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CAPÍTULO 47

Los invitados fueron llegando rápidamente. La tía Lucrecia se las ingenio para que en vez de 50 fueran 100. Sepia espero atentamente a que su novia arribara. Aun así tuvo que irse a el cuarto del lado. En donde sus hermanas estaban ansiosas por hacer su entrada triunfal.

Ricky esperaba en el salón. El era el edecán mayor. Sepia en cambio debía entrar con Eleonor del brazo, mientras Leticia lo haría del brazo del señor Dago.

La música era suave, en primer lugar los edecanes hicieron una calle de honor. Ocho  a un lado y siete del otro.

Los asistentes que se encontraban de pie, no dejaron de aplaudir ni un sólo momento. Mientras el animador con un micrófono anunciaba la entrada de las quinceañeras. Leticia y Eleonor no ponían ocultar sus sonrisas y la emoción se veía en cada uno de sus gestos.

El señor Dago y Leticia entraron en primer lugar. Luego lo hizo Sepia y Eleonor.

Eliza y sus amigos estaban en una mesa a un lado del salón. La chica al fin se había decidió por usar un vestido algo destapado. Llevaba un pronunciado escote en la espalda, su tono vino tinto le daba cierta elegancia y pulcritud.

Los zapatos eran los más altos que se había atrevido a usar. Aun así los manejaba a la perfección dándole como resultado una figura muy estilizada y elegante. Sepia le dedico una sonrisa a lo lejos. Sólo después del protocolo requerido, podría ir a saludarla.

Luego ingresó la señora Leonor junto a sus hermanos y los hermanos del señor Dago, seguidos de los abuelos. Samuel era uno de los pajecitos junto a una de las hijas de Ramiro.

Era el quien llevaba el cojín rosa con las dos zapatillas plateadas de tacón alto. La niña llevaba un cojín igual a el de Samuel, pero en el sostenía los dos joyeros con los respectivos anillos.

Los hombres condujeron a las muchachas hacía los columpios. Con total delicadeza las chicas se sentaron como si se tratara de un cuento de hadas.

Los asistentes tomaron asiento. El señor Dago aun con la mano temblorosa realizó el cambio de Zapato bajo a las zapatillas plateadas. Esto significaba que ahora dejaban de ser unas niñas, para convertirse en señoritas.

Todo sucedía bajo la lupa de los invitados y del camarógrafo encargado de la ceremonia.

La señora Leonor ahora realizó la imposición de los anillos. Lo cual significaba que en esta nueva etapa de la vida de Leticia y Eleonor su madre depositaba toda su confianza en ellas.

Samuel le entregó a cada uno de los edecanes una rosa. La cual deberían dar a las homenajeadas al momento de bailar el Valls. El ultimo seria Ricky, lo haría así no pudiera moverse y por supuesto Sepia también bailaría el Valls con sus hermanas.

El primero fue el señor Dago, el baile era corto. Sepia continuó; era algo nuevo para el, a el nunca lo invitaban a las fiestas, ni siquiera a las de la familia.

El último en bailar con las niñas fue Ricky, ambas lo hicieron a el tiempo. El chico no pudo evitar sentirse triste y acongojado. Aun así se sentía afortunado de haber vivido para ver ese día.

Ricky entregó de nuevo sus hermanas a su papá, para dar así por finalizado el Valls. Los asistentes algunos de pie, otros sentados estallaron en aplausos y algarabía.

Los meseros se apuraron en servir la champán para el brindis. La señora Leonor fue la primera en tomar la palabra, no pudo evitar llorar de alegría. Luego quienes hablaron fueron las niñas, primero Leticia y después Eleonor.

Finalmente el señor Dago, quien dirigió el brindis. Ricky había escrito un discurso en su móvil. Como no podia hablar fue Sepia el encargado de darle vida con sus palabras. Sepia tenia muchos nervios, pero debía hacerlo por su hermano.

—En días pasados yo era el encargado de darle alegría a las fiesta familiares. Hoy me toca ser solo un espectador.

Rick y se encontraba cerca de Sepia. Su sonrisa le daba la confianza a su hermano de seguir.

—Aun así no puedo ocultar la alegría que siento de estar aquí, de ver como mis dos hermanas se convierten en mujeres, fuertes y guerreras. Son un orgullo para mi, y uno de los motivos que tengo para levantarme de esta silla. Estoy extremadamente agradecido por la familia que tengo: un padre responsable y trabajador. Una madre cuidadosa y amorosa. Unas hermanas gentiles y dulces. Un hermano noble y leal…

Sepia trago saliva. El no se consideraba así mismo como noble y leal.

—Ahora se lo afortunado que soy. Siempre lo fu, y no me daba cuenta. Ahora que he comprendido todo, sólo me queda decirles que disfruten de la vida. Jamás sabrás cuando será el último día. Nuestro paso por este mundo es efímero. La muerte es como una sombra oscura que esta presente en todo lugar. Ese día lo comprendí; por eso disfruten cada segundo de vida. No pierdan el tiempo en discusiones y en peleas. Eso no vale la pena. Lo verdaderamente importante es disfrutar de nuestra familia y nuestros seres queridos. Sonrían, abrasen, vivan y amen como si no hubiese un mañana.

Los presentes aplaudieron y Ricky alzó su mano para apretar la de su hermano. Sepia se retiró el micrófono y hablo sólo para Ricky.

—Siempre juntos —comentó Sepia—. Como uña y mugre.

🌻🌻🌻

—Hola preciosa —saludo al fin Sepia a Eliza—. Lamento no haber venido antes, pero estaba un tanto ocupado.

—Lo se mi amor —Eliza le dio un corto beso en los labios—. Felicitaciones, ¡Que discurso tan efusivo!

—Yo no hice nada, fue Ricky quien lo escribió —Sepia acarició con suavidad el cabello de su novia—. Estas tan hermosa, este vestido te queda muy bien.

Sepia la recorrió con la mirada sin ningún tipo de restricción. Ahora que eran novios podía darse el lujo de observarla las veces que quisiera.

—Gracias amor —Eliza sonrió—, dure toda la tarde escogiéndolo.

—Duramos —la interrumpió Sofía llegando a un lado— ¿Cómo te parece que la jovencita aquí presenté no se decidía por ninguno?

—Yo soy testigo de eso —intervino Javier quien llevaba a Sofía agarrada por la cintura—.  Casi no logró sacarlas de la boutique.

Ray hizo una mueca a la vez que se acercaba.

—Yo termine durmiéndome en un sofá —espetó Ray.

Los chicos lanzaron una carcajada.

—¿Y sabes que fue lo peor?, ni siquiera tuvieron la gentileza de despertarme. Si no es por la vendedora a estas horas me estaría despertando y me hubiera perdido de la fiesta.

—No se quejen —comentó Sepia besando a Eliza—, bien que valió la espera.

—Eso sí —concedió Javier mirando a Sofía quien llevaba un elegante vestido blanco—.Valió la pena cada segundo en ese lugar.

—¡Ay si! —ironizó Ray volteando los ojos—. Y a todas estas, Sepia ¿Falta mucho para que sirvan la comida?

—¡Oye! —bufo Sofía.

—¿Qué?, tengo hambre —respondió Ray rascándose la cabeza—. Mi mamá me dio de almuerzo una mísera ensalada. Llevo con hambre toda la tarde. Si no como pronto me voy a morir de inanición.

—¡Ey! no seas quejambroso —Sepia sonrió ampliamente—. Además puedes ir a la cocina, allí hay comida de sobra.

—Claro que no —contradijo Eliza enarcando una ceja—, el esta a dieta. Así que no va a comer nada hasta que nos sirvan.

—Claro que si voy a ir...

— ¿Y Galena? —interrogó Javier con una sonrisita malévola—. Acuérdate que todo es por ella.

—¿Porqué tenías que recordármela? —interrogó Ray con preocupación—. Ahora no voy a poder comer en paz.

 Los chicos no pudieron evitar reír. Ray siempre le ponía un toque picante a todo.

Empezó a sonar una música suave y tranquila. Sepia sintió esas ganas de bailar, a el no le gustaba.

El problema era que con la compañía que tenía. Le daban ganas de hacer cosas que antes no.

—¿Bailamos?

 Eliza negó con la cabeza.

—Amor yo no se bailar.

—Vamos yo te enseñó.

Sin dejarla decir nada más Sepia la condujo al interior del salón, en donde muchas parejas bailaban.

Algunos de sus familiares estaban muy curiosos, era la primera vez que Sepia tenía novia.

Bueno que le conocían una novia. Porque cuando fue novio de Lara todo fue a escondidas; y a nadie de e su familia se la presentó. Fue hasta que supo que Lara lo había engañado que sus padres se enteraron de la relación que tenían.

—Creo que todos nos miran —murmuro Eliza un poco sobrecogida.

—Es por que eres la mujer más linda de toda la fiesta.

Sepia la tomó con delicadeza de la cintura y la pegó a el.

—No te preocupes por ellos; sólo concéntrate en mí.

Eliza asintió, colocó su cabeza en el hombro de Sepia y se movió a el compás de la música. Esa noche era muy especial, la niñas habían cumplido su sueño y Sepia también. Estaba bailando con la mujer que amaba.

Siguieron bailando por mucho rato, hasta que la vista de las personas ya no estaba en ellos.

Eliza empezó a sudar debido a la alta temperatura del salón, habían muchas personas. De un momento a otro empezó a sentir como si el aire le estuviese haciendo falta.

—Sep ¿Podemos salir un momento? —inquirió Eliza, miro a su novio a los ojos quien sonrió complacido.

—Claro vamos a el jardín. Pero antes quiero presentarte a alguien.

Sepia llevó a Eliza a la mesa en donde sus dos abuelos departían. La señora Inés sonrió con ternura.

—Hola abuelos —Sepia la saludo con un beso en la mejilla.

Luego saludo a su abuelo; quien se encontraba dormido en su silla. Aunque Sepia le hablo el anciano no se despertó.

—Déjalo así mi niño. Sabes que tu abuelo se duerme con las gallinas —dijo la señora—. ¿Y esta señorita tan bonita de donde salió?

—Abuela ella es Eliza; mi novia.

—Un gusto conocerla señora —agrego Eliza.

—El gusto es mío niña —espetó la señora abrazando a Eliza—, me da mucho gusto que mi niño tenga novia. Y más si es tan linda.

—Gracias señora.

—¿Y si se ha portado bien contigo?¿O este niño consentido te ha hecho rabiar?

—¡Abuela!

Eliza sonrió a la vez que Sepia la acercaba a su pecho.

—Es que Sepia es muy mimado —la señora bajo la voz—, y esto que te voy a decir nadie lo sabe. EL ES MI NIETO PREFERIDO.

—Eso yo ya lo sabía —canturreo Sepia—, me amas no puedes ocultarlo.

—Claro que si.

La señora pellizco las mejillas de Sepia. A la vez que el chico estallaba en carcajadas.

—¡Abuela basta! —agregó Sepia.

—Esta bien, pero pórtate bien con esta niña.

—Si abuela.

—Y tu linda cuida mi muchacho. El es la luz de mi vida —la señora sonrió hacia Eliza.

—Siempre voy a cuidarlo —respondió Eliza.

—Voy a despertar a tu abuelo, ya casi sirven la comida —agregó la señora.

—Adiós abuela —musito Sepia dándole un beso.

—Adiós mi niño. Y cuídate.

—Adiós señora Inés —se despidió Eliza.

Sepia tomó de la mano a Eliza y la condujo afuera. Allí había una brisa refrescante y no estaba todo el ruido de la fiesta. Había una pequeña banquita de color blanco. En donde la chica se sentó para poder tomar aire.

—Gracias —musito la muchacha—, sentí que me estaba ahogando allí adentro.

—No tienes nada que agradecerme...

Sepia hizo una pausa, su voz se mostró un poco dubitativa.

—Lamento si te hice sentir mal. Es sólo que tenía muchos deseos de bailar contigo.

—Tranquilo, es que no me siento bien cuando muchas personas ponen sus ojos sobre mí.

En el jardín había una suave brisa. Allí todo estaba más tranquilo.

—Tu abuela es muy amable —comentó Eliza—, me cayó muy bien.

—Si ella es un verdadero amor. Y yo la adoro.

—Sin embargo el resto de tu familia es un poco extraña.

Sobretodo la señora de la silla de ruedas, no dejaba de mirarnos ni un segundo.

—Esa señora es mi abuela, la mamá de mi padre —Sepia se acurruco en el suelo—. Ella no me quiere, me detesta. En varias ocasiones hasta me ha dicho de frente que no cree que sea su nieto.

—En serio ¿Porqué te odia tanto esa mujer?

Eliza se mostró aturdida. No era normal que una abuela no quisiera a su nieto.

—Por mi condición —Sepia largo un suspiro—. Ella cree que soy un fenómeno.

Sepia sonrió por lo bajo.

—Pero ella no sabe la verdad.

—¿Cuál verdad?

Eliza clavo sus ojos en los de Sepia. Dispuesta a recibir toda la información que el chico quisiera suministrarle.

—El abuelo Valerio. A el le sucedía lo mismo que a mi, sólo que en vez de ser todo el cuerpo, sólo tenía vitíligo en sus manos. Así que lo logró ocultar. Le dijo a las personas que se había quemado las manos de niño y por eso usaba en todo momento unos guantes.

Sepia cerró los ojos recordando el pasado.

—En una ocasión, unos niños se burlaron de mi, me hicieron sentir muy mal. Sin embargo el abuelo me consoló. Me mostró sus manos y me aseguró que había aprendido a vivir con la enfermedad. Ese fue nuestro gran secreto. Nadie lo sabe sólo el y yo, y ahora tu.... ni siquiera la abuela.

Eliza acarició el cabello de su novio. Sus ojos dulces le dieron la confianza para seguir hablando.

—Desde allí nos convertimos en los mejores amigos, el me cuidaba y me defendía. Me dolió mucho su muerte. Yo tenía 8 cuando eso sucedió. Lo peor fue que la abuela se volvió más dura, rígida y cruel. Por eso opté por no acercarme, dejarla en paz, sin mi presencia.

—Sep, eres tan valiente —susurro Eliza en voz baja—. Gracias por contarme todo esto, por tenerme la suficiente confianza de hacerlo, sabes que te adoro, y este también va a ser nuestro secreto.

—Claro que si bonita, sólo a ti podía contarte todas estas cosas.
Sepia beso con suavidad a Eliza. Estaban solos así que allí no se sentían incómodos.

—Y tu papá, ¿Qué opina de todo esto?

Eliza quería saber más cosas, todo lo que tuviese que ver con su novio le importaba.

—El pelea constantemente con la abuela por eso. Bueno la verdad desde que se casó con mi mamá entró en discordia con los abuelos.

Eliza enarcó una ceja confundida.

—Mi papá contaba con una muy buena posición social, mamá no tanto. Así que los abuelos nunca estuvieron de acuerdo en que mi padre se enamorara de una mujer… por decirlo así, pobre. Por ello el abuelo le retiró todo su apoyo económico a mi padre. Fue allí cuando el creo su compañía y salió adelante sólo.

—Tu papá es igual de valiente a ti.
Sepia abrazó a Eliza, sólo ella podía entenderlo y comprenderlo.

—Si. Los abuelos excluyeron a mi papá y a el tío Tedd de todo. A mi papá por haberse enamorado de una mujer que no estaba a su altura, y a el tío Tedd por la profesión que eligió.

Adentro se escucharon muchas voces, de seguro era la hora de la comida.

—A pesar de los años, y de que el abuelo me quería mucho y la abuela quería a Ricky y a las niñas. Jamás incluyeron de nuevo a mi padre en sus negocios. Con decirte que cuando el abuelo murió, no se le permitió ir a mi padre y a mi tío a la lectura del testamento. Sólo fue el tío Oddie. Y como era de esperarse el abuelo le dejo todo a el: las casas, las fábricas, las empresas, todo paso a sus manos.

—¡Eso es muy injusto! —Eliza miro a su novio—. Lo correcto era que cada uno tuviese partes iguales.

—Si, más sin embargo papá salió adelante por si sólo, sin necesidad de nadie.

Sepia sonrió orgulloso, su padre era su mayor ejemplo.

—El tío Tedd tampoco necesito un peso del abuelo. Y en cuanto a el tío Oddie el nos ayuda cuando tenemos problemas económicos. Fue el quien pagó esta fiesta, y si no nos da más es porque mi padre no se lo permite.

—Que bueno que tus tíos y tu padre en vez de estar disgustados por la herencia, sean tan unidos —Eliza se abrazo a Sepia con más fuerza—. Ojalá todos los hermanos fueran así.

—Lo dices por Max ¿Verdad?

—Si, el y yo peleamos todo el tiempo. Creo que me detesta...

—Claro que no. Es imposible que el te odie, creo que al contrario te ama demasiado —comentó Sepia—. Por eso te protege tanto, el sólo quiere lo mejor para ti.

—Y lo peor es que no comprende que lo mejor para mi vida eres tu —musito la chica en voz  baja—. Sólo espero que mi familia lo entienda de una vez por todas. Porque no puedo vivir sin ti.

—Ni yo sin ti mi preciosa. Te adoro.

—Yo te amo...

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