CAPÍTULO 37
—En serio ¿Te invito a salir? —chillo Sofía evidentemente emocionada—. ¿Cuéntamelo todo?
Eliza había esperado pacientemente a que el horario de clase se acabará. Ahora de camino a su casa, Sofía y ella podían hablar tranquilamente, sin que nadie las molestara o pudiera oírlas.
—Si. Y me regaló un girasol y una caja de chocolates —empezó Eliza quien no podía ocultar su alegría—. Se disculpó por lo que sucedió la otra vez, me dijo que me había extrañado y que bueno... no se.
—¿No se que? —la instó Sofía dando pequeños saltitos.
—Deja de ser tan curiosa —le regaño Eliza con una sonrisa.
—¿Curiosa? —inquirió su amiga enarcando una ceja—. Acepté caminar contigo desde la escuela hasta tu casa, solo para que tu me dejes en ascuas.
—Es que no se si fue impresión mía o tal vez las ganas que tengo de tener algo con el, pero…
Eliza hizo una pausa, su amiga agrando sus ojos verdes. La curiosidad la estaba matando.
—Sentí como si el quisiera tener algo conmigo, como si me quisiera de verdad.
—¿Eso fue lo que sentiste?
La cara de Sofía era todo un mar de confusión.
—Es que no estoy segura, fue tan dulce y tierno —Eliza empezó a caminar de nuevo—. Lo que pasa es que no quiero equivocarme como la otra vez que pensé que el quería algo conmigo y no fue así.
—Yo también lo creo, cuando apareció Rob y te fuiste con el —Sofía camino de nuevo al compás de su amiga—. Aproveché el momento para alabar a Rob y ver la reacción de Sepia.
—¿Pero si a ti no te cae bien Rob? —replicó Eliza mirando con severidad a su amiga—. Me dijiste que no te gustaba para mí.
—Y no me sigue gustando —repuso Sofía cruzándose de brazos—. Pero Javier y Ray me siguieron el juego. Y yo note que Sepia se enojo cuando hablamos de Rob.
—¿Se enojó? —repitió Eliza procesando lo que su amiga le había dicho—.Tal vez no le cae bien.
—No esa clase de enojo —respondió Sofía, se mordió el labio inferior antes de hablar—, celoso, su reacción era como si estuviera celoso.
—Tu crees... no.
Eliza se rasco la sien, que más no quisiera ella sino que eso fuese cierto. Su corazón se aceleró nuevamente ante la probabilidad de que Sepia sintiera algo más aparte de cariño por ella.
—Por favor Sofía deja ya de meterme cucarachas en la cabeza. Más bien apúrate; necesito que me ayudes a arreglarme. Debo estar lista para la cita de esta tarde.
—Esta bien, ¿Ya sabes que le vas a decir a Rob para no ayudarlo con su tarea?
Eliza se quedo de pie justo en el pórtico de su casa.
—No creo que puedas escaparte tan fácilmente.
—Eso te toca a ti amiga —añadió Eliza entrando a su casa—. Es tu deber ayudarme, eres la mejor cuando de escusas se trata; así que te toca inventarte algo.
—¿Yo?
Sofía formó una gran O con su boca, evidentemente ofendida por la insinuación de Eliza.
—Eso fue un comentario ofensivo. Lo voy a pasar por alto sólo porque eres mi mejor amiga. Vamos se nos va a hacer tarde.
—Gracias.
Las chicas entraron casi corriendo a la casa, listas para cumplir con su objetivo.
Mientras tanto Sepia terminaba de almorzar. El no podía ocultar su sonrisa y mucho menos la alegría que lo envolvía. Le había ido muy bien con Eliza y empezó a creer firmemente que tendría una oportunidad. Tenía la fe dispuesta y su corazón listo para el anhelado si.
Luego de almorzar, Sepia duró como una hora alistándose. Era la primera vez que se colocaba tantos atuendos, el se ponía siempre lo primero que encontraba, pero esta vez la ocasión ameritaba un cambio.
Al fin se decidió por una camisa deportiva color azul aguamarina con blanco, unos vaqueros azul oscuro y unos zapatillas blancas.
Se veía bien para su gusto, se arregló el cabello y se hecho loción, desodorante y enjuague bucal. Iba absolutamente impecable y limpio, listo para recibir una respuesta favorable.
Luego fue a el cuarto de Ricky en donde Lucia seguía como siempre dedicándole todo su tiempo a la recuperación del chico.
—Cómo va? —inquirió Sepia colocándose de pie cerca de Ricky—. ¿A vuelto a hablar?
—No, desde la mañana no ha vuelto a decir nada —contestó Lucia.
Ella era una mujer alta y de tez blanca, apenas tenía 22 años.
Acababa de terminar la carrera de enfermería, era desde niña amiga de los chicos.
—Sigo haciendo la terapia, espero que pronto responda.
—Si, va a mejorar, Lucía ¿Puedo hablar un momento a solas contigo? —pregunto Sepia caminando hacia un rincón del cuarto.
Lucia accedió y fue hacia el lugar.
—Claro ¿Dime que sucede? —dispuso quitándose los guantes untados de los tónicos que usaba para los masajes de Ricky.
—No había tenido la oportunidad de darte las gracias por todo lo que has hecho por Ricky—Lucía sonrió ampliamente—. A pesar de lo poco que podemos pagarte haz estado firme ayudándonos con mi hermano y eso te lo agradezco mucho.
—Sabes que los aprecio demasiado, y también sabes que…
Lucia miro a Ricky.
—Lo amo, y no habría nada que no fuera capaz de hacer por el.
—Lo se, y creo que eres la mujer que el merece —Sepia se encogió de hombros—. Samanta, sólo vino un par de veces al principio y luego se olvidó de el. Ella no merece el amor de mi hermano, tu si.
—Gracias, pero sabes que Ricky no me quiere. Y lo comprendo yo soy muy poca cosa para el.
—No —replicó Sepia mirando a Lucia con severidad—. En primer lugar eres la mujer que cualquier hombre quisiera tener a su lado, y en segundo lugar sabes que Ricky se fija en los sentimientos. El estaba enamorado de Samanta, pero estoy convencido que cuando sepa que ella jamás estuvo tan al pendiente de el cómo tú, sus sentimientos van a cambiar. Además creo que todo este tiempo el nos ha oído, y si ha escuchado tu voz a diario es imposible que no sienta algo por ti.
—Ojalá tengas razón. ¿Porqué estas tan arreglado? —investigó Lucia levantando una ceja.
—Tengo una cita muy importante —contestó el chico un poco avergonzado.
—Ya veo, debe ser una chica muy especial.
—Lo es, si ella dice que si la traeré para presentártela. Te encargó a Ricky vuelvo más tarde.
—¡Que te vaya bien galán! —exclamó Lucía con una sonrisa pícara—. Y algo me dice que te van a decir que si.
—Ojalá, adiós y gracias.
Sepia bajo las escaleras casi corriendo. No quería llegar ni un segundo tarde. Su madre había bajado a la cocina a comer algo.
—¡Mamá ya me voy! —informó Sepia con un tono alegre pero a la vez nervioso—. Deséame suerte.
—Claro que si mi amor —agregó Leonor acercándose a su hijo—. Que te vaya bien, ¿Tienes dinero para invitarle un helado?
—Algo —respondió Sepia rebuscando en sus bolsillos.
La verdad sólo tenía para un par de chicles.
—Ten —espetó su madre pasándole unos billetes. Sepia negó con la cabeza—. Acéptalos hijo, yo se que todo lo que tenías me lo diste para ayudar a tu hermano. Además no haz querido tocar el dinero que es para la fiesta de las niñas.
—Hablando de eso, Ricky esta mejor y mis hermanas cumplen en 15 días. No crees que podremos organizarles una pequeña reunión.
La mujer se quedo pensando por unos instantes, debatiéndose entre hacerlo o no.
—Tal vez tienes razón, no es bueno castigar a las niñas de esa forma.
La señora Leonor se quedo pensando por un momento.
—Le diré a tu tía Lucrecia que nos ayude con los preparativos.
—Gracias mamá. Vas a ver que mis hermanas se pondrán muy contentas, eres la mejor —musitó Sepia tomando el dinero—. Adiós madre, cuídate.
Le dio un corto beso a la señora Leonor y salió muy a prisa de la casa.
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