CAPÍTULO 32
Javier era muy curioso y ya tenía las narices metidas en una fotografía de Sepia y su familia.
No era la primera vez que iba a verlo, pero en las anteriores ocasiones Sepia se había negado a recibirlos. Javier y Ray iban cada semana, unas veces por gusto propio y otras a petición de Eliza. Ya que ella no se atrevía a hacerlo en persona.
Esta vez Javier esperaba que el señor Dago bajará y le dijese que el muchacho no se sentía de ánimo para recibirlo. Sin embargo ese día fue distinto. Sepia en serio tenía ganas de hablar con alguien.
—¿Que te parece? —cuestionó Sepia recostándose de la barandilla de la escalera—. ¿Salí guapo o no?
—¡Sepia! —exclamó el chico dejando la foto en la repisa.
Camino rápidamente hacia donde se encontraba su amigo, y sin más aviso lo abrazo con fuerza.
—Claro que saliste guapo, nos hiciste mucha falta hermano.
—Y ustedes a mi —se sincero Sepia, contestando a su abrazo.
Javier siempre había emanado una aureola de confianza. Desde un principio Sepia sintió más filium con el que con los demás. Tal vez por eso había aceptado verlo.
—Ven, siéntate y me cuentas como va todo.
—Esa pregunta debía de hacerla yo —replicó Javier; ambos tomaron asiento cada uno al frente de el otro—. Llevamos más de un mes sin saber nada de ti.
—Lo se, y también se que debí llamarlos. Pero todo se me complicó.
Los ojos de Javier eran inquisidores. Además se ponían más grandes y más negros cuando quería saber algo. Era como si con ellos quisiera investigar en el fondo del alma de Sepia sus más oscuros secretos y sacarlos a la luz.
No obstante Sepia no tenía secretos. El era un libro abierto para aquel que quisiera leerlo.
—Después de lo de Ricky, los problemas en la casa aumentaron. Simplemente gaste toda mi energía y mi tiempo en intentar solucionarlos.
El timbre de la puerta volvió a sonar. Sepia estuvo a punto de ponerse de pie, pero su padre bajo a toda prisa y abrió. La señorita Lucía había llegado un poco tarde, solía sucederle todos los días.
—Buenos días, perdón señor Dago por llegar tan tarde —se disculpó Lucía—. Iré a ver como amaneció Ricky.
—No hay problema Lucía —comentó el señor Dago quien ya iba de salida—. Quedas en tu casa Javier. Adiós hijo nos vemos luego.
—Adiós señor Dago —se despidió Javier—. Que tenga un buen día.
—Gracias muchacho...
—Adiós papá —intervino Sepia levantando una mano—, mis hermanas ya te están esperando en el auto.
—Si, ya me voy. Hijo no se te olvide pensar lo que te dije. Te encargó a tu mamá.
—Voy a pensarlo —respondió Sepia—. Ve con Dios papá.
—Y tu quédate con el hijo.
El señor Dago atravesó la puerta. Sepia se quedó viendo por donde minutos antes había salido. Desde lo de Ricky la familia se había vuelto más unida. Ahora hasta oraban constantemente todo para agradecer que Ricky siguiera con vida.
—Guau, ¡Que agradable sujeto!, ojala y mi padre fuera así —exclamo Javier en tono burlón—. Lamento mucho lo de tu hermano y espero de todo corazón que pronto se mejore.
Javier era sincero y de muy buen corazón. Ellos no lo sabían pero Javier se convertiría en el mejor amigo de Sepia por toda su vida igual que Ray.
—Por otro lado, los muchachos te enviaron muchas saludes y los mejores deseos para tu hermano, y ¿Cómo sigue?
—Gracias, Ricky esta evolucionando lo mejor que se puede. Lucía es su enfermera y hace terapias con el todo el día, pero sigue sin responder a los estímulos. Su coma es de cuarto grado sin reacción a el dolor, sin reacción de las pupilas, ausencia de los demás reflejos de protección. Es como si fuese una estatua, el médico dice que puede oírnos. Así que mi madre le habla todo el día y lo estimula para que pueda despertar.
—Verás que así será —le animo Javier—. Tal vez necesita tiempo para que su cuerpo se reorganice y el pueda volver.
—Claro que sí —sonrió Sepia, se puso de pie y camino hacia la cocina—. ¿Quieres venir?, tengo que empezar a hacer el almuerzo.
—Ok.
Los chicos caminaron hacia la cocina. Javier se sentó en una silla de color marrón, mientras Sepia le servía una taza de café.
—Ahora eres ama de casa.
Javier no pudo evitar echarse a reír y mas aun cuando Sepia se colocó un delantal de flores rojas.
—No te burles —murmuro Sepia pasándole su taza de café—. No es tan malo.
—Hacer las labores del hogar no es malo —contestó Javier encogiéndose de hombros—. Lo que es malo es que hayas dejado la escuela. Se que esto no me incumbe pero deberías volver.
—Es que no se…
—Sepia no hay mucho que pensar, se que lo que le sucedió a tu hermano es muy grave, pero… —Javier miro a el chico con seriedad—. Tu vida tiene que seguir, tienes sueños e ilusiones. Tu vida no puede frenarse de esa forma.
—Yo lo sé. Lo que sucede es que Ricky y mi mamá me necesitan aquí —se excuso Sepia, Javier enarco una ceja.
—Puedes tener razón. Pero no sólo esta en coma Ricky sino tu también —replicó Javier sorbiendo de su taza—. Se están muriendo en vida, tu y tu madre. Es cierto que Ricky los necesita pero hay vida mas allá de el. No te sepultes tu también, vive ahora que puedes.
—Pero Ricky nos necesita —refuto Sepia clavando la mirada sobre la mesa.
—Yo no te estoy diciendo que lo abandones. Sólo es momento de que hagas tu vida. No me vengas con el cuento de que después, porque no lo harás. Si Ricky se despierta en 5 años tu estarás a su lado y entonces resulta que el no era el único que estaba en coma.
—¡Por favor!, todos dicen lo mismo; mis tíos, los abuelos —Sepia se rasco con fuerza la cabeza—. Es como si todos se hubieran puesto de acuerdo.
—Será porque todos tenemos razón —agrego Javier cruzándose de brazos—. Amigo hay cosas que no tienen espera. No desperdicies tu vida, Ricky por el momento esta en piloto automático, pero tú no. Estoy seguro de que tu hermano no quiere esto para ti.
—Yo se que no. El siempre ha sido más fuerte que yo, si yo fuera el que estuviese en esa cama, el no se habría dejado derrumbar así —la mirada de Sepia se perdió en sus manos—. El sí hubiera sabido como salir de esto, el es mejor. Sólo por eso merece despertar.
—No es que sea mejor, cada cual es un campeón a su manera. Todo depende de nuestra fuerza interior —Javier terminó de beber su café y se acercó a su amigo—. Tenía 6 años cuando un grupo de niños de 9 años que solía molestar a los demás me arrojó por las escaleras. Me fracture la cadera en tres partes. Luego de varias operaciones el médico me dijo que jamás podría caminar bien, que sería cojo toda la vida.
Al ver el silencio de Sepia, Javier siguió hablando.
—Dure un año entero sin salir de mi cuarto. No estudie, no jugué, simplemente me encerré. Me volví un ermitaño. Hasta que entendí que ese suceso no podía arruinar mi vida. Entonces decidí salir, los niños se burlaron de mí, pero aprendí a sortearlo. Aprendí a vivir con el hecho de que no podía correr o hacer ejercicios pesados. Decidí que ese suceso no iba a derrumbarme. Aprendí alpinismo a pesar de que el entrenador dijo que jamás podía hacerlo. No volví a quejarme y sobretodo perdone a quien me hizo esto.
—¿Perdonaste a tus agresores? —interrogó Sepia sin poder creerlo.
—Ellos simplemente arruinaron su vida no la mía. Tiempo después me enteré de que luego de ser expulsados de la escuela por lo que me hicieron formaron una banda y con los años se dedicaron a robar. Dos de ellos fueron asesinados y los otros tres terminaron en prisión.
—El karma existe —agregó Sepia.
Javier lanzó un sonoro suspiro.
—Las circunstancias están en constante movimiento. Lo que es hoy no es para siempre. Es tu decisión cuanto dure tu mala racha. Yo decidí que la mía no iba a durar más. Decidí darle un cambio trascendental a mi futuro. Sólo depende de ti, de nadie más.
—Entonces crees que estoy cometiendo un error —murmuro Sepia mirando fijamente a su amigo.
—Lo malo de los errores es que nos acostumbramos tanto a ellos que se convierten en nuestro día a día —Javier tomó su móvil y empezó a buscar algo—. No permitas que un error acabe con tu vida.
—Voy a pensar en lo que me dijiste.
—Se que de algo va a servirte mis palabras.
—Javier quería preguntarte algo ¿Cómo esta Ela?
Ante la pregunta Javier se quedo estático por un momento, pero no dijo nada.
—¿Ella esta bien?
—Si —respondió a secas Javier—. Precisamente me acaban de enviar una foto del sábado, fuimos a cine.
—¿Puedo verla? —interrogó Sepia.
Se moría de ganas de ver a Eliza. Así fuese a través de una pantalla.
—Si —contestó Javier pasándole su móvil.
En ella se apreciaba a Ray con una gran hamburguesa en su mano. Sofía y Javier se daban un beso, en cuanto a Eliza…
La chica esbozaba una gran sonrisa, mientras Rob la abrazaba con demasiado amor. O eso fue lo que vio Sepia.
—¿Que hace Rob con ustedes? —cuestionó Sepia arrugando el ceño.
Eliza llevaba un vestido negro con unas flores blancas. Se veía muy hermosa, lo que no estaba bien era el otro muchacho. Sepia sintió como si Rob hubiera ocupado su lugar. Como si con el lo hubiesen reemplazado dentro de su grupo de amigos.
—O más bien ¿Qué hace Rob abrazando a Eliza?
—Es que...
Javier tomó aire. Aunque Sepia nunca se lo había confesado el suponía que el chico sentía algo especial por Eliza.
—Rob es muy cercano a Eliza ahora. Ha ido con ella y con Máx en dos oportunidades a la cabaña, la verdad es que...
—¿Que? —grito Sepia asustando a Javier—. No me digas que el y Eliza son…
—No, el y Eliza son sólo amigos. Pero porque ella lo ha querido así —se apresuró a contestar Javier. Sepia empezó a lavar la loza para calmar el estrés—. Rob se le declaró la semana pasada y le pidió que fuera su novia.
—¿En serio? —bufo Sepia mientras restregaba un plato con tal fuerza que pareciera que lo fuera a romper.
Emanaba furia desde la punta de los pies hasta el cabello.
—Oye, cuidado te cortas y antes de que me saltes a la yugular, déjame decirte que Eliza lo rechazó. Le dijo que lo quería sólo como un amigo —espetó Javier colocando sus manos en señal de rendición.
La mirada de Sepia se suavizo por un momento, y lo mismo la presión que ejercía en el plato.
—Pero Rob no se dará por vencido. El seguirá insistiendo y Eliza terminará cediendo.
—¡Eso esta por verse! —exacerbo Sepia dejando a un lado la loza—. Organizare todo, volveré a la escuela la próxima semana.
—¿Es enserio? —replicó Javier enarcando una ceja—. Entonces todo ese discurso barato de que se te va la vida, del valor del tiempo; de que debías afrontar tus problemas fue en vano —Javier colocó ambas manos a el lado de su cabeza—. Te dije todo eso y lo único que dijiste fue voy a pensarlo. Aun así apenas te menciono que un chico quiere con Eliza, vas a salir prácticamente corriendo a ver que es lo que pasa. ¡Soy hombre pero a veces no reconozco la naturaleza masculina!
—Es fácil Javier —contestó Sepia mirando a su amigo, este pareciera que fuese a hacer un agujero en el suelo—. Quiero a Ela, y no voy a perder esta guerra sin haberla peleado. Es lo que me acabas de decir. Voy a luchar por estar con ella. Así sea en contra de Rob o de John Hubble. Voy a ser todo lo posible para que Ela me quiera como yo la quiero a ella.
—Caramba —murmuro Javier cayendo pesadamente sobre una silla—. Entonces estas enamorado de Eliza.
—Si, completa y absolutamente enamorado de ella —confesó Sepia recostándose de la mesa.
Era la primera vez que le confesaba a alguien lo que sentía por su compañera.
—No supe siquiera a que horas paso, sólo se que es real. Lo comprobé porque no he dejado de pensar en ella ni un sólo instante. Cuando paso lo de Ricky pensé en ella, día tras día durante todo este largo mes. Sólo anhelo el momento de volverla a ver, abrazarla y poder volver a oír su voz. El accidente de mi hermano me hizo recapacitar. La vida se te va en un instante. Hoy estas mañana no. Lo único que quiero es no irme de este mundo sin conocer el verdadero amor.
—¡Brutal! —se río su amigo—. Eres muy raro. En un momento estas melancólico, pasas a celoso y luego a romántico, ¿Eso que es?
—No soy bipolar si es lo que crees —replicó Sepia con una sonrisa—. Pero yo también tengo mis momentos románticos aunque no lo creas.
—Me parece bien. Bueno ahora debo irme, o voy a llegar tarde —Javier se colocó de pie—. Me parece muy bien que hayas aceptado tus sentimientos hacia Eliza. Vas a ver que ella sabrá corresponderte.
—¿Sabes algo al respecto? —inquirió Sepia.
Tenía curiosidad de saber algo de Eliza, saber si ella lo amaba.
—Eliza te quiere, pero no se cuanto. Soy su amigo pero ella no me cuenta ese tipo de cosas — Javier largo un fuerte suspiro—.Ten paciencia, habla con ella y aclara todas tus dudas. Eso es todo lo que puedo decirte.
—Gracias, tu visita me hizo mucho bien —añadió Sepia colocando una mano sobre el hombro de Javier—. No le vayas a decir a Eliza que voy a volver. Quiero que sea una sorpresa.
—Claro que si —concordó Javier con una sonrisa—. Nos vemos el lunes, cuídate.
—Que te vaya bien, muchas gracias.
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