CAPÍTULO 45
Eliza volvió a la casa de su tía Elizabeth, Sepia la llevo hasta allí. Se iba a quedar en ese lugar por una noche. Así descansaría un poco de las agotantes discusiones con su progenitor.
—Cariño ¿Vas a comer algo? —inquirió su tía quien la había acompañado hacia el cuarto en el cual dormía siempre que se quedaba allí.
—No tía gracias, comí algo en el parque —contestó Eliza.
Llevaba en su mano la carta que Sepia le había dado, sólo quería esperar el momento de estar a solas para poder leerla.
—Me quedé con las ganas de conocer a tu novio —repuso la mujer acomodando un par de cobijas en la cama de Eliza—. ¿Cómo dices que se llama?
—Sepia —contestó Eliza con una sonrisa—. No te preocupes después lo vas a conocer. Hoy tenía un poco de afán, ya era tarde y la señora Leonor se preocupa mucho cuando no llega temprano. Además esta semana es el cumpleaños de sus hermanas, tienen mucho trabajo.
—Bueno, pero espero que me lo presentes —la mujer dejó de acomodar la cama—. Te dejó para que descanses. Si necesitas algo no dudes en hacérmelo saber, a mi o a Natalia.
—Gracias tía, si necesito algo yo les aviso.
—Buenas noches Eliza —añadió la mujer escondiéndose tras de la puerta.
—Buenas noches tía.
Eliza se sentó en la cama. Con total tranquilidad abrió el sobre que contenía la carta, junto a ella estaba su invitación a la fiesta de 15 de las hermanas de Sepia.
La tarjeta llevaba las fotografías de las chicas, en bonitas letras doradas sus nombres encabezaba la inscripción. Luego en grabados rosas se hallaban la fecha y hora, lugar y nombre de la invitada.
Para finalizar con una letra cursiva de color negro se hallaba la firma del señor Dago y la señora Leonor.
Eliza colocó la invitación a un lado y luego procedió a abrir la carta.
“Ela…
Es la primera vez que le escribo una carta a alguien, ni siquiera lo he hecho con Santa Claus o el ratón Pérez. Bueno la verdad no se si al ratón Pérez se le escriben cartas, en fin nunca he creído en ellos.
Desde niño los demás me trataron como a un adulto, y yo me acostumbre a ello. A no jugar, a no correr, a no creer, recuerdo que era muy chiquito cuando leí acerca de la muerte. Lloré toda una noche.
Yo vivía en ese entonces con mi abuela, ella estaba sola así que yo la acompañaba. Mis padres vivían muy cerca, a menos de 5 minutos de allí; Así que los veía todos los días. Si yo no iba a la casa, recuerdo que llegaban al anochecer a verme. Esa noche lloré porque sabía que algún día mi abuela iba a morir, también mi papá o mi madre.
Busque una explicación lógica y la encontré: Todos moriremos algún día, crecí sabiéndolo. En la escuela no podía darme el lujo de ser débil. Hice una coraza, un escudo que impedía que sufriera, muchas veces funcionaba, otras veces no tanto.
Muchos días termine llorando en los baños, en mi habitación luego de las burlas de los niños. Odiaba la vida y quería ser como ellos, extrovertidos, ágiles y normales, pero no era así.
Día con día la coraza se hizo mas fuerte, igual que yo. Cada vez que alguien se burlaba de mi o me insultaba terminaba partiéndole la cara. Era un mediocre, sin ganas de vivir.
Cuando llegaba a casa, papá me regañaba, mamá simplemente asentía con la cabeza. No me gustaba su ausencia, su falta, pero la comprendía. Debía ser terrible para ella estar todo el día entre cuatro paredes, haciendo el quehacer y sólo esperando a que tu esposo e hijos lleguen, para hacerte compañía.
Muchas veces no le preste atención, me encerraba en mi cuarto, o metía la cabeza en mi móvil y allí acababa todo.
Cuando me aburrió mi situación le inyecte adrenalina: El casino.
No te había contado esto antes, pero fui muchas veces a ese lugar, gaste y perdí el poco dinero que tenía, y cuando no tuve más pedí prestado.
La última vez que fui a ese lugar unos hombres casi me matan por no pagar mi deuda. Ese día arriesgue mi vida, la de Ricky y la felicidad de mi familia. Ese día toque fondo y me prometí a mi mismo no volverlo a hacer y hasta el momento he cumplido a cabalidad con mi palabra.
Ela no es mi intención agobiarte.
Juro que quería escribirte una carta de amor, es sólo que cuando tomé la pluma y empecé a escribir las primeras palabras; ellas salieron de mi sin permiso alguno. ¿Y sabes que? me siento libre, mas ligero, en paz...
Lo que escribí aquí no se lo he contado a nadie.
Sólo tu...
Después de leerla estas en tu derecho de quemarla, de arrojarla a la basura, o de hacer con ella lo que quieras. Perdón por las sandeces que escribí, en cuanto a ti, sabes que te adoro con toda mi alma. Perdona que no sea tan dulce para escribir, ni mucho menos un poeta para escribirte historias de amor, o tal vez si y tengo una:
Había una vez un muchacho.
El conoció a una chica tierna y dulce.
Ellos se enamoraron.
Luego el le propuso matrimonio.
Ella dijo que si.
Tuvieron muchos hijos.
Entonces vivieron felices y comieron perdices.
FIN
Y yo siempre he dicho:
¿Qué culpa tienen las pobres perdices?, ¿ Porque se las tienen que comer?
Con todo el amor de mi alma…
Sepia.”
Eliza sonrió con ternura, dejó al cuidado de su agenda más preciada el regalo de Sepia. Ella lo consideró así.
Esa noche durmió con la plena seguridad de tener un amor verdadero, un amor incondicional, uno que no le fallaría.
🌻🌻🌻
Los siguientes días Eliza tuvo un poco menos de restricciones. El problema era que ahora Máx se había convertido en su guardián.
Su padre había puesto como condición dejarlos salir siempre y cuando fueran los dos.
Por este motivo Sepia no logró ver a Eliza de cerca. Aunque siempre se pegaba sus escapadas y lograban verse unos minutos en la parte trasera de la escuela.
Máx era muy flojo, a el siempre se le hacía tarde para ir a recoger a su hermana. Su padre lo había castigado obligándole a llevarla y a traerla. Así según el señor Francisco el muchacho tendría algo que hacer y no se la pasaría todo el día sin hacer nada.
Por otro lado ya todo estaba listo para la fiesta de las niñas, faltaban sólo tres días. Sepia había invitado a Sofía, Ray y a Javier, ya que eran sus únicos amigos.
Eliza había convencido a su padre que la dejará ir, el señor tuvo que aceptar. Al fin estaba dando su brazo a torcer.
Al parecer ya se estaba haciendo a la idea de que Sepia fuese el novio de su hija, su hermana, la señora Elizabeth había tenido mucho que ver. Había hablado con el hombre convenciéndolo de que era lo mejor.
Eliza era muy joven aun y la señora creía firmemente que no iba a durar mucho con el muchacho.
Mucho menos después de que se enteró de la condición que este padecía. Así pues ella aseguraba que Eliza dejaría pronto a Sepia, que no soportaría el peso de cargar con una relación llena de conflictos; y que más pronto de lo que se imaginaban, la muchacha dejaría el embeleso por el chico.
“Entre más te opongas, ella más se interesará en el. Es mejor que hagas de cuenta que no existe. En cambio acércate más a Eliza, deja de pelear con ella, de discutir, que Eliza te vea como su amigo, y veras que pronto todo va a arreglarse. Así que no te preocupes, Eliza dejará a ese chico más pronto de lo que te imaginas.”
Aun así, Máx no pensaba lo mismo. Odiaba a Sepia y haría todo lo posible para alejarlo de su hermana.
Sepia espero atentamente a Eliza.
Observo su reloj y se dio cuenta de la hora. Era ya muy tarde. Ela debía de haber llegado hace mas de 15 minutos.
Camino dubitativo por todo la acera, los autos pasaban de un lado a otro. Uno de ellos; un hermoso Ford rojo aparcó justo delante de el. La rubia se bajo con gran elegancia del piloto del auto, el rechinar de sus tacones se ponía oír a varios metros de distancia.
—Sepia, que bueno verte —espeto llegando a el lado de Sepia.
Había cambiado un poco su peinado, en vez de las ondas sueltas, ahora lucía su rubio extremadamente liso.
—Dime ¿Que haces aquí?
—Hola Juana.
Sepia largo un suspiro exasperado, no quería hablar con ella. Lo único que lo había detenido en no irse apenas la vio, fue el hecho de que Eliza tal vez ya venía en camino.
—¿Cómo estas?
—¿Cómo crees que estoy? —replicó Juana dándose la vuelta como si fuese una reina—. Pero no me has contestado, ¿Qué haces aquí en la parte de atrás de la escuela?
—Espero a alguien —contestó Sepia a secas.
—¿Y eso a quien?, claro si se puede saber.
Juana no separaba sus ojos azules de Sepia, lo miraba como una fiera mira a su presa.
—Creo que sabes a quien.
Juana Markle torció los ojos hacia un lado. Una mueca de desagrado atravesó sus muy bien pintados labios.
—A esa —farfullo con desánimo.
—Esa se llama Eliza —la corrigió Sepia cruzándose de brazos—. Juana deberías irte, no quiero tener más problemas con Máx.
—Máx y yo no tenemos nada. Sabes que eres tu, el que me interesa —musito Juana acercándose a Sepia.
Su delgada mano empezó a recorrer el pecho de Sepia. El se incomodó de inmediato y se apartó de ella con rapidez.
—Juana tengo novia y...
—Eso no es un problema —le interrumpió Juana volviéndose a acercar, recorrió a Sepia con la mirada de pies a cabeza—. Yo estaría dispuesta a compartirte. Eso si las noches serían sólo mías.
—Juana, ¿Qué te pasa?
El tono molesto de Sepia tomó a la rubia por sorpresa.
—No soy un objeto que sirve sólo para satisfacerte. Soy un hombre libre y en esa libertad decidí amar a Ela, a nadie más. Y si de alguien van a ser mis noches, serán de ella. Sólo de ella.
—¡Por favor! —bufó la rubia echándose a reír—. No seas tan cursi, además pronto ella va a aburrirte. Cuando termines de divertirte con la chiquilla recuerda que yo te estaré esperando.
—Procura hacerlo sentada —repuso Sepia en tono jocoso—. De lo contrario te van a salir venas varices en esas piernas tan bonitas que tienes.
—No seas ridículo. Sabes que esa cosita que tienes por novia, no me llega ni a los tobillos, ¡ Mírame!. Yo soy cien veces mejor que ella.
—Ninguna mujer es mejor que otra —comentó Sepia—. Pero para mi, Eliza es mil veces mejor que tu.
—¡Eres un tonto estúpido! —escupió Juana con furia—. Tu romance de telenovela no te va a durar nada. Porque si no eres para mi, no serás para nadie. De eso me encargó yo.
—Tus amenazas me van y me vienen —mascullo Sepia.
Ahora si estaba dispuesto a irse de ese lugar. No soportaba un instante más al frente de aquella chica.
—Ojalá algún día encuentres el amor de verdad y te des cuenta de todos los errores que cometiste. Aun estás a tiempo.
—¿Errores? —Juana se carcajeo de una forma diabólica—. Si supieras como enmiendo mis errores no estarías al frente de mí.
—Lástima, estás desperdiciando tu vida con...
—¡ Basta de discursos baratos! —exclamó Juana dirigiéndose a su auto—. Una última cosa Sepia —la chica lo señaló con uno de sus dedos—. Quien me desprecia no vive para contarlo.
Juana Markle se subió a su auto y condujo a una velocidad impresionante. Sepia respiro profundo. Agradeció el hecho de que se hubiese ido, dejándolo en paz.
Jamás pensó que tendría tantos problemas sólo por rechazar una chica. Bueno, el nunca había rechazado una, menos de la belleza de la rubia; pero es que antes no estaba enamorado.
No tenía nada de malo lo que acaba de hacer. El le era fiel a Eliza, además sabía que no era capaz de darle siquiera un beso.
Su mirada se desvió de nuevo hacia su muñeca. Eliza seguía sin aparecer. Tomó su móvil dispuesto a llamarla.
Justo en ese momento vio aparecer la sombra de Ray por una esquina. El chico estaba haciendo dieta y ejercicio, por lo cual se iba a pie desde la escuela hasta su casa.
—Hola Sepia —lo saludo a lo lejos.
—Hola Ray —respondió Sepia, miro hacia atrás a ver si Eliza venía con el pero no fue así—. Y Ela ¿Dónde esta?
—En al última clase tuvimos que hacer un trabajo muy largo —respondió Ray, ambos empezaron a caminar—. Nos cogió un poco el tarde, cuando acabamos ya Máx había llegado. Eliza no quiso darle un motivo a su Papá para que le quitará el permiso de ir a la fiesta, así que decidió no venir.
—Jummm, que lástima; de haberlo sabido antes me hubiese ahorrado un problema.
—¿Qué problema? —inquirió Ray acomodándose la mochila a el hombro.
—Discutí con Juana —respondió Sepia encogiéndose de hombros—. Me propuso que tuviéramos algo, como me negué se puso como una loca.
—Juana es una niña consentida —empezó Ray fijando la mirada en su amigo—. Ella siempre ha tenido todo lo que quiere. Ahora esta encaprichada contigo, sabes que es hasta mejor que te hubieran expulsado.
—¿En serio? —interrogó Sepia con una sonrisa.
—Claro, así ella no podrá molestarte —Ray largo un fuerte bostezo—. Lo mejor es que no vuelvas a esperar a Eliza en este lugar. De seguro Juana le va con el chisme a Máx, quien no va a dudar en ir a buscarte problemas. El quiere desquitarse contigo por la pelea de la cafetería. La otra vez sus amigos no intervinieron, pero esta vez puede traer compañía, para poder cobrártelas.
—Si también estaba pensando en eso —concordó Sepia con tristeza—. Sabes cada día hay un nuevo problema, una nueva circunstancia. A veces esto cansa.
—¿Qué sería de la vida sin problemas? —cuestiono Ray—. No crees que sería muy aburrida.
—En eso tienes razón —agregó Sepia, llegaron a una calle en la cual debían separarse—. Pero los problemas a veces son más fuertes que nosotros.
—No te desanimes —procuró Ray golpeando la espalda de su amigo—, piensa en esto: Hay oscuridad para que podamos añorar la luz. Hay noche para que podamos apreciar el día. Hay tormentas para que podamos ver el arcoíris.
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