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CAPÍTULO 16

Eliza se levantó muy temprano. Bajo a la cocina y le indicó a la señora Tay que no volviera a cocinar algo con chile mientras estuvieran allí.

También le pidió el favor de que empacara comida suficiente para el día en una cestas. Ya que irían de paseo a una pequeña cascada que estaba cerca.

Eliza subió al segundo piso, no se oía ningún ruido proveniente del cuarto de los chicos. Por eso supuso que todavía estarían dormidos.

Lo único que podía oír era la voz de Sofía, quien no podía evitar cantar mientras se bañaba.
Su móvil sonó en su mesita de noche.

Eliza se debatió entre contestar o rechazar la llamada. Su padre la llamaba de seguro para hacer preguntas acerca de Sepia

—Hola papá, ¿Cómo estas?

—Bien, mi niña y ¿tu? —pregunto su padre, Eliza sabía la intención de ese interrogatorio—.  ¿Que tal tu noche?

—Bien papá, vimos una película y luego nos fuimos a dormir —le contó, busco con su mano libre su estuche de maquillaje—. Todo estuvo muy bien.

—¿Y tu amigo? —cuestionó su padre—,  ¿Como se comportó?, no intentó hacer algo indebido, ¿Verdad? o…

—Papá, Sepia es un muchacho muy decente —le interrumpió Eliza—. No hizo absolutamente nada malo, se portó a la altura.

—No creo que sea tan decente —refuto su papá subiendo el tono de su voz—. Como sea, no quiero que te acerques a ese muchacho más de lo necesario. Entiende mi niña que el no es bueno para ti. Creo que fue una mala idea permitir que lo llevaras a la cabaña.

—¿Porque? —replicó Eliza, sus pasos se podían oír por toda la habitación—. Porqué no cumple con tus estándares de solvencia económica. Papá no soy un trofeo y quiero que dejes de hacer planes conmigo. No necesito un novio multimillonario para ser feliz.

—Amor, chiquita —la voz de su padre era como un ruego—. Yo sólo quiero lo mejor para ti. Si tuvieras una relación con John Hubble, no tendrías porque preocuparte más en toda tu vida. Desde que John te conoció no hace más que preguntar por ti. El es un hombre maduro y...

—Y tiene 35 años, papá —terminó Eliza. Sus pasos cesaron y su voz se calmó un poco—.  Hemos tenido esta conversación tantas veces. El señor John no me interesa, y si el me interesara o no es algo que sólo me concierne a mi, y no a ti… Padre no quiero pelear más contigo. Sólo quiero que permitas que yo elija mi futuro.

—Sepia no es el hombre para ti, el no te conviene. El es antipático, altivo y egoísta. El es malo —bufo su padre, la desesperación se estaba apoderando de el—. ¿Que quieres para tu futuro? ¡ Dímelo!, ¿Quieres sufrir toda la vida por tener una manada de niños con manchas como hijos?

—Padre, ¡Basta! —grito Eliza, unas cuántas lágrimas rodaron por sus mejillas—. No puedes decir eso cuando no lo conoces. Por favor papá, no vuelvas a decir eso —Eliza empezó a llorar—. No repitas eso de nuevo. Porque puede que el sueño de tu hija, sea precisamente a lo que tanto le temes. Sabes que quiero estudiar mi carrera y en un futuro casarme y tener hijos. Cuando eso pase sólo yo voy a elegir el hombre con el cual compartiré mi vida, no tu.

Eliza colgó su móvil y lo colocó a un lado de la cama. No soportaba la forma en la que su padre quería controlar su vida.

Ella quería ser libre de amar a quien quisiera y no a un hombre impuesto. Eliza se calmó y seco sus lágrimas.

Su padre no iba a dañarle su día, aunque el móvil no dejaba de sonar. Decidió colocarlo en vibrador  y concentrarse en su arreglo personal.

—¿Porque no contestas? —pregunto Sofía saliendo del baño.

—Es papá, acabamos de discutir. El no quiere que este cerca de Sepia.

Eliza solía maquillarse poco, bueno casi nada. Sólo utilizaba unos polvos a base de arroz, un poco de máscara de pestañas y un labial rosa.

—Tranquila, ya se le pasará —añadió Sofía, quien se debatía entre ponerse un traje de baño color rojo o uno marrón—. Siempre sucede lo mismo, así fue con Javi.

—Sofía ¿Tu crees que Sepia es malo? —inquirió Eliza.

Su padre había logrado incrementar sus temores.

—Claro que no —respondió la chica sentándose a el lado de su amiga—.  Sabes, yo también tenía mis dudas. Pero anoche vi una faceta de el que no conocía, una muy tierna y dulce.

—¿Cuál?

—Sepia fue quien te trajo a la habitación después de que te dormiste.

 A Eliza se le fueron los colores del rostro.

—Y se porto muy bien contigo. Como todo un caballero.

—Sofía, ¿Como fuiste capaz de pedirle algo así? — la regaño Eliza colocándose de pie de un salto—. ¿Porque no llamaste a el señor Chang?, o le hubieras pedido a Ray que me trajera.

—Cálmate,  yo iba a llamar a el señor Chang. Sin embargo  fue Sepia quien se ofreció a hacerlo.

Sofía decidió no contarle la parte de que había llamado a Sepia en sueños. Ella sonrió ampliamente hacia su amiga.

—Y lo hubieras visto,  fue toda una dulzura. Te trato con delicadeza y mucho cariño. Hasta te quitó los zapatos y te arropo.

—¿El hizo todo eso? —Eliza sintió como se le aceleraba el corazón.

—Si y sólo hay dos opciones; la primera es que le interesas más de lo que el lo demuestra —le explicó Sofía quien se había decidido por el traje de baño marrón—. O la segunda es que es un muchacho sumamente bien educado y caballeroso, las dos son buenas.

—Papá insiste en que me aleje de Sepia. El quiere que le haga caso a John Hubble. No entiende que no me interesa, no siento esa punzada en el pecho que percibo cada vez que Sepia me mira. El no entiende que esa conexión tan especial no se siente con cualquiera.

—Yo lo sé, pero no te preocupes. Sepia le va a demostrar a tu padre que te merece —espetó Sofía.

Ella se había dado cuenta que Eliza no le era tan indiferente a Sepia como el pretendía demostrar.

—¿Y tu no piensas cambiarte?, ¿No te vas a poner tu traje de baño? —cuestionó Sofía.

—No, es que me da pena —se disculpó la muchacha—. Iré con este vestido, así me sentiré más cómoda.

—No señora, te vas a poner esta salida de baño blanca. Es hermosa, te cubre pero a la vez deja ver algo. Vas a ver que es una excelente elección.

El semblante de Eliza estaba nublado, no le gustaba pelearse con su padre.

—Amiga, cambia esa cara. Alégrate, el día esta hermoso y todavía esta más hermoso el  muchacho del otro cuarto. Prepárate, sonríe y ve a conquistarlo, tienes todo para hacerlo. La carisma suficiente, la bondad suficiente y el amor suficiente. Sepia lo va a ver, eres una mujer increíble, y mas pronto de lo que te imaginas, Sepia te pedirá que andes con el. Es solo cuestión de tiempo. El va a amarte como te amamos todos los que te conocemos. Deja atrás a el señor Francisco sólo por hoy e intenta disfrutar de este día y de la compañía de ese chico. Pronto verás que todo va a solucionarse y cuando tú padre vea lo feliz que te hace Sepia tendrá que aceptarlo.

—Gracias,  eres como una hermana para mí —agregó Eliza, dándole un pequeño beso a su amiga.

Eliza seco sus lágrimas y comenzó a buscar en su ropa.

—Y tienes razón, voy a arreglarme y a ser feliz. Me pondré mi traje de baño e iré a esa playa a disfrutar de la compañía de mis mejores amigos.

             
🌻🌻🌻


Sepia se levantó temprano. Se asomó lentamente por la puerta y vio a Eliza atravesar el pasillo.
Sus movimientos eran lentos, como si no quisiera despertar a nadie, se volteó para mirar el cuarto de los chicos; Sepia guardó rápidamente su cabeza para no ser descubierto.

Parecía que estuvieran jugando a las escondidas. Sepia volvió a mirar y vio el cabello de la chica escondiéndose tras de la escalera.
Sepia se preguntaba así mismo como podría ella no tener novio. Eliza era demasiado inteligente y bonita como para estar sola. Era tan bella, con su cabello castaño, su piel blanca, sus ojos color miel.

Aunque no era 90, 60, 90, tenía unas curvas bastante pronunciadas que podían enloquecer a cualquiera, incluyéndolo a el; que se consideraba a sí mismo un chico egocéntrico y superficial.

Javier y Ray dormían plácidamente, el ya se había bañado y estaba listo para salir. Sus ojos se desviaron hacia los retratos de los chicos. Tal vez el se había equivocado y Eliza no sentía nada por el, sólo curiosidad.

En su mente circundaban muchas cosas. Quería reunir el dinero que le debía a sus hermanas, pero no encontraba una manera rápida y legal de hacerlo. No tenia muchas opciones que digamos, no una que el final no fuera a parar en la cárcel.

Pasado un rato oyó pasos y luego voces. Pensó que las chicas ya habían salido de su habitación y decidió ir a hacerles compañía. Le aburría estar sólo en un sitio que no era su casa y sus compañeros de cuarto no pensaban despertar pronto.

Salió con cuidado de no hacer mucho ruido. La voz era fuerte, sólo se escuchaba la voz de Eliza. Como si estuviera discutiendo con alguien.

—Y tiene 35 años papá —grito Eliza. Sepia se acerco para poder oír un poco más—. Hemos tenido esta conversación tantas veces. El señor John no me interesa, y si él me interesa o no es algo que sólo me concierne a mi, y no a ti… Padre no quiero pelear más contigo. Sólo quiero que permitas que yo elija mi futuro.

La chica se calmó por un momento, mientras esperaba la respuesta.

—Padre, ¡Basta! —grito Eliza, y por el tono de su voz pareciera que fuera a llorar—. No puedes decir eso cuando no lo conoces. Por favor papá, no vuelvas a decir eso.

Eliza bajo tanto su voz que Sepia no alcanzó a oír nada más. Sepia no se había equivocado; Eliza comenzó a llorar.

La pelea con su padre era por un tal John, un sujeto que Sepia no conocía y que debía ser alguno de los pretendientes de Eliza.

Eliza colgó su móvil y siguió llorando. Sepia podía oír sus gemidos y balbuceos, quiso entrar a darle su apoyo. Pero no quería que Eliza pensará que era un entrometido y chismoso que escuchaba conversaciones detrás de las puertas. Escucho la voz de Sofía, así que Eliza no estaba sola.

Camino hacia las escaleras y descendió a la sala. No se veía ningún movimiento por ningún lado, todo estaba calmado y sólo. Salió a el patio en donde Fausto jugaba enérgicamente con una rama.

—Hola perrito —lo saludo Sepia agachándose a acariciarlo. Le caía muy bien a Fausto—.  Dicen que los animales entienden todo, ¿Dime entonces como haré para pagar mi deuda en menos de tres meses?

Fausto sólo movió la cola. El estaba contento de ver a Sepia, le había caído bien desde el momento en que lo conoció.

—No creo que sea posible —se contestó a sí mismo el chico—. Decepcione a mi familia, ¿Sabes?, siempre decepcionó a las personas que creen en mí. Por eso será mejor que me aleje de Eliza, no quiero hacerle daño. Ella es buena, no merece a alguien como yo. Lo más sano es que seamos sólo amigos, ¿O tu que crees Fausto?

Si Sepia pudiera entenderle sus ladridos. Había comprendido que no, porque Fausto sabía lo que sentía Eliza.

Sabía como adoraba a el muchacho, y que Sepia aunque no quisiera reconocerlo también sentía algo por ella.

—Claro que tengo razón. ¡Además me equivoqué, no le gustó a Eliza! —exclamó Sepia para si mismo—. Es mejor así, yo sólo quiero terminar mis estudios, ir a la universidad y conseguir un buen trabajo. No puedo ofrecerle estabilidad a nadie, porque yo soy precisamente todo lo contrario. Bueno al menos ya no tengo que preocuparme en herir a Ela, porque ella no siente nada por mí.

Su voz tenía un dejó de tristeza evidente. Las chicas no querían cargar con el conflicto de ser la pareja de “Parchecitos”.

Solo había tenido dos romances clandestinos, sin mucha importancia y su noviazgo con Lana. Todo era un engaño y creía que jamás iba a reponerse de esa ruptura.

Creía que  ni siquiera a Eliza que era una chica sencilla y amable le interesaba estar con el. Las mujeres huían dé él, tal parece que estaba destinado a estar sólo en ese sentido.

Sepia jugó con Fausto un buen rato, hasta que oyó la voz de los demás en la sala. Entonces decidió quedarse allí.

Ellos llevaban años de ser amigos, así que de seguro tenían cosas de que hablar que no le concernían a un muchacho que acababan de conocer.

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