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CAPÍTULO 29

Sepia llegó más temprano que de costumbre. Camino rápidamente hacia su salón. Eliza llegaba casi siempre de primeras, luego se ponía a dibujar para que nadie la molestara.

Era el mejor momento para tener una conversación a solas con ella. Sepia la queria demasiado, no quería perderla.

Camino hacia el puesto de la chica que no había notado su presencia. Estaba concentrada haciendo un rostro de una mujer, una que Sepia no conocía.

Se esmerada mucho en los detalles de los ojos. Ella utilizaba una técnica que se llamaba la del carboncillo, en la cual usaba los colores primarios.

Sepia se quedo inerte por unos segundos sólo observándola. Sólo escudriñando el rostro de esa personilla particularmente especial.

Esa chica que le robaba la tranquilidad, sus facciones eran suaves, sus gestos tranquilos, su calma era abrumadora.

Eliza alzó de repente la vista y se sobresalto al ver frente a ella a Sepia. No esperaba verlo allí, de pie, tan cerca.

—Hola Ela —la saludo Sepia acomodándose con nervios la mochila—. Perdón por asustarte, sólo quería saber si podría hablar contigo.

—Hola Sep —Sepia noto los ojos hinchados de Eliza, como si hubiese llorado toda la noche—. Perdón pero quiero terminar mi dibujo antes de que empiece la clase, tal vez después.

Era la primera vez que Eliza le negaba algo. Sepia se sintió muy incómodo, allí de pie mientras Eliza volvía su vista a el papel, y lo ignoraba por completo.

Debió de hacer algo muy malo, algo terrible, para que Eliza estuviera tan enojada.

—Ela lamento mucho lo de tu hermano —continuó Sepia, pensaba que esa era la razón de su disgusto—. Pero aun no se porque sigues tan enojada conmigo. No tuve la culpa de nada de lo que sucedió, simplemente Juana me invito a una fiesta y yo acepté.

—No, ¡Claro que no tuviste la culpa! —ironizó Eliza alzando la voz—. Si supieras como me sentí… como se sintió Máx cuando esa foto llegó a sus manos.

—¿Cuál foto? —interrogo Sepia, sin saber a lo que Eliza se refería.

—A esta —respondió Eliza pasándole abruptamente su celular.

 Sepia lo tomó y se vio allí; a el besando a Juana Markle. Sus labios se habían unido por sólo un segundo, uno suficiente para que alguien hubiese tomado una foto. Una foto que no dejaba ver lo que pasó después.

—Esto no es lo que parece —se excusó Sepia con rapidez—. Fue ella la que me besó, pero te juro que no paso nada más. Ahí mismo me fui de ese lugar.

—No sabes como se puso Máx. Gracias a Dios Rob estaba con nosotros, no se apartó de mi ni un sólo instante, fue de mucha ayuda —Eliza clavó su mirada en la mesa—. Max quiere asesinarte. No quiero hablar más contigo Sepia, estoy muy decepcionada de ti.

Sepia sintió mucha tristeza al oír sus palabras. Una rabia le subió de pies a cabeza, al oír la mención de Rob.

“No se apartó de mi un sólo instante”, esa frase lo sacudió con la fuerza de una bomba atómica. Estrellándolo como la fuerza de un bólido con la realidad.

El chico clavo sus puños en la mesa, estaba perdiendo el control. Eliza al fin alzo la vista, Sepia intento controlar los celos que lo estaban carcomiendo.

—Eso no tiene nada de malo —exacerbo Sepia, su pecho subía y bajaba—. Fue un beso y nada más. Puede que le afecte a Max, pero a ti no entiendo en que te afecta.

—En nada —le grito Eliza de vuelta—. Puedes hacer lo que quieras, salir donde se te de la gana, ¡Es solo que me decepcionas!

La chica se levantó con rapidez de su silla, tomo su móvil y lo guardo en su bolsillo.

—Pensé que eras inteligente, y sabrías cuando te están usando. Pero me equivoqué eres igual a los demás.

Sepia le dio un puñetazo a la mesa, provocando que el dibujo de Eliza volará lejos.

¿Cómo podía pensar eso de el? Sobretodo ella, cuando la pensaba día y noche. Mas aun cuando intentó llamarla y ella no le contestó por estar ocupada con su amiguito.

Sepia sintió un dolor en su pecho y un nudo en su garganta.

Levantó la vista y se encontró con el rostro sereno de Eliza, quien tenía el ceño fruncido y la boca enarcada hacia abajo. Ella estaba furiosa y no iba a parar allí.

—Soy un chico normal y lo único que quería era encajar un poco —replicó el chico señalando con su dedo a Eliza—.  Aquí la única que es decepcionante eres tú, al creer que puedes meterte en mis decisiones. ¿Cómo yo no me meto en las tuyas?,  haces lo que se te da la gana con Rob y yo no te digo nada. Simplemente déjame hacer mis cosas, no te metas en lo que no te importa. Ve con tus amigos los raros y déjame en paz.

Eso no era verdad, Sepia se arrepintió de inmediato de lo que había dicho. Es que estaba tan enojado que no sabía cómo manejarlo.

Eliza suprimió el deseo de llorar. Pero no fue posible ya que una lágrima se asomó en sus ojos.

—Que bueno que al fin te muestras como eres —vocifero Eliza, su voz sonaba quebrada sin fuerza—. Pero sabes que, esto no es tu culpa, es culpa mía. Por creer en ti, por creer que no eras como ese montón de niños inmaduros que sólo quieren meterse en la cama de Juana Markle. Sin embargo  me equivoqué eres igual a ellos... Rob tenía razón, tu no mereces que me preocupe por ti.

El chico no soporto el hecho de que Rob le dijera a ella que el no la merecía, porque en el fondo sabía que tenía razón.

Sepia camino en círculos como un León enjaulado. No quería seguirla hiriendo, pero es que ella no colaboraba. Estaba haciendo que todo ese fuego interior brotara a la superficie como un volcán en erupción. Ese fuego que sentía por ella, ese amor.

—Eres igual de superficial, eres igual que mi hermano y lo peor de todo es que…

—Termina —la instó Sepia mirándola fijamente.

Su pecho subía y bajaba con un vaivén ensordecedor. Su corazón pareciera que se le iba a salir del pecho.

—Ya empezaste ahora termina.

Sepia tomo a Eliza de los hombros, a pesar de su rabia, contuvo su fuerza y apenas la sostuvo.

El sería incapaz de hacerle daño, sólo quería tenerla enfrente; para obligarla a verlo a los ojos mientras le decía toda la verdad.

—Di todo lo que sientes por mí. Quiero ver en realidad tus verdaderos sentimientos. Quiero que mirándome a los ojos me digas que sientes por mi.

El casino estaba listo, las cartas en la mesa. Pierdes todo o ganas todo. Los apostadores estaban en las esquinas y el dinero hacia ojitos en el centro. Había llegado la hora de la verdad.

Las lágrimas brotaron sin permiso de los ojos de la chica. Bajaron por sus mejillas y se perdieron en su mentón.

¿Quien era ese chico para hacerle ese daño a ella?. A ella que lo único que había hecho era amarlo.

—Pensé que lo sabías. Pero eres tan poco detallista, tan arrogante, tan egocéntrico y altivo que no te das cuenta de nada —replicó Eliza mirándolo fijamente.

La actitud de Sepia no había cambiado, seguía igual de enojado. Apenas y pudo aguantar su cercanía. Eliza estaba enojada y a la vez nerviosa. Por más que intentará no lograba entender a Sepia.

—No te voy a dar el gusto de saber lo que siento por ti. Jamás vas a saberlo y puedes pensar lo que se te de la gana porque no me importa en lo más mínimo lo que pienses de mi.

Sepia no lo soporto más y estalló. Dejó salir todo lo que había en su interior y sin dejar que Eliza continuará con su absurdo discurso, sin pedirle permiso; se acercó rápidamente y la beso.

Había reprimido ese deseo en la cascada y por mucho tiempo más, pero ya no más. Su ritmo cardíaco se suavizo, Eliza estaba conmocionada sin saber que sucedía.

Sepia cerró su ojos y se entregó a esa sensación tan agradable. A ese pequeño lapso de tiempo que no quería que acabara nunca. Ese fuego al fin estaba siendo calmado, por el compás de unos labios que el añoraba.

Sólo por un par de segundos todo fue perfecto...

Eliza colocó sus manos en el pecho de Sepia y lo alejó de ella. Sepia la miro confundido, pensó que ella también quería. Y si Eliza lo deseaba, pero no así, no de esa forma.

Sepia supo entonces que se había equivocado. Lo comprobó por la sonora cachetada que Eliza le dio.

Sepia se froto la mejilla, la chiquilla tenía demasiada fuerza para su estatura y su género. Eliza no había dejado de llorar, ella no había disfrutado ese beso. Ella no se sentía bien, tomó sus cosas dispuesta a salir de ese lugar.

—¡Ela no! —exclamo Sepia tomándola por el brazo—.  No te vayas, hablemos yo puedo…

—¡No hay nada de que hablar! —exacerbo Eliza mirándolo a los ojos—. ¡Basta ya! me cansé de que me uses sólo para desahogar tus penas, yo no merezco esto.

—No voy a soltarte Ela. Vamos a hablar por favor —la voz de Sepia era firme y clara, no se iba a dar por vencido—. Ela yo…

Dos alumnos entraron justo en ese momento. Eliza aprovechó la distracción que causaron en Sepia para soltarse de su agarre. Salió corriendo del salón a toda prisa, aun ignorando las palabras de Ray quien estaba en el pasillo.

Sepia salió a perseguirla, tenían que hablar. Una sola palabra de Eliza podría cambiarlo todo. Si ella tan sólo pudiera perdonarlo una vez más.

La persiguió por todos lados, esquivando la fila de muchachos que caminaban de un lado a otro. Eliza logró esconderse en el baño de mujeres. El único lugar en esa escuela en el cual Sepia no podía entrar.

Sepia camino de nuevo de lado a lado, sintiendo deseos de derrumbar esa puerta y abrirse paso hacia la chica que a dentro lloraba amargamente. Sepia sabía que había cometido un grave error. Se había mostrado tal y cual era, la había abrumado con esa explosión de sentimientos.

Sepia se recostó de la pared, ahora había perdido a Eliza. Después de esto no querría volver a saber nada de el. Le había faltado a el respeto y eso no tenía nombre. Sin embargo el era un chico terco y no se iba a dar por vencido tan fácilmente. Decidió llamarla, esperanzado en que le contestara.

—Ela, por favor debemos hablar —empezó Sepia acercando su rostro a la puerta del baño—.  Se que cometí un error, por favor perdonarme. Vamos a hablarlo.

Eliza no respondió.

—Por favor, sal, necesitamos hablar —agrego Sepia, tenía un dejó de tristeza en su voz—. Por favor...

Dejó de hablarle pero no de insistir. Tomó su móvil y empezó a llamarla, otra vez no obtuvo respuesta alguna.

Decidió enviarle un mensaje, con la esperanza de que pudiera leerlo y decidiera al fin salir de ese lugar.

“Ela debemos hablar de lo que sucedió. Prometo no volver a ofenderte y también no volver a exaltarme de la manera en la que lo hice. Por favor habla conmigo, te necesito.”

Sepia espero unos cuantos segundos, que pronto se transformaron minutos. Las chicas entraban y salían, miraban a Sepia con curiosidad y seguían su camino.

El chico siguió allí de pie, ya las esperanzas de hablar con Eliza se habían esfumado, cuando vislumbro a lo lejos la figura de Sofía. Si alguien podría hablar con ella y hacerla entrar en razón era precisamente su mejor amiga.

—Sepia ¿Sabes donde esta Eliza? —pregunto Sofía.

Llevaba su móvil en la mano y se le notaba la preocupación.

—Llevo toda la mañana intentando localizarla, pero no me contesta. Se que vino a la escuela, porque encontré un dibujo suyo en el suelo y Ray me dijo que la vio; pero no la encuentro por ningún lado.

—Esta encerrada en el baño y no quiere salir —contó Sepia mirando a Sofía con vergüenza—. Tal vez tu puedas convencerla de que hable conmigo.

—¿Que paso?, ¿Porqué Eliza se encerró en el baño? —cuestionó Sofía mirando el rostro de su amigo—. ¿Tu tienes algo que ver?

—Discutimos, y yo… es mejor que ella te lo diga.

Sofía dudo por un momento y entró a el baño. Todo se hallaba en silencio, busco en los cubículos y encontró el último de ellos cerrado. No había ni una sola chica en el lugar, todo estaba tranquilo.

Sofía levantó su mano y con sus nudillos tocó la puerta.

—Eliza soy yo Sofía, por favor sal.
Dentro del baño se oyeron unos sutiles movimientos. Eliza asomó la cabeza con cautela, tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

—¿Eliza que paso? —pregunto Sofía abrazando a su amiga—. ¿Porque estas así?, ¿Fue por Sepia?

—Si —Eliza a duras penas y tenía ánimos de hablar, camino hacia el lavamanos—.  Discutimos terriblemente, hubieras visto Sofía —la voz de Eliza se quebró—. Nos dijimos cosas horribles.

—¿El que te dijo? —inquirió Sofía.

Ella ya había visto la foto del beso.

—Tu le reclamaste por la foto de el besando a Juana.

—Si, no me aguante y le reclame —Eliza se abrazo a sí misma—, me dijo que no me metiera en sus cosas. Luego yo le dije que estaba decepcionada de el y después Sep…

—¿Que mas paso? —la instó Sofía con curiosidad.

—Es que... me beso.

—¿Que? —replicó Sofía mirando a su amiga a los ojos—, ¿Sepia te dio un beso?

—Si, y yo le di una cachetada —contó Eliza clavando sus ojos en el lavado—. Se que no debí reaccionar así, pero es que me dio tanta rabia. Me trato como si yo fuera Juana Markle. A pesar del tiempo y de todo lo que hemos compartido, el sigue tratándome igual. Me trata como una cosa; como alguien que necesita para que le ayude a hacer las tareas. Se atrevió a reclamarme y me dijo que sólo había sido un beso. Se atrevió a besarla aun a sabiendas del daño que me causaba. Cuando me subleve y le dije todo lo que pensaba. Se vio acorralado y la única forma que encontró para convencerme de que el tenía razón fue besándome. Me sentí tan usada y lo odie por ese sentimiento.

—¿Y si no te uso? —repuso Sofía mirando a su amiga a través del espejo—.  Tal vez si le nació hacerlo. No estuve allí, pero no creo que estés lo  suficientemente segura de cuáles eran las intenciones de sus palabras, mucho menos de sus actos. ¿Y si el si quiso besarte?, ¿Y si hubo una fuerza superior a el que lo obligó a actuar así?¿Y si el si te quiere de verdad?

—Si el me quisiera no me haría esto —Eliza clavó sus atormentados ojos en los de su amiga —. Me canse de que me insulte y luego simplemente me diga lo siento. Tuve mucha paciencia en creer que podía cambiar, pero no es así, ¿Que pasará si hablamos?

—No lo se…

—Yo si lo sé —dijo Eliza—. Me dirá Ela yo lo siento, discúlpame por favor, no quería hacerlo, prometo no volver a hacerte daño, sigamos siendo amigos —Eliza golpeó el lavamanos—.  Eso es lo que no puedo. No puedo seguir siendo su amiga queriéndolo como lo quiero. No podré soportar verlo de la mano de Juana Markle. No soy tan fuerte para verlo feliz con ella. Si eso llega a pasar me voy a morir de tristeza.

—Eliza, habla con el —intercedió Sofía con calma—. O piensas quedarte todo el día metida en este lugar, con las dudas que tienes. Ve y confiésale todo lo que sientes. Dile que lo amas, verás que te sentirás más liviana.

—Tienes razón, voy a enfrentarlo. Voy a decirle lo que siento por el, le diré que cada vez que me mira me estremezco de pies a cabeza. Que su voz hace que mi corazón de un vuelco de alegría. Que tengo grabado en mi mente su rostro y todo su ser. Que sueño con el hasta estando despierta. Que se mudó a mi cabeza y a mi corazón y de allí no lo va a sacar nadie. Y que aunque no me ame yo jamás podré olvidarlo —declaro Eliza volviendo a clavar sus ojos en el lavado—.  Después de eso que haga lo que se le de la gana. Yo estaré liberada de esa carga. Intente conquistarlo y no funcionó, ya me he dado por vencida. No hay nada mas que yo pueda hacer.

—Es lo mejor —afirmó Sofía colocando una mano sobre el hombro de su amiga—. Te vas a sentir libre. Si el no te corresponde no debes preocuparte, tu habrás hecho lo correcto. Tu estas bien, si el no elige estar a tu lado, no te angusties, el es quien no te merece. Tu sabes lo que vales, así que no te conformes con menos. Si Sepia no es capaz de amarte como te lo mereces; entonces será el quien habrá perdido y veras que algún día llegará el indicado.

Eliza tomó su mochila y camino hacia la puerta. Sofía decidió quedarse, era algo que sólo debían arreglar entre los dos.

Eliza no sabía bien como iba a hacerlo, su cuerpo estaba tenso, su mandíbula apretada y su cabeza era un nudo. Sólo esperaba que al verlo, el valor que había acumulado no se fuera para el carajo y terminará sin decir lo que sentía.

Abrió la puerta y sus dudas se disiparon. En donde pensaba hallarlo, simplemente había un lugar vacío.

Sepia no estaba,  no se veía ningún rastro de el. Tal vez era lo mejor, dejar las cosas así, no seguir por ese camino. Simplemente dejar todo como estaba.
 

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