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CAPÍTULO 13

Eliza entró pronto a la casa, traía cara de pocos amigos.

Últimamente había discutido mucho con su progenitor. Apenas vio a Sepia su semblante cambio, y curvo sus labios en una bella sonrisa. Una que Sepia no había detallado a profundidad, y que la luz del sol hacia ver de una forma perfecta. Esa sonrisa dejó absolutamente absorto al chico, Eliza era muy bella aunque a ella misma le costará creerlo. Sepia lo supo desde el instante en que la vio; Ela era la mujer de sus sueños.

Eliza se tumbó en el sofá  justo al frente de Sepia. Estaba cansada del viaje y sobre todo de lidiar con su padre. Ray al ver que la señora Tay no llegaba decidió alcanzarla en la cocina, para sin ningún reparo asaltar la nevera.

—¿Pasa algo? —inquirió Sepia tras el silencio pronunciado de Eliza—.  ¿Tuviste problemas con tu padre?

—Si —contestó la muchacha. Se dedicó a juguetear con sus manos para evitar encontrarse con la mirada de Sepia—. No soporto la forma en la que se comporta con las personas. Siempre ha sido así, cree que todo mundo quiere hacerme daño.

Sepia se recostó del sofá, intento no enfocarse en las piernas semidesnudas de Eliza y conservar la calma.

—Es un padre sobreprotector —concordó Sepia—. Pero no entiendo su actitud. Tu y yo sólo somos amigos, nada más.

—Yo eso lo sé —musito Eliza.

Sin embargo su padre la conocía muy bien. Había visto en el cuarto de pintura de Eliza cinco dibujos diferentes del mismo chico. El señor Francisco sabía que para su hija el chico “Parchecitos” no era sólo un amigo.

Era algo más y también sabia que despertaba sentimientos en ella que no había despertado nadie más.

—Es que... mi padre es así. Después de un tiempo te dejará en paz.

—Eliza yo quiero dejar algo muy claro.

Sepia buscó en su interior las palabras correctas, para no hacer sentir mal a la chica. Rebusco en su diccionario mental aquellas sílabas que le ayudarían a mentir.

Porque lo que iba decirle era una mentira de principio a fin.

—Yo no quiero tener una relación sentimental contigo. Ni ahora, ni después, ni nunca y no es que ...

El chico se puso de pie y le dio la espalda a Eliza. No quería ver su cara, no quería sentir ese deseo ardiente que lo consumía cada vez que la tenía al frente. Esas ganas de correr a su lado y besarla de pies a cabeza; hacerla suya sobre ese sofá era lo único que anhelaba en esos instantes.

Era primordial que controlará su animal interno para así decirle lo que quería comunicarle.

—No es que haya algo malo en ti; al contrario es que simplemente no eres mi tipo, y quiero que a ti y a tu familia les quedé bastante claro eso. No quiero ser grosero pero jamás tendría algo contigo.

Sepia se volteó para ver la cara de Eliza. Esta en vez de estar enojada, parecía divertida con la situación. Sepia no podía creer como después de lo que le acababa de decir ella pudiera estar tan contenta.

—Eso lo tengo claro —contestó Eliza. Su sonrisa era amplia y lograba sacar de quicio a Sepia quien quería correr a borrarle esa sonrisa con un beso—. Más bien parece que el que se quiere convencer a sí mismo de eso eres tu.

Eliza no había mordido el anzuelo.

—¿Que quieres decir con eso?

El ceño de Sepia estaba fruncido y su cara ahora era un mar de confusión. Ray apareció con un buen vaso de jugo.

—¡Esto esta delicioso! —exclamo el chico, subiendo las escaleras—. ¡Vamos Sepia te voy a decir donde vas a dormir!

—Vayan ustedes —dijo Eliza dirigiéndose hacia la cocina—, voy a hablar algo con la señora Tay.

—Ela —la interrumpió Sepia antes de que pasará el pasillo—, ¿Podemos hablar?

Sepia necesitaba reparar lo que acababa de hacer. Decirle que se había arrepentido de haberle dicho tales sandeces.

—No hay nada de que hablar.

Aunque había actuado con frescura y naturalidad, estaba a punto de echarse a llorar. Era la confirmación de lo que ella creía saber. Era tan simple que Sepia no se fijaría en ella.

—Has dejado muy claro todo. No te preocupes; todo va a seguir igual, como antes.

—¡Vamos hombre! —grito Ray desde el segundo piso—.Ven a ver nuestro cuarto.

Sepia quedó más enredado que antes. Eliza le importaba, no podía negarlo. Ella era su tipo, la mujer de sus sueños. Siempre se imagino paseando de la mano con una chica que le despertará tantas emociones y la había encontrado sin embargo…

Tenía miedo de pasar por lo mismo. No era un chico normal. Tenía vitíligo y eso nadie, ni siquiera Eliza podría cambiarlo.

El segundo piso de la cabaña estaba decorado de la misma forma que el primero. Era amplio y vistoso. Ray esperaba a Sepia en el pórtico de uno de los cuartos.
Sepia camino con lentitud. La habitación era grande y habían tres camas. Las maletas de los chicos estaban allí y el señor Chang se apresuró a acomodarlas en su sitio.

—¿Que te parece? —pregunto Ray cayendo de bruces sobre una de las camas.

Los motivos de las sábanas también eran chinos. Todo estaba muy limpio y meticulosamente ordenado.

—Esta muy bien —contestó Sepia sentándose en una silla—. Crees que pueda darme un duchazo, estoy al borde de morir de calor.

—Claro que si —respondió Ray levantando la cabeza—, allí está el baño. Ve y báñate, pronto será la hora de la cena y no te la vas a querer perder.

🌻🌻🌻


—¿Porqué traes esa cara? —pregunto Sofía, estaba recostada en su cama mirando su móvil—. ¿Problemas con Francisco?

—Si, hubieras visto como trato a Sepia —se quejó Eliza cayendo al lado de su amiga—. Y lo peor fue que consiguió su objetivo. Sepia me acaba de dejar bien en claro que no quiere tener nada conmigo. Presiento que tomó esa decisión por lo que mi papá y Máx le han dicho.

—¿Crees que sea eso? o ¿En verdad no le interesas? —comentó Sofía, no le gustaba desanimar a su amiga pero debía decirle lo que pensaba—. Sepia no se ve que sea cobarde. Es mas parece el tipo de muchacho que entré más le dices que no, más insiste.

—Entonces ¿Qué crees que deba hacer? —cuestiono encogiéndose de hombros—. Dímelo tu que tienes más experiencia en estas cosas que yo. Sabes que nunca me ha ido bien con los chicos y al parecer con Sepia no va a hacer la excepción. Aunque procure guardar la calma frente a el, estuve a punto de echarme a llorar como un bebé. Me contuve sólo para no hacerlo sentir culpable. Lo peor que te puede pasar es que alguien esté contigo por lástima.

—En ese caso, si Sepia no siente absolutamente nada por ti —Sofía se quedo pensando por un momento—. Lo mejor es hacerle creer que tu tampoco. Vas a fingir que sólo quieres ser su amiga, y en ese tiempo intentaras conquistarlo.

—No entiendo, ¿Para que quiero fingir que no siento nada? —resoplo Eliza colocándose de pie.

Su mirada se perdió por la ventana, hacia el hermoso jardín que se alzaba en el patio.

—Si es todo lo contrario. Desde que lo vi, empecé a sentir emociones que no creía que existían en mí. Cuando lo conocí me sentí viva.

—Se lo que se siente; a mi me sucedió lo mismo con mi Javi — la chica hizo una pausa—.  Pero en nuestro caso fue mutuo y ahí fue todo diferente —Sofía acarició el hombro de Eliza—. Sin embargo no quiero decir que no pueda tener un final feliz. Javi es muy noble, lo contrario a Sepia y los chicos con el carácter como el de Sepia, muchísimas veces entran en algo que se llama “negación.”

—¿Negación? —cuestionó Eliza, su ceño estaba fruncido y su boca curvada hacia arriba—. ¡Por Dios Sofía explícate que no te entiendo nada!

—Si, es demasiado orgulloso para aceptar que siente algo por alguien…

—¿Insignificante? —la interrumpió Eliza, Sofía negó con la cabeza—. Se que no soy bonita y que tengo unos kilos de más. No obstante soy una mujer que se merece cualquier hombre, por muy atractivo que este sea.

—Yo no iba a decir eso —grito Sofía halándose el cabello—. Iba a decir sencilla. Eres una chica sencilla y a los chicos como el les interesa salir con muchachas populares; extrovertidas, alegres que hagan fiestas y beban, una chica como...

Eliza no la dejo terminar la frase.

—Como Juana Markle, supongo —la chica cayó de nuevo a la cama—. Al parecer ella si puede tener a alguien como Sepia, y yo no.

—No te desanimes —agregó Sofía y empezó a hurgar en su maleta—. Empezaremos con el plan hoy mismo. Vamos a hacer que Sepia se enamoré de ti, te doy mi palabra.

—¿Y yo que debo hacer? —comentó Eliza volteando los ojos—, dímelo tu, gurú del amor.

—Nada, vas a actuar como siempre —dijo Sofía con una sonrisa—. Tu forma de ser lo va a enamorar. Además tenemos a nuestro favor que Juana Markle dejó su interés en el apenas supo de su condición, así que no tienes una rival.

—Como si eso fuera garantía de algo —se quejó la chica en voz baja—, cualquier chica en la escuela puede interesarse en él.

—Aun así puedes competir, si fuera Juana Markle todo estaría perdido —murmuro Sofía demasiado bajo como para que Eliza pudiera oírla.

—¿Que dices? —inquirió Eliza cruzándose de brazos—. De todo lo que dijiste lo único que entendí es que no tengo opciones.

—Vamos, no te desanimes. Arréglate para la cena, ahí vamos a empezar a llevar a cabo nuestro plan.

—¿Cuál plan? —contradijo la chica—. No se que caso tiene.

—Todo el caso; sólo deja que y yo intervenga y vas a ver los resultados.

—Eso es a lo que le temo —replicó Eliza—. A que en vez de ayudarme termines metiendo las de caminar.

—Nada de eso, ven voy a dejarte como una reina.

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