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CAPÍTULO 15

—Vamos a ver una película romántica —chillo Sofía cayendo en el sofá—, ¿Que les parece?, “Yo antes de ti.”

—No, pésima opción —se quejo Ray, quien al parecer aun no había terminado de cenar—, yo quiero ver a “It.”

—¡De terror no! —grito Eliza alcanzando a los chicos.

Ella y Sepia habían recogido la mesa en completo silencio, sin dirigirse siquiera la palabra. Solo se miraron una que otra vez y ya.

Eliza no tenía nada que decirle al chico, y este aprecio su silencio. Tenía la cabeza bastante enredada.

Obvio que Eliza quería saber cosas de Sepia. Sin embargo también quería que fuese el quien se las contará, cuando estuviera listo y sintiera la suficiente confianza de hacerlo.

—Saben que no me gustan las películas de terror —continuó Eliza.

—Bueno, entonces una de acción —concedió Ray, quien intentaba escoger una película adecuada—, Spider-Man 2, el Joker, la mujer maravilla, Jhon Wick...

—No me gusta ninguna —replicó Javier dándole un beso a Sofía—. Y yo estoy de acuerdo con mi princesa; hay que ver una película romántica.

Había que ver la manera en la que la pareja de chicos se miraban. Daban ganas de seguirles los pasos y tener un amor tan puro y sincero como el de ellos.

—¿Y tú Sepia que quieres ver? —pregunto Sofía, quien ya se había acurrucado en el pecho de su novio—.  Hay que proponer y haremos una votación.

—Me gustaría ver a “Spider-Man” —contesto el muchacho a el le gustaban todo tipo de películas—. O la que ustedes escojan esta bien
.
—Bueno, yo propongo a Spider-Man 2 —comentó Ray a sabiendas que tenía el voto de Sepia—.  Entonces sería, “Yo antes de ti y Spider-Man 2”. Voten ahora.

—Nosotros votamos por “Yo antes de ti” —hablo Javier, quien se encontraba muy cómodo con Sofía.

—Nosotros por “Spider-Man” —intervino Ray con el control en la mano—. Te toca a ti desempatar, Eliza.

La chica miro para todos lados, sonrió hacia Sepia y luego habló.

—Entonces votó por “Yo antes de ti.”

—Eso es trampa —exacerbo Ray cayendo en el sillón—. Además siempre te duermes a mitad de la película, y nos toca llamar a él señor Chang para que te lleve a tu cuarto.

—Eso no es cierto —replicó la chica sentándose al lado de Ray—, aparte la culpa es tuya que me arrunchas y me haces dormir. Pero hoy veré toda la película.

Ray aceptó a regañadientes colocar la película. Eliza se acomodó en su hombro, era un acto que hacia cuando iban a la cabaña.

Sepia se sentó en la mitad del sofá completamente sólo. En un momento llegó a pensar que Eliza se sentaría a su lado, que ella se recostaría de su hombro pero se había equivocado.

Envidio a Ray y la suerte que tenía.

La película avanzó muy lentamente, o eso era lo que pensaba Sepia. No le encontró gracia por ningún lado. Sin embargo cada minuto su mirada se desviaba hacia Eliza, quien se había acurrucado en el sofá, y se había dormido profundamente. Lo había hecho a los 15 minutos de haber empezado la película y dormía plácidamente en el hombro de Ray.

El final fue inesperado para Sepia, pensó desde un principio que los protagonistas quedaban juntos, como casi en todas las películas románticas. Sin embargo no fue así.

Sofía lloraba a borbotones y Ray se dedico a reírse de su amiga por lo cursi que era. Sepia tuvo que reconocer que la película había estado impactante. Aunque desde el principio pensó que seria todo un fiasco.

—Bueno, ahora a dormir —repuso Javier estirando los brazos—. Vamos mi princesa estoy muy cansado.

—Si, ya pueden irse a dormir —mascullo Ray, desde su puesto—. Pero antes vayan a llamar a el señor Chang; hay que llevar a Eliza a su cuarto.

—Y no sería mejor despertarla —propuso Sepia.

El señor Chang era un hombre un tanto mayor y no creía que pudiera llevar a la chica a su cuarto sin arriesgarse a caer. A un cuando el hombre tenía bastante experiencia en llevarla a su habitación.

—No, Eliza tiene un sueño muy extraño. Si la despertamos ahora no va a dormir en toda la noche —advirtió Sofía—. Encima de que es muy cruel despertarla. Voy a llamar a el señor Chang.

—Yo la llevaré —se ofreció Sepia.

Los chicos se miraron entre ellos un tanto extrañados por su ofrecimiento. En las otras ocasiones Ray la llevaba a su cuarto, pero hoy no iba a ser voluntario. La idea era que Sepia lo hiciera.

—No es necesario despertar a el señor Chang a estas horas, yo puedo hacerlo. Además ¿Cuanto pesa Ela?, 60 kilos a mucho.

—59 kilos galán, y si tu puedes cargarla —respondió Ray que ya tenía el cuerpo entumido de no poder moverlo.

Era tan sólo una escusa para poder tener el privilegio de tocarla. Su cuerpo era cálido y a Sepia se le hizo muy liviano.

Fue como si ella fuese una blanca y suave pluma de cisne. Sepia tomó a Eliza como si fuese un bebé. El muchacho era lo bastante fuerte para poder cargarla sin siquiera tambalearse.

El cuidó muy bien que el vestido cubriera sus piernas y evitó tocar la piel desnuda de ellas. Era más sano para el si no lo hacia.

Eliza se removió un poco, pero sólo lo hizo para acomodar su cara en el pecho de Sepia.

Su respiración era suave, se notaba que estaba muy tranquila.

Ya estaba acostumbrada a dormirse en la sala y que el señor Chang o Ray la llevará a su cuarto. Sepia la acurruco en su pecho y la llevo lentamente hacia su habitación.

Esperaba no caerse ya que no podía despegar sus ojos del rostro de Eliza.

Sofía iba delante de el para indicarle el camino. Sin que Sepia la viera, Sofía sonreía triunfante.

Había logrado su cometido todo en complicidad con los muchachos. Eliza se iba a desmayar cuando supiera lo que había pasado.

—Aquí esta la cama, puedes dejarla allí —espetó Sofía, Javier y Ray ya se habían marchado a su cuarto—. Gracias por traerla, no es prudente despertar a el señor Chang a estas horas.

—No fue ninguna molestia —contesto el chico sin apartar la mirada de Eliza—. Voy a arroparla, tal vez sienta frío.

—Si, aquí el clima es muy extraño. Hace un calor sofocante de día y un frio tremendo a estas horas —repuso Sofía quitándose sus zapatos.

Las chicas compartían la misma habitación. Eran amigas desde los 7, así que Sofía llevaba casi 10 años yendo a esa cabaña. Era como si fuesen hermanas, no había nada que no hicieran la una por la otra.

—Quítale los zapatos, Sepia.

Sepia le hizo caso a la chica y le quitó con lentitud los zapatos a Eliza. Ella tenía unos hermosos pies muy delicados. Sepia la arropo y la chica siguió durmiendo como un ángel.

A el pareció que se hallaba con sus hermanas, Leticia y Eleonor se dormían siempre que veían películas. La gran diferencia era que a Eliza no la podía ver como una hermana.

—Sepia, Sepia —susurró Eliza en voz baja.

El chico abrió los ojos de par en par. Su nombre se escuchaba de manera especial en la voz de ella. Y ese susurro fue como si ella le hubiera pedido que se quedara.

Sepia quería pensar eso.
Sofía trago saliva e intento salvar la situación.

—A veces habla dormida —se disculpó la chica.

—Eso fue extraño —musito Sepia mirando a Eliza que se hallaba profundamente dormida—. Buena noches, Sofía.

—Buenas noches Sepia, y gracias.

El chico camino hasta el cuarto que le habían destinado junto a sus amigos.

Habían tres camas sencillas. Ray ya dormía profundamente, con los tres kilos de cena que se había comido; cayó rendido, como una piedra.

Javier se hallaba sin camisa, se había dado un corto baño y ya estaba dispuesto a dormir. El chico tenía un muy buen cuerpo, a pesar de su problema de rodilla.

Le gustaba hacer deporte y mantenerse en forma.

—¿Te bañaste con este frío? —pregunto Sepia quien busco su chamarra para ponérsela—, ¿ Que tenías mucho calor?

—Uno insoportable —concordó Javier, su cama estaba junto a la de Sepia—. ¿Cómo te fue con Eliza?, ¿ No se despertó?

—No, siguió durmiendo como si nada —contestó Sepia.

Se quedo mirando la pared. Habían dos cuadros, que el no había visto antes. Uno era de Javier y el otro era de Ray. Eran muy precisos, parecían hechos por un pintor profesional.

El cabello desordenado de Javier; su tez morena clara. Sus ojos negros como la misma noche, lo mismo que sus cejas y pestañas. Su nariz aguda y pequeña, y la sonrisa que lo caracterizaba que dejaba ver sus perfectos dientes.

Ray con sus mejillas sonrosadas que enmarcaban los grandes ojos azules, y sus cejas que casi no se veían por ser tan claras. Su cabello rojizo y sus chinos que caían por su frente. Su nariz grande y estilizada, los labios rosados y delgados.

El par de muchachos parecían estrellas de cine. Sepia no entendía porque los podrían rechazar. Ahora tenía clarísimo que jamás le presentaría a sus hermanas.

—Eliza nos pinto —comento Javier al ver que el chico no dejaba de mirar los cuadros—. Es una verdadera artista, tiene mucho talento.

—Si, son exactamente iguales. Ela es una gran artista —respondió Sepia recostándose en su cama—, ¿Y Eliza dibuja muy a menudo?

—Si, lo hace todo el tiempo —respondió Javier—. Sólo dibuja personas; rostros para ser más exactos y sólo de quienes ella aprecia.

—Tiene un talento único —espetó Sepia.

Su mirada estaba clavada en el techo.

—Eliza es única, Sepia. Y te aseguró que si no hubiera encontrado a Sofía y enamorado de ella como lo estoy, yo ahora sería el novio de Eliza —agregó Javier envolviéndose en su cobija—. Mujeres como Sofía y Eliza se encuentran una sola vez en la vida.

—¿Y Ray? —pregunto Sepia mirando a su compañero de habitación que ya estaba prácticamente dormido—. ¿El y Eliza no tienen nada?, ¿Se ven muy cercanos? como si fuesen algo más que amigos.

—No, ellos son muy buenos amigos desde que eran niños. Creo que desde los once —murmuro Javier bostezando—. Imaginar una relación amorosa entre los dos es casi como un incesto. Además Eliza quiere a otro.

—¿A quien?

Su pregunta no tuvo respuesta. Javier ya se había dormido o se estaba haciendo el dormido, y pronto Sepia a pesar de sus dudas hizo lo mismo.

El cansancio terminó venciéndolo, callando por fin a su mente atormentada.

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