CAPÍTULO 54
Los chicos fueron a el parque. Llevaron mantas y una cesta con comida para estar allí durante todo el día. Ray paso por ellos en el auto de su madre, quien solía prestárselo los fines de semana.
Primero fue por Eliza, luego por Sofía y Javier, y de últimas fue por Sepia.
Sepia se subió a la camioneta muy entusiasmado. Le gustaba pasar tiempo con los muchachos. Se dedicó a abrazar y a besar a Eliza.
—¡Paren ya que me van a salar el auto! —replicó Ray.
Su camioneta tenía bastante espacio para que cupieran todos.
—No seas envidioso —grito Javier con una sonrisa—. Más bien dedícate a manejar.
—¡Sus cuchicheos y manoseos no me dejan concentrar! —exclamó el muchacho.
—Deja ya ese mal humor —agregó Sepia sonriendo—. ¿Qué acaso no nos vamos a divertirnos?
—Se divertirán ustedes —exacerbo Ray mirándolos por el espejo retrovisor—. No se a que vine si me la voy a pasar muy aburrido.
. —No vas a aburrirte —comentó Eliza entre risas.
Los muchachos se miraron entre si con una mirada cargada de complicidad.
—Claro que no, además vamos a tener una invitada —contó Sofía pasándole un papel a Ray —. Esa es su dirección, vamos a recogerla.
—¿Cómo se te ocurre invitar a alguien más? —bufo el chico—. Esa es su invitada, así que ustedes se encargan de ella.
—Estas de un humor terrible —añadió Javier volteando los ojos.
—Compréndelo —intervino Sepia con voz tranquila—.Yo también estaría así si la chica que me gusta, me tirara por un tubo.
—Sea como sea, no voy a encargarme de ninguna invitada —determinó Ray en voz alta—. Llámenla y díganle que paso algo y no podemos ir por ella.
—¡Que lástima! —comentó Eliza haciendo un puchero.
—Y con el esfuerzo que nos costó convencerla —completo Sofía con lástima.
—Y lo peor es que ya debe estar arreglada —siguió Eliza con pesar.
—Bueno, voy a llamar a ¡GALENA!, y le diré que ya no iremos por ella.
—¡GALENA! —grito Ray frenando en seco el vehículo.
—Oye ten cuidado —se quejó Javier.
—Si, invitamos a Galena —canturreo Sofía sin parar de reír—. Fue difícil convencerla, le dijimos que teníamos un club de lectura entre los cinco y que necesitábamos a alguien más. Y ella aceptó encantada.
—No lo puedo creer —farfullo Ray con una sonrisa.
Debía aceptar que sus amigas estaban locas, aun así las adoraba con el alma.
—Pero tenemos un problema, debemos contarle la verdad —dijo Eliza—. Ella debe saber que no hay ningún club de lectura.
—Bueno, podemos leer unas páginas y hacer un análisis —comentó Sepia, el tenía algo de idea—, así no va a querer salir corriendo.
—Estoy de acuerdo —concordó Ray arreglándose el peinado en el espejo—.Vamos por ella, no hay que hacerla esperar.
Los muchachos sonrieron, el cambio de humor en su amigo fue evidente. La casa de Galena era muy parecida a la de Sepia, hasta quedaba cerca.
Ray se anunció con un pitazo, la chica no tardó en salir con una mochila a su espalda. Iba vestida de una manera casual, pero igualmente se veía preciosa.
—Hola.
La saludo Ray quien se había bajado de la camioneta para abrirle la puerta.
—¿Cómo estas?
—Bien gracias —contestó Galena, se subió a la camioneta de copiloto.
Todo estaba saliendo a la perfección gracias a Eliza y Sofía.
El camino a el parque fue tranquilo. Galena se dedicó a mirar por la ventana. Ray no pudo decirle nada, se sintió cohibido y la verdad la presencia de sus amigos no le servía de mucho.
El día era espléndido el sol se alzaba con fuerza. Los chicos bajaron las cosas de la camioneta. Mientras las muchachas escogían el sitio en el cual iban a acampar.
—¿Este esta bien? —preguntó Eliza.
Allí no les daba el sol gracias a la sombra de los árboles.
—¿Te gusta Galena?
—Me parece bien —contestó la chica— ¿Les ayudó con las mantas?
—Claro —concedió Sofía mirando de reojo a Eliza—. ¡Que bueno que aceptaste venir!
—Bueno, no todos los días te invitan a un club de lectura.
Eliza se tenso, a ella no le gustaba mentir.
—La verdad es que...
—Es que acabamos de armar nuestro club —la interrumpió Sofía antes de que Eliza cometiera una imprudencia—. Esta es nuestra primer sección y te hicimos parte de esto porque nos pareció que tu podrías ser nuestra líder.
Eliza abrió la boca formando una O al ver la habilidad de su amiga para decir mentirillas blancas, como las llamaba ella.
—¿Es en serio? —cuestionó Galena sin poder creérselo— ¿No se que decir?
—Sólo di que si —la ánimo Sofía.
Ya los muchachos habían terminado de traer las cosas.
—Donde vamos a encontrar a alguien que sepa tanto de libros como tú.
—Esta bien.
—¡Chicos! —anunció Sofía llamando la atención de todos—. Galena aceptó ser la líder de nuestro club de lectura, ¿Qué les parece?
—Es perfecto —susurro Ray en voz baja.
Galena no dejaba de sonreír. Jamás pensó que alguien la pudiese tener en cuenta para hacer parte de un club de lectura.
Además a ella le encantaba leer.
Los chicos se sentaron sobre la manta. Eliza sacó unos emparedados y los puso sobre una bandeja.
Era la primera vez que Ray no se interesaba en la comida, ni siquiera le presto la más mínima atención, no podia apartar sus ojos del rostro de Galena, quien estaba entretenida mostrándole sus libros a Sofía.
—Oye, cierra la boca que vez igual —murmuro Javier en el oído de Ray.
—Deja de molestarme —contestó mirándolo mal—, ella puede oírte.
—Con el parloteo de Sofía no lo creo —agregó Sepia.
Eliza se encontraba también con Galena, a las dos les gustaban muchos los libros.
—Además que sacas con mirarla, sabes que debes decirle lo que sientes.
—No —negó de inmediato Ray—. Si se lo digo va a salir corriendo y no va a querer volver a juntarse con nosotros. Galena es especial, debo llevar las cosas con calma.
—Ray, si esperas mucho llega otro y se te adelanta —espetó Javier tomando un emparedado—. Ten come algo así se te despeja la mente.
—No quiero estoy a dieta. Si quiero que Galena sea algún día mi novia debo de esforzarme.
—Pero si ya estás en forma —farfullo Javier enarcando una ceja—. Bajaste muchos kilos y estas en tu peso ideal.
—Si, pero no quiero volverme a engordar —repuso Ray.
Por su mente paso el recuerdo de los años anteriores, ahora se sentía muy bien consigo mismo y mucho más seguro.
—¿Acaso no la vez?, es una reina tengo que estar a su altura.
—Bueno tu te lo pierdes —dijo Javier empezando a comerse el emparedado.
—Javier tiene razón —intervino Sepia.
Conocía de muy poco tiempo a los chicos, pero los había aprendido a querer. Además eran los dos únicos amigos hombres que tenía aparte de Ricky y su tío Alexander.
—¿En que? —investigo Ray— ¿En que debo comerme ese emparedado?
—No —mascullo Sepia con rapidez—, en que debes decirle lo que sientes, para poder conquistarla.
—¿Cómo así? —interrogó Ray confundido.
—Si, ella debe saber que es lo que en realidad quieres para así poder conquistarla —empezó Sepia también comiéndose un emparedado—. Ella no va a enamorarse de ti de buenas a primeras. Debes regalarle flores y chocolates, escribirle cartas de amor, dedicarle canciones. Estar pendiente de ella, de lo que necesita. Comprarle el libro que siempre ha querido. Invitarla a comer, hablarle bonito, respetarla siempre. Ya sabes ser romántico.
—Eso esta pasado de moda —explicó Ray— ¿Crees que así voy a conquistarla?
—¡Pues claro! —exclamo Javier atarragado—. Por que así es como conquistan los hombres de verdad, los caballeros. Tenemos 17, pero eso no quiere decir que seamos unos vagos ordinarios de esos que se ven por ahí de bar en bar. De esos que creen que las mujeres son sólo objetos para calmar sus deseos más bajos y luego botarlas como trapos sucios. Nosotros somos distintos y tal vez eso sea lo que haga que ella se enamoré de ti.
Ray se quedó pensando por un instante.
—Me da miedo —confesó Ray jugando con sus manos.
—¿Miedo? ¿De que? —pregunto Sepia con una sonrisa.
—De que ella me rechace —respondió Ray en voz baja—. Que tal que yo haga todo lo que ustedes me dicen, y ella siga rechazándome. Entonces estaría perdido porque después de eso la amaría más que a mi propia vida.
—Es un riesgo que debes correr —comentó Javier.
Al parecer las chicas se habían decidido sobre el primer libro que iban a estudiar.
—Reúnanse, muchachos vamos a empezar —los llamó Sofía.
Los chicos se acomodaron. Sepia con Eliza, Javier con Sofía, y Ray muy cerca de Galena.
—Bueno muchachos empezaremos con el libro el ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra —espetó Galena.
Todos estaban atentos a sus palabras.
—“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme. No hace mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...”
Después de una hora de escuchar a Galena los chicos decidieron hacer un alto, e ir a comprar unos helados. Su ausencia servía para que las chicas pudieran ahondar en los sentimientos de Galena. Para averiguar si Ray le interesaba o no.
—Oye, es raro que a ellos les guste la lectura —opinó Galena.
Por lo caluroso del clima había decidido recoger su cabellera en una cola alta.
—Por lo general a los muchachos de su edad les gusta el fútbol y los videojuegos.
—Es que ellos no son como los demás chicos —comentó Eliza, mirando a su novio—. Son diferentes y muy especiales.
—Si, es muy raro encontrar chicos como ellos en esta época —agregó Sofía haciendo eco en cada una de sus palabras—. Es una lástima que Ray aun no tenga novia, y tu ¿Tienes novio?
La pregunta de la chica tomó por sorpresa a Galena. Quien pensaba que de seguro ellas estaban al tanto de su situación sentimental.
—No —respondió Galena bajando su mirada a el libro—. Creo que no hay afán para esas cosas.
—Yo también creía lo mismo —concordó Eliza entre risas—. Pero amaba tanto a Sepia que cuando se me declaró me fue imposible decirle que no.
—Siempre me has parecido una chica muy inteligente y centrada —confesó Galena con seriedad—. Así que creo que Sepia debe ser muy especial para que lo eligieras a el.
—Lo es —afirmó Eliza sonriendo—.Y cuando tú encuentres ese muchacho especial no dudaras en decirle que si.
—Yo espero que eso no pase pronto.
Eliza y Sofía se miraron entre sí.
Tengo muchos proyectos, y no quiero ninguna clase de compromiso que pueda distraerme de mis objetivos.
—Eres una muchacha muy joven —afirmó Sofía intentando sonreír—. Tendrás tiempo para hacer todo lo que deseas y una pareja no va a detenerte al contrario será un apoyo para ayudarte a alcanzar tus metas.
—Para eso tendría que ser alguien muy particular. Uno que me diera mi espacio y confiara en mi —replicó Galena.
Ya los chicos venían en camino con los helados en la mano.
—Y no creo la verdad que exista un hombre así de perfecto.
—Bueno, tal vez si abres bien tus ojos, puede que este frente a ti.
Galena sonrió por el comentario de Sofía. La chica no era tonta, se había dado cuenta desde mucho antes de sus intenciones.
—Se lo que intentan hacer —soltó Galena con seriedad—. Es verdad que el es un chico lindo, me parece que es respetuoso y amable. Pero lastimosamente no estoy interesada, les agradecería que no insistieran.
Sofía y Eliza no pudieron responder nada, porque que los chicos ya habían llegado.
Los muchachos también habían quedado en algo. Habían ideado un plan para que Ray tuviera un momento a solas con Galena. Así que debían parecer lo más casual posible, para que Galena les creyera.
—Te traje el de chocolate amor —espetó Sepia pasándole el helado a Eliza—. Como te parece que tengo que irme. Me salió una propuesta de trabajo y debo ir a ver de que se trata.
—¿Hoy sábado? —cuestionó Eliza enarcando una ceja.
—Si, ¿Quieres venir conmigo? —pregunto Sepia.
Le guiño disimuladamente el ojo a su novia.
—Es aquí cerca, estaremos de regreso en menos de media hora.
—Claro —contestó Eliza tomando la mano de su novio—. Muchachos ya venimos, vayan adelantando trabajo.
Los chicos se alejaron alegremente. Eliza sabía que por las palabras de Galena que todo estaba perdido. Pero tal vez aun quedaba una luz de esperanza.
Ray era como un hermano para ella. Habían estado juntos desde niños. Hacer algo por el, le nacía de lo más profundo de su corazón.
—Cariño, tengo que ir a la farmacia —espetó Sofía después de leer el mensaje que Javier le había dejado en el móvil.
—¿A que? —interrogó Javier haciéndose el desentendido—. Tenemos que seguir con el estudio del libro.
—Lo sé amor, pero me acaba de llegar —murmuro Sofía lo suficiente fuerte como para que Galena pudiera oírla.
—¿A que te refieres? —cuestionó.
Había que reconocerle que era un buen actor.
—¡Ay amor! —se quejó Sofía volteando los ojos—. Lo que le llega a las mujeres cada mes.
—¡Entiendo! —exclamó Javier fingiendo vergüenza—. Ray, Galena, ya vengo voy a acompañar a Sofía.
—Ok, vayan tranquilos aquí los esperamos —agregó Galena sin prestarle mayor importancia a él hecho.
Los chicos se marcharon dejando a solas a los dos muchachos.
—Bueno, supongo que debemos esperar a que vuelvan —informó Galena sacando una agenda de su maleta—. Voy a hacer unos apuntes mientras los esperamos.
—Si claro —le dijo Ray acercándose a la chica.
Se sentó cerca de ella sobre la manta.
—Pero antes ¿No vas a comerte tu helado?
—No me gusta la vainilla —repuso.
¿ A quien no me gusta la vainilla?
Se pregunto el muchacho en su interior, había errado por completo.
—Comete entonces el mío es de tres leches —agregó Ray tendiéndole su helado.
El chico solamente lo había probado.
Galena lo aceptó con una sonrisa. Este pequeño acto hizo que a el chico se le estrujara el pecho, el helado para Ray carecía de sabor.
Se le había quitado el apetito, de sólo pensar en confesarle todos sus sentimientos a Galena. Tomó aire para poder hablar.
—Extraño su plan ¿Verdad? —interrogó Galena mirando a Ray de reojo.
El chico se tenso de inmediato. Ella era muy hábil y se había dado cuenta de todo.
—¿Cuál plan? —replicó Ray tragando saliva.
—¿No me digas que no te diste cuenta! —exclamó Galena empezando a escribir—. Su plan para dejarnos a solas fue bastante obvio.
Ray quería que la tierra se lo tragara. La vergüenza lo invadió de pies a cabeza. Galena era demasiado inteligente como para no darse cuenta de los gestos e intenciones de las acciones de sus amigos.
Recordó lo que su madre le decía siempre: Verdad ante todo.
—Si, no sólo lo note, sino que estuve de acuerdo con el.
Si quería empezar a conquistarla, debía empezar a contarle la verdad.
—Entonces, también haces parte del plan —concluyó Galena con seriedad.
Pensaba que Ray era una victima de unos amigos que querían conseguirle pareja.
—Si, y lo del club de lectura fue un invento para que yo pudiera acercarme a ti —confesó Ray.
Decidió apartar la mirada de Galena. Le daba pena ver sus ojos sobretodo cuando lo miraban con ira.
—Eres demasiado perspicaz y te diste cuenta de todo.
—Claro que si.
Era el evidente el tono de molestia en la voz de Galena.
—Lo supe porque ninguno de ustedes sabían que se hacía en un club de lectura y mucho menos estaban interesados en los libros.
—Una disculpa por eso.
Ray ya no sabía que decir para enmendar ese error.
—Todo fue mi culpa, ellas inventaron eso para que yo pudiera acercarme a ti.
—¿Con que intención?
Galena estaba enojada, no le gustaban las mentiras y sobretodo cuando eran para un fin tan banal.
—Con el fin de que...
Ray hizo una pausa. Galena no estaba interesada en el, eso era claro. ¿Para que decirle la verdad?. Tal vez no tenía sentido.
—Eso ya no importa. Eres demasiado inteligente así que supongo que ya sabes la respuesta.
La muchacha asintió con la cabeza.
—Lo siento, pero no me interesa tener ningún tipo de relación contigo.
Ray sintió como si le clavaran agujas en la piel.
—En estos momentos sólo me interesa mi crecimiento profesional, nada más.
Ray sonrió, quería procurar esconder su tristeza. El en verdad quería a Galena, no quería perderla.
—Eso es bueno —musito Ray en voz baja.
Agachó su cabeza y se espeluco el peinado en un acto de desesperación.
—En un principio pensé que lo del club de lectura era en serio. Por eso acepte venir con ustedes.
Galena guardó su agenda, luego dirigió su mirada a Ray.
—De haber sabido que era para esto jamás hubiese venido.
—Lo siento —se disculpó—. Todo salió mal, todo es mi culpa. Supongo que no hay nada que hacer.
—No, además yo me voy.
Ni siquiera probó el helado que Ray le llevó. Ray tampoco había tenido ánimo de hacerlo.
—Me despides de los demás, y les dices que gracias por todo.
—No es necesario —masculló Ray—. Voy a llevarte a tu casa, después regreso por ellos.
—No —negó Galena colocándose de pie— , me iré en un taxi.
—Claro que no.
Era lo único que Ray podía hacer por ella.
—Es mi deber dejarte en tu casa. Yo te traje yo te llevo.
—Esta bien —concedió Galena largando un suspiro—. Te ayudó a guardar las cosas.
Galena empezaba a sentirse mal por todo lo que le había dicho a Ray. El chico sólo quería ser amable y ella le había roto el corazón. Quizá el no lo merecía.
—Si quieres —murmuro Ray con tristeza—. O espera un momento, voy a enviarle un mensaje a Sepia para que vengan. Más tarde vuelvo por ellos.
Ray tecleo por un momento, mientras Galena se dirigía a la camioneta.
“Galena se dio cuenta de todo. Me dejo claro que no quiere tener nada conmigo. Voy a llevarla a su casa, vengan por las cosas, por la tarde vengo a llevarlos.”
Ray se dirigió con paso parsimonioso al vehículo. El había tenido varias novias pero nunca había sentido algo tan fuerte como lo que sentía por Galena. En las otras ocasiones el sentimiento era recíproco.
A pesar de su peso era un muchacho simpático y mucho más ahora que había logrado bajar y estar en su peso ideal.
El camino a la casa de Galena estuvo cargado de silencio. Ray se dedicó sólo a manejar, mientras no paraba de imaginar los posibles escenarios si Galena le hubiese correspondido.
Correspondido a unos sentimientos que fue incapaz de declararle.
“Cálmate”, pensó en su interior, “Todo es relativo”, “Lo que es hoy no tiene porque serlo siempre”, “Debo esperar, después las cosas pueden cambiar.”
Galena en cambio miro por la ventana del auto. Ray era el tipo de chico que toda mujer desearía, pero ella tenía miedo. Miedo a un pasado que la atormentaba.
Ray manejó muy lento. Sólo para tener más tiempo con ella. Aun así no estaban tan lejos y pronto llegaron a la casa de la chica.
Galena se apresuró a abrir y a bajarse. Cerró la puerta, dio media vuelta con intenciones de marcharse sin siquiera despedirse. Sin embargo Ray no estaba dispuesto a que todo terminará así.
—¡Galena!
La llamó Ray a lo que la chica se volteó para verlo a la cara. Ray respiro hondo y saco valor de donde no tenía.
—Te quiero demasiado, sólo quería que supieras eso.
Ray arrancó sin esperar una respuesta. Galena se quedo anclada a el suelo. Era la primera vez que un chico le decía algo semejante.
Así mismo lo había escuchado tan claro, sincero y puro; como si fuese verdad. Pero ¿Porqué Ray le mentiría?
¿Y si era verdad?
A lo lejos vio el auto de Ray marcharse en dirección contraria al parque. Se sintió terrible al recordar la forma en la que lo había tratado.
No obstante era mejor así. Ella no podía estar con Ray, ni con el, ni con ningún otro hombre
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro