CAPÍTULO 23
La familia llegó a eso de las tres de la tarde. Sepia había sido tan precavido en su llegada que nadie noto que ya había llegado; hasta a mediados de la seis de la tarde que el hambre hizo que bajará a rebuscar algo que comer.
—¡Hijo! —grito su mamá sobresaltándose—. ¿A que horas llegaste que no nos dimos cuenta?
—Esta mañana —contestó el muchacho dándole un beso a su madre—. Me recosté por un largo rato, estaba muy cansado.
—¿Cómo te fue? —inquirió su mamá arreglando el cuello de su camisa—. ¿Porque llegaste tan temprano?
—Me fue muy bien, el lugar es hermoso —respondió el chico caminando hacia la cocina—. Regresamos antes por que Eliza tenía algo que hacer.
Jamás le diría la verdad a su mamá. Mucho menos le contaría el hecho de que había tenido tantos problemas. No le diría las cosas que había descubierto.
Como la muerte de la madre de Eliza y de que esta tenía un pretendiente que prácticamente lo había amenazado de muerte.
Su madre se preocupaba de más y si le contaba la verdad, se iba a angustiar innecesariamente.
Sepia estaba seguro de que el hombre no tomaría represalias en su contra. Ya que le había dejado muy en claro a el señor Francisco que no quería nada con Eliza.
Ricky se hallaba entretenido comiéndose un paquete de papas fritas. Apenas se percató de la presencia de su hermano menor corrió a saludarlo.
—Hola hermano ¿Cómo te fue? —pregunto.
—Bien —respondió Sepia quitándole a su hermano la golosina.
—Jummm. Ese bien sonó más como a pésimo —replicó su hermano—. Vas a contarme la verdad de lo que sucedió.
¡Rayos! era increíble como tenía esa habilidad de conocer cada una de las expresiones de su hermano y saber que le sucedía en realidad. Su madre también tenía el mismo sexto sentido, pero sabía que no le preguntaría nada que el no quisiera contarle. No le gustaba presionarlo.
—Hijo ¿Quieres algo de comer? —cuestionó su madre hurgando en la nevera.
—Si madre, te lo agradecería mucho —contestó Sepia sentándose en la mesa—. Estoy muerto del hambre.
Su madre era ágil, rápidamente le armó un rico burrito de pollo. Con eso sobreviviría antes de la cena.
Ricky seguía recostado de la encimera, solamente esperando.
—Esta delicioso mamá, muchas gracias —espetó el muchacho después de probar su comida—. Extrañe mucho tu sazón.
—Ay mi niño, es que nadie cocina como tu mamá —canturreo la mujer volviendo a la sala.
Ricky la siguió con la mirada. Esperando el momento para quedarse a solas con Sepia.
—Ahora sí, ya estamos a solas. ¡Vas a contarme lo que en realidad paso! —agrego Ricky sentándose a el lado de Sepia—, esa cara tuya es por algo malo.
—En verdad que odio tus dotes de bruja —comentó Sepia con fastidio—. ¿Por qué siempre tienes que darte cuenta de todo?
—Eso es porque soy tu hermano. Y más te vale que sueltes la lengua o no te voy a dejar en paz por el resto de la semana.
—Si tienes toda la razón, no me fue del todo bien —empezó Sepia.
Dejo a un lado el burrito para no tener distracciones y que su hermano quedará al tanto de la situación.
—Todo iba bien. El día que llegamos vimos una película y luego nos fuimos a dormir. Solo me atore con el chile de la cena pero nada más. Eliza se durmió durante la película y tuve que llevarla a su cuarto. Los muchachos se mostraron muy bien conmigo, a el otro día fuimos a una playita cerca de una cascada. Por supuesto que no pude nadar, sabes que no me meto a el agua desde lo sucedido y…
—Entonces ¿Qué paso?
La mirada de Ricky estaba entre curiosa y angustiada.
—Eliza…
—¿Eliza que? —le instó Ricky—. No me digas que le metiste mano a Eliza y te terminó dando tu merecido.
—¡Claro que no! —vocifero Sepia—, ¿Qué clase de pervertido crees que soy?
—Bueno, yo sólo pensaba.
—Pues no pienses cosas que no son. Retira esos pensamientos degenerados de tu cabeza.
—Perdón —se disculpó Ricky—, sígueme contando.
Sepia entrecerró los ojos y negó con la cabeza.
—Le conté lo de mi trauma a Eliza y ella me ofreció su apoyo. Luego decidimos jugar ajedrez. Pero en ese momento recibió un mensaje de un sujeto, John Hubble, quien le decía que iba a verla. Eliza se puso muy triste, ella no quiere nada que ver con ese tipo. Por eso…
—Espera —le interrumpió Ricky—, ¿John Hubble el político?, el que esta haciendo campaña para ser alcalde.
—Ese mismo. Eliza lo detesta, sin embargo el esta obsesionado con ella —Sepia se rasco la cien—. Bueno, terminamos yendo a una antigua cabaña, en la cual Eliza no quería estar, por una y otra razón. La conclusión es que hoy llegó el señor Francisco con ese tal John Hubble, el quería que me detuviera por supuestamente secuestrar a Eliza. Ese sujeto es tan egocéntrico y oscuro. Prácticamente me amenazó si me interponía entre el y Ela.
—Entonces ¿Ese tipo te amenazó?, pero que imbécil. Y tú ¿Qué vas a hacer? —cuestiono su hermano ahora si asustado por lo que acababa de oír—. ¿Vas a dejar de frecuentar a Eliza?
—No, claro que no —Sepia empezó a mordisquearse nerviosamente la uña del dedo pulgar—. Ya hable con Eliza y con su padre. Les deje bien claro que no quiero tener ningún tipo de relación con ella, espero que eso sea suficiente.
—¿Para quien? ¿Para ellos o para ti? —Ricky se cruzó de brazos—, ¿Estas dispuesto a enfrentarte a ese hombre por conquistar a Eliza?
—¿Cuál dispuesto? ¿Cuál enfrentarme? —exacerbo Sepia—. Claro que no, yo no estoy interesado en Eliza. No te voy a negar que ella es especial, y es... muy linda, solo eso.
—Entonces no estás interesado en ella, solo te gusta —replicó Ricky arqueando una ceja.
—Exactamente me gusta. Soy un hombre y no estoy ciego. Eliza me gusta mucho. Ela me fascina, pero de ahí a arriesgarme por ella hay mucho trecho —Sepia empezó a comer de nuevo.
—Claro como no te va a gustar, vi unas fotos de ella y tiene unas piernas…
—¿Qué dijiste? —interrogó Sepia con el ceño fruncido.
—Bueno que ella…
—No te atrevas a hacer ni un comentario de sus piernas o te meteré este pan entero en la boca —exacerbo Sepia amenazándolo con un panecillo que tenía en la mano.
—Tranquilo, me voy a quedar callado —concedió Ricky entre risas—, pero ¿Acaso no era que no te importaba?
—Eso no tiene nada que ver. No tienes ningún derecho a hacer comentarios de ella, ni de sus piernas —replicó Sepia mirando mal a su hermano.
—¿Porqué?
—Por que son sus piernas y punto.
Ricky no soporto más y estalló a carcajadas. Sepia no podía ocultar su mala cara.
—Eres muy gracioso hermano —farfullo Ricky—, para que Eliza sea sólo tu amiga la defiendes muy bien.
—Eliza y yo sólo somos amigos y así todos estarán contentos.
—¿Pero si te gusta? ¿Porque no intentar algo con ella? —inquirió Ricky mirándolo a los ojos—, ella se ve que si esta interesada en ti.
—No te equivocas —replicó Sepia tomando un sorbo de jugo—. Eliza dibuja rostros, ha pintado a Ray y a Javier también. Así que mi dibujo no quiere decir nada. En cuanto a su amabilidad ella es buena con todo el mundo.
—Entonces lo que se interpone entre ustedes no eres tu, sino ella.
—¡Ricky no digas tonterías! —grito Sepia dejando a un lado lo que estaba haciendo—. Como te hago entender que Ela no me interesa. La veo como a una hermana y ya, y por eso es que quiero protegerla, nada más.
—Esta bien —concedió Ricky alzando las manos en forma de rendición—, como dijiste que te gustaba.
—Eso es normal, me gusta como algunas otras mujeres —repuso Sepia colocándose de pie—, como me gusta la hija de la vecina, por ejemplo.
—Sin embargo Eliza es mucho más linda. Lo mejor de todo es que ella no te ha rechazado por tu enfermedad.
Sepia se quedó pensando en eso. La madre de los muchachos entró interrumpiendo la conversación. Sepia le hizo una seña disimulada a su hermano para que guardará silencio.
Pronto llegó la hora de la cena. El señor Dago estaba muy feliz de que su hijo la hubiera pasado tan bien. La señora Leonor también sonreía de par en par, mientras Eleonor y Leticia hablaban de unas chicas muy buena honda que habían conocido en el centro comercial.
—Sepia tengo una idea —dijo de pronto Ricky—. Estuve pensando en la forma en la cual podemos conseguir el dinero para la fiesta de las niñas.
—¿Cuales niñas? —cuestionó Leticia cruzándose de brazos.
—Bueno, creo que si vendemos Cupcakes de nuevo podemos obtener el dinero que necesitamos —comentó Ricky dejando a un lado los cubiertos—. Nos iba muy bien en el pasado, vendíamos mucho.
—Eso era porque éramos niños y tu ponías tu cara de huérfano —replicó Sepia señalándolo con su cuchara—. Le dabas lastima a todas las vecinas y terminaban comprándonos todos los Cupcakes.
—Pues ahora no tiene porque ser diferente. Aun sigo teniendo esos dotes de vendedor.
—Parece una buena idea —concedió su padre—. Sería bueno intentarlo, desde que su madre este de acuerdo.
—¿Yo?, claro que sí.
La señora estaba segura de que si los muchachos se mantenían ocupados serían menos susceptibles a hacer cosas indebidas. Pues su madre solía decir que la mente desocupada era taller del diablo.
—Ustedes pueden ayudarme por la noche a dejar las masas y las cremas preparadas —dijo la señora Leonor—. Yo les ayudare por las mañanas. Los tendré listos para que los entreguen en las tardes, después de que salgan de clase.
—Bueno, creo que puede funcionar —afirmó Sepia después de un largo rato—. Hay que empezar a promocionarlos, comprar los ingredientes, fijar los costos y ganancias.
—¡Me gusta ese ánimo! —exclamo su padre—. Así se inician los grandes negocios.
—Nosotras también podemos promocionarlos con nuestros compañeros y amigos —agrego Leticia.
Sus ojos brillaban de sólo pensar en que podrían tener su anhelada fiesta de 15 años.
—Además con lo ricos que quedan nadie podrá decir que no —continuó Eleonor, agarrando su celular—. Podemos comprar en línea lo que nos haga falta para que salga más económico.
—Ok, me encanta el entusiasmo de esta familia —agrego Ricky colocándose de pie—. Empezaremos ahora mismo.
—Gracias —añadió Sepia mirándolos a todos—. Gracias por ayudarme a enmendar lo que hice.
—Ya te dijimos que eso no fue tu culpa, fue una decisión de todos. Cometiste un error como los cometemos todos —profirió el señor Dago—. Somos una familia y es nuestro deber apoyarnos entre sí.
—Gracias de todos modos.
Lo que quedo del día Ricky y Sepia se dedicaron a planificar su negocio. A buscar una estrategia efectiva para realizar su meta.
Si querían los resultados deseados tenían que colocarse una meta muy alta. Los chicos eran ambiciosos y tenían la plena seguridad de poder conseguir el resultado deseado, con sólo su poder de convencimiento.
Ricky era el mejor en esos casos sabía utilizar su palabrería barata para lograr vender hasta un tornillo viejo. Sepia hacia de Edecán, el sólo lo acompañaba y sostenía la mercancía mientras el la mostraba. Ahora sería lo mismo, como cuando tenía Ricky 13 y el 12, y querían comprar una bicicleta y como su papá no tuvo dinero para comprárselas decidieron vender Cupcakes hasta que reunieron todo el dinero.
Ricky era quien siempre sacaba adelante cualquier proyecto solo con su buena actitud.
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