CAPÍTULO 14
Sepia terminó de bañarse y luego se reportó con su madre. La noche estaba clara gracias al buen clima y Sepia se dio cuenta que había empacado mucha ropa para un sólo fin de semana. Sólo necesito unas bermudas y una camisa delgada para vestirse.
Había oído las voces de los demás chicos en el corredor y supuso que ya habían bajado a cenar, se dispuso a hacer lo mismo. Sólo esperaba que nadie se fijará en sus manchas.
La cabaña estaba bien iluminada, con unas bellas lámparas a su buen estilo chino. En el gran comedor que estaba continúo a la sala, la comida ya estaba lista. Ray y Javier discutían sobre uno de sus videojuegos, Sepia no entendía muy bien a el nunca le habían gustado.
Un ventilador ofrecía una frescura a la mesa. Sepia se sentó en silencio sin tener la menor intención de interrumpir a sus amigos. Cruzo sus brazos para poder ocultarse mientras procuraba guardar la calma.
—Amigo ¿Qué crees que sea mejor que hagamos esta noche? —interrogó Ray.
El muy glotón ya estaba comiendo y Sepia recordó que al parecer nunca lo había visto sin algo en su boca.
—Yo quisiera jugar ajedrez, o algún otro juego de mesa.
—No creo que las chicas quieran jugar —replicó Javier, sacando sus manos de su móvil— . Deben estar cansadas y esos juegos siempre tardan mucho tiempo.
—Estoy de acuerdo —concordó Sepia.
En ese momento se oyeron las voces de las muchachas en la escalera. Ambas llevaban unos bellos vestidos de flores, sutiles y frescos. Eliza llevaba su cabello suelto, y un vestido de tirantes color rosa que le llegaba un poco más arriba de la rodilla. Sepia evitó a toda costa mirarla; más le fue imposible apartar sus ojos de ella y en su mente sólo podía imaginarse a Eliza, sin ese vestido.
—Mi amor estas preciosa —espetó Javier llegando a el lado de Sofía—. Te vez hermosa.
—Gracias amorcito —contestó la chica.
Javier ayudó a Sofía a sentarse. Eliza camino a través de la sala y llamó a la señora Tay para que terminará de servir. Su rostro se iluminaba de una manera especial con la luz de las lámparas chinas. Tomó asiento a la cabeza de la mesa.
Sepia estaba a su costado, el muchacho permanecía en silencio. Intento mirarla de vez en cuando, sentía pena por la forma en la cual le había hablado a la chica, sabía que no había utilizado las palabras correctas.
Se concentró en la mesa y los individuales bordados, sino lo hacia pronto iba a empezar a babear de tanto ver a Eliza.
—¿De que hablaban? —inquirió Sofía.
La señora Tay apareció rápidamente con unas bandejas de comida. Empezó a colocarlas enfrente de cada uno de los chicos.
—¡Oh cielos! ya extrañaba su pollo Gong Bao; nadie lo hace mejor que usted —exclamó Ray.
El plato se veía exquisito: verduras, mucho color, muy bien decorado y debía tener un excelente sabor, aparte de que olía exquisito.
—Gracias señora Tay —le dijo Eliza a la mujer—. Puede irse a descansar, yo recogeré la mesa.
—Como quieras mi niña —contesto la mujer—. Espero que la comida sea de su agrado. Si necesitan algo estaremos en el cuarto, que tengan buena noche.
—Gracias señora Tay, buena noche —respondieron los chicos.
Menos Sepia que estaba debatiéndose por que lado de su plato empezaría a comer.
Ray fue el primero. Se echaba grandes bocados de comida. Eliza era un poco más sofisticada, ella comía de a poquito. Sepia se sintió un poco cohibido ante la elegancia que desbordada la muchacha, parecía una emperatriz tan delicada y sutil.
—Sepia come esta riquísimo —le animo Ray que se encontraba a su lado—. Después de este plato no hay nada más.
—Bueno —respondió el chico encogiéndose de hombros.
Tomó un gran bocado con su cubierto y lo metió en su boca...
Fue como si se hubiera comido un pedazo de fuego. No pudo respirar y terminó atragantándose. Aunque la comida que acababa de bajar por su garganta era deliciosa, no se había preparado de manera psicológica para el picante que esta tenía. Tosió precipitadamente y sintió como si su cara ardiera en llamas.
—Sepia, ¿Estas bien? —cuestionó Eliza colocándose de pie. Alcanzó su vaso y se lo tendió a el chico—. Ten bebe un poco de agua.
El chico tomó un gran sorbo de agua mientras Ray intentaba echarle aire con una servilleta.
—Sepia ¿Te sientes bien? —volvió a preguntar Eliza—. Lo lamento mucho; pensé que sabías que el pollo Gong Bao era un plato picante.
—No, no lo sabía —contesto el chico recobrando la compostura—. Y como vi a Ray comer tan tranquilamente jamás pensé que fuera tan picante.
—No debiste confiarte, Ray come hasta piedras —dijo Javier sonriendo—. Es un plato muy delicioso pero debes comerlo de a poquito.
—Creo que es mejor dejar así —farfullo Sepia—. Me arde un poco la garganta.
Su voz ahora estaba con disfonía, gracias al ardor del chile.
—Pero no puedes acostarte sin cena —intervino Sofía tomando la mano de su novio—. Habrá que decirle a la señora Tay que te traiga algo de comer. Porque te informó que el glotón de Ray se comió todos tus sándwiches.
—No importa…
—Voy a ver si quedó algo más de comer, para que Sepia pueda cenar —murmuro Eliza saliendo hacia la cocina, no iba a permitir que las cosas siguieran saliendo mal.
—No tienes porque hacerlo, ya se me quitó el hambre —grito Sepia pero ya la chica había desaparecido en el pasillo.
—Por favor ni que estuviera tan picante —se quejó Ray encogiéndose de hombros—. ¿No te gusta el chile?
—No, no me gusta —respondió Sepia tomando más agua—, jamás pensé que esto estuviera tan endiablado.
—Es uno de los platillos más picantes de la gastronomía china —explicó Sofía, crispando sus pestañas—. Pero no deja de ser delicioso, sólo hay que saberlo comer. Voy a ayudar a Eliza a prepararte algo.
Sepia seguía tomando agua y no vio cuando Sofía le guiño el ojo a Javier. Quien ya estaba enterado del plan de las chicas. Sofía los había puesto a el corrientemente, enviándoles un mensaje de texto, para que ellos pudieran ayudarlas en su plan de conquistar a Sepia.
—Princesa ¿Podrías masajearme la pierna?, es que me duele —informó Javier, haciendo una queja de dolor—, ¿Por favor?
—Tiene que ser ahora cariño. Voy a ayudar a Eliza o su cena va a enfriarse —susurro la chica.
—Por favor princesa, después ayudas a Eliza —agregó Javier.
Observo a Sepia antes de hablar, este ya sabia a donde iba a parar todo eso.
—Alguien más podría ayudar a Eliza con la cena.
—Yo voy a ayudarla con la cena —se ofreció Sepia levantándose de la mesa—. Al fin y al acabó la comida es para mí.
Sepia se dirigió a paso lento hacia la cocina. Sofía y Javier sonrieron triunfantes, mientras Ray terminaba su plato de pollo Gong Bao y seguía con el de Sepia.
Eliza se esforzaba por bajar la salsa de la encimera. La chica por su estatura no alcanzaba. Sepia hizo un movimiento rudo de cabeza para no concentrarse en sus bonitas piernas.
¿Porqué tiene que ser tan linda?
Enfócate.
Sepia se apresuró a alcanzarle la salsa. Eliza se sobresalto al ver a él chico allí pues se lo imaginaba en el comedor hecho un mar de furia.
—Gracias —murmuro Eliza tomando la salsa.
Estaba preparando dos ricos emparedados de pollo.
—Sepia lamentó mucho lo que sucedió, mañana mismo le diré a la señora Tay que te preparé comida sin chile.
—No fue tu culpa, debí decirles que no me gustaba el chile —comentó. Eliza seguía preparando el emparedado, sin mirar al chico—. Yo quería ofrecerte una disculpa, por lo que te dije esta tarde.
—Tranquilo, no me dijiste nada malo, solo lo que sentías —contesto Eliza.
Sentía ese rubor en sus mejillas, y solo podia rogar para que Sepia no lo notase.
—¿Te gusta el tomate? —interrogó Eliza.
—Me encanta.
—¿Y la lechuga?
—Con mucho limón —respondió Sepia.
—¿La cebolla caramelizada?
—Es mi favorita.
—¿Prefieres salsa de tomate o rosada? —cuestiono Eliza.
Por fin levanto los ojos y se encontró con los de Sepia que la miraban detenidamente.
—Esa te la dejo a tu gusto —concedió Sepia—, ponle la que te guste más a ti.
Eliza dejo de mirarlo y le colocó la salsa rosada. El emparedado casi estaba listo, sólo faltaba el queso.
—¿De verdad aceptas mis disculpas? —volvió a preguntar Sepia.
—Si. Además es mejor dejar claras las cosas desde el principio —Eliza busco valor de donde no tenía para seguir hablando—. Tu y yo sólo seremos amigos. Cuando mi padre y mi hermano se convenzan de eso te dejarán en paz. Por el momento aquí están tus emparedados, espero te gusten.
Eliza puso en marcha el plan de Sofía. Sólo esperaba que rindiera los resultados que ella esperaba.
—Gracias, vamos a la mesa —añadió Sepia tomando su cena.
Eliza se debatía si estaba bien lo que acababa de hacer. Hacerse la indiferente, la que daba igual lo que Sepia le había dicho, cuando era todo lo contrario. En el interior ella se encontraba molesta consigo misma por no ser lo que Sepia deseaba.
Cuando el chico se sentó en la mesa dispuesto a cenar. Se sintió más mal y triste que antes. Se sentía culpable por la forma en la que había tratado a su anfitriona.
Y le avergonzaba haber pensado que Eliza estaba interesada en el. Se había creído todo un chico galán que podía atraer a una mujer tan bonita como Eliza cuando en verdad no era nada.
Pensó que se había equivocado al creer que Eliza quería tener algo con el. Ricky tenía razón; ella lo había dibujado sólo porque le parecía singular.
Tal vez había malinterpretado su amabilidad y el hecho de que cada vez que hablaban a ella se le tiñeran de rojo las mejillas. Sepia siempre lo notaba. También ese brillo en sus ojos color miel era cada vez más evidente.
Ese brillo era lo que lo hacia dudar, eso y su bella sonrisa que siempre guardaba sólo para el. Su mirada y su peculiar forma de sonreírle era lo que hacían acrecentar las dudas en Sepia.
Porque el no la había visto mirar y sonreírle a alguien más así, solo a él. Ni siquiera a Ray y a Javier. Esas formas tan preciosas eran sólo para el y por primera vez en la vida Sepia se sintió orgulloso de tener algo sólo suyo; solo de su propiedad y era algo que nadie podia quitarle, ni el mismo.
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