—No lo entiendo —dijo Andrea entre lágrimas—. No lo puedo comprender.

—Lo he pensado, una y otra vez. Le he puesto toda mi mente. He orado a Dios. Te amo, te amo demasiado. No sé si tome la decisión correcta, tal vez me estoy equivocando...

—¡Claro que te estás equivocando!

—Yo no lo veo así —dijo John.

—¡Me estás diciendo que quieres romper el compromiso porque me amas! ¡¿Escuchas lo que dices?!

—¡No soy la persona correcta para ti! ¡Es lo que estoy tratando de decir! ¡Mereces alguien más! —dijo John, enfatizando cada palabra.

—Nos conocemos desde hace años, nos conocemos desde la juventud. Fuimos mejores amigos... no fuimos, somos. ¿Por qué crees que no eres la persona correcta? —dijo Andrea, intentando controlar su llanto.

—Tu amistad significa todo para mí, tu amor, todos los años que pasamos juntos están en mi memoria grabada.

—No me estás respondiendo la pregunta —dijo Andrea—¿Por qué?

—No quiero responderla. Tal vez no estoy preparado, tal vez mi destino es quedarme soltero.

—Yo te esperaré, hasta que estés listo. Sin importar el tiempo.

—¡No puedo hacerte eso! —dijo John, entrelazando sus manos—. Sé qué hay alguien ahí afuera que es ideal para ti.

—¡Eres tú! — exclamó Andrea.

—No, no lo soy —dijo John con tranquilidad y unas pequeñas lágrimas se derramaron—. Te tengo que dejar, lo siento con todo mi corazón.

Ambos tenían lágrimas, ambos tenían un corazón roto en el momento. Pero ambos sabían muy dentro de sí, que no eran correcto el uno para el otro. Ambos se amaban, ambos querían lo mejor para el otro. Y por esto partieron a diferentes caminos, mejores caminos.

Todo este dolor fue culpa del amor.

Toda esta alegría fue por culpa del amor.

Ese lazo irrompible que se creó y unió a estas dos almas fue por culpa del amor.

Por esto, y muchas razones más, fueron por culpa del amor.