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CAPÍTULO 18

Sepia camino hacia el lugar en donde habían dejado las cosas. Mientras tanto Eliza no cabía en sí de la alegría.

Había logrado que Sepia confiara en ella, además la había tomado de la mano, eso habían sido un momento muy especial. Durante el cual los demás dejaron de existir.

Eliza decidió ir hacia donde se encontraban los demás, para ponerlos a el tanto de que Sepia y ella no iban a nadar.

—Chicos, ¿Porque tanta demora? —pregunto Ray asomando la cabeza—. ¿Y donde esta Sepia?

—Fue por el ajedrez, no queremos entrar a el agua —contestó Eliza llegando a la orilla, no iba a contarles la verdad, eso era entre ella y Sepia—. Ustedes sigan en lo suyo, el y yo vamos a estar a la sombra del árbol.

—¡Guau! —grito Sofía lanzando pequeños grititos—, te lo dije ¡Ya va a caer!

—Por favor Sofía el esta allí —le regaño Eliza—, puede oírte.

—Claro que no —replicó la chica.

Sofía y Javier jugaban a las escondidas dentro del agua. Javier no podía nadar mucho tiempo por el problema en su pierna, por eso aprovechaban cada instante para divertirse.

—Nosotros no vamos a interrumpirlos, estaremos aquí para que puedan estar a solas.

—Tranquila Eliza, Sepia pronto va a caer en cuenta que tu eres la chica que le conviene —intervino Javier guiñándole un ojo—. Yo se porqué te lo digo, el esta interesado en ti.

—Si, eso se le nota —habló Ray, quien ya estaba pensando en salir del agua para ir a comer—. Aprovecha, porque pronto tendremos que salir a desayunar.

—¡Glotón! —exclamó Sofía, dándole un pequeño golpe—, deberías dejar de pensar en comer todo el tiempo.

—Una dieta no te caería mal —intervino Javier mirándolo con seriedad—, y hacer ejercicio.

—No lo haré…

—Ni siquiera por ella —comentó Sofía alzando ambas cejas—. Galena es muy bonita, no le hace caso a cualquiera.

—¡Ayyy! —se quejó Ray  con vergüenza—. Sólo por ella tal vez lo haga.

—Bueno eso es el inicio, algo es algo —dijo Javier mirando a Ray—. Y yo voy a ayudarte.

 
                       
🌻🌻🌻

Sepia estaba agradecido con Eliza. Era la primera vez que se podía abrir con alguien de su misma edad. Alguien que no fuera de su familia, alguien que lo comprendía.

Rebusco en la maleta de Eliza el ajedrez. Había allí un par de prendas femeninas, un vestido de color marfil.

Toda la ropa de la chica estaba impregnada con ese olor a naranja y vainilla. Sepia acercó el vestido a su nariz y aspiro ese dulce aroma que hacia que sus sentidos se alborotaran de una forma indescriptible.

También llevaba maquillaje y unos elementos de aseo personal. Cargaba un mini botiquín y  hasta una aguja con un hilo. Parecía que ella siempre iba preparada para cualquier cosa.

Hasta había dejado allí su móvil. Sepia lo tomo con cuidado, tenía un poco de curiosidad. En el fondo de pantalla tenía una foto de ella con Máx y su padre.

Se veían muy felices todos sonriendo a la cámara. Máx llevaba a Fausto alzado, mientras abrazaba a Eliza por la cintura, se veían como una familia muy feliz.

Era normal que siendo Eliza la única mujer de su familia ellos la cuidaran tanto. Era como su joya; Eliza era una joya.

El móvil vibró entre sus dedos, por poco y el chico lo deja caer del susto. En la pantalla apareció un nombre, “John Hubble”; junto a el la leyenda que decía, “No contestar.”

El chico espero a que el sujeto dejará de marcar, y siguió buscando el ajedrez. Ese tal John era del que hablaba Eliza con su padre. Un hombre mayor que estaba interesado en la chica y al cual Eliza no le prestaba atención.

Al fin pudo encontrar lo que buscaba en el fondo de la mochila. El móvil volvió a sonar, esta vez era un mensaje.

Sepia se debatió entre leerlo o no, ya en si era muy atrevido de su parte haber esculcado toda la maleta de Eliza para ahora hurgar en su móvil. Pero bien dicen por ahí que la curiosidad mató al gato.
Abrió el mensaje, sólo esperaba que Eliza no se fuera a enojar.

Las cosas se habían arreglado mucho entre ellos como para que ahora volvieran a ponerse mal. Y es que el mensaje tenía el mismo remitente que la llamada; “John Hubble.”

Sepia empezó a leer el mensaje:

Señorita Eliza, ante su negativa a contestarme las últimas llamadas que le he hecho, he decidido visitarla.

Su padre me ha dicho que se encuentra de paseo en su cabaña, así que el motivo de mi llamada era para informarle que voy en camino.

Espero mi visita sea de su total agrado. Yo estoy muy ansioso por volver a verla, no sabe cuanto añoro su bella sonrisa y verme en esos hermosos ojos.

Pronto esto no será más un sueño, sino una realidad. Su más ferviente enamorado, el hombre que la adora por encima de cualquiera cosa, John Hubble.”

Mala suerte…

Se le había dado por leer el mensaje incorrecto. El sujeto se dirigía directo hacia Eliza y el no podía hacer nada para evitarlo.

Sintió una rabia subir por sus pies y alojarse directo en su cabeza, que le empezó a hervir como si la tuviera metida en un horno.

Tal vez era el clima que le había subido la tensión o el evidentemente; menos para el, estado cataclismo propio de los machos de cada especie. Los mal llamados “malditos celos.”

Ahora no tenía otra opción que contarle a Eliza sobre su desliz y quedar ante ella como un chismoso entrometido.

Camino lentamente hacia donde Eliza se hallaba esperándolo. La chica estaba sentada en la arena. Sepia llegó con cara de acontecimiento como si hubiera acabado de asesinar a alguien.

—Aquí esta el ajedrez —le avisó el chico sentándose a su lado—. Y discúlpame, lo que pasa es que llegó un mensaje a tu móvil y lo leí.

—¿Y que decía? —respondió Eliza sin prestarle mucho cuidado a el hecho de que Sepia hubiera violado su privacidad.

—Léelo...

Eliza tomó su móvil y empezó a leer. Cada vez que lo hacía su cara cambiaba y se enfadaba aun más. Su padre no iba a darse por vencido.

Iba a hacer lo que estuviera en sus manos para que ella terminará casándose con John Hubble.

—Lamento mucho haberlo leído, no soy un entrometido. Es solo que me dio curiosidad —se disculpó Sepia.

Eliza seguía con la mirada perdida y el ceño fruncido.

—¿Quien es John Hubble?

—Es un político, tiene mucho dinero. Es amigo de mi padre y hace ya varios días que esta insistiendo para que tenga una cita con el —contestó Eliza.

Empezó a acomodar las fichas del ajedrez. Sepia estaba atento a cada una de sus palabras.

—No puedo creer que mi padre lo haya invitado a la cabaña. Aun cuando le dije que no quería que se metiera en mis decisiones. Ese hombre se esta metiendo en todo lo que hago como una sombra.

—¿El te interesa?

Sepia había oído hablar a Eliza con su padre del tema, pero necesitaba la certeza. No sabía para ni por que.

—No, es un hombre mayor. Además las veces que hemos cruzado palabras me he dado cuenta que es muy machista, antipático, se cree mejor que los demás sólo por el hecho de tener dinero. No me interesa tener ningún tipo de relación con un hombre así.

Su mirada se profundizó. No obstante ahora era a Sepia a quien miraba, suspiro con fuerza y reunió todo el valor que necesitaba para poder hablar.

—Adicionalmente a mi me interesa alguien más.

Se hizo un largo silencio. Sepia tragó saliva, ¿Y si era el?
Debía tener el coraje suficiente de preguntárselo. Pero ¿Y si no era así?, lo único que haría sería el ridículo.

—Voy a llamar a el señor Chang, le advertiré lo sucedido para que no le diga a John en donde estoy. Al menos me librare de el por el resto del día —añadió Eliza colocándose de pie—. En un momento vuelvo, espero que aun no haya llegado.
 
La chica se alejó de Sepia, a la vez que sus amigos salían del agua. Era la hora de desayunar. Sepia aun no tenía hambre y menos después de lo que acababa de suceder.

—¿A donde va Eliza? —pregunto Sofía al ver que la chica se alejaba—.  ¿No iban a jugar?

—Si, pero recibió un mensaje de un tal John Hubble.

—¡Ese idiota no se da por vencido! —exacerbo Ray tirando lejos su toalla—. Entre Eliza más le dice que no más insiste, ¡Que fastidió!

—¿Esta hablando con el ahora? —cuestionó Javier mirando con desagrado, a el tampoco le caía bien John Hubble.

—No, fue a advertirle a el señor Chang para que no le diga a John Hubble donde esta —respondió Sepia apoyando sus brazos en su rodillas—. Ese sujeto viene a visitarla.

—Esto es el colmo —bufo Ray alzando los brazos—. Ni siquiera aquí puede estar tranquila, el la molesta todo el tiempo.

—Si, pobre Eliza —exclamo Sofía, sentándose al lado de Sepia—. De seguro se va a quedar en la cabaña hasta que Eliza vaya. Pobre mi amiga se sentirá muy incómoda. Sobre todo por que ese tipejo es un morboso y cada vez que la ve quiere desnudarla con la mirada.

“Eso sí que no.”

Sepia no iba a permitir que nadie más la mirara de ese modo. Nadie más aparte de el. A su defensa debía agregar que el lo hacia sin intención. Cuando Eliza estaba cerca sus ojos eran los únicos órganos que no podía controlar.

Esta bien los ojos y otra cosa…

—¿Y no hay algo que podamos hacer? —farfullo Sepia sintiendo como le hervía de nuevo la sangre—. ¿Podríamos ir a otro sitio para que Eliza no tenga que ver a ese sujeto?

No lo conocía pero a Sepia también le caía mal John Hubble.

—Buena idea —afirmó Sofía, se quedo pensando por un momento—. Pero el único sitio al que podemos ir sería a la vieja cabaña. Esta muy cerca de aquí y aunque esta abandonada, sigue estando en muy buen estado; allí podríamos pasar la noche.

—Todo muy bien; pero sabes que Eliza no va a querer ir allí —replicó Ray—. Ella no ha vuelto a ese sitio desde...

—Desde que la señora Mae murió —completo Sofía.

—No creo que acceda a ir —murmuro Javier viendo que Eliza se acercaba—. En ese lugar murió su madre, no irá allí ni a palos.

Eliza llegó hasta donde se encontraban sus amigos. Su rostro reflejaba todo lo que estaba pasando.

El acoso es un mal que nos afecta a todos, niños, niñas, muchachas, muchachos, señoras, señores, ancianos, ancianas, feos, bonitos, pobres, ricos, el no escoge la edad.

Es un cáncer que se expande por la sociedad y al cual hay que ponerle fin.

Nadie tiene porque acosar a nadie, cada cual debe tener la libertad de salir a algún lado sin necesidad de que otro lo persiga. Es necesario que los padres de familia enseñen a sus hijos el valor de un no.

Que aprendan que no siempre se gana, que no siempre se tiene a la persona que uno quiere. Para que cuando estos crezcan sean capaces de resistir un rechazo, porque el acoso es un tipo de abuso. Porque el acoso también es un delito.

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