CAPÍTULO 40
Eliza busco un atuendo casual. Algo sencillo pero bonito. Llegaría a la escuela no como todos los días, sino siendo la novia de Sepia. Estaba tan nerviosa y a la vez tan feliz.
Máx no le dijo nada, aun así con su mirada lo decía todo. Sabía la verdad, e iba a oponerse a que Sepia se convirtiera en su cuñado. El usaría toda su fuerza para conseguir su objetivo.
Y no la usaría en contra de su hermana, sino del desafortunado enamorado.
Eliza camino hacia el salón. Sepia ya estaba esperándola, con una bella margarita que había tomado prestada del jardín vecino.
Saludo a su novia con evidente efusividad y ternura, como si llevase un año sin verla. Colocó con sutileza la flor en su cabello y se sentó junto a ella. Sólo para observarla mientras esta sacaba su pergamino. Su rutina no había cambiado, seguía haciendo lo mismo cada día.
—¿Cómo crees que esta quedando? —investigó Eliza.
La boca de Sepia se torció en una media sonrisa.
—Debo reconocer que me veo fatal.
Los ojos de Eliza se abrieron de par en par.
—No me malinterpretes, tu talento es magnífico —se disculpó de inmediato Sepia—. Pero esa ropa no me luce en absoluto. Y mucho menos ese paisaje.
—Bueno, te he pintado de muchas formas —añadió Eliza sonriendo—. Y de cualquier manera te vez igual de fantástico, yo no noto la diferencia.
—Eso es porque tu me vez con otros ojos —susurro Sepia dándole un corto beso—. Más sin embargo eso no cambia lo que soy. Siempre seré esto, no hay una cura para esta enfermedad.
—Sep ¿Es verdad que lo que tienes es incurable? —pregunto Eliza.
Su voz era suave y cálida, quería evitar que Sepia se sintiera incómodo.
—No, es una enfermedad cutánea y es autoinmune. No se sabe cuando ni donde me van a aparecer las máculas. De repente un día estoy bien y al otro ellas están presentes .
Sepia perdió su mirada en el pergamino que contenía su rostro.
—Tampoco se sabe a ciencia cierta que la causa. Lo único que se sabe es que podría ser hereditario.
Sepia era joven, pero no lo sería siempre. Cuando se imaginaba un futuro no dejaba de pensar en la posibilidad de tener hijos y que estos salieran igual a el.
Eliza no se merecía algo así. Porque desde el instante en que cayó en cuenta de su amor por ella, supo que sería la única a la cual el amaría demasiado como para pensar en tener una familia con ella.
—De todos modos no es tan grave —lo tranquilizó Eliza como adivinando sus pensamientos—. Hay enfermedades mucho peores que incapacitan mental y físicamente a las personas. Lo tuyo yo lo veo como una diferencia muy bella...
—¡Bella! —grito Sepia sin creer lo que acababa de oír.
Su ceño se arrugo, el había visto su problema como una cosa espantosa, jamás bella.
—Si vieras lo hermoso y atractivo que eres —Eliza lo miro a los ojos—. Si te vieras como yo te veo, verías la belleza que posees. Y nunca dudarías de ti.
Sepia prefirió quedarse callado. No sabia como responder a la devoción que Eliza le demostraba.
Además tampoco pensaba en pelear con ella por una tontería.
Los demás chicos empezaron a llegar, entre ellos Sofía, Javier y Ray. Los tres ya estaban enterados de lo que sucedía. Sofía había llamado a Eliza y la había bombardeado con preguntas haciéndola confesar todo. Era de esperarse que inmediatamente se lo hubiese contado a su novio y a su amigo.
Ray se apresuró a darle un abrazo a Sepia. Javier estaba muy contento; parte de todo lo que había sucedido era su causa. Se sentía tan satisfecho de haber aportado un granito de arena para unir a la feliz pareja.
—Felicidades amigo, ya era hora —comentó Javier.
—Pensé que nunca ibas a decidirte —continuó Sofía sonriendo ampliamente.
—¿Cómo? ¿Ya lo saben? —cuestionó Sepia mirando a Eliza.
—Yo sólo se lo conté a Sofía —se defendió Eliza encogiéndose de hombros— ¿Te molesta?
—Claro que no —respondió Sepia intentando calmar su tono.
Era obvio que si le molestaba. En esos momentos ya toda la escuela debía de saber de su relación con Eliza; a el le hubiese gustado manejar las cosas con más discreción.
—Voy a mi silla, ya llegó la maestra.
Le dio un beso en la mejilla a Eliza y se marchó en silencio a su lugar.
Todo eso era nuevo para el, aun no había aprendido a manejar las cosas. A sobrellevar de una mejor manera una relación de pareja.
Pero de algo si estaba seguro: Amaba a Eliza y si lo pensaba muy detenidamente el hecho de formalizar su relación con ella ante todos le daba una gran ventaja.
Rob dejaría de galantearla, y si seguía haciéndolo tenía toda la libertad de partirle la cara. Ya no sería un problema para el.
Máx por su parte se había encargado de comunicarle la nueva noticia a su mejor amigo y a su novia. Juana Markle intento ocultar su mal humor. Eliza tenía algo por primera vez que ella deseaba.
No podia con la idea de que alguien la hubiese puesto por encima de ella. Era algo que simplemente no soportaba.
Rob estaba de verdad triste, Eliza le gustaba mucho y hasta creía estar enamorado de ella. No sabia si iba a soportar verla con otro, después de que últimamente todo lo que sucedía en su vida giraba en torno a ella.
Era verdad que el era un chico normal comparado con la galanura de Sepia. Pero también era verdad que el no tenia ninguna enfermedad rara. Era un muchacho sano y mucho mejor el no se metía ninguna clase de porquería como lo solía hacer Máx.
Máx volaba de la ira, no soportaba la idea de que Sepia fuese el novio de su hermana. Entro a el salón con su usual cara de pocos amigos. Camino hacia su silla y en todo momento no dejó de mirar a Sepia.
Si las miradas matarán abrían enterrado a Sepia hace ya tres días.
Eliza sabía de sobra todo eso. Lo supuso por la mueca de desagrado que le hizo Juana Markle. Entendía el odio de su hermano por Sepia y el deseo de Juana, a ella no se le negaba nada. Todo lo que quería le era entregado en bandeja de plata.
Todos menos Sepia...
El chico no estaba interesado en ella. Sólo tenía ojos para Eliza pero era algo que Juana Markle no estaba dispuesta a entender.
Lejos del salón, ahora nido de víboras.
Alguien más retorcía un lápiz con sus manos. Jhon Hubble era el villano estrella de esta historia y como tal su actuación estelar estaba por comenzar.
El era un hombre hecho y derecho, aunque la palabra, “derecho”, no iba con el. Era mas bien un hombre hecho y torcido.
Conocía muy bien cada treta, cada maña, cada crimen con el que se podia deshacer fácilmente con los que el llamaba estorbo.
Sepia era un gran estorbo. Se interponía entre el y el grandioso fideicomiso que cobraría Eliza al cumplir los dieciocho años.
Era un plan perfecto, tendría una esposa bella y joven, de buena familia, más una cuantiosa suma de dinero para invertir en su sucia campaña política. Eran dos por el precio de uno, el paquete completo.
Camino en círculos en su oficina. Sepia era menor de edad, eso era un infortunio. Tenía una familia numerosa, y un tío militar.
Si lo desaparecía iban a buscarlo hasta debajo de las piedras. Además el señor Francisco podría sospechar.
Necesitaba ser más sagaz, más inteligente. Era cuestión de días para lograr resolver el problemita, por el momento no iba a actuar dejaría todo en calma. Sin embargo Sepia había escrito su fin.
Y con letras mayúsculas...
🌻🌻🌻
—¿Crees que se molestó porque les conté lo nuestro? —pregunto Eliza con la mirada clavada en la espalda de Sepia.
—Si, fue evidente que se enojó —contestó Sofía con obviedad—. Supongo que quería mantener todo en secreto.
—Eso no es así —intervino Javier.
Ray también estaba prestándole atención a la conversación de las chicas.
—Sepia es un poco reservado. Tal vez el quería que las cosas se dieran con más calma. No creo que quisiera negarte o algo por el estilo.
—Sea como sea, Sepia a veces tiene muy mal carácter —murmuro Ray.
Sus ojos se posaron en la maestra que los tenía bajo la mira.
—Sólo tenle un poco de paciencia, van a ver que pronto van a acoplarse el uno a el otro.
—Es mejor hacer silencio —susurro Sofía—. La maestra nos esta mirando.
La mañana siguió normal en términos generales. Sepia intento hacer caso omiso a las miradas asesinas de su cuñado, la tristeza de Rob y la sonrisa coqueta de Juana Markle.
Se sintió tan frustrado; el sólo quería una relación normal, no una cargada de problemas.
¿ Porqué no podia ser todo como si el fuese un chico normal?, ¿ Porque la sociedad se encargaba a cada segundo de recordarle que las personas diferentes no podían ser felices?
Iba a seguir adelante con su relación. ¿Porque?
Por que se lo merecía, por que Eliza lo merecía, y porque no concebía la vida sin ella.
Esperaba con ansias la hora del descanso. Ese instante del día en el cual podía estar con su novia, ese momento era perfecto.
Ya no había nada que ocultar. Sepia camino por los pasillos con Eliza de la mano. Eran el centro de atención de todo el mundo, una pareja sin igual.
Eliza sentía que su cara ardía. Sepia por el contrario ya estaba acostumbrado a ser un foco. No se le hizo extraño, es más hasta se sentía orgulloso de llevar a la chica junto a él.
Javier, Ray y Sofía ya los esperaban en su mesa. Sepia frenó su marcha y tocó con delicadeza el cabello de su novia.
—Lamentó mucho haberle contado lo nuestro a Sofía —se disculpó Eliza con timidez—. Es sólo que… después de discutir con mi padre; necesitaba contarle todo a alguien y Sofía es mi confidente.
—No hay ningún problema —concedió Sepia sonriendo—. Tarde o temprano se iban a enterar. Además así es mejor, con eso no tengo que contener mis sentimientos hacia ti.
Sepia estuvo tentado a besar a Eliza. Pero se detuvo al ver la mirada de Máx, esa mirada era como de un depredador hacia su presa.
La incomodidad era evidente, también para Eliza. La relación con su hermano era fatal y ahora sería mucho peor.
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