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CAPÍTULO 28

Sepia se puso su mejor ropa. Una camisa nueva que guardaba para una ocasión especial y un pantalón que le había regalado su madre. Ricky se ofreció a llevarlo, e iba a recogerlo a las 11 de la noche.

—¿Estas nervioso? —inquirió su hermano.

Sepia se removió incómodo en su asiento. Se arregló por enésima vez el peinado.

—Si, nunca había asistido a una fiesta de chicos de mi edad.

Sepia miro su celular, eran casi las ocho. A lo lejos podía oírse la música, la fiesta ya había empezado. Hasta se oían las risas de todos los presentes.

—Bueno —Ricky frenó la marcha del vehículo—.Ya llegamos.

—Guau —exclamó Sepia mirando a través de la ventana—. Se ve todo muy bien.

La casa tenía el tamaño de una mansión. Era muy parecida a la casa de Eliza sino que se veía mucho más ostentosa y fina.

—Es una casa muy bella. La rumba se ve muy buena —comentó Ricky agudizando la vista—. Ve hermano, vendré por ti a las 11.

—Esta bien...

—¡Ey Sepia todo va a estar bien!, ¿ Que te preocupa? —interrogó Ricky colocando una mano sobre el hombro de Sepia.

—No encajar, sentirme como un bicho raro —Sepia respiro con fuerza —no lo sé...

—Cálmate, vas a estar bien —murmuro Ricky abriéndole la puerta del vehículo—. Pero si ellos te molestan o te hacen algo me llamas de inmediato y vendré a recogerte.

—Esperemos que no sea necesario, listo o no haya voy.

Sepia camino hacia el pórtico, miro para atrás a su hermano quien se despidió con una mano.

La puerta estaba abierta, no había nadie que vigilará a quien entraba y quien salía del lugar. Unos chicos se besaban apasionadamente en una de las sillas, mientras los demás bebían sin compasión, el aire apestaba a alcohol y drogas. Sepia arrugo la nariz al sentir la podredumbre.

¿Cómo era posible que fuese tan temprano y ya todo estuviese tan alborotado?

La sala de la casa estaba contigua a la entrada. Era muy amplia, aunque estaba atiborrada de muchachos borrachos. En el centro había una escalera que conducía a el segundo piso, habían unas luces que se prendían y apagaban como de discoteca. También había una barra en la cual dos hombres servían bebidas, parecía más bien un bar que una casa.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Juana Markle apenas diviso a lo lejos a Sepia. Camino hasta Sepia montada en unos grandes tacones puntilla. Llevaba un vestido rojo ceñido a el cuerpo; la prenda tenía un pronunciando escote en forma de pico, un agujero en toda la espalda y sólo unos centímetros de falda. En realidad pareciera que a la diseñadora le hubiese faltado tela.

—Hola Sepia, pensé que no ibas a venir —susurro la rubia dándole un beso en la mejilla. Iba perfectamente maquillada, parecía modelo de revista—. ¿Porque la tardanza?

—Sólo que mi hermano no encontraba la casa —contestó Sepia.

Empezaba a sentirse incómodo, más cuando todos lo miraban como si fuera un extraterrestre.

—Jummm, pensé que te habías arrepentido —canturreo Juana agarrando a Sepia por los hombros. Su cercanía empezaba a incomodarlo—. Ven vamos a bailar.

—Es que...

La chica no lo dejó ni hablar lo pegó a su cuerpo y puso las manos de Sepia sobre su pequeña cintura. Empezó a moverse sensualmente mientras con sus finos dedos jugó con el cabello de Sepia.

Sepia intento seguirle el ritmo. La miro fijamente a sus grandes ojos azules y sólo pudo imaginarse a alguien: A Eliza.

Sepia jamás había bailado con ella. Se imagino su mirada, su sonrisa, su aroma, la frescura de su cabello moviéndose de lado a lado, y pensó que tal vez alguna vez debió invitarla a bailar.

Hubiera sido muy hermoso tenerla tan cerca. Ahí fue cuando descubrió la gran diferencia. Ambas chicas le gustaban pero cada una de manera distinta, y no podía comparar a Juana Markle con Eliza.

Eliza era mucho más importante para el que cualquier otra joven en el mundo.

Juana Markle al ver el embobamiento de Sepia, pensó que era por ella. Así que acercó sus labios a el oído de Sepia y le susurró en voz baja.

—Ven conmigo, voy a mostrarte algo.

Juana tomó a Sepia de la mano y lo condujo escaleras arriba. El muchacho no quería ir pero la chica era muy insistente. Sepia camino toscamente como si de acabará de comer una varilla.

El segundo piso era muy amplio. Varios jóvenes se encontraban en las habitaciones con sus respectivas parejas. Juana se sentó en un sofá muy amplio y empezó a rebuscar algo en una pequeña maleta.

—Ven cariño te tengo una sorpresa.

Con una sonrisa Juana le mostró a Sepia un cigarrillo. Lo sostenía entre sus finos dedos como si fuera un trofeo.

—¡Vamos a pasarla muy bien juntos! —exclamo Juana.

—Lo siento pero yo no fumo.

Sepia ya sabía que en las fiestas de Juana muchos consumían drogas. Más no se imaginó que la joven lo hiciera. Juana encendió su cigarrillo.

—Vamos cariño es sólo marihuana —agregó sonriendo—. Esto no le hace daño a nadie.

—Creo que no has leído al respecto. Pero todo el mundo sabe que las drogas pueden destruirte la vida —comentó Sepia—. Por culpa de ellas casi pierdo a uno de mis tíos.

—Mira cariño si vienes a mis fiestas es porque vas a beber, drogarte y tener sexo sino es así, ¿Entonces no se a que viniste? —interrogó Juana con molestia.

—Quizá tienes razón, no debí venir.

Juana se puso de pie y tomo a Sepia de la mano. Lo halo hacia ella mientras sonreía. Empezó a caminar y frenó su paso justo frente de la habitación más grande. Una de dos puertas de madera pintada de blanco. Sepia quería soltarse de su agarre, pero no quería parecer grosero.

—Este es mi cuarto, aquí podremos estar a solas. No me importa si no quieres drogarte —agregó Juana dándole una bocanada a su cigarro—. Desde que hagas una de las tres cosas que te dije no hay problema.

—Juana yo…

—Nadie va a molestarnos —susurro Juana acercando su rostro a el de Sepia—. Haremos lo que tu quieras, durante toda la noche...

Juana Markle acercó sus labios a los de Sepia. Llevaba un labial rojo encendido como el fuego, y es que eso eran sus labios. Aún así su aliento apestaba a alcohol y algo más que el chico logró distinguir.

Sepia intento besarla pero simplemente sus labios no se movieron. Se quedaron inertes, como muertos. Tomó a Juana de los hombros y la alejó con suavidad de el.

—Lo siento.

Juana se encontraba confundida, no sabía que estaba pasando.

—No puedo, no quiero.

—¡Estas rechazándome! —grito la rubia, ahora si que estaba enojada.

—Juana eres muy bella y me gustas pero...

—¿Pero que? —bufo Juana totalmente cabreada.

—No me nace hacerlo, lo siento. Ella no sale de mi mente ni un sólo instante.

Juana Markle estaba evidentemente ofendida, a ella ningún hombre la había rechazado.

Sólo le pedía a Sepia una noche y el se negaba a dársela a ella, que tenía el mundo a sus pies.

—Fue un error haber venido.

Sepia empezó a caminar hacia las escaleras. Juana Markle camino detrás de el y empezó a gritar como una vieja histérica.

—¡No puedes irte y dejarme así!, ¿ Quien te crees que eres para rechazarme? —la chica tomó a Sepia por el brazo y lo frenó en seco—. No eres nadie parchecitos, no vales nada y nunca lo valdrás.

Algunos chicos divertidos con la situación sacaron sus móviles y empezaron a grabar. Juana Markle destellaba odio con cada palabra que salía de su hermosa pero malsana boca.

—Eres un fenómeno insignificante al que decidí darle una oportunidad —espetó Juana— . Pero no eres más que un imbécil y poco hombre. ¿Acaso no te sirve o qué?

—¡Haz silencio! —la interrumpió Sepia soltando la mano de Juana de su brazo—. Es una lástima que siendo tan hermosa estés tan vacía por dentro. ¿Quieres que te diga algo?, un día serás una mujer mayor y cuando los hombres ya no te deseen estarás sola; vieja y arrugada. Entonces te darás cuenta que desperdiciaste tu vida en vanidades y lujos.

Juana lo miro con odio mientras le mostraba el dedo del miedo. Sepia se acerco a ella y le habló en voz baja.

—Tu eres la que no vale nada...

Sepia bajo casi corriendo las escaleras. Juana se había quedado con la palabra en la boca y el con la certeza de que jamás debió de haber asistido a ese lugar.

El no era como esos jóvenes y fue inútil pretender serlo, el no necesitaba encajar en la sociedad para ser feliz.

Salió corriendo de ese horrible lugar, tal fue su sorpresa al ver a Ricky esperándolo. Nunca se fue, siempre supo que Sepia no iba a demorar en salir por esa puerta. Su intuición no le había fallado.

—¿Cómo lo supiste? —cuestionó Sepia apenas entró a el coche.

—Sólo lo supuse —contestó su hermano colocando a andar el vehículo—. Este no es un sitio para ti,  ¿Qué sucedió?

—Nada —Sepia hizo una pausa—. Tienes razón no pertenezco a este sitio.

— ¿Y Juana Markle no te estaba esperando? —interrogo Ricky.

—Eso fue lo malo. Bailamos y ella quería que fumara. Me negué entonces me llevo hacia su cuarto para que estuviéramos juntos.

—¿Qué? —interrogó Ricky haciendo eco en todo el auto—. Y así te lo dijo...

—Si. Sabes que yo no fumo así que me negué. Y luego cuando ella me besó —Sepia suspiro con fuerza—, no pude responderle, no pude siquiera besarla.

—¿En serio?  —Ricky enarco una ceja—. Ella es muy y sensual, ¿ Porque no pudiste siquiera darle un beso?

—Porque cuando lo intenté, sólo podía pensar en Ela.

—Entonces, ¿Fue por Eliza que no lo hiciste?

Ricky sonrió ampliamente. Prefirió guardar silencio, sólo escuchar a su hermano.

—Cuando baile con Juana no dejaba de imaginar que a la que tenía en mis brazos era a Ela —Sepia se recostó en su silla—. No deje de pensar en ella un sólo instante, y eso que ni siquiera me tomé un sólo trago.

Ricky siguió manejando, Sepia lo miro fijamente.

—¿No vas a decir nada?

—¿Qué quieres que te diga? — Ricky se encogió de hombros—. Estas enamorado, eso es todo.

—Es imposible que me haya enamorado tan rápido.

—Si quieres te digo algo que ya sabes: Nada es imposible en este mundo —concluyó Ricky.

Esa noche Sepia no pudo dormir. Se hallaba cansado, triste, enredado.

No sabía en realidad que era lo que sentía por Eliza. Pero lo que si tenía claro era que Juana Markle había sido una ilusión pasajera. Se durmió ya entrada la madrugada, cuando el sueño al fin lo venció. Lo que si no podia negar era que por pensar en Eliza ya había pasado varias noches en vela.

Al otro día se despertó casi a la hora del almuerzo. Luego de comer algo decidió hacer una cosa que había querido hacer desde la noche, sólo que no se había atrevido. Tomó su móvil y se tumbó en su cama. Marco el numero y espero con paciencia a que ella contestara.

El móvil lo mandó una vez a buzón. Luego dos, hasta que al fin obtuvo respuesta.

—Hola Ela ¿Cómo estas? —la voz de Sepia era tan ansiosa como desesperada.

—Perdón, pero Eliza esta ocupada.

Una voz masculina le contestó a el otro lado de la línea. Esa voz no era de Máx, ni del señor Chang. Pero era una voz juvenil que se le hacía conocida.

—¿Con quien habló? —cuestionó Sepia frunciendo el ceño—  ¿Dónde esta Ela?

—Soy Rob —contestó el chico con frescura—. Eliza no puede atenderte, esta nadando.

 Sepia apretó con fuerza su mandíbula. Pensaba que Eliza sólo había ido con Máx. La cercanía con Rob no le gustaba. Ese chico era muy simpático como para pasar inadvertido.

—Puedes decirle que necesito hablar con ella —habló Sepia intentando calmar el tono de su voz.

—Lo siento, esta ocupada —respondió Sepia—. Llámala después.

—¡Rob, ven a mirar lo que encontré!

A pesar de la distancia Sepia logró reconocer la voz de Eliza.

—Tengo que colgarte, adiós Sepia.

La voz a Eliza se le escuchaba tan alegre. Se notaba que la estaba pasando muy bien.

Sepia estampó su celular contra la cama. Luego arrojó con furia las cosas que tenía encima de su mesa de noche, provocando un estruendoso ruido. Rob era todo lo que el no era; sencillo, noble, carismático, no le temía a el agua y lo peor era que el si era normal.

Estaba con Eliza disfrutando de la belleza de ese lugar y de la belleza de la chica.

De su chica...

Sepia se dedicó a pensar en una estrategia clara para eliminar a Rob y a todos los hombres que se le acercarán, a cada hombre que quisiera pretenderla.

Era egoísta pero también era por su salud mental. Aunque si era sincero ¿A quien engañaba?.

Si el no podía hacer feliz a Eliza otro si lo iba a hacer. Eso era lo que más rabia le daba, que otro fuera a ofrecerle lo que el no podía.

No debía darse el lujo de seguir enloqueciendo por ella. Lo mejor era hablar con Eliza y aclarar todo de una buena vez, sobretodo lo de su cercanía con Rob.

Necesitaba saber que tenía con el, necesitaba escuchar de sus labios la verdad. Así fuera dolorosa.

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