CAPÍTULO 58
El señor Dago no paraba de dar vueltas en la sala. La señora Leonor de pie miraba por la ventana. Iban a ser las 12 y Sepia aun no volvía.
Ricky que dormía mas que un oso perezoso, tampoco había podido conciliar el sueño. Cuando intentaba dormir, se despertaba de repente, sobresaltado, angustiado.
El señor Dago seguía llamando a el móvil, pero este se iba siempre a buzón. Su madre en un descuido había olvidado anotar el número de Eliza. El señor Dago no decía nada, pero estaba realmente aterrado.
—Y si esta en el casino? —inquirió Don Dago.
Quizá había decidido ir allí por los problemas que había tenido últimamente.
—No, hace mucho tiempo que no volvió a ese lugar —repuso la señora Leonor con lágrimas en los ojos—. Estoy muy angustiada, tengo miedo. Sepia me dijo que estaría aquí temprano, se que algo malo le paso, eso lo se.
—Tranquila —susurro el hombre colocando las manos sobre el hombro de su esposa—. Busca el número de celular de su novia. Mientras tanto voy a salir a buscarlo. Llámame si aparece.
El señor Dago salió a toda prisa de su casa. Mientras la señora Leonor recordó un cuaderno en el cual Sepia anotaba los números telefónicos de sus amigos.
La mujer corrió a la habitación de su hijo. Busco en sus pertenencias y al fin encontró la agenda. Tenía la mano temblorosa, no encontró nada que pudiese servirle. Sólo el número de la maestra, eso era suficiente.
Después de llamar a la mujer. Logró dar con el celular de Eliza.
La muchacha se la había pasado en vela. Había llamado infinidad de veces a Sepia sin obtener respuesta alguna. Ya estaba acostumbrada a su mensaje de buenas noches.
Cuando salían juntos, el siempre le enviaba un mensaje avisándole que ya había llegado a su casa. Al no llegar el mensaje acrecentó la certeza que tenía de que Sepia no estaba bien. Saltó de su cama cuando oyó el sonido del móvil.
Era un número desconocido, aun así no dudo en contestar. Podía ser algo importante y si que lo era.
—Hola Eliza.
La muchacha reconoció de inmediato la voz de la señora Leonor.
—Que pena llamarte a esta hora, sólo quería preguntarte una cosa.
Eran casi la una de la mañana.
—Señora Leonor, ¿Sucede algo malo? —interrogó Eliza sentándose en su cama— ¿Sepia está bien?
—Era eso lo que quería preguntarte.
La señora Leonor estalló en llanto.
—Sepia no ha regresado, y yo pensé que tal vez estaría contigo.
—No —contestó Eliza.
Sintió un horrible temblor en las piernas que le impidió ponerse de pie. Su corazón estaba al borde del colapso.
—El me dejo en la casa antes de las ocho. Luego se fue a su casa señora Leonor.
—No ha regresado —musito la mujer—. Y yo… tengo este presentimiento que algo grave le paso.
—Cálmese señora —procuro Eliza.
Esas palabras eran más bien para ella misma que para su suegra.
—Voy a llamar a mis amigos, tal vez este con ellos.
—Por favor hazlo, si sabes algo llámame de inmediato.
La señora seguía llorando sin encontrar algún consuelo. Sólo ver a su “Niño” como ella lo llamaba podía devolverle la calma.
—Lo haré, por favor cálmese —Eliza respiró profundo—.Verá que el esta bien, tiene que estarlo.
Eliza empezó a llamar; primero a Ray, luego a Javier y finalmente a Sofía sin encontrar noticia alguna de su novio. Cuando terminó de hacerlo le fue imposible no ponerse a llorar.
Sepia era el amor de su vida. No tener noticias de el, era la peor pesadilla que jamás pudo tener.
Las dos mujeres esperaron pacientemente hasta el amanecer. Eliza rogó a Dios, a todos los Ángeles y Arcángeles que conocía para que Sepia estuviese bien pero no fue así. Sus oraciones no tuvieron respuesta.
La señora Leonor estaba seca de llorar. Ella sabía que su hijo no estaba bien. Podía sentir su agonía, su sufrimiento, su dolor.
Eliza espero hasta las seis. Se colocó la primera ropa que encontró y salió de su casa con total sigilo, sin que nadie se diera cuenta de su ausencia.
Ray había accedido a recogerla. El la llevo hasta la casa de la señora Leonor en donde el señor Dago hacia unos cuantos minutos acababa también de llegar. No había nada, nadie había visto a Sepia, simplemente había desaparecido.
Siguieron esperando. Eleonor y Leticia no fueron a estudiar. El tío Alexander pronto llegó a apoyar a la familia. El día paso volando, aun no había transcurrido el tiempo suficiente para poner una denuncia. No obstante tenían algo a su favor, Sepia aun era menor de edad, por eso tenía cierta prioridad.
El señor Francisco aun a regañadientes mandó a sus hombres a buscarlo. El señor Dago hizo lo mismo. El tío Tedd movió todas sus influencias para hallarlo.
Ray y Eliza, Sofía y Javier, sus tíos, Oddie y Alexander, también Lucrecia y Florencia. El señor Camilo, sus hijos, hicieron pancartas, anuncios, en la web, en la calle, los amigos de la familia.
Todos lo buscaron, por calles, casas, bares, hospitales, la morgue, sin embargo Sepia no apareció.
El día pronto terminó, más pronto de lo esperado.
Buscaron sospechosos: John Hubble, los hombres del casino, Amanda Gramill, Faber y Mario. Todos tenían cuartadas, todos lo negaron. No habían pruebas en su contra, nada que indicará un culpable.
Los días fueron transcurriendo hasta convertirse en meses. La policía se cansó de buscar, no habían sospechosos, no habían pistas, no había nada.
Los amigos también se cansaron; Sólo quedaron el señor Dago, Ricky que pronto volvió a caminar sólo para encontrar a su hermano. Sus tíos, Leticia y Eleonor, Ray y Javier, Sofía y Eliza, solo ellos lo buscaban.
Ellos y la señora Leonor que seguía de pie, esperándolo en la ventana de la sala.
FIN
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