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CAPÍTULO 20

Eliza en esos momentos era frágil, o tal vez en todos. A Sepia le daba un gran pesar verla así de triste, era como cuando a Eleonor se le perdían las zapatillas plateadas. Sepia entonces tenía que remover toda la casa para ayudar a encontrarlas, o sino su hermanita no podría salir y estaría triste por el resto de semana.

O cuando Leticia veía esas películas románticas y terminaba llorando por una hora. Sepia la apoyaba en su hombro y le decía que eso no era verdad; aunque en los créditos dijera basado en hechos reales.

El estaba enseñado a lidiar con las mujeres tristes, esa era su especialidad. Como cuando su padre llegaba a media noche, y Sepia le decía a su madre mientras la abrazaba que su padre estaba bien, que la junta había terminado tarde. Aun cuando sabía que esa noche su papá había salido de trabajar temprano y de seguro estaba con una mas sus conquistas. Ese era uno de los motivos de más fricción entre padre e hijo. Sepia jamás le perdono a su padre sus engaños.

Ahora veía con más claridad el tipo de afecto que tenía hacia Eliza. Era como si ella fuese su hermana, y aquellos arrebatos de querer mantenerla alejada de John Hubble eran por protegerla, como haría con Leticia y Eleonor.

Ese era el cariño que sentía hacia Eliza, como el de una hermana y la atracción física la relaciono con el hecho de que era un hombre en pleno desarrollo. Las hormonas a su edad se alborotaban.

Era normal que sintiera deseo hacia una mujer, mas si esta era bonita.

Sepia a veces se pasaba de tonto.
Eliza aceptó con las mejillas sonrosadas la mano de Sepia. Camino lentamente tras de el mientras entraban a la cabaña. El lugar estaba totalmente vacío, tenía un segundo piso, que como se podía notar también se encontraba sin nada.

Ray se esforzaba por hacer prender la chimenea, habían unos cuantos trozos de leña que podían servirle.

Los ojos de Eliza recorrieron el lugar y le dio un fuerte apretón a Sepia clavándole las uñas en la mano. Sus piernas temblaban y no dejaba de mirar la escalera. El sitio en el cual asesinaron a su madre.

Los chicos no dijeron nada al ver a Eliza y a Sepia tomados de la mano. Simplemente se miraron entre ellos y siguieron encendiendo el fuego.

Sofía se apresuró a cerrar la puerta. Eliza seguía aferrada a Sepia y no tenía intenciones de soltarlo. Sepia podía sentir el miedo, el temor. Pero no quería que los demás pensarán que el tenia una relación amorosa con Eliza. Así que suavemente la soltó; miro su mano y vio las marcas de la uñas. Jamás pensó que Eliza tuviera tanta fuerza.

—Lo siento —musito la chica volviendo en sí—. ¿Es que?

—Tranquila —la interrumpió Sepia—, ¿Se te olvida que prometí cuidarte?

Eliza negó con la cabeza mientras sonreía. Luego se marcho hacia donde se encontraban los chicos.

Sofía tomó a Eliza del brazo y se la llevo hacia la chimenea. Allí la sentó sobre una manta y acarició su espalda para darle todo su apoyo.

—Sólo nos queda este pan de cena —informó Javier sacando el alimento de la bolsa—. Espero que se conformen, porque no hay más comida. ¡Lo digo por ti Ray!

—¡Vamos a morir de hambre! —exclamo el muchacho haciendo como si fuese a llorar—, ¡Mi estómago no soportará esto!

—No seas llorón —le regaño Sofía—. Tienes bastantes reservas de grasa como para aguantar una semana sin comida. Y no molestes, mira a Eliza como esta.

Eliza estaba temblando. Recordaba cada instante de esa noche como si estuviese pasando ahí mismo. Los recuerdos se arremolinaron en su mente: los gritos de su madre, el sonido de la lluvia, sus lágrimas y el intermitente bum, bum de los disparos que acabaron con la vida de su progenitora. Todo estaba allí en su mente como un dejavu.

—Fue una pésima idea traerla aquí —replicó Ray corriendo a el lado de la chica—. Tal vez tiene frío.

—Ponle mi camisa —espetó Sepia sacando la prenda de su maleta—, ¿Que es lo que le pasa?

—Esta en shok, le sucede cuando tiene miedo —respondió Sofía arropándola. La chica estaba muy preocupada—. Tiene miedo, necesita sentirse segura para volver.

Los ojos de Sofía se desviaron hasta Sepia. En esos momentos el era el único que podría lograr eso.

—Yo… pero ¿Porqué?

—Porque la idea de traerla aquí fue tuya y eres el que la convenció de venir —grito Sofía.

Odiaba que la gente se negará a ayudar cuando se le necesitaba.

—Abrázala, hasta que ya no tenga miedo.

Los ojos de Eliza estaban perdidos. Fue allí que Sepia vio que estaba llorando y accedió a ayudarla. Se acercó a ella y la abrazo con fuerza a su pecho. Sin embargo Eliza no respondía. Ella no estaba allí, sólo su cuerpo, pero no su alma.

“Flashback:

La señora Mae oyó el sonido de un auto. El señor Francisco acababa de llamarla para decirle que se tardaba, así que supuso que no era el. Miro por la ventana desde su habitación en el segundo piso.

Un Chevrolet color negro aparco en la entrada de la casa. De allí se bajaron dos hombres vestidos de negro. Su pequeña hija se había quedado en la recámara con ella porque le tenía miedo a las tormentas.

Llovía fuertemente y hacia un frío espantoso. El sentido de supervivencia de la señora Mae se activó de inmediato. A ellos una banda de criminales los había amenazado de muerte. Tomó a su hija en brazos y corrió hacia la habitación de su hijo. Con su mano libre lo despertó, y le susurró que hiciera silencio.

Su hija se despertó en ese momento, justo en el instante en que se oyeron tres disparos. Chris el guardaespaldas de la señora Mae intentaba hacerle frente a los atacantes, dándole tiempo a la señora Mae para que escapará con sus hijos.

Eliza empezó a gemir, su madre con el corazón en la mano corrió hacia la escalera. Arrastrando a Máx con una de sus manos. Bajo al primer piso en donde Chris ya se encontraba tendido en el suelo. Ahora sólo les quedaba una opción salir por la puerta trasera.

Máx había empezado a llorar y la señora Mae era un nudo de confusión y miedo. Corrieron hacia la puerta trasera pero uno de los hombres venía por allí. La señora Mae retrocedió y sus pies descalzos pisaron los vidrios de un jarrón roto. No pudo evitar gritar de dolor.

No había algún lugar por donde escapar. Camino hasta un mueble que se encontraba detrás de la escalera. Era un lugar para guardar cosas que no sirvieran y había espacio suficiente para que los niños pudieran esconderse.

Entró primero a Máx y luego a Eliza que se aferraba en su cuello.

—Mis niños, solo tienen que prometerme algo —susurro la mujer en medio del llanto—. Pase lo que pase; no vayan a gritar, no vayan a salir de aquí hasta que su padre llegué. ¿Me entendieron?

—Si mami —respondió con timidez Max.

Eliza apenas y pudo asentir con la cabeza. La señora Mae beso a sus hijos y los abrazo con fuerza. El hombre que venía por la puerta trasera rompió la puerta y entro. La de la entrada pronto cedería y ellos dos estarían adentro.

—Los amo, jamás lo olviden…

La mujer cerró la puerta y corrió hacia la escalera. Uno de los hombres forzó la puerta de la entrada y al abrirla sin mediar palabra disparó en repetidas ocasiones contra la mujer mientras esta se encontraba de espalda.

Máx tapó con su manita la boca de su hermana, para ahogar sus gritos. Luego oyeron pasos, los sujetos subieron a el segundo piso y bajaron rápidamente. Revolcaron toda la casa buscando a los niños.

 Máx oyó los pasos del sujeto cuando se colocó frente a el mueble, el tipo acercó su mano a la perilla para abrir el armario. En ese momento se oyó a lo lejos la sirena de un auto de Policía.

Los dos maleantes no tuvieron nada más que hacer sino salir corriendo. Los niños permanecieron en silencio. Las lágrimas brotaban de sus ojos como el agua de un manantial.

Los policías llegaron pero ya era tarde. Máx reconoció la voz de su padre, le daba órdenes a sus hombres para que entrarán. El hombre cayó de rodillas al ver a su esposa muerta. Se arrastró a su lado y maldijo en voz alta.

—¡Los niños! —empezó a gritar frenético—. ¡Busquen a los niños,!, MAE… NO… NO MI MAE. PERDON POR NO LLEGAR ANTES.

—Llamen una ambulancia —intervino uno de los policías—. Chris aun está vivo.

—¡LOS NIÑOS! —volvió a gritar el hombre—, ¿Dónde están los niños?
—No los encontramos…

Máx abrió lentamente el mueble y salió de la mano con Eliza. Esa imagen era desastrosa. El uniforme de su padre estaba ensangrentado. Su madre yacía en sus brazos sin vida. Su sangre bañaba toda la escalera.

Eliza se soltó de la mano de Máx y salió corriendo hacia el patio. Uno de los hombres de su padre logró alcanzarla. No obstante ya el dolor estaba allí. El daño ya estaba hecho. Su madre no volvería jamás y ese suceso la marcaria para siempre. Su padre levantó la mirada y le gritó con fuerza.

—¡ELIZA!”

Eliza movió la cabeza con fuerza y volvió en sí. Alzó la mirada y se encontró con los ojos preocupados de Sepia.

El chico la tenía abrazada con fuerza, podia oír el martillar de su corazón, y su aliento tocaba su cara. Sepia tenía la  boca curvada hacia abajo y en su frente se marcaban unas pequeñas arruguitas.

Estaba totalmente conmovido con la situación, lo sobrecogía la fragilidad de Eliza; su ternura. Le daba mucha lástima verla en ese estado.

—¿Estas bien Eliza? —preguntó Sofía tocando su frente—. ¿Que te paso?

Eliza cayó en cuenta lo que había pasado. Sucedió el día en que se quedo encerrada en el baño. Ella era claustrofóbica, a causa de lo sucedido.

—Estoy bien —aseguró la chica reponiéndose.

Estaba sudando frío y le temblaba todo el cuerpo. Sepia se hallaba ya de por si bastante inquieto con su cercanía. Así que la dejó libre y se alejó de ella, dejándola a manos de Sofía. No quería que Eliza pensará que era un aprovechado.

—Tranquila amiga, todo esta bien —añadió Sofía.

Ray le paso una botella con agua, ya el fuego estaba encendido y no hacia frío.

—Lo siento, yo no quería asustarlos es…

—De que hablas —intervino Javier pasándole un poco del pan que les quedaba—. Esta bien, la culpa es nuestra por traerte aquí. Come pan, dicen popularmente que las penas con pan son menos.

—No quiero, sólo necesito dormir —susurro Eliza.

Sepia se hallaba apartado de los demás. Necesitaba calmar su mente y sus sentidos. Busco en las maleta y encontró una manta que cargaban para el sol.

—Puedes dormir encima de esta manta —añadió Sepia con pesar.

Observo a Eliza quien reconoció la cara de lástima hacia ella. Esa mirada era la que no le gustaba.

Ella prefería otro tipo de mirada, una que la hacia sentir importante; como si ella fuese especial.

—Si, creo que es lo mejor —musito Eliza.

Sepia tendió la manta e hizo una improvisada cama. Eliza se acurruco a el lado de Sofía, quien la abrazo. Los chicos les pasaron los vestidos y sus camisas, para que se cubrieran.

Eliza recordó lo bien que la había pasado en el trascurso del día, no tenia motivos para estar triste. Jamás podría cambiar el suceso que marco su vida. Lo único que podia cambiar era el efecto que tenia en ella.

Tenia que empezar a hacerle frente a su temor, eso era necesario, por ella y por el chico que la miraba fijamente. Como esperando el momento en que volvería a recaer, para sentir más pena por ella. Era mejor no pensar en nada, cerrar su mente para no sufrir.

Pronto las muchachas se quedaron dormidas. Ray ya también se había dormido; sentado como una gallina, al calor del fuego.

—¡Que suerte que encontraste leña! —espetó Sepia tomando un poco y echándola al fuego.

—El señor Chang la dejo lista, por si alguna vez tenía que quedarse aquí —contestó el chico, su mirada se desvió hacia Eliza y Sofía—. Duermen como angelitos.
Pobre Eliza aun no ha superado la muerte de su madre.

—¿Cómo murió la señora? —pregunto Sepia mirando a su amigo—, fue en este lugar.

—Si, justo allí —respondió Javier señalando la escalera—. En ese lugar la asesinaron unos sujetos. Mientras Eliza y Máx estaban escondidos en un mueble de madera.

—¿La asesinaron?, ¿Quienes? —inquirió Sepia frunciendo el ceño.

—Por esos días el señor Francisco desarticuló una banda dedicada al narcotráfico. Uno de los jefes cayó preso y se dice que desde la cárcel, ordenó a sus hombres que se vengaran del señor Francisco —le contó Javier, su mirada estaba perdida en el fuego—. Ellos llegaron aquí una noche, el señor Chris era el guardaespaldas de la señora, alcanzó a avisarle a Don Francisco sobre un auto de sospechosos, pero Don Francisco estaba muy lejos. El hombre intento defender a la señora pero no pudo, lo hirieron antes de que entrarán a la casa. La señora Mae escondió a Eliza y a Máx en el armario. Cuando los sujetos ingresaron la encontraron subiendo las escalera y fue allí donde la asesinaron. Luego buscaron a Máx y a Eliza para terminar su trabajo, pero Don Francisco logró llegar. Atraparon a los hombres y salvaron a los niños. Sin embargo Eliza y Máx quedaron marcados para siempre.

—¿Que terrible? —comentó Sepia mirando a Eliza—. Con razón su reacción, eso debió ser muy traumático para ella.

—Imagínate, Eliza tenía 4 años —añadió Javier con pesar—. Ser un niño y presenciar el asesinato de tu madre, luego verla allí sin vida… Desde entonces Eliza no venía a este lugar. El señor Francisco mandó a construir la otra cabaña. Su propiedad es muy extensa, así que decidió hacer la nueva construcción más cerca de la ciudad y del pueblo. Para que algo así no volviera a repetirse.

—Tal vez fue un error traerla a este lugar —susurro Sepia sin apartar la mirada de Eliza—.  Creo que había sido menos traumático ver a John Hubble que venir aquí.

—Si, eso puede que sea cierto —concedió Javier acomodándose para  dormir—. Pero lo bueno es que venció su miedo, y tu la ayudaste. Eso hacen los verdaderos amigos.

—“Amigos”, supongo que si.

Sepia se acomodó en el suelo que gracias a la chimenea estaba caliente. El aire era frío, más sin embargo el calor del fuego hacia todo más apacible. Sepia no lograba conciliar el sueño, estaba más confundido que nunca.

Eliza lo confundía; sentía la necesidad de protegerla y ese sentimiento de culpa que lo embargaba cada vez que le sucedía algo malo. Cada vez que se entristecía, el sentía deseos de hacerla dichosa, y nunca se odio tanto como cuando la insultó con sus palabras. Se odiaba a sí mismo por haberle hecho daño. El sólo quería verla feliz, sólo eso.

El amor no siempre es a primera vista como en las novelas. En algunas ocasiones dos personas totalmente ajenas empiezan a enamorarse con el tiempo. O en algunas parejas se enamora uno primero, y con el trato del otro este le corresponde a ese amor. O como casi siempre sucede dos personas fingen amor sólo por conveniencia o por costumbre y terminan enamorándose.

Sepia era muy joven para saber que tipo de sentimiento era el que sentía por Eliza; amistad, empatía, cariño, amor, fuese cual fuese iba a morir esa noche.
Sepia no quería tener ningún tipo de relación amorosa con Eliza. No porque el no quisiera, sino porque no quería hacerle daño a Ela, como la llamaba el. Sepia creía que no había nacido para nadie.

Su condición le impedía tener una relación normal con cualquier chica. El no iba a permitir que Eliza cargará con el peso de ser la novia de “Parchecitos.”
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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