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CAPÍTULO 41

Lo mejor era continuar con su rutina. Sepia y Javier fueron por su refrigerio. Mientras las chicas planeaban una estrategia para que Ray se le declarara a la chica que le gustaba.

No era una tarea fácil, la chica en mención era muy hermosa y un tanto altiva. No le hacía caso a ninguno de los chicos de la escuela, ella tenía su mente en su futuro y no deseaba tener una relación sentimental con ninguno.
No importaba si era lindo o feo,  inteligente o no, con dinero o pobre, popular o uno más del común; a todos los rechazaba por igual.

—Bueno, ¿Y si la invitamos a el cine? —propuso Eliza sin apartar la mirada de Sepia.

—Se va a negar, Dany la invito la semana pasada y no quiso ir —repuso Ray.

La chica se encontraba sentada a unos cuantas mesas de ellos. Leía uno de esos libros extraños de autoayuda. Sus amigas eran dos chicas de su mismo salón, menos favorecidas que ella.

Ella era una chica alta, de contextura media, cabello largo negro, tez blanca y unos bonitos ojos verdes. Una de las más bellas de toda la secundaria, para Ray la chica más hermosa del mundo.

—Entonces, invitémosla a…

—¿A que Sofía?  —replicó Ray.

Por primera vez le preocupaba otra cosa que no fuera la comida.

—Se va a negar, no va a fiestas, a el cine, a el parque, no sale con nadie, ni siquiera con sus amigas. Ella no hace nada más que no sea estudiar.

—La culpa no es mía —se quejó Sofía enarcando una ceja—. Te hubieras interesado en alguien menos difícil.

—¡Es que no hay nadie como ella! —Ray largo un suspiro y miro a la muchacha—. Mírala es simplemente perfecta.

—¡Ay no! —bufo Sofía limpiándose los dedos con una servilleta—. Estas muy empalagoso, ¡Que fastidió!

—Cálmense los dos —intervino Eliza entre risas—. Si le gusta estudiar, entonces por ahí es que Ray debe entrar.

—¿Cómo así? —pregunto Ray.

—No has oído esa frase que dice que el mejor camino a el corazón de una mujer es atreves de su arte —contestó Eliza.

El tumulto de estudiantes le impedía ver a Sepia desde allí.

—Entonces ¿Quieres que me ponga a leer libros de Walter Riso? —cuestionó Ray, esa idea no le gustaba de a mucho—. Y dejar en paz mis historietas de superhéroes, eso ni de broma.

—No —negó Eliza.

Sofía no pudo aguantar una carcajada que se escucho a varios metros a la redonda.

—Su arte, lo que a ella le gusta. No puedes invitarla a una fiesta porque es algo que no le gusta. Entonces invítala a un taller en donde expliquen los libros de Walter Riso.

—Me quieres decir ¿Qué la invite a estudiar? —inquirió Ray.

En ese momento el tumulto de muchachos se hizo más concurrido. Como si los curiosos estuviesen evidenciando algo.

—¿Qué pasará?

—No se —contestó Sofía—. Parece una pelea por los gritos.

Y es que en medio de la multitud Sepia intentaba inútilmente controlar su ira. Máx lo tenía agarrado por el cuello, mientras lo presionaba con fuerza sobre una de las mesas de despacho. Los presentes sólo se dedicaban a mirar y a murmurar, sin intervenir.

—¡Te advertí que no te acercaras a mi hermana! —exacerbo Máx.

La bandeja que Sepia segundos antes había sostenido ahora se encontraba en el suelo, y los Sándwiches adornaban el azulejo.

—No voy a alejarme de ella, no importa lo que digas o hagas —escupió Sepia mirando a Máx.

El puño de Máx se teledirigió con gran fuerza dando justo en el pómulo de Sepia. El con la gran habilidad que había adquirido en sus entrenamientos sabía muy bien como responder.

Subió su pierna derecha y con toda su fuerza le dio un sonoro rodillazo a la altura del abdomen. Máx se desestabilizo por completo, tosió con fuerza y no tuvo tiempo de resguardarse del golpe que Sepia le acertó en la nariz.

Javier de pie a un lado de la cafetería no sabia que hacer. Una de las cocineras por su parte se apresuró a llamar a el director.

Los chicos estaban lejos de querer parar.

Máx se abalanzó sobre Sepia arrojándolo contra una de las mesas. Un chorro de sangre manaba de su nariz. Sepia enrollo sus piernas alrededor de su cintura y lo arrojó lejos haciéndolo caer a el piso.

Trago saliva, era eso lo que quería evitar: un problema. Una pelea de ese tipo lo podía dejar fuera de la escuela. Máx era fuerte y se colocó de inmediato de pie.

Sepia necesitaría mucho más esfuerzos para dejarlo fuera del ring. Los chicos caminaron en círculos dispuestos a seguir dando un espectáculo de otro nivel. Sus compañeros como buenos espectadores se habían permitido hacer hasta apuestas. Como si de una pelea de la  WBA se tratara.
Rob de pie, tenía ganas de intervenir.

Sepia le debía una, pero no quería problemas. Impidió que sus demás amigos intervinieran, lo mejor era dejarlos solos.

Máx le lanzó un patada voladora estilo Brus Lee, que dio de lleno contra su espalda. Bueno si el tenía patadas voladoras, Sepia tenía la agilidad de Jackie Chan. Se agachó y volvió a atestarle un golpe en la cara. Máx no se quedo quieto, le colocó un izquierdazo a la altura de la mandíbula; rompiéndole el labio inferior.

La cosa estaba fea y pintaba a ponerse peor. Sepia se abalanzó contra Máx con toda su fuerza. A decir verdad con ese tamaño y esa masa muscular, era como ser embestido por un rinoceronte; o así lo sintió Máx. Sepia se posicionó encima de el dispuesto a darle termino, dos golpes y Máx estaría fuera.

El director llegó justo a tiempo para evitar una desgracia mayor. Entre dos celadores lograron quitarle a Sepia de encima a Máx, quien se encontraba atolondrado por la golpiza. Sepia estaba más acostumbrado a ese tipo de agresiones.

En su otra escuela, en el casino y en sus entrenamientos le habían dado unas palizas dignas de una película.

Eliza, Sofía y Ray no se habían dado cuenta hasta ahora llegaban a el lugar. Javier había perdido el habla. Eso sólo se comparaba con las peleas de gallos que realizaban los revoltosos insubordinados en algunos países.

Eliza se llevó ambas manos a la boca al ver el estado de los chicos. Pareciera que acabarán de salir de uno de los suburbios de la ciudad.

—Hay que llevarlos a enfermería —ordenó el director.

Cada guardia agarró a uno de los muchachos de los brazos. Otros dos maestros habían llegado por si necesitaban refuerzos.

Sepia miro a su novia, como pidiéndole disculpas. Había perdido el control, esto podía costarle muy caro. Su familia tenía bastante con lo de Ricky, y ahora el le sumaba un problema más.

Eliza camino hacia Máx y miro su rostro. Estaba muy golpeado.

Sepia era mucho más fuerte y sabía donde darle a alguien para hacerle verdadero daño.

—Máx...

—Lo siento —susurro Sepia, más para si mismo que para alguien más.

Eliza estaba llorando, un día de novios y ella había llorado ya dos veces por su culpa. Sepia se sintió tan decepcionado de si mismo que el estómago se le revolvió y pensó en vomitar. Como sin con eso solucionará algo.

—¡Rápido llévenlos a la enfermería! —exclamó el director, el hombre estaba furioso—. Y que llamen a los padres, estos dos son un caso perdido.

Eliza camino detrás de los chicos. El director se devolvió y la miro con severidad.

—Señorita Payton, esto es algo que no le incumbe. Arreglaremos este problema con su padre, vaya a clase.

El hombre era demasiado duro, más cuando perturbaban la tranquilidad de su instituto.

—Y ustedes vayan a estudiar, aquí no paso nada.

—No entiendo, ¿ Qué sucedió? —interrogó Eliza limpiándose las lágrimas—. Todo estaba bien.

—Fue Máx —les contó Javier llegando a su lado—. El vino hacia nosotros, le rego la bandeja a Sepia y luego empezó a insultarlo.

—No lo entiendo...

—Tranquila amiga —susurro Sofía apretando los hombros de Eliza—. A veces los hombres actúan como cavernícolas.

—Papá va a ponerse furioso —comentó Eliza acariciándose la sien—. El odia a Sepia, después de esto va a detestarlo.

Eliza estaba muy preocupada, lo que ayer era el motivo de su absoluta alegría, hoy se convertía en el motivo de sus lágrimas. Pensó que todo estaría perfecto cuando ella y Sepia fuesen novios, pero eso no era así. Todo se transformó en dolor y pena.

—Calma —pidió Ray al ver las lágrimas incontrolables de su amiga—. Solo piensa que esto es pasajero y que después las cosas se pondrán mejor.

Esa afirmación era cierta, en otro caso claro esta. En esta circunstancia lo que acababa de pasar era tan sólo la antesala del infierno.

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