosa, porque aunque Sepia miraba de vez en cuando a sus compañeros, sus ojos cada cinco segundos se posaban en ella, y la miraban de una forma diferente.

Javier le dio un codazo a Ray cuando vio que el chico se acercaba; a su vez Sofía le guiño un ojo a Eliza, quien había empezado a sudar frío.

Cuando Sepia paso cerca de Juana Markle esta le dedico una encantadora sonrisa que Sepia no vio. Era la primera vez que se iba a disculpar con alguien así que no se distrajo con nada más. Es mas ni siquiera se fijó en el atuendo de Juana Markle, ni en su descarado y notable cruce de piernas.

Sepia sólo podía pensar en que eso era lo correcto. El había empezado a cambiar, debía ser un muchacho nuevo, había hecho sufrir mucho a su familia. Su madre había llorado toda una noche por su culpa. Su hermano se había enojado y sus hermanas decepcionado. Era su culpa y de nadie más, el debía cambiar, el problema era que no sabía como.

—Buenos días —habló Sepia cuando estuvo al frente de los muchachos.

—Buenos días —le contestaron todos menos Eliza que no fue capaz de hablar.

—Chicos yo quería… pedirles una disculpa por la forma en la que los trate ayer.

La disculpa se escucho sincera aunque en realidad no lo era. Si hubiera sido por Sepia jamás se hubiese disculpado, pero lo hizo por Ricky, porque su hermano si era un niño bueno. Y el quería ser como Ricky, quería ser ese chico divertido y extrovertido que todos amaban. El quería que lo amaran también.

—¿Es en serio? —se mofo Ray sonriendo—. Pensamos que en tu alta divinidad, no podías dirigirte a los mortales.

—¡Ray cállate! —le regaño Sofía mirándolo mal—. Tu disculpa es aceptada, quiero que sepas que por mi parte, no hay problema.

Eliza no fue capaz de sostenerle la mirada a Sepia. Ella sentía mucha pena de que el muchacho posara sus ojos en su rostro, y sus mejillas se ruborizaron de un color rosado claro.

—Por mi tampoco hay problema —continuó Javier encogiéndose de hombros—. Además comprendo que hayas estado estresado. Máx es un tonto y le saca la rabia a cualquiera.

—Si, la verdad es que nosotros fuimos un poco imprudentes —dijo Ray, el si sabía reconocer sus faltas—. Y te pido que me disculpes a mi también, soy un poco fastidioso.

—Gracias —añadió Sepia mirando de nuevo a Eliza quien se hizo la disimulada borrando el ejercicio de física—, ¿Y tu?

Eliza hubiera querido que no le dirigiera la palabra, y es que la voz de Sepia la desarmaba.

Porque no sonaba como las otras veces, era más clara y dulce, y su mirada no era de enfado, era de ternura. Eliza se sentía tan cohibida ante ese cambio tan drástico. Sofía estaba decidida a salvar a su amiga para evitar que pasará mas vergüenza.

—¿Pudiste hacer el ejercicio de física? —interrogó Sofía.

Sepia miro de nuevo a Eliza, ninguna muchacha lo había ignorado tanto en su vida. Ella estaba muy ofendida.

“ Me faltaron unos chocolates”, “A las mujeres les encanta el chocolate.”

—No, estoy muy atrasado —añadió Sepia.

Observo de nuevo a Eliza quien no había levantado la mirada de su agenda, y habló con mucha más ternura que al principio.

—Ela te traje esto, espero te guste.

Sepia le ofreció el bello girasol amarillo. Sofía abrió los ojos de para en par, y Juana Markle quería estrangular a Eliza. Como osaba alguien darle un regalo a Eliza y a ella no, quien se había creído.

Eliza se volvió un ocho, miro a Sepia y sintió su cara roja como un tomate. No lo podía creer.

Sepia el chico más atractivo que ella había visto en su vida, le regalaba un girasol, a ella una chica sin gracia alguna y según ella carente de belleza. Eliza siempre había imaginado un romance como en las películas y con el hombre de sus sueños.

Pero nunca se imagino un epílogo tan poco común. Ella pensó que todo era un sueño, tenía que ser un sueño.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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