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CAPÍTULO 21

Los primeros rayos del sol entraron por una de las ventanas de la sala. Sepia estaba profundo, no había podido conciliar el sueño hasta el amanecer. Ray ya se hallaba despierto, junto a Javier quien se encontraba amontonando los carbones de la chimenea.

Sofía se estiró como un gato. Tenía la espalda tensionada de dormir en el suelo. Eliza se removió y se despertó en ese momento. Lo primero que hizo fue buscar con su mirada a Sepia.

Cuando lo halló sintió un gran alivio, pensaba que tal vez se había ido asustado por el show que ella había hecho la noche anterior.

—Amiga ¿Cómo dormiste? —pregunto Sofía mirando a Eliza—. Al menos dormiste toda la noche.

—Si, pero tuve pesadillas —contestó Eliza colocándose de pie—. ¿Crees que el este bien?

—Hay amiga, pues yo creo que sí —la mirada de Eliza estaba puesta en Sepia—. Al menos mentalmente, porque físicamente debe tener el mismo dolor de espalda que tenemos todos.

—Llamaré a el señor Chang para que venga a recogernos —agregó Eliza, buscando su móvil en la maleta—, hola muchachos ¿Cómo amanecieron?

—Pues no también —contestó Ray—, sentí mucho frío.

—Por tonto —replicó Javier acercándose a su novia para saludarla—. A la madrugada sentí también frío y me le arrunche a la espalda del grandulón. Creo que se dio cuenta pero no dijo nada.

—¿Es en serio? —se mofo Ray con una sonrisa— ¿Dormiste con Sepia?

—Si —respondió Javier encogiéndose de hombros—. No iba a soportar tanto frío teniendo una fuente de calor tan cerca. Además Sepia parece una estufa.

—Bueno, al menos se dieron calor mutuamente —argumento Sofía dándole un beso a su novio—, ¡Hay que despertar al bello durmiente, debemos irnos!

—¡Por Dios! —exclamó Eliza al encender su móvil—. Tengo infinidad de llamadas perdidas de John Hubble y de mi padre, ¡El va a matarme!

—A ti, y después a nosotros —afirmo Ray, miro a Sepia y suspiro—. Pero a ese si lo va a estrangular. Si antes no le caía bien, ahora mucho menos. Cuando se entere que por el, fuiste capaz de quedarte en este lugar, lo va a acribillar.

—¿Y quien se lo va a decir? —inquirió Sofía dándole una palmada en el hombro a Ray—,  nadie le va a decir nada.

—No es necesario, el lo va a suponer. Jamás habíamos hecho esto —replicó Ray volteando sus ojos—. Es apenas justo que piense que todo fue un plan de Sepia, para quedarse a solas con Eliza.

—No digas tonterías, eso no es verdad —exacerbo Eliza arrugando los ojos—. Además Sepia puede oírte.

—Eso es lo que tu papá va a creer —se defendió Ray encogiéndose de hombros—. ¿No has visto como te mira el chico?, le gustas eso es obvio.

—No lo se.

Eliza camino por la sala, sus ojos se quedaron inertes al ver la escalera.

—Voy a estar afuera, déjenlo dormir hasta que llegue el señor Chang.

Eliza salió casi a carrera de la casa. Busco en su móvil el número del señor Chang, pero no fue necesario llamarlo. El señor Chang venía llegando a la cabaña en la camioneta del señor Francisco, por lo cual Eliza intuyó que su padre venía con el. Y no solo el, sino John Hubble.

Eliza sintió que el suelo en el que estaba se encontraba temblando. Se peino un poco el pelo e intento recomponerse el vestido. El señor Chang llegó de primero y fue el quien se bajo en seguida. Camino con rapidez hacia la muchacha.

—Mi niña, tu papá esta furioso —le dijo el hombre apenas estuvo a su lado—. Cree que ese muchacho que trajiste te secuestro. Yo le dije que no era así, pero tú sabes como es el.

—Yo vine aquí por mi voluntad —añadió Eliza de inmediato.

—El quiere llevarse detenido a tu amigo —susurro el señor Chang.

Eliza sintió que el corazón se le iba a salir por la boca.

—Y ese hombre John Hubble está de acuerdo, tienes que tener mucho cuidado mi niña.

—Por favor señor Chang, no permitas que lo toquen —le rogó la chica mirando a él hombre a los ojos—. Pase lo que pase, no dejes que le hagan daño.

—Así será —respondió el señor Chang—, no le va a pasar nada a ese joven.

—Gracias.

—Eliza, mi amor ¿Estas bien? —pregunto su papá apenas bajo del vehículo.

El venía sólo, pero John Hubble contaba con tres guardaespaldas que no lo dejaban ni a sol ni a sombra. Corrió al lado de su hija y la abrazo con todas sus fuerzas.

—Tuve tanto miedo de perderte.

—Papá, estoy bien —respondió la chica acariciando el rostro de su padre—. Lo siento, pero no quería quedarme en la cabaña, así que decidí venir aquí.

—Eliza, ¿Estas bien? —inquirió John Hubble acercándose a Eliza.

Sus guardaespaldas le seguían de cerca, era un hombre alto y muy bien parecido, tanto que Eliza casi no pudo creer cuando el se intereso en ella. A pesar de su atractivo físico, no logró despertar el interés de Eliza, ni siquiera con los lujosos regalos que le mandaba.

—¿Quien te hizo esto?, dímelo ahora para hacerlo pagar.

—¡Quien me hizo que! —grito Eliza asustada—.Yo vine aquí por que quise, nadie me obligó a nada.

—Jamás vendrías aquí por voluntad propia —replicó su padre alzando la voz—. No venias a esta cabaña desde que...

—Desde que murió mamá —completo Eliza mirando a su padre a los ojos—. Pues ya crecí y algún día tenía que vencer ese temor. Quiero por favor que dejes ya de meterte en mis decisiones.

—¿Porque tanto alboroto? —pregunto Sofía saliendo de la cabaña—. Señor Francisco, que gusto verlo.

Ray y Javier salieron de la cabaña. Ambos se hicieron los causales, los que con ellos no era la cosa.

—Que bueno que llegaron —bromeó Ray con una sonrisa—. Estoy muerto del hambre, ¿Trajeron el desayuno?

—Yo quiero ir a darme un baño —siguió Javier intentando minorar el problema—. O pronto oleré a Zorrillo.

—¿Porque trajeron a mi hija aquí? —exacerbo el señor Francisco mirándolos con furia—. Que no vieron el peligro a el que la exponían trayéndola a este lugar.

—Señor Francisco no sucedió nada malo —se defendió Ray, acercándose al hombre—. Nadie sabía que íbamos a estar aquí. Usted sabe que protegeríamos a Eliza de cualquier peligro.

—Ese no es el punto —exclamó John Hubble alzando la barbilla—. Aquí lo verdaderamente importante es que estos muchachos son un peligro para Eliza. Señor Francisco, lo mejor será que la aleje de ellos, estos chiquillos no son de confianza.

Eliza no podía creer el descaro de ese hombre. Quería separarla de sus amigos.

—Aquí el único que no es de confianza es usted —contestó Sofía que no tenía intenciones de quedarse callada—. O ¿Porqué cree que decidimos quedarnos aquí?

—Yo te contesto amor —repuso Javier, caminando hacia donde estaba John Hubble—. Para no verle la cara a cierto sujeto desagradable. Por eso nos quedamos aquí.

—El señor John Hubble tiene razón —concedió el señor Francisco.

John Hubble miraba a los muchachos como si quisiera matarlos.

—Han roto mi confianza, pensé que eran más responsables, más inteligentes…

—Papá para ya con esto —dijo Eliza procurando calmar el temblor de su voz—. Ellos son mis amigos y ni intentes separarme de su lado. Déjame decidir por mi misma, yo soy quien debo decidir a quien ver y a quien no. Deja ya de imponerme a este hombre.

Eliza miro a Jhon Hubble.

—Y Señor John Hubble entienda de una vez por todas que no quiero tener nada que ver con usted. Deje de enviarme regalos, de llamarme, de perseguirme. Yo no quiero nada que venga de usted. Jamás me ha interesado y jamás va a importarme.

—Eliza, no le hables así a el señor John —la regaño su papá.

John en vez de encontrarse deprimido por las palabras de la muchacha, se encontraba furioso. El siempre tenía lo que deseaba, ya fuera por las buenas o por las malas.

—¿Así como?, con la verdad —añadió la chica. Sus amigos se miraron entre si, como no creyendo lo que oían—. Quiero que tu y el me dejen de una vez por todas en paz.

—Eliza, ¿Qué te pasa?. Tu nunca me habías hablado así —espetó su papá mirándola con irá—, ¿Por que me hablas así?

—Es por el, ¿Verdad? —grito John Hubble haciendo que Eliza se sobresaltara, se acercó amenazadoramente a la Eliza—, por un niño que acabas de conocer, que es un fenómeno y que además es un pobretón que no tiene nada que ofrecerte. El no es nada comparado conmigo, yo soy mucho…

—No somos iguales, eso es muy cierto —le interrumpió Sepia apareciendo por la puerta de la cabaña.

Era imposible que con tanto alboroto no se despertará.

—Y se equivoca en pensar que yo tengo algo que ver con las decisiones de Eliza. Ella es una chica inteligente y madura, capaz de tomar cualquier decisión por si misma.

John Hubble estudio de arriba a abajo a su rival. El señor Francisco se encontraba furioso, la tensión se sentía en el aire.

El único que se mostró tranquilo fue el señor Chang, quien mantenía siempre la calma. Una situación tan ínfima se había convertido en todo un problema.

Algo tan mínimo estaba a punto de convertirse en una tragedia.
John Hubble no estaba dispuesto a perder. Eliza no estaba dispuesta a que le hicieran daño a Sepia.
Sepia no tenía miedo, el no había hecho nada malo y no iba a acobardarse.

—Vas a arrepentirte de esto niño —le amenazó John Hubble—. Nadie se mete en mi camino, no ha nacido quien pueda vencerme. Captúrelo señor Francisco, es hora de que vaya a prisión por secuestro.

El señor Francisco dudo frente a la orden del sujeto, no era correcto. Sepia palideció por un momento. Sofía se abrazó a el brazo de Javier, y Ray como el señor Chang tampoco estaba dispuesto a permitir que tocarán a Sepia.

—Por favor, no vayas a capturar a nadie —pidió Eliza tomando la mano de su padre—. Papá tu siempre haz hecho lo correcto.

Unas lágrimas surcaron por el rostro de la chica. Observo fijamente a su padre quien no podía dejar de mirar a Sepia.

—Tu le prometiste a mamá que siempre harías el bien. Sabes que esto es injusto, no lo hagas o perderás mi respeto para siempre.

El hombre miro a su hija y recordó a su amada Mae. Ellas eran idénticas, la promesa que le hizo a su esposa fue como si se la hubiera hecho a Eliza.

—Volvamos a la cabaña —agrego el señor Francisco largando un suspiro a el aire—. Ya mi hija nos contó lo que sucedió. Los muchachos sólo quisieron tener una pequeña aventura, aquí no paso nada.

—¡Parece que no me oyó! —bufo John Hubble mirando con furia al comandante—. ¡Capture a ese muchacho!

—Fue usted el que no me oyó a mí —replicó el señor Francisco con mala cara—. Aquí no paso nada. Sólo un grupo de amigos que pasaron una noche en una cabaña, nada más.

El señor Francisco camino hacia su auto.

—Muchachos suban, es hora de irnos.

—¡NO VA A HACER NADA!

—NO —grito el señor Francisco de vuelta—. Y usted tampoco porque el es menor de edad. Aparte no creo que quiera que la grabación que esta haciendo Javier llegué a el dominio público.

—Además estoy grabando en directo señor John Hubble. Así que todo lo que dijo e hizo ya lo sabe todo el mundo —canturreo Javier mostrándole su móvil—. Lo mejor es que se suba a su auto y se marche de aquí.

—Eliza, yo no me doy por vencido tan fácilmente —determinó John.

Sepia camino hacia donde se encontraba Eliza, no quería que se sintiera sola. Además sus sentimientos le obligaban a defenderla de todos los que quisieran dañarla.

—Tarde o temprano encontraré la manera de que estés conmigo. Más vale que te hagas a la idea.

—Más vale que usted se haga a la idea de que ella no quiere tener absolutamente nada que ver con usted —exclamó Sepia llegando a el lado de Eliza.

Eliza se aferró con fuerza a el brazo de su protector. Sepia la miró fijamente; haciéndole con ese acto la promesa de que nunca iba a dejarla sola.

— Déjela en paz. Entre mas la acose, ella más va a odiarlo.

—Tu no vas a decirme que tengo que hacer —replicó el sujeto, miro a Sepia a los ojos—.Voy a tenerla. Lo mejor será que no te atravieses en mi camino o vas a arrepentirte.

Sepia sintió como la calor volvía recorrerlo. La rabia empezó a carcomerlo por dentro, Eliza clavó sus uñas en su brazo. Eliza seguía pegada a el y no pensaba soltarlo.

—El único que va a terminar arrepintiéndose va a ser usted...

—Tienes muchas agallas para ser sólo un niño —espetó John—. Más yo puedo acabarte con solo mover un dedo. No eres nada frente a mi.

—A mi no me importa lo que piense —añadió Sepia—, lo único que me importa es lo que piense Ela. Y NO LE TENGO MIEDO, NI A USTED, NI A SU PODER.

—Sepia vámonos —murmuro Eliza—. No vale la pena.
           
 

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