CAPÍTULO 6
El día siguió sin mayor contratiempo. A la hora del descanso, Sepia decidió no abandonar su salón. Comió algo que su mamá le había empacado, y allí se quedo, sólo mirando su agenda, era normal que nadie quisiera acercársele.
El grupo de “genios”, decidieron acercarse a el muchacho, movidos por Eliza que estaba un poco más prevenida. No quería volver a sacarle el malgenio a el chico.
—Hola —inquirió Sofía llegando al lado de Sepia, este la miro de lado y no respondió nada—. ¿No vas a salir de aquí?
—¿Ni siquiera vas a ir a la cafetería? —replicó Ray sentándose al frente del chico—, ¿Qué dibujas?
Ray intento alcanzar el cuaderno de dibujo de Sepia, pero este se lo impidió. Estaban empezando a molestarlo, Sepia procuro guardar la calma. Pero para el era imposible, la paciencia no era una de sus virtudes.
Eliza seguía de pie, estaba prevenida y esperaba una reacción violenta de parte de Sepia. No se había atrevido a hablar hasta ahora.
—Ray no lo molestes —comento Eliza en voz baja—.Vamos a la cafetería nosotros.
Sepia clavo sus ojos en Eliza y en la vestimenta sencilla que llevaba. Iba vestida como si fuese a hacer ejercicio.
“Esa ropa le queda grande”, pensó Sepia “Se vería mejor sin ella.”
Eliza al notar como la miraba Sepia se ruborizo de inmediato. Desvío los ojos y se escondió detrás de Ray de la mirada morbosa de Sepia.
—Háganle caso, mejor déjenme en paz porque no estoy de humor para soportarlos —resoplo Sepia colocándose de pie—. ¿Porque no se van a su rincón a comer libros?, así no se meterán en lo que no les importa.
—Cálmate gladiador —bufo Javier, tomando la mano de Sofía; su novia—. Nosotros solamente queríamos ser amables contigo, pero no tienes porque tratarnos de esta forma. Mucho menos después de que somos los únicos que mostramos interés en entablar una conversación contigo.
—Vamos Eliza, este sujeto no vale la pena —dijo Ray, colocando las manos sobre el hombro de su amiga.
Eliza en el fondo guardaba una pequeña esperanza, de que esta vez fuera diferente. De que su amor platónico no fuese un idiota como lo era Triss o un engreído como era Noah. Pero ella parecía tener un imán para los imbéciles.
Triss jugo con sus sentimientos y al final la dejo con el corazón roto y para Noah ella jamás existió. Ahora para Sepia si existía, pero la despreciaba. No se sabía que era peor.
—Lo mejor es que se vayan no los soportó —soltó Sepia.
Los cuatro chicos salieron del salón, dejando atrás a Sepia, quien cayó pesadamente sobre su silla. El tenía la manía de arruinarlo todo, jamás había tenido un verdadero amigo, aparte de Ricky y su tío Alexander. Tal parecía que nunca iba a tenerlo, el dañaba todo.
—“No los soportó”, ¿A quien quiero mentirle? —replicó Sepia frotándose el pelo y el rostro—. El que no se soporta así mismo soy yo, soy una mierda.
Las siguientes horas a Sepia se le hicieron eternas. Quería que ya terminará su calvario, quería irse a casa.
De vez en cuando volteaba a mirar al grupito de la esquina, los tres muchachos reían y trabajaban en grupo; menos la chica de las curvas perfectas. Ela o como fuera, a Sepia se le había olvidado su nombre. Ella no reía como los demás, estaba triste, como distraída. Cuando sus ojos se encontraban con los de Sepia no podía sostenerle la mirada y observaba cualquier otra cosa que no fuera el.
Juana Markle en cambio sonreía abiertamente. Máx se encontraba acariciando sus piernas por debajo de su corta falda. Ellos no pensaban en estudiar, sino en lo que sucedería esa noche entre los dos, o eso era lo que pensaba Máx; porque a Juana Markle se le hacía imposible poder estar con su novio y no imaginar que era con Sepia con quien estaba. Fantaseaba con el muchacho desde el día en que lo había visto, y quería hacer su sueño realidad.
Cuando sonó la campana de salida, Sepia prácticamente salió corriendo. Las clases en la escuela de Ricky terminaban más temprano, por lo tanto su hermano ya debería estar esperándolo. No se equivoco así fue. Cuando lo diviso en el aparcamiento de la escuela, Sepia se apresuró a ir a su encuentro, subió al auto y se recostó en la silla.
—Hola ¿Qué tal tu día? —cuestionó Ricky poniendo en marcha el vehículo. Al no encontrar respuesta volvió a preguntar—, ¿Cómo te fue hoy?
—Mal —respondió desganado.
—¿Alguien te ha molestado? —volvió a preguntar su hermano.
—Sabes que siempre me molestan.
Ricky frenó con rudeza el vehículo. Contempló a Sepia con el ceño fruncido y apretó los puños alrededor del volante.
—¿Quién ha sido?, dímelo ahora mismo y lo arreglare.
—Un imbécil, que se cree el gallo que más canta —contestó con enojo—, el chico más popular de la escuela.
—Dime su nombre, voy a partirle la cara y no le van a quedar ganas de volver a molestarte—exacerbo Ricky—, le dejaré en claro que nadie puede meterse con mi hermano.
Sepia sonrió.
—No es necesario que te comportes como Rambo. Es un estúpido con aires de grandeza y me encargaré de el si llega a seguir molestándome.
—Tu no puedes, por que si lo haces van a expulsarte —refuto Ricky—. Será más sano si lo hago yo. Nadie me conoce así que no podrán hacer nada en mi contra.
—Por ahora lo mejor será dejar las cosas así —agregó Sepia suspirando—, y si sigue jodiendo yo le arreglare la cara horrible que tiene.
—Así se habla, hermano.
Ambos chocaron los puños como si acabarán de cerrar algún tipo de pacto. Ricky encendió de nuevo el auto y empezó a manejar camino a su casa. Estaba orgulloso de su hermano, aunque el hecho de que este fuera tan callado lo preocupaba.
—A ti te pasa algo más —inquirió Ricky—. Estas pensativo y distraído.
—Es que hay algo que no entiendo.
Sepia cerró con fuerza los ojos.
—¿Qué cosa?
—¿Porque tengo que ser así? —preguntó Sepia abriendo los ojos y mirando a su hermano.
—¿Así como?, ya sabes que tu enfermedad es…
—No me refiero a eso —le interrumpió el chico—. Sino así, frío, grosero, altivo, egocéntrico, egoísta, ¿Porqué soy así?
—Bueno esos son muchos apelativos para una sola persona —se burló Ricky—. Tu no eres así.
Ricky lo miro reojo; era la primera vez que Sepia hablaba de sus defectos. Era como si al fin hubiera tomado responsabilidad de sus errores.
—Si lo soy —recalco Sepia—. Atacó a cada persona que quiere ser amable conmigo. Lo peor es que se que ellos no tienen la culpa. Se que es mi error, pero aun así no se como cambiar, ¡no se como!
Sepia de froto los ojos derrotado. Era la primera vez que se abría así con alguien. La primera vez que tomaba conciencia de su mala conducta, y todo se lo debía a Eliza, aunque el no lo sabía.
—Sepia el hecho de que reconozcas que tu comportamiento esta mal, ya es un primer paso —le alentó su hermano—. Y es bueno saber que te has dado cuenta de que tu conducta es indebida, es bueno que al fin hayas tocado fondo.
—Es que no lo se… De repente empecé a sentirme mal por la forma en la que trate a esos chicos. Ellos no se lo merecían, sobretodo ella.
Sepia hizo una pausa, Ricky lo miro con una ceja arqueada. Esperaba que su hermano le fuese a hablar de una chica. Las muchachas solían rehuirle, y las pocas que se le acercaban lo hacían para tener una relación clandestina con el. Aunque era muy atractivo, en el fondo ellas le temían a el que dirán de la sociedad.
Cada vez que Sepia les decía la palabra vitíligo, salían corriendo. Solo una se había atrevido a tener una relación abierta con Sepia, pero las cosas no habían terminado nada bien.
Ricky tenía la clara convicción de que las mujeres podían cambiar el mundo, y si eso verdad; la mujer indicada cambiaría a su hermano.
—Ella sólo quería ser amable conmigo y yo me porte como un verdadero niñato imbécil.
—¿Es bonita? —inquirió su hermano cada vez más curioso por saber acerca de la joven.
—¿Quien? —interrogó Sepia haciéndose el desentendido.
—La chica tonto —le regaño su hermano— ¿Que si la chica es linda?
Ricky se aseguró de hacer énfasis en cada una de sus palabras.
—¿Ela? —investigo Sepia mirando extrañado a Ricky.
—No te hagas el bobo que no te queda.
—Claro que sí, es una mujerona —contestó Sepia largando un suspiro—, Ela es muy linda. Aunque se pone una ropa muy fea, por encima se nota que ella todo lo tiene bien puesto en su sitio.
—¿Te gusta?
—No, es hermosa pero no.
—Entonces, ¿Por qué hablas así de ella si no te gusta? —cuestionó Ricky encogiéndose de hombros.
—Porque la trate mal, y cada vez que volteaba hacia el lugar en el que estaba; me miraba como si yo le hubiese asesinado a sus padres y la hubiera mandado a ella a un orfanato. Como si yo fuese un monstruo —respondió mirando hacia la ventana—. No me gusta dañarle el día a las personas y mucho menos a alguien que no se lo merece.
—Entonces te miraba como si quisiera matarte —continuó Ricky en tono jocoso, le divertía la situación de su hermano.
—No, su mirada era de… no se como explicártelo.
—Entonces le gustas.
La conclusión de Ricky tomó por sorpresa a Sepia. El sabia que a pesar de su condición era lo suficiente atractivo como para gustarle a una chica. El y Ricky se parecían mucho físicamente a su padre, a quien le debían ser tan bien parecidos.
—No creo, ya te dije que ella es muy linda. ¡Además ese no es el punto! —replicó el chico mirando a su hermano mayor—. El punto es que no quiero ir por la vida insultando a la gente así porque si. Muchas veces me han humillado e insultado y se que las malas palabras pueden herir, más de lo que uno cree.
—Bueno, eso tiene solución. Mañana vas y te disculpas con los chicos —agregó Ricky aparcando el coche.
—No —repuso Sepia.
El no estaba acostumbrado a disculparse con nadie. Sin embargo de ahora en adelante si quería cambiar debía empezar a hacerlo.
—Claro que si, vas a ir y te vas a disculpar con los chicos. Y le llevarás una rosa a Ela — añadió Ricky buscando algo en la mochila—. Vamos a comprarla ahora mismo.
—¿Una rosa? —exclamó Sepia sin dar crédito a las palabras de su hermano—. Obvio no, lo de las disculpas tal vez, porque se los debo, pero una rosa no. Ya te dije que es una chica linda y me va a mandar por un tubo. No voy a pasar por esa a vergüenza.
—Nada pierdes con intentarlo —comento Ricky volviendo a poner en marcha el auto—. Además lo de la rosa es porque es un acto de caballeros. Si quieres de verdad cambiar debes empezar a cambiar tus acciones. No es porque te guste, no todas las veces puedes tener un detalle con una mujer porque te gusta. Existe la amistad y la generosidad. Si ya le dañaste un día, puedes hacerle feliz otro. Yo voy a comprarte la rosa, tu decides si se las das o no.
—Esta bien tu ganas —concedió Sepia sonriendo—. Pero no compres la rosa. Sabes que no me gustan.
—Tu y tus rarezas —se quejó Ricky—, ¿Qué culpa tienen las rosas de tener espinas?
—Ellas nada, sin embargo siguen sin gustarme. Ela podría pincharse un dedo con una de ellas. Más bien compra…
—¡Ya se! —Ricky rodo los ojos—, ¡UN GIRASOL!
—¡UN GIRASOL MUY AMARILLO! —Grito Sepia de vuelta.
Esas flores eran las preferidas de Sepia. El ambiente del auto se llenó con las carcajadas de ambos. Ricky hizo ademán de bajarse del auto pero Sepia lo detuvo.
—Ricky, ¿Y si Ela cree que yo quiero algo con ella? —Sepia se rasco el cuello—. Es que no quisiera que ella se asustara y saliera corriendo.
—Si ella cree que quieres algo pues mucho mejor. Y no va a salir corriendo. Ni que fueras Frankenstein.
—Casi —respondió Sepia mostrándole las manchas de sus manos a su hermano—. Se te olvida lo que tengo. Y también parece que se te olvida que las mujeres sienten asco de mi.
—Por favor —exacerbo Ricky ya cansado de la porfía de su hermano—. No puedes creer que todo en ti es malo. Todas las mujeres son distintas y para lo que algunas es feo o raro para otras es un tesoro. Si sacas una mesa vieja a la basura abra alguno que vea en aquella mesa un mueble valioso.
—Gracias por compararme con una mesa vieja —añadió Sepia.
—Es sólo una metáfora. Es que quiero que me entiendas. Tu no sabes como piensan las mujeres y mucho menos como piensa Ela.
—No quiero decepcionarme de nuevo —comentó Sepia—. Lo que me hizo Lara fue suficiente. Decidí no volver a intentar nada referente a el amor.
—Todas las chicas no son como Lara.
Ahora el ambiente del vehículo se podía cortar con un cuchillo.
Sepia recordó a Lara y también recordó el por qué no quería volver a ilusionarse. Pero la mirada de Ricky lo retaba a quizá intentarlo de nuevo.
—Te haré caso y le llevaré ese girasol a Ela.
—¡Ese es mi hermano! —vocifero Ricky—. Ela tiene que descubrir que eres un hombre especial. Creo que le encantará descubrir que no eres como los otros chicos.
—¿Tu crees?
—Claro.
—En cambio yo creo que es imposible que ella descubra algo que no soy.
—Ella va a descubrir algo que ya eres —replicó Ricky.
—Espero que tengas razón.
—Siempre la tengo. Espérame aquí ya vengo con tu girasol muy amarillo.
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