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CAPÍTULO 33

Sepia aprovechó que su madre se había ido a bañarse para hablar con su hermano. Lucía también estaba ocupada almorzando, así que tendría un tiempo a solas con su gran confidente.

—Hola Ricky, hoy vino Javier a verme —empezó Sepia.

Se sentó en la orilla de la cama. Su hermano seguía con los ojos cerrados. Sólo su suave respirar daba la certeza de que aun estaba vivo.

—El esta de acuerdo con todos y me convenció de volver a la escuela. Pero lo que en realidad me hizo tomar la decisión fue el hecho de que estoy perdiendo a Ela. O mejor dicho la estoy perdiendo sin haberla tenido.

Sepia tomó la mano de su hermano, lo miro fijamente a los ojos.

—Ojalá estuvieras aquí para que pudieras aconsejarme. Quiero conquistar a Ela y no se como. Tu eres el único que puede ayudarme, si tan sólo pudieras abrir los ojos y mirarme. Eso para mi sería suficiente. Sabes que te amo como amo a cada miembro de esta familia. Abre los ojos Ricky debes seguir adelante, hazlo por ti… bueno y también por mi.

Sepia sintió un pequeño apretón en su mano. Su corazón se aceleró al instante que vio como Ricky empezaba a parpadear lentamente. Como si quisiera abrir los ojos.

—¡Mama, Lucía! —grito Sepia corriendo hacía la puerta, su voz retumbo en toda la casa—.  ¡Mamá ven rápido algo le pasa a Ricky!

—Ricky aquí estoy —exclamó Sepia tomando de nuevo su mano—. Abre los ojos hermanito, ábrelos, por favor.

La mirada de Ricky era clara como solía ser. Pero no veía a Sepia sino a un punto en específico. Doña Leonor llegó aun con el cabello mojado y Lucía subió a toda prisa sin haber terminado de almorzar.

—¿Que sucede? —pregunto su madre entrando a toda prisa. Posó sus ojos en Ricky y no pudo evitar llorar—. Al fin has despertado, mi niño, ¡Estas de nuevo con nosotros!

Lucia llegó y al ver la escena empezó a revisar a Ricky. Quien aunque tenía los ojos abiertos seguía sin mirarlos.

—¿Qué tiene? ¿Porqué no habla? —pregunto la señora Leonor en medio del llanto—. ¿Lucía que tiene mi hijo?

—Es normal señora —respondió la mujer alumbrando con una linternilla los ojos del muchacho, los cuales seguían inertes—. Cuando los pacientes despiertan de un estado de coma, pueden durar varios días en hablar o responder a los estímulos. Hay que llamar a el doctor, debe revisarlo. Pero esto es un gran avance para su recuperación.

—Lo vez madre —comentó Sepia secándose las lágrimas—. Ricky va a aliviarse, pronto estará bien.

—Si mi niño —comentó la mujer abrazando a su hijo—. Pronto todo volverá a ser como antes.

Imposible...

La vida está en constante movimiento. Ningún día es igual a otro, entonces si el tiempo pasado fue bueno no podemos tener la certeza de que el que venga sea igual. Cada circunstancia altera de muchas formas eso que llamamos futuro. Unas veces para bien y otras para mal y la familia Stern Eblore aun no tenía idea de lo que los esperaba.

El doctor visitó la casa durante la semana que siguió. Su diagnóstico fue favorable, Ricky estaba evolucionando. Lo llevaron a realizarse unos exámenes y todo salió bien.

Aunque ahora abría y cerraba los ojos seguía absorto en ese mundo desconocido en el cual se encontraba. Pero a veces murmuraba cosas, palabras que no lograba gesticular bien. Sólo sílabas sin sentido.

Sepia tenía la voluntad férrea de que pronto iba a mejorar. Además esa señal fue suficiente para saber que si estaba haciendo lo correcto al volver a la escuela.

Sepia consiguió un móvil nuevo, bueno no tan nuevo. No tenían dinero suficiente para comprar uno. Así que su tío Alexander le regaló uno que el no usaba. Sepia se conformo con eso, el otro no tuvo ni idea de donde lo perdió.

Hacía tanto que no revisaba sus redes sociales, no solía publicar mucho, pero le gustaba ver las historias de las personas que lo rodeaban. Allí tenía a Eliza. Revisó el perfil de la chica pero allí no había nada importante, mas que alguna que otra charla motivacional.

Lo que si había eran bastantes fotografías en donde Rob la etiquetaba. En todas ellas aunque Eliza no se veía muy cómoda el chico estaba abrazándola, o cerca de ella de alguna manera. Y siempre le dedicaba frases como, “Un día perfecto a tu lado”, “Tu compañía es lo mejor del mundo”, “Adoro estar contigo.”

Sepia cerró con fuerza la laptop, como se podía odiar a alguien sin conocerlo. Pues ahí está la respuesta.

Sepia odiaba a Rob por el simple hecho de querer lo que el también anhelaba. El egoísmo existe hasta en los corazones más puros. Sepia era un muchacho bueno, no había vuelto a ir al casino, no tenia pensamientos suicidas, no robaba, no era un adultero. Más sin embargo sentía odio, rabia, celos, no estaba excepto de pecado.

Había perdido el número de Eliza y no tenía como llamarla, aunque podía pedírselo a Ray o a Javier no sentía el valor suficiente de comunicarse con  ella. Más cuando Eliza no había ido a verlo, tal vez no lo extrañaba, o lo había olvidado.

—¿Y si me odia? —susurro Sepia.
Se encontraba en el cuarto de Ricky haciéndole compañía.

—No alcance a contarte esto, no lo había hecho antes porque me avergüenza. El día de tu accidente discutí muy fuerte con ella. Sabes creo que estaba celosa porque acepté la invitación que me hizo Juana Markle a la fiesta, o eso es lo que quiero pensar. Ese día no supe manejar mi amor hacia ella. Es mas ni siquiera sabía que la quería tanto.

Sepia largo un suspiro y se quedó en silencio. Después de un rato volvió a hablar.

—Al final salió huyendo de mi lado, asustada, con miedo y yo estoy desesperado. Creí que tenía más tiempo para reivindicarme con ella, pero Rob va muy en serio. Si el logro conquistarla yo no tengo nada que hacer, tendré que aceptar haberla perdido y hacerme a un lado. Dejar que sea feliz así tenga que tragarme la rabia cada vez que la vea con el. Nunca he sido un buen perdedor. No creo tener suficiente valor para perder algo tan valioso.

Sepia se rasco la cien con fuerza.

—¡Ay Ricky!, con razón decías que el amor era capaz de acabar con alguien en un segundo. Cuanta razón tenías y cuán tonto fui al no prestarte atención. Tu ya sabias que yo la quería mucho antes de que yo lo aceptará. Siempre fuiste un brujo para estas cosas… Ahora debo irme. Hoy vuelvo a la escuela, voy a enfrentar a Ela. Si ella me rechaza volveré con el corazón roto.

—Ro… —murmuro Ricky sin que Sepia le logrará entender algo.
—¿Que quieres decirme Ricky? —cuestiono Sepia acercándose a su hermano—. Repítelo no te entendí.

—Sa, sa…
—¿Sa? —inquirió Sepia sin entender nada. Se quedo pensando por un momento—. ¡Rosa!, claro eso es lo que debo llevarle, una rosa.

Sepia soltó una sonora carcajada.

—¿Ricky estas entendiéndome?

Su hermano parpadeo con fuerza, esa señal parecía indicar que si.

—Pero sabes que no me gustan las rosas. Le llevaré un girasol muy grande, ¿Y que mas crees que deba llevarle?,  ¿Un oso de peluche que diga te amo?

—Too —susurro Ricky con los ojos abiertos de par en par.

Sepia estaba que no cabía en sí de felicidad. Estaba logrando comunicarse con su hermano.

—Ton…to.

—Oye ¿Porqué me dices tonto? —replicó Sepia enarcando una ceja—. Para burlarte de mi si no estas enfermo.

—Choco —siguió su hermano y por un segundo casi imperceptible a Sepia le pareció que sonreía.

—Choco —agregó Sepia. Tal vez su hermano estaba teniendo un momento de lucidez—. Si Ricky chocaste, pero ¿Porqué recuerdas eso ahora?

—Late...

—¿Late quién?

Si Ricky se hubiera podido mover creo que ya le hubiese dado un golpe a su hermano.

—Ohm ya veo. ¡Chocolate!, debo regalarle chocolates, pero que bruto soy.

—Si —concedió su hermano en voz baja.

—Oye ni siquiera así dejas de burlarte de mí.

La pequeña charla había sido un poco accidentada pero productiva.

—Claro para que quiere Ela un oso de peluche, si a todas las mujeres les encantan los chocolates. Te quiero —susurro Sepia dándole un beso en la frente—. Gracias esta tarde te cuento como me fue.

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