CAPÍTULO 10
Otro día más en la escuela. Sepia sentía las miradas de todos en su espalda, había pasado muy poco tiempo para que ellos se acostumbraron a él. Sepia seguía sintiéndose como un bicho raro.
Eliza no estaba enojada con Sepia. Ella tenía mucha paciencia. Aunque el chico la hubiese tratado mal. Eliza sabía que en el fondo algo le pasaba, quizá tenía algún problema que lo agobiaba. Su intención era hacer que Sepia le tuviera la suficiente confianza para contárselo.
La clase en particular estuvo aburrida. Sobretodo por los comentarios despectivos que hacían Máx y sus amigos, el único que guardaba silencio era Rob, mejor amigo de Máx quien no le encontraba gracia a burlarse de otros.
Cuando hubo terminado la clase, Javier se acercó a Sepia para que fuera con ellos a la cafetería. El muchacho dudo en hacerlo, porque Eliza estaría allí y el sabía que se había portado mal con ella. Se sentía mal, tenía vergüenza de estar frente a ella después de lo que le había dicho. Al final entre Javier y Ray lograron convencerlo.
Sofía empezó a hablar alegremente de un viaje que tenían planeado. Sepia continuaba en silencio sin siquiera reír. Eliza sin embargo sonreía en dirección a su amiga.
—Voy a llevar el vestido playero rosado —agregó la muchacha con alegría—. ¡Estoy que cuento los días para ir a disfrutar de ese lugar tan paradisíaco!
—Llevaré mis mejores discos —prosiguió Javier entrando a la conversación—, y también voy a llevar mi equipo de alpinismo.
—Nada de eso —negó Eliza.
Era verdad que la presencia de Sepia la abrumaba pero ya le estaba agarrando confianza.
—Mi papá nos presto la cabaña con la condición de que no vamos a hacer nada peligroso.
—Mi equipo de alpinismo no es peligroso...
—Claro que si —le interrumpió Ray dándole un mangazo a su compañero—. La última vez casi me mató, o se te olvida que me fracture una mano.
Javier a pesar de tener un problema en la rodilla, y tener que movilizarse con un bastón, le gustaba escalar así fuera pequeñas cumbres. Era un valiente por hacer ese deporte en su estado.
—Si amor el tiene razón —concordó Sofía cruzando sus manos—. Además no te dejaré tiempo de practicar tu alpinismo.
La chica le guiño un ojo a su novio, ese gesto no paso desapercibido para nadie.
—No —refutó Eliza.
Sus mejillas se tiñeron de un color rosado, como solía sonrojarse cuando Sepia tenía algún detalle con ella.
—Es una de las condiciones de papá, y si sabe que no le hicimos caso no va a volver a prestarme la cabaña.
—Eliza no seas aburrida —bufo Javier torciendo los ojos—. Es un fin de semana de chicos y chicas.
—Si no van a hacer caso es mejor que no vayan...
—Eliza ¿Te atreves a hablarle así a tu mejor amiga? —exacerbo Sofía cruzándose de brazos—, ¿No lo puedo creer?
—Son las reglas, ya saben como es mi papá y deberían agradecerme porque lo convencí de que no enviará a Máx —informó Eliza.
El silencio de Sepia le hizo olvidar por un momento que el existía. El muchacho se sentía como una cucaracha, totalmente ignorado y haciendo parte de una conversación de la cual no entendía absolutamente nada.
Se lo merecía, no era el tipo de muchacho con el cual era agradable conversar.
Eliza miro a Sepia y su corazón se removió al ver su carita triste y cabizbaja. Se sintió culpable de haberlo excluido, pero aun podía remediarlo.
—Sepia ¿Quieres venir con nosotros?
La pregunta tomó por sorpresa a Sepia, quien estaba absorto en sus pensamientos. Buscaba en su mente la manera de reponer el dinero que le debía a sus hermanas, sin entrar al casino. Sin embargo ya se le habían agotado por completo las opciones.
—¿A donde? —inquirió el muchacho un tanto atolondrado.
Eliza sonrió abiertamente; prefería mil veces el Sepia despistado que al grosero.
—Vamos a ir este fin de semana a una cabaña a las afueras de la ciudad —respondió Eliza sin dejar de sonreír—. La cabaña es de mi padre, el a veces me la presta. Hay un río cerca y una playa, si quieres puedes venir con nosotros.
Sepia se mostró sorprendido, los demás no. Sabían que el muchacho había despertado sentimientos en Eliza, y que lo más probable era que buscará cualquier pretexto para conocerlo mejor.
—Vamos hermano vas a divertirte mucho —intervino Javier al ver el silencio de su amigo.
—No seas aguafiestas; te va a encantar el lugar —afirmó Ray—. Y la señora Tay, quien se encarga de la cabaña, hace una comida china deliciosa.
—Y hay un río precioso —siguió Sofía dando pequeños aplausos—, y el agua es calientita.
Bueno ante tanta insistencia, no podía negarse. Además que tenía de malo que pasará tiempo con gente de su edad. Y si iban a nadar de seguro cierta señorita con curvas prominentes usaría traje de baño. Más razones para ir.
—Si, voy a ir —contestó el chico con una sonrisa.
—No te vas a arrepentir —agregó Ray.
—El lío será convencer a mis padres de que me dejen ir —siguió Sepia—, mi papá me castigo de aquí hasta el otro año. Así que no creo que me de permiso.
Eliza se quedó pensando. Iba a hacer algo muy atrevido.
—Puedo hablar con ellos para que te dejen ir.
—¿Enserio? —cuestiono Sepia.
—Si claro.
Sepia miró fijamente a Eliza.
¿Cómo podría ser ella tan buena y dulce?, se preguntó.
—¡Es hora de ir al salón! —exclamó Ray llamando ma atención de todos.
🌻🌻🌻
—Mamá tu eres la única que puede convencer a mi papá de que me de permiso —agregó Sepia mientras ayudaba a su madre a secar los platos—. Sabes que nunca salgo a paseos, ni a fiestas. Además este viaje me serviría para distraerme, y no terminar el fin de semana en el casino.
—Esta bien hijo, pero necesito hablar primero con esa tal Eliza. Quiero que ella me diga si es verdad todo eso —respondió la señora Leonor—. Yo no desconfío de tu palabra, lo que pasa es que necesito saber todo; ¿Dónde queda esa cabaña?, ¿Si esa muchacha es responsable?. Entiende que no te puedo dejar ir con cualquiera.
—Mamá no tengo 5 años —bufo Sepia—. Y no quiero pasar por la vergüenza de que ella tenga que venir a pedirles permiso como si yo fuera un niño chiquito.
—Bueno, Entonces no vas —determinó la señora Leonor, terminando de acomodar los platos—. Si no aceptas mis condiciones no tendrás mi permiso, y sabes que un no mío también es un no de tu padre.
—Esta bien —concedió Sepia tomando su móvil.
Odiaba que sus padres fueran tan desconfiados.
—Tengo el número de Eliza aquí. Voy a llamarla y vas a hablar con ella, no me pidas que la traiga porque eso sería vergonzoso.
—Ok, márcale voy a hablar con ella.
Sepia busco el número de Eliza en sus contactos. Se colocó el teléfono en el oído y empezó a marcar, en ese momento una de las chicas comenzó a llamar a su madre desde el segundo piso.
La mujer acudió a su llamado de inmediato. Sepia había tomado el número de Eliza de su agenda así que era fácil para el comunicarse con la muchacha. Después de unos segundos ella respondió.
—Hola, Eliza —saludo Sepia.
La verdad para el no era nada cómodo ponerse en contacto con la muchacha a la cual había tratado tan mal.
—Discúlpame por llamarte a estas horas, es quería pedirte un favor.
—Hola ¿ Sepia? —inquirió la muchacha.
No podía creer que el chico la estuviera llamando a ella precisamente. Un día le gritaba, luego le llevaba un girasol y después volvía a insultarla. Sepia la mantenía confundida, iba a volverla loca con su actitud.
—Si, soy yo —contestó el chico—, ¿Cómo estas?
—Bien, ¿Cómo es que tienes mi número? —pregunto Eliza.
La verdad era que no sabía muy bien que decirle.
—Lo tomé de tu agenda, espero y no te moleste —Sepia suspiro antes de volver a hablar—. Eliza se que te debo una disculpa por lo de ayer. Creo que me voy a volver viejo disculpándome contigo. Parece que estas siempre que quiero desquitarme con alguien.
Sepia está vez había sido sincero, y podría ser que el anhelo de ir a ese viaje lo impulsaba a mostrarse amable. Pero por algo se empieza.
—Acepto tu disculpa. No tienes nada de que preocuparte —lo tranquilizó Eliza.
En ese momento Máx entró al estudio por un disco. La chica se sintió cohibida, su hermano solía interrogarla acerca de con quien hablaba.
—¿Dime que necesitas? —preguntó Eliza en voz baja.
—Bueno, mi mamá es muy cuidadosa con todo. Ella quiere hablar contigo para cerciorarse de que no eres una psicópata, que me va a asesinar y me va a enterrar en el patio de su casa — comentó Sepia.
Logró sacarle una carcajada a Eliza. Esa era la idea, Ricky decía que a las mujeres había que hacerlas reír para que se les olvidará la porquería que eras.
—Eso después de comerte mis entrañas, en fin; ella quiere hablar contigo, espero no incomodarte.
—Claro que no, pásamela voy...
—¿Porque tan contenta? —interrumpió Máx—, ¿Con quién hablas?
Sepia logró oírlo, y reconoció de inmediato su voz.
—Con su novio tonto —grito Sepia al otro lado de la línea.
Eliza se apuró a tapar con sus manos su móvil, pero Máx ya había oído.
—Con Ray —mintió la chica con nerviosismo—, sabes que a el le encanta tomarte del pelo.
—Dile al gordo que no se meta conmigo —exacerbo Máx saliendo de la habitación.
Eliza al fin pudo respirar. No podia hacerlo no por la presencia de Máx, sino por las palabras de Sepia.
—Sepia, ¿Porqué le dijiste eso?
La chica esperaba atentamente una respuesta favorable para ella.
—Fue para molestarlo —río el muchacho, a el a veces le gustaba hacer bromas—. Ahí viene mi madre voy a pasártela. Gracias por hablar con ella. Eres un ángel.
—Ok, pásamela —dijo Eliza.
Ese día entendió el carácter bipolar de Sepia, y la razón por la cual ellos tal vez sólo serían amigos.
Es que ella creía que Sepia no la tomaba como algo serio, algo importante, sino como a alguien que necesitaba de vez en cuando. Sólo eso y eso no era cariño, mucho menos amor.
Sepia le pasó el móvil a su madre. La mujer se alejó para poder hablar tranquila. En la soledad de la cocina la sonrisa de Sepia se difumino.
—Ojala si fueras mi novia —susurro con tristeza—. Ahora estoy seguro de que no te pareces a Lara. Tu no eres como ella.
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