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CAPÍTULO 44

—Ela, quiero verte —soltó Sepia largando un suspiro—. Se que las cosas están mal con tu papá pero... necesito verte.

—Yo lo se mi amor —musito Eliza con tristeza—. Pero papá me tiene prohibido salir. Castigo a Máx y de paso a mi también.

—¡No es justo! —replicó Sepia levantándose de su cama—. Llevamos una semana siendo novios y te he visto un solo día.

—Si yo lo se. Mi papá esta furioso, aun no se si me deje ir a la fiesta de tus hermanas.

—Princesa, discúlpame pero tu papá no puede encerrarte de esa manera. Yo entiendo que le caiga pésimo y que te prohíba verme.

Sepia miro por la ventana a Leticia y Eleonor. Ambas no hacían más que correr de un lado a otro, presumiéndole a sus amigas su fiesta de 15.

—Sin embargo que no te dejé ver ni siquiera a Sofía, Ray o Javier me parece muy atrevido de su parte.

—Tienes toda la razón —Eliza se quedo callada por un momento—. ¡Se me acaba de ocurrir algo!, no te preocupes, espérame en el parque en el mismo lugar de siempre. Llegare en una hora.

—¿Qué vas a hacer pequeña traviesa? —interrogó Sepia sonriendo.

—Nada por lo que tengas que preocuparte… Adiós Sepia.

—Te amo Ela —Sepia miro su móvil— ¡Me colgó!, ay ¿Qué vas a hacer chiquilla preciosa?

Sepia corrió a el baño a alistarse para su cita. Mientras eso sucedía, Eliza colocó en marcha su plan. Llevaba casi una semana sin ver a su novio y lo extrañaba muchísimo. La única que podía ayudarle era su tía Elizabeth.

Espero atentamente a que su tía contestará. La mujer se la pasaba muy ocupada, pero Eliza tenía la esperanza de que sacará un tiempo para ella.

—Hola Eliza ¿Cómo estas? —pregunto la mujer al otro lado de la línea.

—Bien tía ¿Y tú?

—Bien cariño, con mucho trabajo —espetó Elizabeth—. Y dime, ¿Cómo esta el malhumorado de tu padre?

—El esta bien, soy yo la que necesito un favor tuyo —añadió Eliza acercándose a la puerta de su habitación.

Miro para todos lados, cerciorándose de que no hubiese nadie escuchándola.

—Claro cariño, el que sea.

—Gracias tía, necesito que llames a mi papá y le digas que me deje ir a tu casa a hacer algo, no importa que lo que sea —informó Eliza en voz baja.

Cerró la puerta de su cuarto y se marchó hacia la ventana.

—¿Porqué quieres que diga eso? —interrogó la mujer un tanto preocupada—. ¿Tienes algún problema?

—Pues, papá me tiene castigada, no me deja ir ni a la esquina —Eliza hizo una pausa.

No le había contado a su tía que tenía pareja.

—Y quiero ver a mi novio, ¿ Puedes ayudarme?

—Claro que si —concedió la mujer con alegría—. Me muero de ganas de conocer al afortunado, pero ¿ Porqué te castigo Francisco?

—Porque Máx se peleó con mi novio en la escuela, por eso lo expulsaron.

La señora Elizabeth dejó escapar una risita.

—No te rías tía, esto es enserio. Papá lo odia y por eso no me deja salir, para que no me vea con el.

—Comprendo cariño, y sabes... —la mujer se quedo callada por un momento—. No lo voy a llamar; voy a ir por ti en persona, así no se podrá negar. Prepárate en un momento paso por ti.

—Gracias tía eres la mejor —repuso Eliza saltando de alegría.

—Todo por ti mi niña.

🌻🌻🌻

Cuando Eliza llegó Sepia ya la esperaba en la silla de siempre. La tía Elizabeth había hecho un excelente trabajo, su padre no había tenido más remedio que darle el permiso, bajo la condición de que no se separará de ella ni un momento.

—¡Amor! —exclamó Eliza.
Sepia se levanto de un salto, se acercó rápidamente a ella y la alzó por completo tomándola de la cintura y abrazándola contra su pecho. Eliza busco afanosamente sus labios. Con una avidez que no la caracterizaba lo beso con locura, con extremada efusividad y deseo.

—Te extrañe tanto...

—Guau —río Sepia—. Si así va a hacer siempre mi recibimiento, creo que no esta tan malo dejar de vernos.

—No digas eso —susurro Eliza.

Sepia la colocó con cuidado de nuevo en el suelo.

—No sabes la falta que me hiciste.

—Creo que yo te extrañe más —replicó Sepia mostrándole a Eliza una carta que le había escrito—. Pienso en ti todos los días, todas las horas, todos los minutos, todos los segundos de mi existencia, no sales de mi mente un sólo instante. Por eso te escribí esta carta.

—Sep —Eliza se mordió el labio inferior—. Eres tan maravilloso, no puedo creer que seas el mismo que hace tiempo llegó a la escuela.

—Ese muchachito tonto ya quedó atrás.

Sepia sonrió abiertamente y bajo la mirada.

—Ahora soy un muchachito tonto pero no tanto, tu me hiciste cambiar. Porque me enseñaste a amar.

—Yo no te enseñe nada —contestó Eliza con timidez—. Fuiste tu sólo, entendiste la importancia de la vida, de la familia, de los amigos. Creciste y yo no creo que fueras un muchachito tonto, sólo uno sin rumbo ni dirección. Sin embargo poco a poco fuiste encontrando tu propósito. Yo sólo estoy presente en la búsqueda, nada más y espero estar presente para verte crecer. Aunque para mi ya no eres un niño, para mi ya eres un hombre.

—Tu me haces mejor persona Ela.
—Sin mi o conmigo tu eres una buena persona —Eliza acarició el rostro de su novio—. Tu felicidad no puede depender de alguien más, sino de ti mismo. Porque si tu alegría depende de alguien mas estarás atado de por vida a esa persona. En cambio si depende de ti, sólo de ti. Podrás estar en cualquier lugar, rodeado de cualquier persona y vas a ser feliz.

—Ela tu eres mi alegría y quiero decirte que estoy atado de por vida a ti —Sepia beso suavemente a su novia—. Porque si tu no estas conmigo, yo jamás podría ser feliz.

Los chicos caminaron tomados de la mano, el parque estaba lleno de personas, de animales, de vida.
Caminar por el asfalto era provechoso, pero lo verdaderamente exquisito era caminar por el pasto. Sentir la piedrecitas bajo tus pies, ver como los grillos y mariposas levantan el vuelo frente a tus pasos.

Todo el mundo debería tener el privilegio de caminar descalzo sobre la tierra, es volver a nuestras raíces, a nuestros ancestros. La naturaleza cada vez es más poca y más necesaria.

El mundo tomó una píldora de decadencia y cada vez desplaza más a la naturaleza. Esperemos que en el futuro, las próximas generaciones puedan gozar de lo que les habló, y que las que ahora pueden lo disfruten.

—¿Estas cómoda? —le pregunto Sepia a Eliza— ¿No te molesta el pasto?

—Claro que no —murmuro Eliza recostando la cabeza en el hombro de Sepia—.  Sabes, desde aquí todo se ve tan tranquilo, en calma, en paz, parece un mundo mejor.

Sepia miro a el horizonte, estaban en una pequeña colina a las afueras de la ciudad. Desde allí podía verse el atardecer, los rayos casi carmesí surcaban el cielo azul. Los matices de colores eran tantos que parecía un cuadro hecho por un pintor famoso.

Eliza suspiro con fuerza, le quedaban pocos minutos en ese lugar. Tendría que volver a la casa de su tía pronto.

—Ela, mamá siempre me ha dicho que el mundo es mejor si lo vez con amor.

Por la cara de Sepia se asomó una media sonrisa.

—Debo admitir que tiene razón, desde que me enamoré de ti veo el mundo distinto. Puedo ver la bondad, la amistad, la honestidad, la alegría, ya no veo la oscuridad. Ahora veo la luz, ahora veo el arcoíris.

—Sepia, tu eres mí arcoíris —confesó Eliza mirándolo a los ojos—.  Jamás me sentí más viva como cuando tus labios tocan los míos, cuando tus manos se entrelazan a las mías.

Eliza suspiro hondo. Nunca pensó enamorarse así de alguien mucho menos que ese alguien le correspondiera.

 —Antes estaba en hibernación indefinida, tu me trajiste a la vida, renací a el amor en ti.

Los chicos unieron sus labios en un largo y profundo beso, sellando su amor para siempre
Se que parece cursi, pero que historia de amor no lo es. Todos merecemos vivir un amor pleno y correspondido, no te conformes con menos.

Tienes derecho a sentir y a que te den amor indefinido. Ese es el ingrediente fundamental de la felicidad. Quien no es feliz, no ha cumplido su propósito en la tierra.
           

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